Las islas Canarias: clima benigno y paisaje cautivador
POR EL CORRESPONSAL DE “¡DESPERTAD!” EN ESPAÑA
SE DECÍA antiguamente que allende los mares, pasadas las Columnas de Hércules, había unas islas encantadas con una tierra tan fértil y un clima tan benigno que en ellas crecía de todo. Eran las islas Afortunadas, denominadas hoy día islas Canarias. El vocablo “Canarias” se deriva del latín canis, y hace alusión a los perros fieros y de gran tamaño que en un tiempo abundaban en el archipiélago.
Esta mezcla romántica de realidad y ficción, idealizada por los escritores romanos y griegos, se basaba en las historias contadas por los pocos e intrépidos navegantes que surcaron el Atlántico antes del tiempo de Cristo. En nuestros días hay muchos turistas que siguen las huellas de los marineros de antaño. Las islas son ya muy reales, si bien se ha desvanecido parte de su antiguo encanto y casi todo su misterio. No obstante, su clima benigno sigue siendo lo bastante tentador como para atraer a millones de turistas que buscan un respiro de los severos inviernos del norte de Europa.
Pero el clima suave no es su único atractivo. El archipiélago posee una singular variedad de paisajes y vegetación que justifica ampliamente la creación de parques nacionales en cuatro de las siete islas principales.
Tenerife: un jardín de rocas por encima de las nubes
En Tenerife, la isla más grande del archipiélago, se alza el pico del Teide, un volcán inactivo que descuella sobre las nubes procedentes del Atlántico. En torno a la cúpula volcánica hay un enorme anfiteatro subalpino que constituye junto con el majestuoso volcán el Parque Nacional del Teide. Dicho parque alberga una flora singular que brota a finales de la primavera y principios del verano, cuando las plantas pueden aprovechar la humedad acumulada de las nieves invernales. En esa época, el desolado terreno volcánico se transforma de pronto en un resplandeciente jardín de rocas lleno de colorido.
Dos de las flores más originales del parque —la tajinaste roja y la violeta del Teide— no se encuentran en ninguna otra parte del mundo. La tajinaste roja tal vez sea la planta más impresionante del archipiélago, pues produce una infinidad de racimos de flores rojas que se apiñan en espiral alrededor de un solo tallo de casi dos metros de altura. Las alargadas inflorescencias rojas hacen un precioso contraste con el azul intenso del cielo.
La violeta del Teide, que decora el cuello del volcán como una guirnalda de color lila, destaca por su tenacidad. Crece a solo unos metros de la cima del Teide, es decir, a unos 3.700 metros de altura, donde no sobrevive ninguna otra vegetación.
La Palma: una caldera volcánica de gran verdor
La isla de La Palma cuenta con uno de los cráteres más grandes del mundo. El borde mide unos 27 kilómetros de circunferencia y se encuentra a casi 2.400 metros de altura. La inmensa depresión que ocupa el centro de la isla es un volcán hundido que el viento y la lluvia han ido esculpiendo con el paso de los años, hasta darle la apariencia que le ha hecho merecer el nombre de “caldera”, término aplicado también a algunos cráteres similares de otras partes del mundo.a
En la actualidad toda la caldera está calificada de parque nacional, y se encuentra casi totalmente poblada de pinos. El pino de Canarias —la especie dominante— cubre toda la zona, con la excepción de las laderas más escarpadas, protegiendo así las paredes de la caldera contra la erosión. Al estar muy aislada del mundo exterior a causa de su inaccesibilidad, esta caldera permanece en estado natural y constituye un reducto de belleza y paz para los amantes de la naturaleza que se internan en ella.
Gomera: una escala hacia América
Fue de esta retirada isla de donde zarpó Colón hacia lo desconocido. Acababan de conquistarla los españoles cuando el navegante se detuvo en el pequeño puerto de San Sebastián para abastecerse de agua y provisiones.
En aquella época, los isleños —llamados guanches— llevaban una vida un tanto primitiva, pero eran gente adaptable. Debido a la naturaleza montañosa del terreno, habían inventado un idioma singular a base de silbidos que les permitía conversar entre sí de una montaña a otra, salvando distancias de varios kilómetros. Aunque hoy día está ya muy olvidado, los mayores siguen utilizando la técnica del “telesilbo” cuando quieren transmitir rápidamente una noticia. Al predicar en los pueblecitos aislados de la isla, los testigos de Jehová han oído en más de una ocasión los silbidos que anuncian desde las cimas este mensaje: “¡Han llegado los Testigos!”.
