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¡Despertad! 1995
g95 8/6 págs. 12-14

¿Merece la pena endeudarse?

“NUNCA gastes el dinero antes de tenerlo.” Puesto que contraer deudas forma parte del estilo de vida de muchas personas hoy día, ¿significa que esta máxima del ex presidente norteamericano Thomas Jefferson está pasada de moda?

En muchos países, los salarios de los trabajadores permanecen por debajo del costo de la vida y la inflación se come sus ahorros. Además, el clima económico afecta los valores humanos. Si bien la honradez es importante, prácticas generalizadas como el fraude fiscal y el impago de las deudas hacen que mantener una buena conciencia sea un auténtico reto. No es de extrañar, por consiguiente, que la economía constituya el tema favorito de conversación, y que los periódicos, revistas y programas de televisión abunden en consejos sobre cómo ahorrar o ganar dinero, pues la gente busca la manera de solventar sus complicados problemas económicos. Al mismo tiempo, es correcto preocuparse por el sostén propio y el de la familia. (1 Timoteo 5:8.)

En vista de que solo una minoría disfruta de estabilidad económica, ¿cómo puede preservar a su familia de penurias? Para empezar, hay una lección primordial que debe tener presente.

No se cargue de deudas

¿Qué lleva a algunas personas a endeudarse? El motivo no siempre obedece a una necesidad extrema, como una enfermedad. El deseo de adquirir ciertos bienes puede ser muy intenso. Por otro lado, la razón por la que se contrae una deuda no tiene que ser de por sí mala. De hecho, quizás sea más beneficioso pagar una hipoteca que pagar renta, o tal vez sea preciso comprar un automóvil. El cabeza de familia desea que los suyos sean felices y aspira a triunfar en su papel de esposo y padre. Probablemente crea que su familia tiene derecho a disfrutar de muchas de las cosas materiales que otros poseen.

Hay que reconocer que la idea de pedir un préstamo para conseguir algo que deseamos pero que no es imprescindible puede ser tentadora. Adquirir objetos proporciona satisfacción, ¿no es verdad? ¿A quién no le gusta tener un precioso vestido, un nuevo par de zapatos, o incluso un flamante auto nuevo? ¿Y quién no desearía tener una casa más bonita? Pero ¡cuidado! Los comerciantes son persuasivos, y obtienen cuantiosas ganancias vendiendo artículos que los consumidores no necesitan o no tienen con qué pagar.

Recuerde también que mantenerse al día con los pagos puede ser fuente de tensión familiar y provocar desavenencias y resentimiento. El dramaturgo Henrik Ibsen acertó cuando dijo: “Hay algo de servil, de turbio, en el hogar que se mantiene de préstamos y de deudas”. No efectuar un pago en el término fijado puede empañar su buen nombre. Puesto que es muchísimo más fácil gastar el dinero prestado que devolverlo con intereses, muchos descubren que el objeto que compraron no les produjo la satisfacción que esperaban.

Las naciones persisten en solicitar créditos cada vez mayores, lo que aumenta los pagos por concepto de intereses. Aunque este sea un procedimiento normal, ¿para qué copiar el ejemplo de las naciones cargadas de deudas? En lugar de contribuir al enriquecimiento de la población, el alto nivel de deuda de un país puede redundar en mayor pobreza e inseguridad. Como reza un proverbio danés: “Cuesta pagar por el pan que ya nos hemos comido”.

Afortunadamente, la tensión que generan las deudas disminuye de manera considerable cuando se aprende a administrar el dinero con prudencia. Por lo tanto, dedique tiempo a planificar cuidadosamente las compras para que no se vea presionado a pedir prestado. Aun en los países afectados por la hiperinflación es posible hallar maneras de ahorrar dinero aprovechando las ofertas y comprando solo lo necesario. Para ello es menester no excederse del presupuesto y estar incluso dispuestos a esperar o a renunciar a los propios deseos.

Pregúntese: ¿impondrá esta deuda una carga a mi familia? ¿Qué pasará con mi reputación si no logro devolver el préstamo? Tal vez pase mucho tiempo antes de que recupere la confianza de los demás. Existe consejo práctico y sólido al respecto. ¿Por qué no examina la Biblia y ve si usted y su familia pueden beneficiarse de sus pautas?

¿Puede ayudarnos la Biblia?

Ante todo, la Biblia puede ayudarnos a cultivar plena confianza en Jehová. Verdaderamente necesitamos ayuda en estos “tiempos críticos, difíciles de manejar”. (2 Timoteo 3:1.) En sus páginas se nos exhorta: “Que su modo de vivir esté exento del amor al dinero, y estén contentos con las cosas presentes. Porque él ha dicho: ‘De ningún modo te dejaré y de ningún modo te desampararé’. De modo que podemos tener buen ánimo y decir: ‘Jehová es mi ayudante; no tendré miedo. ¿Qué puede hacerme el hombre?’”. (Hebreos 13:5, 6.) ¡Qué importante es que tengamos total y absoluta confianza en Dios como nuestro Proveedor!

