Los jóvenes preguntan...
¿Por qué tenemos que ir a vivir a otro lugar?
Llegas de la escuela con un montón de planes para el fin de semana: ir a la playa, jugar a la pelota, pasar una tarde tranquila poniéndote al día con la lectura. Pero cuando mamá vuelve del trabajo, ves en su cara que algo no anda bien. “Me han dado a elegir entre el traslado y el despido —te dice—. Creo que tendremos que mudarnos.” De repente te sientes descorazonado.
SI TU familia se va a trasladar, no es la única. En algunos países industrializados, cambiar de lugar de residencia se ha convertido en algo muy común para muchas familias. En Estados Unidos, por ejemplo, la Oficina del Censo calcula que un ciudadano de término medio se cambiará de casa unas doce veces durante su vida. En realidad, todos los años unos doce millones de jóvenes estadounidenses tienen que soportar la angustia de los traslados. Sin embargo, las estadísticas ofrecen poco consuelo cuando es tu familia la que tiene que cambiarse de domicilio. “¿Por qué tenemos que mudarnos?”, quizás te preguntes con amargura.
Familias que se trasladan
A menudo la familia tiene pocas posibilidades de elección. En tiempos bíblicos, la familia de Elimélec y Noemí se vio forzada a huir al país vecino de Moab cuando un hambre asoló Israel. (Rut 1:1, 2.) En la actualidad, muchos padres se encuentran ante dificultades similares. En los países en desarrollo, la sequía y el deterioro del medio ambiente han obligado a millones de personas a emigrar a ciudades muy pobladas, a centros de refugio o a otros países. En los países occidentales, la recesión económica ha provocado el cierre de muchas fábricas y negocios. Las granjas que antes eran rentables han dejado de serlo. Los trabajos se han vuelto muy escasos. Quizás tus padres no tengan más elección que mudarse a una zona más próspera.
Sin embargo, no todas las familias se trasladan para escapar de la pobreza. Las promociones en el trabajo, el cambio del lugar de empleo del padre, una ruptura matrimonial, la mala salud, un clima severo..., todas estas son razones comunes por las que algunas familias se cambian de domicilio. El sociólogo John D. Kasarda comenta otra razón popular: “Se nota que en la actualidad las ciudades son más peligrosas. En especial las drogas han provocado un incremento rápido del crimen contra los individuos y la propiedad”. Algunos opinan que resulta más seguro vivir en las cercanías de una ciudad o en una población pequeña.
En tiempos bíblicos, Abrahán dejó su cómodo hogar de Ur para atender mejor los intereses de Dios. (Génesis 12:1; Hebreos 11:8.) En la actualidad, algunas familias de testigos de Jehová se han trasladado a zonas donde hay más necesidad de predicadores del mensaje del Reino. (Mateo 24:14.) Otros han comenzado a asistir a una congregación vecina que tiene necesidad de superintendentes o siervos ministeriales. Aun cuando tal iniciativa quizás no implique un cambio de residencia, significa que hay que adaptarse a un nuevo grupo de personas o a circunstancias distintas.
Sea cual sea la razón de la mudanza de tu familia, es probable que no haya sido idea tuya, y es comprensible que no estés muy contento por ello.
Sentimientos encontrados
No todos los traslados son malos. Justin, de 12 años, pone mala cara cuando recuerda su casa en la gran ciudad. “Era horrible —dice—. Había muchísima violencia en el vecindario. No se podía salir ni a cincuenta metros de casa sin inquietarse debido a las pandillas. La gente se quedaba encerrada en su hogar. Lo odiaba. Cuando supe que nos mudábamos al campo, me entusiasmé.”
A pesar de todo, la idea de abandonar un entorno familiar y a tus amigos puede suscitar en ti sentimientos encontrados. Una joven de nombre Anita se sintió así cuando se enteró de que su familia tenía que irse a vivir a otro país. “Había pasado la mayor parte de mi vida en una base militar estadounidense en Inglaterra —recuerda—, así que me sentía más británica que americana. Cuando tenía 10 años, supe que destinaban a papá de nuevo a Estados Unidos, a Nuevo México. Aquello era el desierto. Al principio no sabía qué pensar. Estaba emocionada, pero tenía miedo. No quería dejar a mis amigos. Esa fue la peor parte de la mudanza.”
¿Por qué causan tanta angustia los traslados?
En la actualidad, los jóvenes parecen ser particularmente vulnerables a la tensión implícita en los cambios de domicilio. El Reader’s Digest comenta: “Los expertos en salud mental nos dicen que incluso tratándose de un traslado provechoso, es una experiencia emocionalmente dolorosa y agotadora”.
