Por qué son tan difíciles algunos niños
“Los factores genéticos, la química cerebral y el desarrollo neurológico influyen mucho en lo que somos de niños y en lo que llegamos a ser de adultos.”—STANLEY TURECKI, médico.
CADA niño se desarrolla de una manera diferente. Los niños manifiestan una serie de peculiaridades y estados de ánimo aparentemente innatos sobre los que los padres tienen poco o ningún control. Es cierto que siempre ha habido niños revoltosos, inquietos y destructivos. Hasta los mejores padres pueden tener un hijo difícil de criar.
¿A qué se debe que algunos sean mucho más difíciles de criar? Cada vez más niños presentan serios problemas de comportamiento. La opinión general de los clínicos e investigadores es que entre el 5 y el 10% de todos los niños manifiestan una inquietud extrema, y que la dificultad para prestar atención, concentrarse, acatar normas y controlar los impulsos les crea muchos problemas tanto a ellos mismos como a su familia, maestros y compañeros.
El Dr. Bennett Shaywitz, profesor de Pediatría y Neurología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale, identifica lo que pudiera ser una complicación clave: “alteraciones heredadas en ciertas sustancias químicas de los sistemas neurotransmisores del cerebro”, los cuales regulan la función de las células cerebrales y facilitan la labor del cerebro en lo que respecta a modificar el comportamiento. Prescindiendo de cuál sea la razón por la que el niño resulta difícil de criar, los padres deben esforzarse ante todo por aprender a manejar bien el comportamiento de su hijo, no mediante críticas y desaprobación, sino con estímulo y apoyo.
En tiempos bíblicos se consideraba a los padres responsables de la educación y la crianza de los hijos. Ellos sabían que la disciplina y el conocimiento de las leyes divinas los harían sabios. (Deuteronomio 6:6, 7; 2 Timoteo 3:15.) Dios ha dado a los padres la responsabilidad de esforzarse todo lo posible, sin importar lo ocupados que estén, por satisfacer las necesidades de sus hijos, procurando siempre reaccionar de manera positiva ante cualquier comportamiento negativo. En vista de que muchos de los problemas de comportamiento que se observan hoy día en la práctica de la pediatría tienen que ver con niños hiperactivos, impulsivos o distraídos, sería útil analizar dos factores que pueden influir en los niños difíciles de criar: el TDA y el THDA.a
En los años cincuenta, estos trastornos se denominaban “disfunción cerebral mínima”. Pero, según el neurólogo pediátrico Dr. Jan Mathisen, dicha terminología dejó de utilizarse cuando se comprobó que el TDA no obedece a ninguna lesión cerebral. “El TDA —dice él— es un aparente defecto en ciertas zonas del cerebro. Todavía no estamos seguros de qué problemas neuroquímicos precisos hay implicados, pero creemos que existe cierta relación con una sustancia química del cerebro llamada dopamina.” El Dr. Mathisen considera que el problema estriba en la regulación de la dopamina. “Probablemente no se trate de una sola sustancia química, sino de una relación entre varias”, añade.
Aun cuando todavía quedan por responder muchas preguntas en cuanto a lo que provoca el TDA, los investigadores generalmente concuerdan con el Dr. Mathisen en que los trastornos crónicos de falta de atención y dificultad en controlar la impulsividad y la actividad motora son de origen neurológico. Un estudio llevado a cabo recientemente por el Dr. Alan Zametkin y varios investigadores del Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos, rastreó por primera vez el TDA hasta una anomalía metabólica específica en el cerebro, si bien se reconoció que “todavía queda mucho por investigar a fin de encontrar respuestas más definitivas”.
La escuela supone una verdadera prueba
La escuela suele ser muy difícil para los casos crónicos de niños incapaces de prestar atención, que se distraen con facilidad, son impulsivos o demasiado activos, pues en clase es mucho más necesario concentrarse y estarse quieto. Como a estos niños les cuesta tanto trabajo fijar la atención en algo por mucho tiempo, ¿qué otra cosa pueden hacer sino mostrarse extremadamente activos? En el caso de algunos, su grado de atención es tan ínfimo que no pueden seguir un programa normal de educación ni en casa ni en la escuela. No es extraño que un niño así reciba disciplina por ser el terror o el payaso de la clase, pues le resulta difícil controlar su comportamiento y evaluar las consecuencias de sus acciones.
Estos niños acaban formándose una mala imagen de sí mismos, quizás hasta tachándose de “malos” o de “tontos” y obrando en conformidad con ello. Como sacan malas calificaciones por mucho que se esfuercen, son propensos a autoperpetuar su fracaso.
