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¡Despertad! 1996
g96 22/5 págs. 11-13

La mosca tsetsé: ¿maldición para África?

POR EL CORRESPONSAL DE ¡DESPERTAD! EN NIGERIA

ACABÁBAMOS de mudarnos a una zona rural del oeste de África en la que vivíamos rodeados de bosque tropical. Una tarde, mi esposa entró en el ropero y exclamó: “¡Se ha metido un tábano!”.

El insecto salió y se introdujo en el baño. Tomé el insecticida y lo seguí. Cerré la puerta detrás de mí. No lo veía por ningún sitio. De repente, se lanzó hacia mi cara. ¡Me atacaba! Intenté derribarlo a manotazos, pero no pude. Fue hacia la ventana, donde lo detuvo la malla, y se posó allí.

Apunté bien y le di de lleno con el insecticida. Un disparo tan certero habría matado ipso facto a cualquier insecto, pero no a este, que despegó y siguió revoloteando por el baño.

¡Vaya resistencia! Confiaba en que el veneno realizaría su función y el insecto acabaría precipitándose al suelo, pero, no señor; no se caía. Cuando volvió a posarse, le lancé una segunda rociada. Nuevamente, remontó el vuelo.

¿Con qué superinsecto estaré lidiando? Le di de lleno otras dos veces y finalmente murió.

Me puse los lentes para verlo bien. Era mayor que la mosca común y menor que el tábano. Tenía las alas cruzadas sobre el dorso, por lo que parecía más aerodinámico que la mosca común. De la región bucal le salía la probóscide (trompa), alargada como un estilete.

Le dije a mi esposa: “No es un tábano; es una mosca tsetsé”.

Gracias al encuentro con aquella mosca, entendí mejor por qué es tan difícil eliminarla de los 11.700.000 kilómetros cuadrados que conforman su hábitat africano, más extenso que Estados Unidos. ¿Por qué desean condenarla a muerte? Por tres cargos. Primero:

Se alimenta de sangre

Las veintidós especies de tsetsé viven en el África subsahariana. Machos y hembras por igual succionan con avidez la sangre de vertebrados, absorbiendo en una sola picadura una cantidad que representa hasta el triple del propio peso.

Se ceban en herbívoros muy diversos, sean oriundos de África o no. También extraen la sangre humana con una punzada aguda y profunda que causa doloroso escozor e inflamación.

Estas moscas son especialistas; no pierden tiempo revoloteando en torno a la cabeza de la víctima. Se mueven como una bala hacia ella y de algún modo frenan y aterrizan en su cara con tanta delicadeza que ni las siente. Son como los ladrones; a veces el afectado no se percatará del robo de sangre sino hasta después de que se hayan ido, cuando ya solo podrá evaluar los daños.

Aunque por lo general buscan la carne descubierta (en mi caso, parece agradarles el dorso del cuello), a veces se meten por una pernera o una manga y luego perforan un vaso sanguíneo. Quizás hasta prefieran picar a través de la tela; poca cosa para un insecto capaz de atravesar el recio cuero del rinoceronte.

Dicen que la mosca tsetsé no solo es inteligente, sino taimada. Una vez traté de matar una con insecticida y se escondió en el traje de baño que tenía en el ropero. Al ponérmelo dos días después, me picó por partida doble. En otra ocasión, una mosca se escondió en el bolso de mano de mi esposa. Cuando lo llevó a la oficina e introdujo la mano, le dio un picotazo; luego revoloteó por la oficina, sembrando el pánico entre los empleados, que dejaron de trabajar para tratar de aplastarla.

Por lo tanto, la primera acusación es que la mosca tsetsé chupa sangre de forma dolorosa. Aquí viene la segunda:

Mata animales

Algunas variedades de mosca tsetsé transmiten una enfermedad ocasionada por parásitos diminutos llamados tripanosomas. Cuando la mosca succiona la sangre de un animal infectado, se lleva con ella los parásitos, que se desarrollan y multiplican dentro del insecto; cuando este pica a otro animal, le introduce los parásitos en el torrente sanguíneo.

El trastorno se llama tripanosomiasis. En los animales se da el tipo denominado nagana. Los parásitos que la ocasionan medran en la sangre de muchos animales nativos de África, sobre todo el antílope, el búfalo, el jabalí de río, el duiker, el redunca y el jabalí verrugoso; los tripanosomas no acaban con estos animales.

Sin embargo, matan animales que no son nativos de África: bueyes, burros, caballos, cabras, camellos, cerdos, mulas, ovejas y perros. Según la revista National Geographic, la nagana ocasiona la muerte de tres millones de cabezas de ganado cada año.

