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¡Despertad! 1997
g97 22/3 págs. 24-27

La hora punta de la marea alta

Por el corresponsal de ¡Despertad! en Gran Bretaña

TODOS los años, cerca de diez millones de aves pasan el invierno en el noroeste de Europa. Proceden no solo de las zonas de reproducción árticas, sino también de lugares tan distantes como Canadá y el centro de Siberia. En su viaje a África, muchas otras confluyen en la ruta migratoria del este del Atlántico, la cual cruza las islas británicas.

Una cadena de más de treinta grandes estuarios en aguas británicas les proporciona alimento y refugio. Aunque cada uno abastece a más de veinte mil aves, el más importante de todos, el estuario del Wash, situado en la costa este de Inglaterra, hospeda a más de un cuarto de millón de aves, entre ellas zarapitos reales, correlimos comunes, agujas, correlimos gordos, ostreros, chorlitos, archibebes comunes y vuelvepiedras. ¿Qué clase de alimento proveen los estuarios, y por qué son tan importantes?

Importancia de los estuarios

Los estuarios son zonas costeras parcialmente protegidas donde las aguas marinas se mezclan con las dulces. Sus tibias aguas, ricas en nutrientes orgánicos y minerales, sostienen la mitad de la materia viva de los océanos del mundo. Si bien en sus arenas habitan camarones, pulgas de mar y otros seres vivos, el fango de los estuarios sustenta una abundancia de vida aún mayor.

El fango varía según el tamaño del sedimento que lo forme. Cada tipo de fango cuenta con su propia vida marina, la cual constituye la dieta de las aves zancudas. Por ejemplo, un metro cuadrado de cierto tipo puede contener millones de caracoles pequeños, de menos de tres milímetros de longitud. Además, el fango proporciona alimento a moluscos, arenícolas y nereis, entre otros invertebrados.

Mareas vivas

Aunque en un estuario puede haber muchos millares de aves zancudas, quizás cueste trabajo localizarlas debido a que suelen estar desperdigadas en zonas muy extensas. Sin embargo, con la llegada de la marea viva se produce un cambio espectacular. El flujo de la marea inunda los bancos de arena y lodo, obligando a las aves a trasladarse a lugares más elevados. Es entonces cuando resulta mucho más fácil observarlas a medida que se congregan en grandes bandadas mixtas para descansar.

Hoy, una mañana radiante de abril, habrá marea viva. Un viento frío sopla desde el nordeste mientras viajamos en automóvil hacia un pequeño y pintoresco estuario, donde el río Alde serpentea por el condado inglés de Suffolk hasta su desembocadura en el mar del Norte. Aquí, la población de zancudas en invierno pasa de once mil y es mucho más fácil observar su actividad, pues el estuario mide menos de un kilómetro de ancho.

Una escollera discontinua bordea el río. Algunas orillas están cubiertas de carrizo y otras de barrón, y el resto consiste en maderaje negro y roca desnudos. Río arriba, en medio de una extraordinaria colección de edificios victorianos, se halla la Snape Maltings Concert Hall, sede del festival musical de Aldeburgh. Nosotros debemos caminar río abajo y dirigirnos hacia un lugar abrigado. El viento es fuerte y penetrante, y enseguida sentimos picazón en los ojos.

En cuanto llegamos a la margen del río (véase el punto A de la ilustración), nos recibe el claro y dulce canto de una pareja de avocetas. Están de este lado del estuario, a no más de 40 metros de distancia, y en este momento se dedican a arreglarse las plumas en una ceremonia de apareamiento. Cada una mordisquea los costados superiores del pecho con la punta de su pico delicado y curvado hacia arriba. Da gusto contemplarlas, pero tenemos que apurarnos, pues todavía nos falta mucho por ver.

La marea creciente

La marea está subiendo deprisa, así que apretamos el paso hacia el punto de observación que hemos elegido. (Véase el punto B de la ilustración.) En el camino, un archibebe —haciendo honor a su fama de centinela del estuario— alza el vuelo desde las marismas lanzando su chillido de alarma: ¡tujujú-tujujú! Sus patas rojas contrastan con el blanco brillante del borde posterior de las alas que destella al sol. Al llegar a nuestro destino, echamos una mirada rápida a los bancos de arena y lodo que van reduciéndose con celeridad.

