El “Nuevo Orden Mundial”: endeble de nacimiento
POR EL CORRESPONSAL DE ¡DESPERTAD! EN ALEMANIA
EN LOS albores de 1991 reinaba el optimismo. Había terminado la Guerra Fría. Aunque persistía el conflicto de Kuwait, invadido por Irak en agosto del año anterior, la ONU había enseñado los dientes al agresor y le había dado hasta el 15 de enero para retirarse. Respaldaba sus demandas una coalición militar de veintiocho estados miembros, organizada con rapidez y dispuesta a obligar a Irak a doblegarse. Había grandes esperanzas de que la firmeza de la comunidad mundial señalara el comienzo de una nueva era.
George Bush, el entonces presidente de Estados Unidos, habló de ‘la posibilidad, que se abría ante ellos y ante las generaciones venideras, de forjar un nuevo orden mundial, un mundo en el que la actuación de los países se rigiera por el imperio de la ley, y no por la ley de la jungla’.
Al no respetar Irak la fecha límite del 15 de enero, se lanzó un ataque aéreo masivo en el que cayeron cohetes en blancos militares iraquíes. No quedaron dudas de que la comunidad internacional había hablado en serio. El 11 de abril, cuando no habían pasado ni tres meses, la ONU dio por terminada la Guerra del Golfo. Todo indicaba que se materializaría la promesa de un nuevo mundo pacífico en que reinaría la estabilidad económica y política.
Guerras inquietantemente estables
A mediados de 1991, se independizaron de Yugoslavia dos repúblicas, Eslovenia y Croacia, y como consecuencia se desencadenó una guerra civil que condujo a la formación de varias naciones independientes. Menos de un año después, Pierre Hassner, analista político francés, dijo: “Como la Europa anterior a 1914, el nuevo orden mundial de George Bush falleció en Sarajevo”. Sin embargo, las perspectivas de paz mejoraron en noviembre de 1995 con el inicio de una serie de conversaciones en la ciudad estadounidense de Dayton (Ohio), que resultó en un acuerdo de paz, cuya firma tuvo lugar el 14 de diciembre en París. A finales del año 1995, renacía la esperanza de que, pese a todo, el nuevo orden mundial no había muerto.
Las repúblicas de la U.R.S.S. fueron separándose unas de otras. En 1991 se independizaron las primeras, Lituania, Estonia y Letonia, y otras no tardaron en imitar su ejemplo. En diciembre se estableció una confederación poco cohesionada, la Comunidad de Estados Independientes, a la que rehusaron afiliarse varios de los anteriores estados soviéticos. El 25 de diciembre, Gorbachov dimitió como presidente de la U.R.S.S.
La fragmentación también fue surgiendo en el seno de algunas repúblicas, como Chechenia. Este pequeño enclave musulmán del Cáucaso septentrional ha luchado por independizarse de Rusia. En 1994, sus tentativas secesionistas suscitaron el controvertido ataque ruso. Pese a las 30.000 muertes que ha ocasionado desde sus comienzos, la contienda ha continuado hasta este año.
Entre 27 y 46 conflictos —según qué criterio se emplee al clasificarlos— sacudían al mundo en octubre de 1995.
Al borde de la quiebra
Para los inicios de los noventa, el nuevo orden mundial no solo era inestable en el plano político, sino en el económico.
Nicaragua devaluó su moneda en 1991; aun así, 25.000.000 de córdobas equivalían a un solo dólar. Al mismo tiempo, una terrible tasa de inflación del 850% precipitó a los zaireños a uno de los niveles de vida más bajos del mundo. En 1992, la economía rusa estaba muy afectada, con una tasa de inflación del 2.200% anual que iba dejando al rublo casi sin valor. Aunque la situación mejoró posteriormente, los problemas económicos distaban mucho de estar resueltos en 1995.
En 1991 ocurrió el escándalo financiero del siglo: la quiebra del Bank of Credit & Commerce International, ocasionada por el fraude y otros delitos. Los inversionistas de 62 países sufrieron pérdidas de miles de millones de dólares.
Pero no solo se tambaleaban las naciones con economías débiles: El coloso germano se vio abrumado por el costo de la unificación. El desempleo aumentaba al tiempo que los trabajadores exigían más vacaciones y mejor atención médica. Los altos niveles de absentismo, así como los abusos generalizados de la asistencia social, añadían tensión a la economía.
En Estados Unidos cundió el pánico entre las aseguradoras tras una ola de catástrofes, con el consiguiente alud de reclamaciones de indemnización. En 1993, el libro Bankruptcy 1995: The Coming Collapse of America and How to Stop It (Bancarrota en 1995: cómo evitar la venidera crisis de Estados Unidos) señaló los peligros de la astronómica deuda nacional y del déficit presupuestario. Llegó a dudarse hasta de la solidez de Lloyd’s, compañía británica que, asediada por las pérdidas, tuvo que pensar en lo impensable: la bancarrota.
¿Ha sido la religión una fuerza estabilizadora?
En 1991, el diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung comentó: “La visión de un nuevo orden mundial forma parte de una larga tradición de cosmovisiones estadounidenses cuyo denominador común es que están formuladas en términos cristianos”.