Los ganaderos, como los masai de África oriental, han aprendido a evitar las zonas donde pululan estas moscas; sin embargo, a veces es imposible debido a la sequía y la escasez de pastos. Durante una sequía reciente, cuatro familias que guardaban sus 600 cabezas de ganado juntas perdieron un animal cada día por culpa de la tsetsé. Lesalon, un anciano de dichas familias dijo: “Los masai somos valientes. Alanceamos al león y nos enfrentamos a las acometidas del búfalo; aporreamos a la mamba negra y nos encaramos a un elefante furibundo, pero ¿qué hacemos ante la orkimbai [la tsetsé]? Nos hallamos impotentes”.

Aunque existen medicamentos para la nagana, algunos gobiernos solo permiten utilizarlos bajo la supervisión de un veterinario. Y no sin buenas razones, pues las dosis incompletas no solo conllevan la muerte segura del animal, sino que generan parásitos farmacorresistentes. Quizá sea difícil que el ganadero halle a tiempo un veterinario que trate al ganado enfermo.

Así pues, se ha demostrado categóricamente que la mosca tsetsé es culpable de dos de los cargos que se le imputan. Pero hay más. He aquí el tercero:

Mata a los seres humanos

Aunque el hombre es inmune al tripanosoma de la nagana, la tsetsé transmite otro parásito de un humano a otro. Se trata de la tripanosomiasis llamada “enfermedad del sueño”. No crea que el afectado solo duerme mucho, ni que el sueño es placentero. Comienza con malestar, fatiga y fiebre leve, seguidos de aturdimiento prolongado, fiebre alta, dolores en las coyunturas, inflamación de los tejidos y agrandamiento del hígado y el bazo. En la etapa final, la penetración del parásito en el sistema nervioso central origina deterioro mental, convulsiones, coma y, por último, la muerte.

A principios de siglo hubo epidemias de la enfermedad del sueño que asolaron el continente africano. Entre 1902 y 1905, se cobró la vida de 30.000 víctimas cerca del lago Victoria. En las siguientes décadas, se extendió a Camerún, Ghana y Nigeria. En muchas aldeas afectó a un tercio de la población, lo que exigió la evacuación a gran escala de muchos valles fluviales. Equipos médicos móviles atendieron a cientos de miles de pacientes. La epidemia no desapareció sino hasta finales de la década de los treinta.

En la actualidad, 25.000 individuos contraen este mal cada año. Según la Organización Mundial de la Salud, más de cincuenta millones de habitantes de 36 países subsaharianos están en peligro de contraerlo. Aunque la enfermedad del sueño es mortal si no se trata, se dispone de remedios. Recientemente se desarrolló la eflornitina, un nuevo preparado para combatirla, el primer fármaco de este tipo en cuarenta años.

El hombre lleva mucho tiempo luchando contra esta mosca y la enfermedad que transmite. En 1907, Winston Churchill escribió lo siguiente sobre una campaña para la erradicación de la tsetsé: “Está tejiéndose implacablemente una fina red en torno a ella”. En retrospectiva, es obvio que la “fina red” de Churchill tenía grandes agujeros. El libro Foundations of Parasitology (Principios de parasitología) dice: “Hasta la fecha, los ochenta años de erradicación de la mosca tsetsé apenas han repercutido en su distribución”.

Alegato en su favor

El poeta estadounidense Ogden Nash escribió: “En su sabiduría, Dios hizo la mosca y luego se olvidó de decirnos para qué”. Jehová Dios es el Creador de todas las cosas, cierto; pero en absoluto es olvidadizo. Deja muchas cosas para que las descubramos ayudados de nuestro ingenio. ¿Qué puede decirse de la mosca tsetsé? ¿Hay alguna defensa para la presunta malvada?

El argumento más contundente tal vez sea que al atacar al ganado contribuye a proteger la fauna autóctona de África. Grandes zonas de este continente recuerdan las praderas del oeste norteamericano, en las que basta la tierra para mantener al ganado. Gracias a la tsetsé, los animales domésticos mueren por culpa de tripanosomas que no matan a los herbívoros nativos.

Muchos creen que de no haber sido por este insecto, el ganado ya habría sustituido hace mucho tiempo a la fauna africana. “Favorezco la tsetsé —comenta Willie van Niekerk, guía de un parque natural botsuano—. Elimínenla y nos invadirá el ganado, el despojador de África que arrasará el continente entero.” Luego añadió: “La mosca debe quedarse”.

Obviamente, no todo el mundo comparte su opinión. No convence mucho al padre que ve morir a sus hijos o a sus bestias a causa de la tripanosomiasis, ni al que argumenta que África necesita ganado para alimentarse.

Como sea, aún hay mucho que aprender sobre el papel de la tsetsé en la naturaleza. Aunque los cargos contra ella parezcan muy convincentes, tal vez sea muy pronto para dictar sentencia.

Y hablando de moscas, acaba de meterse una en el cuarto. Discúlpenme, voy a cerciorarme de que no sea una tsetsé.

[Reconocimiento de la página 11]

Mosca tsetsé: ©Martin Dohrn, The National Audubon Society Collection/PR

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