En la distancia, una veintena de archibebes se alimentan sin parar, explorando ligeramente el fango, mientras que otros procuran alimento en entrantes más abrigados. Los correlimos comunes, con sus característicos picos curvados hacia abajo, permanecen en grupitos compactos. Aunque avanzan en forma desordenada picoteando en el cieno apresuradamente, tienden a mantenerse próximos a la orilla. Algunos zarapitos reales dispersos caminan despacio mientras hurgan con cuidado en el fango blando y viscoso. Corriente arriba, una pareja de vuelvepiedras busca comida con sus picos cortos, ligeramente doblados hacia arriba, revolviendo entre el sedimento dejado por la marea en la antigua ribera del mar.

De pronto, por todas partes se oye el ruidoso y nostálgico silbido del chorlito gris, que consiste en el trisílabo tli-u-í. Al volar sobre nuestras cabezas, apreciamos claramente las plumas axilares negras que contrastan con la tonalidad clara del resto de la parte inferior del cuerpo. Unos cuatrocientos chorlitos dorados forman un denso óvalo y descansan con la cabeza metida entre las alas, todos de cara al viento. De vez en cuando surge una disputa entre algunos para reafirmar su posición jerárquica. La mayoría tiene aún el moteado plumaje invernal, con manchas de color dorado y oscuro en la parte superior, tonalidad clara alrededor de los ojos, la cara y la parte inferior del cuerpo, y pico negro. Al mover el telescopio detectamos también algunos chorlitejos grandes.

Inopinadamente, llega una bandada de unas mil avefrías. Se aproximan con el mayor desparpajo, volando perezosamente por el cielo con su inimitable estilo. Las avefrías y los chorlitos dorados han estado en las tierras de labrantío del oeste, su zona de alimentación favorita. No solo vienen al estuario a comer, sino también a bañarse y arreglarse las plumas.

El ruido de fondo más fuerte procede del canto vibrante de los zarapitos reales, el silbido musical de los archibebes y el graznido de las gaviotas reidoras o comunes. Un par de agujas colipintas exploran el fondo del lodo. Varios ostreros extraen arenícolas con sus robustos picos de color rojo anaranjado. Un chorlito gris solitario da varios pasos majestuosos, se detiene, sacude la pata derecha, corre tras la presa y la engulle. No obstante, la marea ascendente los alcanza con rapidez.

Comienza la desbandada

De repente, las aves levantan el vuelo y forman bandos, principalmente de la misma especie. El espectáculo es impresionante, pues las aves vuelan en formación, muy apiñadas entre sí. Al ir hacia un lado y luego hacia el otro, los bandos cambian de color con el sol, pasando del marrón oscuro al blanco plateado brillante; de pronto son claramente visibles y al instante casi se confunden con el fondo de las turbias aguas de la marea entrante. Pasan de oscuro a plateado, de plateado a oscuro, perfectamente acompasadas y cambiando al mismo tiempo su formación: de más o menos ovalada a redonda, luego a espiral y, finalmente, a una línea vertical. La mayoría desciende sobre los bancos de lodo que aún no ha cubierto la marea.

Como en breve la marea arropará los bancos de arena y lodo a nuestro alrededor, corremos río arriba acompañados de un torrente de zancudas. Los primeros en alcanzarnos son pequeños bandos de diminutos correlimos comunes, con su veloz aleteo, que emiten ocasionalmente su silbido corto y estridente para mantenerse en contacto. A continuación pasan los archibebes comunes, de mayor tamaño, formando una bandada más amplia y majestuosa. Los zarapitos reales, del tamaño de gaviotas grandes, vuelan emitiendo su trino encantador, dulce y vibrante. Las avocetas, cuyo color blanco y negro contrasta con el cielo azul, les siguen en una gran bandada. Se instalan en la cima del estuario, y sus largas patas de color gris azulado apenas se divisan por encima del agua.

Descansadero

Avivamos el paso para llegar a un punto elevado donde el estuario se angosta. (Véase el punto C de la ilustración.) Los individuos tienden a congregarse según su propia especie, aunque está claro que no es una regla. Conforme la marea asciende con rapidez, el número de aves que se suman a la multitud crece. Esto provoca una constante reorganización del grupo, pues cada vez es más difícil hallar un lugar donde posarse en los bancos, y la demanda de espacio sigue aumentando con las aves que llegan retardadas.

