Los jóvenes preguntan...
¿Cómo puedo adaptarme a un traslado?
¿SE HA mudado tu familia hace poco? Probablemente concordarás entonces en que hay pocas experiencias en la vida tan penosas o agotadoras como esta. Y después de desempaquetar la última caja y colocar en su sitio el último mueble, puede que todavía te sientas deprimido, triste o nervioso. Poco importa que tu nueva casa o apartamento sea mejor o decepcionantemente peor que el lugar donde vivías antes. Seguirás echando de menos el hogar que acabas de dejar, tu antigua escuela y, en especial, a los amigos que tenías.
Por supuesto, es natural que sientas nostalgia de tu antiguo hogar. Pero la Biblia aconseja: “No digas: ‘¿Por qué ha sucedido que los días anteriores resultaron ser mejores que estos?’, porque no se debe a sabiduría el que hayas preguntado acerca de esto”. (Eclesiastés 7:10.) La sabiduría te ayuda a ver la situación con realismo. La verdad es que ‘los días anteriores’ en la otra casa no fueron perfectos, es probable que ni siquiera se acercaran a la perfección. Más que arruinar tu vida, el cambio de domicilio puede ofrecerte nuevas oportunidades y ventajas. De todas formas, adaptarse a un traslado no es nada fácil. Por eso, ¿qué te puede ayudar a conseguirlo?
Siéntete como en tu propia casa
Es muy cierta la letra de una antigua canción que dice: “Cualquier lugar donde pueda colgar mi sombrero es mi dulce hogar”. Sí, en vez de lamentarte por lo que has dejado atrás, ¿por qué no intentas hacer de la nueva casa tu hogar? La obra The Teenager’s Survival Guide to Moving (Guía de supervivencia del adolescente cuando se muda) sugiere: “En cuanto te traslades, trata de hacer que tu nueva habitación sea cómoda y acogedora”. Por ejemplo, quizás puedas decorarla con objetos y pinturas familiares. En caso de que compartas tu cuarto con alguno de tus hermanos, trata de que esté al gusto de ambos.
En tiempos bíblicos, un salmista animó al pueblo de Dios a familiarizarse con su ciudad capital, y dijo: “Marchen ustedes alrededor de Sión, y vayan a la redonda de ella, cuenten sus torres. Fijen su corazón en su antemural. Inspeccionen sus torres de habitación, para que puedan relatarlo a la generación futura”. (Salmo 48:12, 13.) Del mismo modo, intenta conocer tu vecindario. Averigua dónde se encuentran los centros comerciales, tu nueva escuela, la biblioteca local y otras instalaciones. Esto contribuirá a que te sientas más como en casa.
Sin duda, en tu antiguo hogar tenías tus costumbres o tu forma de hacer las cosas. Cuanto más pronto vuelvas a la vida normal, más pronto te sentirás como en casa. Y debes “seguir andando ordenadamente en la misma rutina” sobre todo en lo que toca a los asuntos espirituales, como las reuniones cristianas y tu estudio bíblico. (Filipenses 3:16.)
La escuela
Adaptarse a la nueva escuela constituye un verdadero desafío, sobre todo si te has mudado durante el año escolar. En algunos países, los programas de estudios varían de un lugar a otro, y quizás el que ahora tienes sea muy diferente del que tenías en la escuela anterior. Tal vez veas que te quedas muy atrás con respecto a los estudiantes de tu nueva escuela, e incluso tengas que pasar a un curso inferior.
Por muy humillante que te parezca en ese momento, no debes desanimarte; retrasarse en los estudios suele ser un efecto secundario común de los traslados. Además, aunque las escuelas de tu zona tengan un programa uniforme, el estrés del traslado y la adaptación a personas, circunstancias y costumbres diferentes, así como la presión de intentar recordar docenas de nombres nuevos, pueden contribuir a desgastar la capacidad de concentración de una persona. ¿Cuál es la solución? Dedica más tiempo a los deberes escolares y dale un descanso a la televisión. Con el tiempo, es probable que tus calificaciones académicas mejoren.
Cómo hacer nuevos amigos
“Hacer nuevos amigos fue en realidad la clave [de la adaptación] —dice un joven llamado Brian, cuya familia se trasladó al sur de Estados Unidos—. Cuando encontré un par de amigos de mi edad con los que tenía mucho en común, todo empezó a ser más fácil. Lo único que sigo añorando de mi antiguo hogar es jugar al hockey sobre hielo.” Como es testigo de Jehová, con buen criterio buscó sus amistades entre jóvenes temerosos de Dios que asistían a las reuniones en el Salón del Reino de la localidad. Si tú también quieres tener amigos con normas morales elevadas y que de verdad se interesen en ti como persona, el mejor lugar donde puedes buscar es en el Salón del Reino de tu localidad. (Proverbios 13:20.)
Desde luego, nunca conseguirás hacer amigos si pones mala cara o te aíslas. (Compara con Proverbios 18:1.) “Mi forma de hacer nuevos amigos —dice Anita— consistía en poner de mi parte y presentarme. He descubierto también que teniendo una actitud positiva, sencillamente sonreír y mantener una apariencia feliz, los demás se acercan y se presentan ellos mismos.” Así es, los demás se sentirán atraídos a ti si tienes algo agradable que ofrecerles, una sonrisa amigable y una disposición alegre. Y ten paciencia, la amistad tarda tiempo en consolidarse.