La excitación y la expectación de un cambio de residencia son angustiosos de por sí. Los retrasos y contratiempos inevitables pueden intensificar la tensión. La Biblia dice: “La expectación pospuesta enferma el corazón”. (Proverbios 13:12.) Incluso cuando todos lo están esperando, “un traslado puede generar considerable tristeza y ansiedad en la familia —dice la revista Parents—. Esto se debe a que la despedida despierta sentimientos de pérdida e inseguridad con respecto a lo desconocido”. Por eso, no es raro experimentar una mezcla de sentimientos: conmoción, enfado y frustración, así como depresión.
La obra The Teenager’s Survival Guide to Moving (Guía de supervivencia del adolescente cuando se muda) comenta: “Un traslado significa más que un cambio de domicilio. Supone cambiar muchos aspectos de la vida: escuela, profesores, actividades y amigos. Y cambiar resulta siempre difícil, aunque sea para mejor”. La asistente social Myra Herbert afirma que los traslados frecuentes pueden resultar en “fracaso y tristeza”. Hay que tener en cuenta que los niños que se mudan de continuo “están variando constantemente de programa académico, y si además no les resulta fácil estudiar, abandonan los estudios”. Dejar a los amigos, comenta ella, “es especialmente difícil” para los jóvenes.
Cómo enfrentarse al traslado
Resulta fácil entender por qué la perspectiva de un cambio de residencia puede hacer que te sientas irritado, resentido o enfadado. Aunque sea así, sumirse en esos sentimientos negativos solo empeorará las cosas. Lo mejor que puedes hacer es intentar verlo desde una óptica optimista. Las emociones negativas, como la tristeza o la ansiedad, son muy normales en esas circunstancias. Por lo general, esos sentimientos se disipan con el tiempo. Mientras tanto, intenta concentrarte en las ventajas del cambio.
Anita, mencionada anteriormente, ya tiene 15 años y se ha visto obligada a mudarse otra vez. “Cuando me trasladé, me sentía triste —recuerda—. Pero entonces decidí ver el lado positivo: conocería a otras personas e iría a lugares interesantes.” Ahora se siente feliz y se ha adaptado bien a su nuevo hogar.
En ocasiones, los sentimientos negativos persistirán por mucho que te esfuerces. Cuando eso ocurra, no los pases por alto. Después de todo, “un espíritu herido” te puede dañar físicamente. (Proverbios 17:22.) Quizás necesites más descanso, ejercicio o una nutrición más adecuada. Además, tal vez tengas que hablar de tus sentimientos, en especial con tus padres. (Proverbios 23:26.) Diles cuáles son tus temores y preocupaciones.
Por ejemplo, ¿te entristece tener que deshacerte de tus recuerdos más queridos porque ‘no hay suficiente espacio para guardarlos’? ¿Piensas que el traslado pueda coincidir con tus exámenes y estás sometido a demasiada presión? Prescindiendo del problema que sea, Proverbios 13:10 nos recuerda: “Por la presunción solo se ocasiona una lucha, pero con los que consultan juntos hay sabiduría”. Tal vez tus padres estén de acuerdo en hacer ciertas concesiones. En caso contrario, por lo menos te pueden ofrecer su compañía, apoyo y palabras tranquilizadoras.
No permitas que rumores o anécdotas desagradables sobre tu nuevo hogar minen tus esfuerzos por mantener una actitud positiva. Proverbios 14:15 dice: “Cualquiera que es inexperto pone fe en toda palabra, pero el sagaz considera sus pasos”. Descubre la verdad por ti mismo. Anita dice: “Fui a la biblioteca y me dediqué a investigar la historia y la cultura de los lugares a los que nos íbamos a desplazar”. Si no te vas a mudar lejos, quizás puedas visitar tu nuevo hogar antes del traslado. Esto podría ayudarte mucho a disipar tus dudas y hacer que tu mente se prepare para la mudanza.
Está claro que no te va a resultar fácil irte. “Antes de tu traslado —sugiere The Teenager’s Survival Guide to Moving—, haz una última visita a tus lugares favoritos [...], tan solo para despedirte de ellos.” Quizás quieras confeccionar un álbum de fotos o de recortes para conservar tus recuerdos. Lo que es más importante, tómate el tiempo necesario para despedirte de tus amigos. Asegúrales que la amistad entre ustedes no ha terminado. El apóstol Juan utilizó “papel y tinta” para seguir en contacto con los que amaba, y lo mismo puedes hacer tú. (2 Juan 12.) Con determinación y esfuerzo, la amistad puede florecer a pesar de la distancia.
Con el tiempo se secarán las lágrimas de la despedida y te enfrentarás al desafío de adaptarte a tu nuevo hogar. Este será el tema de un artículo del próximo número.
[Fotografía en la página 26]
¿Por qué no investigas y te informas sobre tu nuevo hogar?