¿Qué tipo de enseñanza impartía la escuela africana?
POR EL CORRESPONSAL DE ¡DESPERTAD! EN GHANA
¿LA ESCUELA africana? Puede que a algunos occidentales les sorprenda que antiguamente existiera tal sistema educativo. Lamentablemente, cuesta erradicar de la mente la imagen que Hollywood ha difundido de que el africano es un salvaje peligroso armado con una lanza. Muchos ni siquiera conciben que los africanos del pasado hayan sido gente educada.
Es cierto que los africanos criados en las sociedades tradicionales no aprendieron con la ayuda de libros ni estudiaron en colegios. Sin embargo, mucho antes de que se introdujera en África la formación cultural al estilo europeo, ya existían allí muchas sociedades con sistemas educativos eficaces que ayudaban a los niños a prepararse debidamente para desempeñar su función en la comunidad y progresar en su entorno cultural. Examinemos, por ejemplo, la enseñanza que recibían los akan, un grupo étnico ghanés de habla chi.
Educación familiar
La educación primaria de los akan se impartía en el ámbito familiar. La formación del niño empezaba cuando los padres le enseñaban a hablar su lengua. Para entonces también recibía las primeras clases de urbanidad. Por ejemplo, se le mostraba la manera educada de responder a las visitas cuando estas llegaban a la casa y lo saludaban. Más adelante, cuando se enviaba al niño a algún mandado, se le decía cómo transmitir los mensajes con educación.
De modo que la filosofía educativa de los akan era similar a la que se expresa en la Biblia, en Proverbios 22:6: “Entrena al muchacho conforme al camino para él; aun cuando se haga viejo no se desviará de él”. De la crianza de los hijos se encargaban ambos progenitores, aunque particularmente el padre. Un proverbio akan dice: “Si un niño no sale a su madre, sale a su padre”.
La educación del niño se incrementaba a medida que crecía. Las moralejas de la vida no se enseñaban con libros, sino mediante historias llenas de imaginación, como las de la araña Kwaku Ananse. A los niños les encantaban. Al atardecer, cuando soplaba la brisa, o en una noche fresca a la luz de la Luna, se sentaban alrededor de una fogata y disfrutaban muchísimo escuchando estas historias de triunfos y fracasos.
Una muy conocida trataba de la vez que Ananse recorrió la Tierra entera para meter toda la sabiduría del mundo en una olla. Pensando que había logrado su misión, decidió colgarla en lo alto de un árbol a fin de que nadie más pudiera acceder a tanta sabiduría. Empezó a trepar al árbol con mucha dificultad, con la olla colgando de una cuerda atada a la panza. Mientras luchaba por subir, llegó Ntikuma, su primogénito, y le gritó: “¡Pero padre! ¿A quién se le ocurre trepar a un árbol con una olla atada a la panza? ¿Por qué no te la sujetas a la espalda y así puedes subir mejor?”. Mirando hacia abajo, a su hijo, Ananse respondió: “¿Cómo te atreves a enseñarme?”.
Era obvio que todavía quedaba sabiduría fuera de la olla. Enojado, Ananse la arrojó al suelo y se hizo añicos, de modo que toda la sabiduría se desparramó. Los primeros en llegar al lugar fueron los que más sabios se hicieron. Moraleja: Nadie tiene el monopolio de la sabiduría. De ahí que los akan digan: “Una sola cabeza no constituye una asamblea”. (Compárese con Proverbios 15:22; 24:6.)
Aptitudes necesarias
La educación de los akan incluía el cultivo de las aptitudes necesarias para la vida. La mayoría de los muchachos aprendían el oficio de su padre, normalmente la agricultura. Pero había otras artes que aprender: la caza, el sangrado de ciertas palmeras para la producción de vino de palma, la cestería y otras artesanías. Para ocupaciones más complicadas, como el tallado de madera o la tejeduría, los muchachos trabajaban de aprendices con un maestro artesano. ¿Y qué se enseñaba a las niñas? Su formación se centraba principalmente en labores domésticas, como la extracción de aceite vegetal, la elaboración de jabón, la alfarería, el hilado de algodón y cosas similares.
El “plan de estudios” de la escuela tradicional africana no dejaba a un lado la ciencia. El conocimiento de las hierbas medicinales, su preparación y la forma de administrarlas se pasaba de padres a hijos o de abuelos a nietos. Los niños también aprendían a hacer cálculos aritméticos con los dedos o con la ayuda de canicas, piedras o marcas hechas en palos. Juegos como el oware y las damas agudizaban sus habilidades aritméticas.
Al asistir a audiencias públicas, los jóvenes akan comprendían mejor el sistema político y el judicial. Los funerales y las ocasiones festivas eran oportunidades para asimilar endechas, poesías, relatos históricos y piezas musicales, así como para aprender a tocar el tambor y a danzar.
