Los jóvenes preguntan...
¿Por qué no me duran las amistades?
“Mi amiga y yo teníamos en común muchos intereses y actividades; nos gustaba estar juntas. Pero de repente se fue enfriando la amistad. Aquello me deprimió muchísimo.”—María.
POR fin encontraste un amigo que te comprende y no te juzga. Pero, de buenas a primeras, empiezas a perder su amistad. Tratas de salvarla, pero no hay remedio.
Quien tiene un amigo leal, tiene un tesoro. (Proverbios 18:24.) Por eso, perderlo puede ser muy doloroso. La Biblia dice que cuando a Job le abandonaron sus amistades, se lamentó así: “Mis conocidos íntimos han cesado de ser; y los que yo conocía, ellos mismos se han olvidado de mí”. (Job 19:14.) Tal vez sientas una angustia parecida si acaba de írsete a pique alguna amistad. Según un joven llamado Patrick, “duele tanto como perder a un ser querido”. Ahora bien, ¿qué ocurre si casi todas tus amistades terminan malográndose?
Amistades endebles
El libro Adolescence, de Eastwood Atwater, señala que las amistades juveniles “tienden a avivarse o enfriarse, súbita y sorprendentemente, dejando resentimiento al producirse la ruptura”. ¿Por qué son tan frágiles las amistades de la adolescencia? Por un lado, porque al crecer, los sentimientos, opiniones, metas e intereses cambian. (Compárese con 1 Corintios 13:11.) Así, es posible que en algunos aspectos te adelantes a tus compañeros o te quedes rezagado.
Por esta razón, cuando los amigos crecen, a veces la relación decrece; no es que se hayan enfadado, sino que adquieren metas, intereses y valores distintos. Quizás hasta sea mejor que termine la relación. Si al hacerte mayor vas tomando más en serio los asuntos espirituales, tal vez descubras que algunos amigos que tenías no eran una buena influencia para ti. (1 Corintios 15:33.) Aunque los quieras, ya no disfrutas de su compañía como antes.
Factores que destruyen las amistades
Pero ¿qué ocurre si a cada paso estás perdiendo relaciones que te gustaría mantener? Seamos francos: quizás sea por defectos de tu carácter que tengas que corregir. La envidia, por ejemplo, corroe las amistades. Imagínate que tuvieras un amigo con más riqueza, talento, atractivo o popularidad que tú. ¿Te disgustaría que le prestaran más atención que a ti? “Los celos son podredumbre a los huesos.” (Proverbios 14:30.) “Me daba mucha envidia que mi amigo fuera tan popular y poseyera lo que yo no tenía —admite el joven Keenon—; mi actitud minó la amistad.”
La posesividad también es funesta. ¿Qué harías si te enteraras de que un amigo tuyo pasa cada día más tiempo con otras personas y menos contigo? Una joven confesó: “Me ponía celosa hasta de que hablaran con algunas amigas mías”. A tus ojos, pudiera ser una traición que tu amigo se relacione con otros.
El perfeccionismo puede augurar la muerte segura de la amistad. Por ejemplo, podrías enterarte de que un amigo ha estado hablando a tus espaldas, y quizás hasta ha divulgado secretos tuyos. (Proverbios 20:19.) Es posible que exclamaras irritado: “¡No vuelvo a confiar en él en la vida!”.
La amistad: ¿dar o recibir?
Si tus amistades se han visto sometidas a demasiada tensión por culpa de la envidia, la posesividad o el perfeccionismo, pregúntate: ‘¿Qué pido de una amistad?’. ¿Acaso crees que ser amigo significa tener a alguien a tu entera disposición, como un esclavo pendiente de tus antojos? ¿Quieres tener amigos para aumentar tu prestigio, popularidad o ganancias? ¿Esperas devoción exclusiva de los amigos, sin que apenas puedan entrar otras personas en la relación? Si así es, debes adoptar un mejor enfoque de la amistad.
Las doctrinas bíblicas nos enseñan que las buenas relaciones con el prójimo provienen, no de recibir, sino de dar. En Mateo 7:12, el propio Jesucristo dijo: “Todas las cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a ellos”. Sin embargo, es natural que esperemos algo de los amigos. El libro Understanding Relationships (Comprender las relaciones) admite este hecho: “Por lo general, esperamos que el amigo sea sincero y afectuoso; que nos cuente sus secretos y problemas; que nos ayude cuando lo necesitamos; que confíe en nosotros, y que también [...] esté dispuesto a resolver las diferencias”. Pero ahí no acaba todo. El libro agrega: “Estas son las cosas que esperamos que haga el amigo por nosotros, y que a cambio esperamos hacer por el amigo”. (Bastardillas nuestras.)