Cabría esperar que este trasfondo religioso hubiera añadido estabilidad al nuevo orden mundial; pero, por el contrario, la intolerancia y las luchas de religión desestabilizaron amplios sectores. Argelia y Egipto, tan solo dos ejemplos de estados en pugna con el integrismo islámico, sufrieron una ola de atentados fundamentalistas. En la India hubo varios disturbios religiosos, entre ellos los nueve días de violencia sectaria que en 1993 segaron más de quinientas cincuenta vidas en Bombay.
La desunión en la fe enlenteció los avances del ecumenismo en 1994, año en que la Iglesia Anglicana confirió el orden sacerdotal a 32 mujeres. El papa Juan Pablo II dijo que tal medida constituía “un obstáculo muy profundo a toda esperanza de unión entre la Iglesia Católica y la comunión anglicana”.
El 19 de abril de 1993, la tensión entre el gobierno estadounidense y miembros de la secta Rama Davidiana —que había ocasionado un enfrentamiento en la granja que tenía el grupo en Waco (Texas), y la matanza de cuatro agentes federales— se cobró la vida de al menos 75 sectarios. Dos años después se analizaba la posibilidad de que el atentado con bombas en un edificio federal de la ciudad de Oklahoma, que dejó un saldo de 168 muertos, fuera en represalia al ataque de Waco.
El mundo quedó horrorizado a principios de 1995 ante la noticia del atentado con gas venenoso perpetrado en el metro de Tokio, en el que hubo diez muertos y miles de afectados. La indignación creció al culparse de los hechos a la secta apocalíptica Aum Shinrikyo (Aum, La Verdad Suprema).
Importantes aniversarios con poco que celebrar
En 1492, Cristóbal Colón se topó con el hemisferio occidental. La celebración del quinto centenario de este suceso, en 1992, estuvo marcada por la polémica. Unos cuarenta millones de descendientes de los antiguos amerindios se resentían ante la afirmación de que un europeo hubiera “descubierto” tierras en las que sus antepasados vivían en florecientes civilizaciones mucho antes de que él naciera. Algunos lo tildaron de “precursor de la explotación y la conquista”. Es patente que para los indígenas la llegada de Colón al hemisferio occidental fue más un desastre que una bendición. Los conquistadores “cristianos” los despojaron de su tierra, su soberanía, su dignidad y su vida.
En septiembre de 1995 dieron comienzo en Israel dieciséis meses de celebración del tercer milenario de la conquista de Jerusalén por el Rey David. Pero el aniversario tuvo un comienzo trágico: el primer ministro, Yitzhak Rabin, murió a balazos minutos después de haber dirigido la palabra en una concentración en favor de la paz. El magnicidio enturbió el proceso de paz en Oriente Medio y demostró que no solo hay graves diferencias religiosas entre judíos y palestinos, sino en el seno del propio judaísmo.
Entre 1991 y 1995 se celebraron varios cincuentenarios relacionados con la II Guerra Mundial: el ataque a Pearl Harbor, que espoleó a Estados Unidos a participar en la contienda; la invasión de Europa por los aliados; la liberación de los campos de concentración nazis; la victoria aliada en Europa, y el lanzamiento de la primera bomba atómica en Japón. En vista de los mares de sangre y lágrimas derramados en aquellas ocasiones, hubo quienes dudaron de que mereciera la pena celebrarlas.
A estos importantes aniversarios se añadió otro: la fundación de la ONU en 1945. En aquel entonces se abrigaban grandes esperanzas de haber hallado finalmente la clave para lograr que hubiera paz en el mundo.
La ONU, según dijo recientemente en defensa de dicha institución su secretario general Boutros Boutros-Ghali, ha cosechado muchos triunfos. Sin embargo, no ha logrado cumplir el propósito expresado en su Carta, “el mantenimiento de la paz y seguridad internacionales”. Con frecuencia sus tropas han tratado de mantener la paz donde no hay ninguna paz que mantener. Para el año 1995, no había logrado infundir vida al endeble nuevo orden mundial.
Florece la auténtica teocracia, agoniza el nuevo orden mundial
La inestabilidad política, económica y religiosa hizo que se desvaneciera el sueño de un nuevo orden mundial, por lo que llegó a hablarse de un nuevo desorden mundial. Estos sucesos confirmaron a los testigos de Jehová que la humanidad solo hallará estabilidad en el nuevo mundo que Dios va a instituir.
En algunos países, el fin de la Guerra Fría brindó más libertad a los testigos de Jehová, quienes pudieron celebrar extraordinarias asambleas internacionales en Budapest, Kiev, Moscú, Praga, San Petersburgo, Varsovia y otros lugares. Estas reuniones fortalecieron el orden congregacional que une a los testigos de Jehová de todo el mundo y contribuyeron a acelerar su predicación. Así, no sorprende que tan solo en una de estas regiones aumentara el número de Testigos activos de 49.171 en 1991, a 153.361 en 1995. Durante aquellos cuatro años, la cifra mundial de Testigos creció de 4.278.820 a 5.199.895. Sí, la verdadera teocracia florece como nunca antes.
En efecto, millones de personas basan ya sus esperanzas de futuro en la promesa de Jehová Dios: “nuevos cielos y una nueva tierra” en los que “la justicia habrá de morar”. (2 Pedro 3:10, 13.) Algo mucho más sabio que confiar en el nuevo orden mundial, un orden endeble de nacimiento que pronto se desmoronará por completo. (Daniel 2:44.)