La habú: una víbora que merece respeto
POR EL CORRESPONSAL DE ¡DESPERTAD! EN OKINAWA
ERA una tarde bochornosa, sin la menor brisa. Había terminado de llover y todo el mundo se abanicaba para refrescarse. De repente, unas voces rompieron el silencio: “¡Una habú! ¡Hay una habú!”. Aquellos gritos dieron la señal de alarma a los aldeanos. Seguidos por niños curiosos, los adultos, armados con palos, acudieron prontamente a la llamada. “¿Dónde está?”, preguntaron ansiosos. La picadura de esta serpiente de unos dos metros puede ser mortal. Los aldeanos recuperaron la tranquilidad cuando los mayores la golpearon en la cabeza con varas largas hasta dejarla inconsciente y la metieron rápidamente en un costal para venderla viva.
En las islas Riukiu, situadas en el mar Oriental de China, chicos y grandes le temen a la habú, una víbora de fosetas caracterizada por tener manchas amarillas y la cabeza semejante a punta de lanza, que es autóctona de algunas de estas islas. Echemos un vistazo a esta temida serpiente. Por cierto, manténgase siempre a una distancia prudente de ella.
Su forma infunde temor
Existen varias clases de habús. Una de ellas tiene manchas de color marrón verdusco, que son un excelente camuflaje en la hierba y las hojas secas. Otras tienen tonalidades oscuras, adecuadas para sus actividades nocturnas y su tendencia a esconderse en lugares sombríos.
Pese a su miopía, este ofidio posee habilidades que nosotros no tenemos. Está equipado con órganos sensoriales termorreceptores en ambos lados de la cabeza; son unas fosetas ubicadas entre los ojos y las narinas, muy sensibles al calor, que le sirven para “ver” la radiación infrarroja, que los humanos percibimos como calor. Con estos órganos, la habú acierta a picar a un pequeño roedor incluso en la más completa oscuridad.
Tal vez usted ha visto a las víboras sacar y meter la lengua. Esta les sirve extraordinariamente bien de segunda nariz. Al mover la lengua, la habú recoge con ella sustancias del aire y luego la presiona contra un órgano sensible del techo bucal. Esta segunda nariz le permite recolectar mucha información química del aire.
R. M. Waters y G. M. Burghardt, investigadores de la Universidad de Tennessee, se dieron cuenta de que “después de morder, la habú realiza varios sondeos con recurrentes movimientos de la lengua”. ¿Qué razón tiene para detectar sustancias químicas en el aire después del ataque? Siempre existe el peligro de un contraataque por parte de la víctima desesperada. Por ello, la habú a menudo suelta a su presa después de inyectarle el veneno y, mientras este hace efecto, la rastrea “olfateándola” con la lengua.
Cuando alcanza a su desvalida víctima, sea un ratón, un pollo u otra ave, la habú procede a engullirla completa: cabeza, patas, cola, piel, plumas... El maxilar inferior se desencaja de la articulación para poder engullir presas más gruesas que ella. En el vientre de una habú se encontró un gato entero; esta serpiente se puso en exhibición, en Okinawa, en uno de los centros de investigación sobre la habú.
¿Qué sucede cuando esta víbora pierde uno de sus colmillos canaliculados al atacar? Uno nuevo lo reemplaza. Hasta se han visto algunas con dos colmillos en cada lado de la boca. Además, aunque perdiese los colmillos no moriría de hambre. Se sabe de una que sobrevivió durante tres años solamente con agua.
Cómo evitar su picadura
A diferencia de los venenos neurotóxicos que inyectan la cobra del sudeste asiático y la mamba negra de África, la ponzoña que inocula la habú es un potente hemorragénico, es decir, ocasiona hemorragias destruyendo los vasos sanguíneos. Este veneno produce ardor intenso e hinchazón, y puede ser letal.