Fíjate en cómo trató Jesús a sus más allegados. Dijo a sus discípulos: “Ya no los llamo esclavos, porque el esclavo no sabe lo que hace su amo. Pero los he llamado amigos”. Ahora bien, ¿se basaba la amistad de Jesús y sus discípulos en lo que estos podían hacer por él? Todo lo contrario, pues dijo: “Nadie tiene mayor amor que este: que alguien entregue su alma a favor de sus amigos”. (Juan 15:13, 15.) En efecto, el verdadero fundamento de la amistad es el amor carente de egoísmo. Toda relación que tenga esta base superará problemas muy diversos.
Si surgen dificultades
Imagínate que tu amigo tuviera más dinero, inteligencia o talento que tú. El amor carente de egoísmo te ayudaría a alegrarte por él, pues, a fin de cuentas, “el amor no es celoso”, como dice la Biblia. (1 Corintios 13:4.)
Supón, por otro lado, que tu amigo te lastima por lo que dice o hace. ¿Quiere decir esto que la amistad ha quedado herida de muerte? No necesariamente. Cuando su amigo Marcos lo abandonó en un viaje misionero, el apóstol Pablo se ofendió mucho; tanto que se negó a que Marcos lo acompañara en el siguiente recorrido. A causa de este asunto, Pablo llegó al punto de intercambiar palabras ásperas con Bernabé, primo de Marcos. Pero años más tarde Pablo se refirió cariñosamente a Marcos y hasta lo invitó a ir a Roma a ministrarle. Es patente que habían zanjado las diferencias. (Hechos 15:37-39; 2 Timoteo 4:11.)
¿Por qué no tratas tú de hacer lo mismo si surgen problemas con tus amistades? No dejes que se enconen las heridas. (Efesios 4:26.) Antes de precipitarte a sacar conclusiones o acusar con furia, pídele a tu amigo que explique su punto de vista. (Proverbios 18:13; 25:8, 9.) Tal vez se trate de un malentendido. Pero ¿qué pasa si tu amigo ha cometido un error de juicio? Ten presente que es humano. (Salmo 51:5; 1 Juan 1:10.) Todos incurrimos en afirmaciones y acciones que luego lamentamos. (Compárese con Eclesiastés 7:21, 22.)
Aun así, puedes ser franco y decirle a tu amigo cuánto te ha molestado su actuación. Tal vez te ofrezca sus más sentidas disculpas. Como el amor “no lleva cuenta del daño”, quizás logren olvidar el incidente. (1 Corintios 13:5.) Al pensar en un amigo que perdió, el joven Keenon cuenta lo siguiente: “Si pudiera cambiar el pasado, no le habría exigido que nuestra amistad fuera perfecta. Le habría escuchado más, le habría dado mi apoyo, y no habría exagerado sus faltas. Ahora comprendo que las amistades salen bien si uno sabe resolver las pruebas y las dificultades”.
Pero ¿qué hay si tu amigo no te dedica tanto tiempo como antes o como preferirías? ¿No será acaso que te has vuelto muy posesivo en lo que se refiere al tiempo y las atenciones de tu amigo? Tal actitud puede acabar con cualquier relación. En las relaciones sanas, la gente se concede un margen de libertad. (Compárese con Proverbios 25:17.) Debe haber un amplio campo que permita disfrutar de la amistad de muchas personas. De hecho, la Biblia invita a los cristianos a ‘ensanchar’ su círculo de amistades. (2 Corintios 6:13.) Por esta razón, si un amigo obra de este modo no hay por qué considerarlo traidor.
Más aún, no es conveniente depender en exceso de ninguna persona. (Salmo 146:3.) Lo mejor es hacer amistades hasta con los que no tienen tu edad, como tus padres, los ancianos y otros adultos responsables que buscan tu bien. Ana relata con mucho cariño: “Mamá es mi mejor amiga. No hay nada que no pueda contarle”.
Es posible tener amistades duraderas
La Biblia dice en 1 Pedro 3:8: “Finalmente, todos ustedes sean de un mismo ánimo y parecer, compartiendo sentimientos como compañeros, teniendo cariño fraternal, siendo tiernamente compasivos, de mente humilde”. Efectivamente, si manifiestas amabilidad, compasión, integridad moral e interés sincero en los demás, siempre atraerás amigos. Claro, para que duren las amistades hace falta esfuerzo y resolución. Pero las recompensas bien valen la pena.
Es de interés que la Biblia mencione a David y Jonatán, quienes tuvieron una amistad extraordinaria. (1 Samuel 18:1.) Fueron capaces de dejar a un lado los celos tontos y los defectos personales. Lo hicieron porque ambos procuraban, ante todo, ser amigos leales de Jehová Dios. Haz lo mismo y no te será difícil conseguir amigos que teman a Dios.
[Ilustraciones de la página 26]
Las amistades a menudo se rompen cuando una de las partes cree que es una traición tener más amigos