Responsabilidad de comunidad
Los akan no mantenían a los niños aislados de la sociedad. Desde bien pequeños se les hacía reconocer su responsabilidad ante la comunidad. Aprendían sus primeras lecciones en este campo cuando jugaban con otros niños de su edad. Al crecer, cooperaban en diversas actividades comunitarias. Cuando un niño no se comportaba debidamente, no solo le administraban castigo sus padres, sino cualquier miembro adulto de la comunidad. Disciplinar a los niños que se portaban mal se consideraba una obligación moral de todos los adultos.
Los niños aceptaban bien la disciplina, pues se les había enseñado a respetar profundamente a los adultos. Tanto es así que los akan decían: “Una señora mayor no es abuela solamente de una persona”. Respetar y servir a los ancianos era una obligación. De modo que cuando un niño, sin razón justificada, se negaba a prestar sus servicios a un adulto, se informaba de ello a los padres.
Educación religiosa
Los akan eran muy religiosos: sentían una gran reverencia hacia la naturaleza y el universo desconocido. Es cierto que eran politeístas, es decir, adoraban a muchos dioses, pero así y todo, creían en la existencia de un solo Ser Supremo. (Romanos 1:20.) El término akan para “Dios”, cualquier dios, es onyame. Sin embargo, a los akan ese vocablo no les pareció adecuado para referirse al Creador. De modo que lo llamaron Onyankopɔn, que significa “el Único Dios que es Sublime”.
Se adoraba a los dioses inferiores pensando que así lo disponía el Dios Sublime. A su modo de ver, dicha adoración era semejante al servicio que se rendía al soberano supremo mediante servir a los jefes inferiores. Esta era la religión que se enseñaba a los niños akan.
La educación tradicional en la actualidad
En los últimos años, millones de africanos han emigrado a las grandes ciudades, donde la enseñanza en colegios casi ha reemplazado los métodos tradicionales de educación. Sin embargo, la escuela tradicional africana sigue prosperando en algunas comunidades, particularmente en las regiones rurales. Algunos africanos incluso han podido beneficiarse de ambos métodos de enseñanza.
Examinemos, por ejemplo, el caso de un ministro cristiano ghanés llamado Alfred. Aunque él recibió educación escolar, tiene en alta estima muchos aspectos de la forma de vida tradicional. Alfred dice: “Tengo parientes que aunque no han ido a la escuela y solo han recibido la educación tradicional, son en su mayoría muy buenos maestros en aspectos prácticos de la vida. Los que son cristianos, como yo, me han enseñado muchas formas eficaces de presentar el mensaje [de la Biblia] de una manera sencilla y práctica. Así puedo hablar tanto con personas educadas según los métodos tradicionales como con las que han cursado estudios en un centro escolar. Muchas veces incorporo en mis conferencias bíblicas un proverbio o una ilustración de la cultura tradicional, y el auditorio responde con un entusiástico aplauso. Aunque lo cierto es que el mérito debe atribuirse a esos hombres y mujeres que han recibido la educación tradicional”.
Es obvio, pues, que la escuela africana tiene muchos aspectos admirables y merece respeto, no desprecio. Tal vez no haya producido maravillas tecnológicas, pero sí una estructura familiar estable, un sentimiento de comunidad y un pueblo de mente aguda, grato sentido del humor y espíritu generoso y hospitalario. No es de extrañar que muchos africanos de la ciudad traten de mantenerse en contacto con sus parientes del campo visitándolos de vez en cuando. Aunque a veces se presentan situaciones embarazosas. La gente de ciudad suele desconocer las normas de conducta tradicionales. Por ejemplo, muchos no saben que la manera “correcta” de dar la mano a un grupo de personas, es de derecha a izquierda. A pesar de todo, tales visitas pueden resultar muy placenteras para todos.
No obstante, debe admitirse que si bien la escuela tradicional africana enseñó reverencia y devoción, no impartió el conocimiento vivificador de Jehová y su Hijo, Jesucristo. (Juan 17:3.) Los testigos de Jehová tienen el privilegio de visitar a los akan y a otros grupos étnicos africanos para llevarles este conocimiento vital. Y a fin de que puedan estudiar personalmente la Palabra de Dios, han enseñado a leer y escribir a miles de africanos sin educación escolar. Para aquellos que “tienen conciencia de su necesidad espiritual”, esta es la educación más importante que pudiera recibir una persona. (Mateo 5:3.)
[Fotografía en la página 26]
En los Salones del Reino de los testigos de Jehová se enseña a leer y escribir
[Fotografías en la página 25]
Los akan hacían reconocer a los niños su responsabilidad ante la comunidad