El comportamiento destructivo de su hijo inquieta y confunde a los desconcertados padres. A veces estallan riñas matrimoniales en las que los esposos se culpan el uno al otro de la situación. Muchos padres pasan tanto tiempo insistiendo airadamente en lo malo, que olvidan lo bueno. Por eso, su forma de reaccionar a los malos patrones de comportamiento provoca más interacción negativa. De ahí que los familiares, y hasta cierto grado otras personas que interaccionan con el niño, se vean enzarzadas en una lucha para ver quién gana, una lucha que resulta de no entender ni saber manejar el comportamiento de un niño difícil, padezca este o no un trastorno por déficit de atención.
Experiencia personal de la madre de Ronnie
“Desde que vino al mundo, Ronnie no fue nunca feliz; siempre estaba de mal humor y llorando. Como era alérgico, le salían erupciones cutáneas y padecía infecciones de oído y diarrea constante.
”Sin embargo, las primeras funciones motoras de Ronnie se desarrollaron bien, y tardó muy poco en sentarse, sostenerse en pie y andar... o quizás debería decir correr. Me apresuraba a hacer todas las tareas domésticas durante los ratos que él dormía, porque cuando mi pequeño ‘tornado’ se despertaba, me mantenía ocupada tratando de impedir que se hiciera daño o que estropeara la casa, pues corría por ella tocando todo lo que le despertaba la curiosidad, y se la despertaban la mayoría de las cosas.
”Tenía muy poca capacidad de concentración. No había nada que lo mantuviera ocupado mucho tiempo. Detestaba tener que permanecer sentado sin moverse, lo cual representaba un problema cuando lo llevábamos a lugares donde se esperara que estuviera sentado y quieto, particularmente las reuniones de congregación. De nada servía que le diésemos un azote por no estarse quieto en su asiento. No podía evitarlo. Muchas personas bienintencionadas se quejaban o nos daban algún consejo, pero nada surtía efecto.
”Como Ronnie era inteligente, cuando tenía unos 3 años empezamos con él una breve sesión diaria de lectura. Para cuando cumplió los 5 años, ya leía bastante bien. Entonces fue a la escuela. Al cabo de un mes aproximadamente, recibí un aviso para que fuera a hablar con la profesora. Me dijo que cuando vio a Ronnie por primera vez, le pareció un ángel, pero después de tenerlo un mes en la clase, le parecía todo lo contrario. Añadió que siempre estaba saltando, poniendo la zancadilla a otros niños o empujándolos. No se callaba ni se quedaba quieto en su asiento, y molestaba a toda la clase. No tenía autodominio. La profesora también se percató de que el niño estaba volviéndose rebelde. Se nos recomendó pasarlo a una clase para alumnos con necesidades especiales y llevarlo al médico para que le recetara algún medicamento que lo calmara un poco. Estábamos desolados.
”En el caso de Ronnie los medicamentos no eran la mejor elección, pero el pediatra nos dio algunos consejos prácticos. En su opinión, Ronnie era inteligente y se aburría; de modo que sugirió que lo mantuviéramos ocupado, le mostráramos mucho amor y fuéramos pacientes y positivos. Según él, con la edad y algunos cambios en la dieta, Ronnie llegaría a ser menos problemático.
”Nos dimos cuenta de que a nuestro hijo había que manejarlo con cuidado, que necesitaba ayuda para aprender a canalizar su energía de manera positiva. Como esto requería una gran inversión de tiempo, cambiamos nuestro horario cotidiano a fin de pasar muchas horas ayudándole con las tareas escolares, enseñándole y explicándole con paciencia las cosas. Dejamos de utilizar expresiones negativas y de culparlo por sus descuidos y travesuras. Nuestro objetivo era acrecentar su amor propio. En lugar de mandarle y exigirle, hablábamos con él. Si había que tomar alguna decisión que le atañía, le pedíamos su opinión.
”Cosas que otros niños hacen por naturaleza, a Ronnie le costaban mucho. Por ejemplo, tuvo que aprender a ser paciente, a estar calmado, a sentarse quieto y a controlar su exagerada actividad física. Pero se podía conseguir. Cuando entendió que tenía que hacer un esfuerzo concienzudo por ir más despacio y pensar en lo que estaba haciendo o iba a hacer, empezó a mejorar. A los 13 años su comportamiento ya era normal. Afortunadamente, desde entonces todo siguió su curso sin contratiempos, incluso durante los años de la adolescencia, esa difícil etapa en la que suele manifestarse cierta rebeldía.
”La gran inversión de amor, tiempo y paciencia que hicimos en Ronnie ha producido magníficos dividendos.”
[Nota a pie de página]
a En estos artículos usamos la sigla TDA para trastorno por déficit de atención y THDA para trastorno de hiperactividad y déficit de atención.