A veces puedes dar un gran paso adelante en iniciar amistades si visitas tu nuevo hogar antes del traslado. Laura, de 13 años, dice: “Me enfadé mucho cuando me enteré de que tendríamos que mudarnos pronto. Pero me ha sido posible pasar tiempo conociendo a algunos de los jóvenes del lugar donde vamos a vivir, lo que me ha ayudado de verdad a sentirme mejor respecto al traslado”.
Buenas y malas amistades
¿Piensas que se encuentran pocas compañías buenas entre los jóvenes de tu nueva ciudad? Entonces, “amplía” tu círculo de amistades. (2 Corintios 6:11-13.) Después de todo, algunas de las relaciones de amistad más sinceras que se recogen en la Biblia surgieron entre personas con diferencias de edad considerables, como por ejemplo, David y Jonatán, y Pablo y Timoteo. (1 Samuel 18:1; 1 Corintios 4:17.) Por eso, ¿por qué limitar tu asociación solo a personas de tu edad? Hay personas mayores en la congregación cristiana de cuya compañía pudieras llegar a disfrutar realmente.
Es cierto que quizás no puedan correr como tú en un partido de fútbol, ni tampoco les haga mucha ilusión escuchar tu música favorita. De todos modos, tienen mucho que ofrecerte en lo que se refiere a compañía edificante. Ya que la mejor manera de tener amigos es serlo uno mismo, podrías dar el primer paso si te ofreces para hacer algún recado a una de estas personas mayores. ¿O por qué no les preguntas simplemente si les parecería bien que les hicieras una visita informal? Podría llegar a surgir una agradable amistad.
Por otra parte, si te aíslas en tu habitación y te compadeces de ti mismo, es fácil que llegues a sentirte solo y deprimido, lo que podría hacerte vulnerable a las propuestas de amigos poco recomendables. Las bandas de adolescentes, por ejemplo, son un problema grave en muchas zonas. Prometen a los jóvenes solitarios compañerismo y un sentimiento de solidaridad. Sin embargo, al igual que en tiempos bíblicos, tales jóvenes quizás intenten también que te envuelvas en mala conducta, y digan: “Ven con nosotros, vamos a acechar al hombre bueno”. Pero el sabio rey Salomón advirtió: “Hijo mío, en su camino no los sigas, aparta tu pie de sus veredas, porque sus pies corren al mal”. (Proverbios 1:10-16, La Casa de la Biblia, 1991.)a
Piensa en los demás
Una forma segura de librarte de la soledad es buscar maneras de estimular a otros, en especial a tus propios familiares. “El traslado tampoco es algo agradable para tus padres —nos recuerda la revista Current Health—, y les vendrá bien todo el apoyo que puedan recibir.” Quizás mamá y papá se estén adaptando a trabajos nuevos. La casa o el apartamento nuevo tal vez no sea tan cómodo y agradable como el anterior. Y si tienes hermanos y hermanas, es probable que tengan momentos de soledad y desánimo. ¿Por qué no investigas si puedes hacer algo para ayudarlos? Pregunta a tus padres si hay algún trabajo adicional que pudieras hacerles. Si parece que tus hermanos se sienten solos, ofrécete a pasar algún tiempo con ellos. Recuerda que “el amor edifica” tanto a los que lo reciben como a los que lo muestran. (1 Corintios 8:1.)
En resumen, el que te guste o no tu nueva casa dependerá mucho de ti. Hay una historia sobre un anciano al que se le acercaron dos automóviles con personas que venían de fuera. “Estamos pensando en venir a vivir aquí —dijo la familia del primer vehículo—. ¿Cómo son los habitantes de este lugar?” El anciano respondió: “¿Cómo es la gente del lugar de donde vienen?”. La familia contestó: “Venimos de una ciudad muy amigable. Las personas son generosas y amables, y se interesan de verdad en los extraños”. El anciano sonrió. “Creo que les gustará este lugar —dijo—. Las personas aquí son así.”
El anciano hizo la misma pregunta a la familia del segundo automóvil. Contestaron: “Venimos de una ciudad desagradable, sus habitantes son vagos, ruidosos y muy dados al chisme”. El anciano frunció el ceño. “No creo que vayan a ser felices aquí —dijo—. Los habitantes de este lugar son iguales.”
Moraleja: las personas son prácticamente iguales en todas partes. Y disfrutar o desdeñar su compañía dependerá mucho de tu propia disposición, perspicacia y de las formas de tratar con otros. Por eso, mantén una actitud positiva. Decídete a sacar el mayor partido de tu traslado. Es cierto que nada volverá a ser igual. Pero con trabajo y paciencia puedes hacer que todo sea mejor que antes. Mientras estés con los que te aman de verdad, cualquier lugar puede llegar a ser un verdadero hogar.
[Nota a pie de página]
a Consulta el artículo “Los jóvenes preguntan... ¿Debo unirme a alguna pandilla?”, publicado en ¡Despertad! del 8 de junio de 1991.
[Fotografía en la página 13]
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