Algunos creen que esta víbora se agazapa, salta sobre los seres humanos y los persigue, pero no es así. El hombre no es un bocado que ella apetezca. Esta serpiente lo ataca solo si este la pisa inadvertidamente o invade su territorio. La mayoría de sus víctimas humanas se hallaban en zonas donde el ofidio buscaba sus presas, como huertas o plantaciones de caña. Los isleños nunca se internan en el pasto crecido sin protección en las piernas, y de noche llevan una linterna, pues la habú es primordialmente nocturna. Ah, no olvidemos que esta víbora es una experta trepadora de árboles, esto le permite refrescarse en el verano y acercarse a pájaros desprevenidos. Así que cuando entre en su hábitat, cuide la cabeza y los pies.
La mejor forma de protegerse de ella, consiste en no invitarla a casa. Tape todos los agujeros de los cimientos y las paredes externas, y mantenga el césped del jardín bien recortado. En otras palabras, no le deje escondrijos.
Qué hacer ante una picadura
¿Qué podría suceder si usted se encuentra con una víbora venenosa de este tipo? Tal vez la habú yerga la mitad de su cuerpo formando una s. De seguro va a lanzarse. Dos terceras partes de su cuerpo van directamente hacia usted con la boca abierta y los colmillos por delante.
No se aterrorice; cerciórese de que realmente fue una habú. La picadura se reconoce porque deja en la piel dos orificios rojos de unos dos centímetros de separación. Algunas quizá tengan tres o cuatro colmillos, lo que aumenta la cantidad de marcas rojas. Tendrá rápidamente una sensación de ardor, como si le pusieran la mano en el fuego, que se irá haciendo más intensa. ¿Qué hacer? Busque ayuda. Succione el veneno con la boca y escúpalo. La obra Handbook for the Control of Habu, or Venomous Snakes in the Ryukyu Islands recomienda: “Succione la sangre por lo menos diez veces”. Vaya a un hospital donde tengan el contraveneno. Pero no corra, pues propagaría la ponzoña por todo el organismo, lo que aumentaría el daño y dificultaría la recuperación. Si no puede llegar al hospital en menos de treinta minutos, aplique un torniquete al miembro afectado entre la mordedura y el corazón con el fin de retardar la diseminación del veneno. No lo apriete demasiado, pues debe mantenerse el pulso. Libere la presión cada diez minutos para permitir la circulación.
Masatoshi Nozaki y Seiki Katsuren, del Departamento de Investigación de la Habú del Instituto de Salud y Medio Ambiente de la Prefectura de Okinawa, mencionaron a ¡Despertad! que los seres humanos no desarrollan inmunidad permanente al veneno de este ofidio ni siquiera después de una picadura. En el pasado, la mordedura a menudo hacía obligatoria la amputación, pero hoy pocas personas pierden algún miembro, y aun menos la vida, por esta razón. En la actualidad, el 95% de las personas inoculadas se salvan gracias a los medicamentos y técnicas terapéuticas efectivas. Únicamente quienes se confían demasiado o están muy lejos de los centros de tratamiento médico llegan a padecer lesiones graves.
Habús a la venta
La habú tiene pocos enemigos naturales. Los gatos y los perros tienen la tendencia a jugar con ellas. Entre sus depredadores están una culebra no venenosa llamada akamata, algunas comadrejas, los jabalíes y los halcones. Aunque se trajo a la mangosta a las islas Riukiu con el fin de controlar la población de habús, la medida no sirvió para erradicarla.
El más mortal de sus enemigos es el hombre. Tal como los aldeanos que se apresuraron a responder al grito “¡una habú!”, hay muchos otros dispuestos a capturarla en cuanto la ven. Pese al peligro que representa, su precio, entre 80 y 100 dólares, es demasiado tentador para muchos.
¿Para qué se la utiliza? El licor de habú y su carne en polvo se consumen como remedio. Muchas son exhibidas como atracción turística. Con su piel se fabrican buenos cinturones y billeteras; y su veneno se emplea para elaborar suero antiponzoñoso. Prescindiendo de cómo sea utilizada, el consejo prudente sigue siendo: no se le acerque.
[Ilustración de la página 10]
Habú con sus colmillos canaliculados. El maxilar inferior se desencaja para engullir una víctima más gruesa