La marea ya está encima de nosotros. Las avefrías y los chorlitos dorados han vuelto a las tierras de labrantío. Las demás aves se han visto obligadas a abandonar los bancos de lodo para posarse en las antiguas riberas del río. El grito constante y fuerte de los ostreros no guarda proporción con su número. Los archibebes comunes y los zarapitos reales se suman al clamor del fondo, por encima del cual se escucha ahora el canto de una alondra común que pasa volando. Es un ambiente verdaderamente maravilloso.

Partimos mientras las zancudas disfrutan de su merecido descanso vespertino, esperando a que baje la marea. A pesar de que algunas están detrás del dique de protección y no pueden ver el agua, sabrán cuándo retornar a los bancos de arena o fango. Perfectas cronometradoras e instintivamente sabias, conocen el funcionamiento de las mareas.

En efecto, la hora punta de la marea alta es un espectáculo digno de contemplar, sobre todo cuando se hace por primera vez.

[Ilustración y recuadro de la página 26]

Disfrute de la hora punta

Para disfrutar de la hora punta de la marea alta, ante todo localice un estuario accesible. Luego, obtenga información sobre la zona, como, por ejemplo, a dónde van las aves y desde dónde observarlas. Consulte en las tablas de mareas la hora en que tendrá lugar la primera marea alta después de una luna llena o una luna nueva. Además del tiempo de viaje, dése unas tres horas para observar bien a las aves y llegue por lo menos dos horas antes de que suba la marea.

¿Qué instrumentos necesita? Si no está familiarizado con las aves zancudas, lleve un libro para identificarlas. Conviene, además, tener unos binoculares. Pronto se dará cuenta de que cada especie posee sus características peculiares y recoge el alimento según el diseño de su pico. No es esencial un telescopio, pero sí lo es llevar ropa abrigada e impermeable. Esté atento a los peligros. No se aventure en los bancos de lodo a menos que los conozca bien. Es fácil quedar atrapado por la marea que asciende rápidamente; además, basta con que se forme un poco de bruma para que uno se pierda. Tenga en cuenta el viento. Los ventarrones pueden causar gran oleaje, lo cual representa un grave peligro en cualquier estuario.

[Ilustración y recuadro de la página 27]

Principales estuarios del mundo

El Wadden Zee, o mar de Wadden, situado en los Países Bajos, es la zona intermareal más importante de Europa, y a veces hospeda a más de cuatro millones de aves zancudas. Se extiende en dirección norte hasta el sudoeste de Jutlandia. Tres estupendos lugares que visitar en esta vasta zona son: el paso elevado de la isla de Rømø, en Dinamarca; el estuario del río Weser, un importante descansadero para las aves durante la marea alta, en Alemania, y el Lauwers Zee, cerca de Groningen, en los Países Bajos. En la península ibérica, el estuario de mayor relevancia es el del río Tajo en Portugal.

Los estuarios a lo largo de la costa del Pacífico, tanto en América del Norte como en América del Sur, alimentan de seis a ocho millones de zancudas migratorias. Entre los principales figuran las bahías de San Francisco y Humboldt, en California; los 200 kilómetros cuadrados que van desde la bahía Boundary de Vancouver hasta la isla de Iona, en Columbia Británica (Canadá), y el estuario del Stikine y el delta del río Copper en Alaska.

También hay excelentes lugares para las zancudas en Bolivar Flat y Galveston, en Texas (E.U.A.); en Tai-Po (Hong Kong); en Cairns, en el nordeste de Australia; y cerca de Mombasa (Kenia).

[Ilustración de la página 24]

Cinco ostreros

[Ilustración de la página 25]

Correlimos gordos se apresuran a abandonar su descansadero

[Ilustración de la página 25]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

ESTUARIO DEL ALDE, SUFFOLK

Punto de observación B

Punto C

Vista inicial A

Snape Maltings Concert Hall

[Reconocimiento]

Snape Maltings Riverside Centre

[Ilustración de la página 26]

Correlimos gordo

[Ilustración de la página 26]

Archibebe común

Zarapito real

[Ilustración de la página 27]

Arriba: zarapitos reales

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