Los jardines japoneses: naturaleza en miniatura
Por el corresponsal de ¡Despertad! en Japón
SE ASOMA por la ventana y ve el océano bordeado de arena blanca y pinos de una tonalidad verde oscura. Cuando sale al porche, contempla majestuosas montañas, por las que se precipitan hermosas cascadas. Hasta donde le alcanza la vista, todo está dentro de los límites de su propiedad. ¿Un sueño inalcanzable para la gente común? No, no si usted tiene un jardín japonés. Con la reproducción en miniatura de escenarios naturales se puede hacer realidad este sueño aparentemente imposible.
Para imitar el esplendor de un paisaje natural, se utilizan rocas, agua, plantas y a veces arena. Por supuesto, es necesaria un poco de imaginación, pero cuando las proporciones son las adecuadas, se crean maravillosas ilusiones. Un estanque representa el océano o un lago, y las rocas del estanque, islas. Unas piedras grandes se convierten en montañas, y el agua que fluye entre ellas simula cascadas.
Árboles utilizados en los jardines japoneses
Como en el paisaje natural de Japón impera el verde, en los jardines japoneses hay más árboles que flores. Pero estos no se colocan de cualquier manera ni se les permite crecer a su aire. Su espaciamiento está calculado, y controlado su crecimiento. Los árboles desempeñan un papel muy importante. Crean un ambiente de serenidad que es característico de los jardines japoneses.
También se utilizan, aunque no demasiado, algunas especies arbóreas de color, pues dan variedad al jardín con el paso de las estaciones. Por ejemplo, se plantan ciruelos, cerezos y magnolias con el objeto de añadir una nota de color a principios de la primavera. En abril y mayo, los vivos colores de las azaleas en flor dan un toque de alegría al ambiente de tranquilidad que se respira. Estas se suelen recortar para dar a la mata una forma redonda e igualada, grande o pequeña. En otoño, las hojas del arce japonés aportan su tono rojo encendido. De todas formas, el color que predomina en los jardines japoneses es el verde.
Las elegantes agrupaciones de bambúes acrecientan el sabor oriental del jardín. A los cipreses y los cedros se les da forma escalonada o redondeada, y con ellos se configura el perímetro del jardín. El acebo de Japón (inu-tsuge) tiene una gran aceptación, pues ofrece muchas posibilidades. Se le puede ver con forma de tarta nupcial, de una tortuga o de una grulla apoyada en una sola pata. Pero de todos los árboles que se utilizan en los jardines japoneses, los más comunes son los majestuosos pinos.
El modelado y cuidado de los árboles
De todas las variedades de pinos japoneses, el negro y el rojo son los más utilizados para modelar. En vista de sus respectivas características de dureza y suavidad, al pino negro se le llama el “macho” de la especie, y al rojo, la “hembra”. De estos dos, el pino negro es, por su constitución robusta, el más fácil de cultivar y guiar. Tomando a los pinos como ejemplo, veamos cómo se modelan y cuidan los árboles de un jardín japonés.
El jardinero empezará su trabajo cuando los árboles son jóvenes. Tras examinar la forma que tienden a adoptar, con cuidado y paciencia irá amoldándolos a diferentes estilos populares. Quizás acentúe una posición inclinada para que, al colocarlo junto a la entrada del jardín, sus ramas formen sobre ella una encantadora arcada que dé la bienvenida a los visitantes. O puede que trate de conseguir un efecto de cascada haciendo que las ramas se inclinen hacia abajo. También podría escoger el estilo erecto formal. Pero ¿cómo crea el jardinero la forma y la proporción deseadas?
Con ese fin puede plantar su arbolito en el ángulo deseado y utilizar cañas de bambú como soportes. También sujeta al árbol armazones o abrazaderas y cañas de bambú laterales, utilizando para ello una cuerda negra imputrescible hecha de corteza de palmera. “La cuerda —explica un hombre que es ya la cuarta generación de su familia que se dedica al arte de la jardinería— se reemplaza periódicamente para que no deje marcas antiestéticas en las ramas.” Las cañas se mantienen colocadas durante uno o dos años, hasta que el árbol haya adoptado la nueva forma y ya no las necesite.
A continuación viene el secreto para dar forma a los árboles: la poda. “El jardinero trata de encontrar el término medio entre un árbol cuyo follaje y ramas crecen de forma desordenada y sin dirección, y uno que ha sido podado hasta el punto en que la mano del hombre se hace demasiado evidente”, dice el libro Japanese Gardens for Today (Jardines japoneses para nuestros días). Con la poda procura realzar las partes más atractivas del árbol cortando todo lo que distrae. ¿Quiere que el árbol se extienda en cierta dirección? Entonces poda las ramas verticales. Como consecuencia, la nutritiva savia pasará a las ramas laterales y se modificará la forma del árbol.
Pero eso no es todo. Todas las primaveras hay que proceder a la poda de los brotes nuevos. Para controlar la ramificación, solo se dejan unos 25 milímetros de brote al extremo de cada ramita. Además, en septiembre hay que arrancar a mano las agujas que ya tienen un año. Esto da a los pinos japoneses su aspecto flotante y ligero.
Cuando los pinos reciben el debido cuidado, pueden vivir siglos. A fin de garantizarles una vida larga y sin enfermedades, el jardinero debe estar cuidándolos y velando por su salud constantemente. Una manera curiosa de hacerlo es vendando una parte del tronco con una esterilla de paja. Al llegar el invierno, las sabandijas que viven en el árbol buscan el calor, así que se meten en la paja con sus huevecillos. En pleno invierno, antes de que los cálidos días de primavera las inviten a salir, se retira y se prende fuego a la esterilla, quemando de esa forma también a los insectos. En el caso de algunos árboles, como por ejemplo las palmeras, se recubre con esas esterillas todo el tronco para protegerlos de la nieve y las heladas. Además de mantener calientes a los árboles, ese vistoso traje de paja también alegra el triste paisaje invernal.
Todo este proceso es un arte que no se domina ni imita con facilidad. De hecho, para cuidar de algunos de estos árboles tan longevos, se requieren generaciones de jardineros.
Jardines familiares
En comparación con los elaborados jardines públicos, el ambiente de los jardines familiares japoneses es menos formal y más íntimo. Existen posibilidades ilimitadas de mezclar y combinar las plantas según los gustos y la imaginación de cada uno.
Utilizando rocas grandes y árboles pequeños, algunas familias crean su propio paisaje montañoso en miniatura, adornado con una impetuosa cascada o un arroyuelo serpenteante. Aunque la casa solo disponga de un espacio reducido de jardín en un rincón, pueden incorporarse los mismos principios de miniaturización que se utilizan para plantar zonas más extensas. Y con la ayuda de árboles hábilmente esculpidos, se consigue hacer realidad la ilusión deseada.
Prescindiendo de dónde viva usted, si sigue los mismos principios que se utilizan para crear los bellos jardines japoneses, podrá introducir en su jardín el esplendor de la naturaleza.
[Fotografías en la página 26]
En primavera, los cerezos añaden un toque de color
A los árboles se les dan diferentes formas