En la zona más alta de la isla hay un parque nacional creado para proteger la selva virgen. El ambiente umbroso de su interior, con sus constantes nieblas, amén de las muchas ramas retorcidas y cubiertas de líquenes filamentosos, traen a la memoria historias fantásticas olvidadas desde hace mucho. Por extraño que parezca, allí suele llover debajo de los árboles, pues estos extraen el agua de las nubes arrastradas por los vientos alisios. Por consiguiente, aunque fuera del bosque quizás no se produzca ninguna precipitación, bajo los árboles siempre llovizna un poco.
Los hallazgos fósiles indican que en un tiempo existió este tipo de bosque de laureles (llamado laurisilva) por toda la región mediterránea. Pero los cambios climáticos experimentados milenios atrás redujeron drásticamente su hábitat a tan solo unas pocas cumbres de las islas Canarias.
Lanzarote: una isla desértica diferente
Lanzarote es una isla desértica, no porque esté desierta, sino porque parece un desierto. Casi nunca llueve. Aunque la vida siempre había sido difícil para su escasa población, hace dos siglos se produjeron una serie de erupciones volcánicas violentas que transformaron la superficie de la isla. Por un lado acarrearon muerte, pues una cuarta parte quedó sepultada por las corrientes de lava y muchos pueblos y caseríos desaparecieron. Pero por otro lado contribuyeron a la vida, pues los isleños han aprovechado las cenizas volcánicas para conseguir su sustento.
Gracias a la inmensa cantidad de grava volcánica porosa que dejaron las erupciones, los isleños pueden cultivar frutas y verduras aunque pasen meses sin llover. Cubren los campos con una capa de unos 10 centímetros de grava volcánica, la cual, además de conservar la humedad de la tierra subyacente, absorbe la del aire nocturno, la condensa y la canaliza hasta las raíces de las plantas. Aunque parezca mentira, de la negra grava brotan vides, higueras, tomateras, plantas de maíz y otras.
En el Parque Nacional de Timanfaya hay impresionantes cráteres y una inmensa zona circundante sepultada por la lava que estos despidieron. Como el clima desértico ha conservado casi intacta la lava solidificada, los visitantes del parque podrían imaginarse fácilmente que las erupciones volcánicas se produjeron justo el día anterior. El espectacular paisaje volcánico y las pintorescas aldeas blancas dan a la isla una singular belleza surrealista.
Estas encantadoras islas volcánicas dan fe de la adaptabilidad de sus habitantes y su vegetación. Pero, sobre todo, su belleza natural motiva a la persona reverente a alabar al Creador de semejante diversidad.
[Nota a pie de página]
a El lago Crater, de Oregón (E.U.A.), es una famosa caldera que posteriormente se llenó de agua.
[Fotografías en las páginas 16, 17]
1. Granadillo
2. Tabaiba majorera
3. Verol dulce
4. Ercila
5. Hierba blanca
6. Violeta del Teide
[Mapas en la página 18]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
La Palma
Tenerife
Gomera
Hierro
Lanzarote
Fuerteventura
Gran Canaria
[Recuadro/Fotografías en la página 18]
Fauna y flora de las islas Canarias
El canario. (1) Pájaro que lleva el nombre del archipiélago y que todavía abunda en las islas. En su estado natural no es tan vistoso como el popular canario enjaulado, cuyos vivos colores se han conseguido tras más de cuatro siglos de procreación selectiva.
Las especies Aeonium. (2) En las islas se dan más de dos docenas de grupos de especies de este género, y muchas de ellas crecen en las grietas de las rocas. Algunas, como la Aeonium lancerottensis, (3) hasta brotan de la lava petrificada.
La violeta del Teide. (4) Esta delicada flor medra en un ambiente volcánico hostil a casi 3.700 metros sobre el nivel del mar.
El plátano, o banano. (5) En las islas Canarias se cultivan plátanos desde hace siglos. Los colonizadores españoles los llevaron al Caribe poco después del descubrimiento de América.
La tajinaste roja. (6) Una serie de racimos de florecillas rojas brotan en espiral alrededor de un solo tallo, que a menudo alcanza una altura de casi dos metros.
El drago. (7) El árbol más original y apreciado de las islas. Se dice que este ejemplar tiene tres mil años. Los especímenes muy antiguos como este reciben esmerados cuidados en los parques municipales.
[Fotografías]
En Tenerife se alza el pico del Teide, un volcán inactivo