¿Por qué ocurrió la matanza de Port Arthur?
POR EL CORRESPONSAL DE ¡DESPERTAD! EN AUSTRALIA
LA TARDE del domingo 28 de abril de 1996 hacía un tiempo extraordinario en el recinto histórico de Port Arthur, famoso centro turístico de Tasmania (Australia). El café Broad Arrow se encontraba abarrotado para el almuerzo. A eso de la una y media entró un hombre rubio de 28 años, que acababa de comer en la terraza del establecimiento, y se puso a disparar.
Los clientes cayeron muertos en las sillas, con la comida aún en la boca. La policía asemejó la escena a “la carnicería de un campo de batalla”. Cuando el agresor creyó a todos muertos —había matado a veinte— salió tan tranquilo. En cuestión de segundos se habían producido en el estado insular de Tasmania más asesinatos que en los últimos cuatro años.
Pero el atacante prosiguió con la orgía de sangre, una víctima tras otra. Así, yendo de camino a la salida del recinto vio a Nanett Mikac con sus niñas. Mató a Nanett y a su hija de tres años. Luego, al tratar de huir la niña de seis años, la acechó y, cuando estaba acurrucada tras un árbol, la mató con su arma.
Después, a la altura del peaje de salida del recinto, asesinó a los tres ocupantes de un BMW y se llevó el vehículo. Un poco más adelante se topó con una pareja que viajaba en un automóvil. Obligó al hombre a meterse en el portaequipajes del BMW y mató a la acompañante. A continuación condujo un corto trecho hasta la casa de huéspedes Seascape Cottage, adonde llegó alrededor de las dos. Allí prendió fuego al BMW y tomó como rehenes al secuestrado y al anciano matrimonio de hospederos. Para entonces ya había matado a doce personas más desde que había dejado el café, lo que elevaba el saldo a 32 muertos. Otros muchos habían resultado heridos.
La predicación el domingo al mediodía
Entretanto, Jenny Ziegler y su familia, testigos de Jehová de la Congregación Port Arthur, se habían reunido a la una y media para salir al ministerio. Se encaminaron luego al recinto histórico de Port Arthur. Jenny iba a visitar a David Martin, el amigable hospedero del Seascape Cottage, con quien ella y otra hermana habían tenido una grata conversación bíblica.
Eran poco más de las dos cuando Jenny, su marido y los niños se acercaron a la hospedería y vieron en el jardín un automóvil incendiado del que salía humo. La policía los paró y les mandó irse por donde habían venido. “Intuimos que algo iba mal —señaló Jenny—. No era normal que estuvieran tan vacías las carreteras.”
Ignorante todavía de la tragedia, la familia se desvió de la autopista a una pequeña playa para continuar con sus planes de predicar. Todo parecía normal: había niños nadando, gente paseando por el final de la playa y una pareja de ancianos leyendo en el automóvil. “Mi esposo se les acercó y tuvo una agradable conversación —comentó Jenny—. Les explicó que, como había problemas en la autopista, les convenía regresar por otra ruta. Yo hablé un momento con un joven, y nos fuimos poco después.”
Los Ziegler siguieron en dirección al recinto histórico de Port Arthur. “Allí —explicó Jenny— había varios vehículos que bloqueaban la entrada. Luego supimos que impedían ver los cuerpos masacrados. Un señor nos dijo: ‘Un tipo se volvió loco con un rifle; tal vez haya quince muertos’. Nos recomendaron que nos fuéramos inmediatamente.”
Un horrible final
Pero la tragedia no había concluido, como indicó Jenny: “Hicimos el viaje a casa muy tensos, pues no sabíamos dónde estaría el agresor. Cada vez que veíamos un automóvil nos preguntábamos si traería al asesino. Aunque llegamos sin contratiempos, aún nos sentíamos vulnerables, ya que vivimos en una zona apartada donde cualquiera que conozca el terreno puede ocultarse sin dificultad. Como nuestros hermanos cristianos sabían a dónde habíamos ido al mediodía, no tardaron en llamar para asegurarse de que estábamos bien.
”Al reflexionar, comprendimos que si hubiéramos visitado al hospedero unos minutos antes, quizás también hubiéramos sido víctimas. Nos daba pánico pensar que el criminal hasta pudo habernos tenido en la mira del rifle cuando hablábamos con la policía.”