Aunque la Biblia no nos dicta la manera como hemos de ganarnos la vida, sí proporciona una guía sana al respecto. Jesucristo aconsejó a sus oyentes que cuidaran primero de su espiritualidad: “Felices son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual”. (Mateo 5:3.) También se nos recomienda que nos pongamos metas: “[Tengan] como mira suya el vivir en quietud y ocuparse en sus propios negocios y trabajar con sus manos, tal como les ordenamos; para que anden decentemente en lo que tiene que ver con los de afuera y no necesiten nada”. (1 Tesalonicenses 4:11, 12.) ¿Acaso no se requiere vivir con arreglo a nuestras posibilidades para disfrutar de cierta tranquilidad?

La Palabra de Dios puede ayudarnos a ajustar el modo de pensar. El escritor de Proverbios mostró un punto de vista equilibrado al rogar a Dios: “No me des ni pobreza ni riqueza. Déjame devorar el alimento prescrito para mí, para que no vaya a quedar satisfecho y realmente te niegue y diga: ‘¿Quién es Jehová?’, y para que no venga a parar en pobreza y realmente hurte y acometa el nombre de mi Dios”. (Proverbios 30:8, 9.) Por lo tanto, no se avergüence si tiene que arreglárselas con poco por algún tiempo. Nunca supedite la felicidad a los bienes materiales, como hacen muchos, preocupándose indebidamente por las posesiones o comparándose con otros. (Mateo 6:31-33.)

La Biblia también puede ayudarnos a forjar buenos hábitos. Aprenda a ser ahorrativo sin caer en la tacañería, a contentarse con lo que esté a su alcance. Si usted es joven, no espere obtener en el acto lo que los adultos han conseguido con años de trabajo. Evite las cadenas del materialismo. La Biblia nos previene oportunamente, no contra el dinero, sino contra “el amor al dinero”, diciendo: “Los que están resueltos a ser ricos caen en tentación y en un lazo y en muchos deseos insensatos y perjudiciales, que precipitan a los hombres en destrucción y ruina. Porque el amor al dinero es raíz de toda suerte de cosas perjudiciales, y, procurando realizar este amor, algunos han sido descarriados de la fe y se han acribillado con muchos dolores”. (1 Timoteo 6:9, 10.) Es preciso discernir lo que en realidad necesitamos de lo que sencillamente deseamos.

¿Le parece, sin embargo, que sus ingresos son muy bajos? Cierto, no es fácil soportar privaciones sin sentirse frustrado. Aun así, es mejor vivir sin ciertas cosas que no son de primera necesidad que endeudarse para conseguirlas, lo cual podría representarle una pesada carga e incluso ocasionarle pérdidas. Planifique con cuidado y economice. Pida sugerencias prácticas a un amigo con experiencia. ¿Pudiera serle útil aprender un oficio? Recuerde que seguir los principios bíblicos, conceder prioridad a los asuntos espirituales y confiar totalmente en Jehová es fundamental, sean cuales sean sus circunstancias. (Filipenses 4:11-13.)

En efecto, no merece la pena endeudarse. Un proverbio inglés dice que “quien pide prestado, queda entrampado”. El peso que imponen las deudas puede perjudicar la vida familiar, la salud y la espiritualidad. Las deudas pueden aumentar la miseria del pobre. Dice Proverbios 22:7: “El rico es el que gobierna sobre los de escasos recursos, y el que toma prestado es siervo del hombre que hace el préstamo”. Por tal razón, evite endeudarse sin necesidad. Podemos sacar provecho del principio contenido en la recomendación del apóstol Pablo a los cristianos: “No deban a nadie ni una sola cosa, salvo el amarse unos a otros; porque el que ama a su semejante ha cumplido la ley”. (Romanos 13:8.)

Independientemente de la situación económica de su país, espere con fe el nuevo mundo de Dios. En breve, la humanidad ya no estará dividida en acreedores y deudores. Bajo el Reino de Dios, nadie será pobre, pues se hará realidad la promesa de Jehová: “Él librará al pobre que clama por ayuda, también al afligido y a cualquiera que no tiene ayudador. Le tendrá lástima al de condición humilde y al pobre, y las almas de los pobres salvará”. (Salmo 72:12, 13.) En vez de luchar solamente para subsistir, los habitantes de la Tierra “hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz”. (Salmo 37:11.)

[Fotografía en la página 12]

Thomas Jefferson

[Reconocimiento]

Cuadro de Gilbert Stuart. Cortesía de Bowdoin College Museum of Art/Dictionary of American Portraits/Dover

[Fotografía en la página 13]

Las deudas pueden causar tirantez en el matrimonio

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