El domingo por la noche llegó a haber más de doscientos agentes rodeando la hospedería, apostados a ras de tierra para evitar las ráfagas ocasionales. Parece que el asesino exigía un helicóptero para huir, pero las negociaciones fracasaron durante la noche. A las ocho de la mañana del lunes empezó a salir humo de la casa. El criminal salió vivo, aunque con quemaduras. Los tres rehenes, entre ellos el hospedero al que habían ido a visitar los Ziegler, aparecieron muertos entre las cenizas de la casa, lo que elevó el total de asesinados a 35.
¿Por qué ocurrió?
Siete semanas antes, el 13 de marzo, un hombre armado entró en un gimnasio escolar de Dunblane (Escocia) y mató a dieciséis pequeños y a su maestra. En armonía con el viejo principio televisivo ‘cuanta más sangre, más audiencia’, la matanza fue noticia internacional. Algunos estudiosos de la conducta indicaron que el agresor de Australia tal vez quiso sobrepasar la cuenta de muertos de Dunblane. Es significativo que el llamado Zodiac Killer, criminal que aterrorizó a la ciudad de Nueva York durante varios años, afirmó que había tratado de superar a otros asesinos sobre los que había leído.
Muchos creen que el sexo y la violencia que presentan el cine y los vídeos fomentan la epidemia de asesinatos. El diario australiano Herald Sun comentó: “Se confiscó un total de 2.000 cintas violentas y pornográficas en casa de Martin Bryant, el presunto carnicero de Port Arthur. [...] El hallazgo de los vídeos tuvo lugar cuando la opinión pública debatía el papel del cine violento en la matanza de Port Arthur”. Igualmente, el rotativo neoyorquino Daily News señaló que “había dos cajas de vídeos pornográficos sobre la cama” del Zodiac Killer.
Al difundirse la noticia de la masacre de Port Arthur, algunos canales de televisión alteraron inmediatamente su programación. La articulista Penelope Layland dijo posteriormente en su artículo “Hipocresía televisiva en materia de violencia y duelo”: “En cierto sentido, quitar los programas violentos fue como guardar un minuto de silencio para salvar las apariencias. Mañana, la semana que viene o el mes próximo volverán a ser el negocio habitual”.
Ahora bien, para comprender mejor la auténtica razón por la que el mundo actual es tan violento, hemos de acudir a la Biblia, que hace mucho tiempo profetizó: “En los últimos días se presentarán tiempos críticos, difíciles de manejar. Porque los hombres serán [...] sin autodominio, feroces, sin amor del bien”. (2 Timoteo 3:1-5.) Por consiguiente, la escalada de violencia corrobora que vivimos en los últimos días y que está próximo el fin de este sistema de cosas. (Mateo 24:3-14.)
Como muchos se imaginan, los demonios —invisibles fuerzas espirituales inicuas— están implicados en la epidemia de inhumano salvajismo. (Efesios 6:12.) Tras describir la expulsión del cielo de Satanás y sus demonios, la Biblia dice: “¡Ay de la tierra y del mar!, porque el Diablo ha descendido a ustedes, teniendo gran cólera, sabiendo que tiene un corto espacio de tiempo”. (Revelación [Apocalipsis] 12:7-9, 12.) Ahora mismo nos hallamos en dicha etapa de ayes, en la que Satanás y sus demonios se valen de todo medio a su alcance para incitar al hombre a cometer cada vez más actos violentos.
Pero dentro de poco Satanás y sus demonios, así como su malvado mundo, habrán desaparecido, y el Reino de Dios nos introducirá en un nuevo mundo de justicia. (Daniel 2:44; Mateo 6:9, 10; 2 Pedro 3:13; 1 Juan 2:17; Revelación 21:3, 4.) Jenny lo expresó de este modo: “Por ahora ‘lloramos con los que lloran’, pero también deseamos hacer partícipes de nuestra esperanza del Reino a quienes la tragedia asestó un duro golpe”. (Romanos 12:15.)
[Ilustración de la página 17]
El café Broad Arrow, donde se inició la matanza
[Reconocimiento de la página 16]
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