Comprendamos el temor a tartamudear
¿PUEDE ver usted la diferencia entre la persona que habla con fluidez y la que tiene miedo a tartamudear? “Desde luego que sí”, tal vez conteste. Pues piense en lo que escribe Peter Louw en su libro en afrikaans Hhhakkel (Tttartamudear): “Por cada tartamudo ‘declarado’ hay posiblemente diez que quieren permanecer lo más inadvertidos posible y que de diversos modos ocultan su defecto del habla”. ¿Ocultar su defecto del habla? ¿Cómo es posible?
Algunos tartamudos lo logran estando al tanto de las palabras con las que tuvieron dificultades en el pasado. Entonces, en lugar de pronunciar esa palabra, expresan de otra forma la oración o utilizan un término distinto con un significado parecido. Cierto esposo ocultó su tartamudez durante diecinueve años de matrimonio. Cuando su esposa comenzó a darse cuenta, le preguntó a un logopeda (especialista en habla): “¿Cree usted que esa es la razón por la que ha hecho que sea yo quien llame por teléfono y quien siempre acabe pidiendo la comida en los restaurantes, y por lo que nunca habla en [...] las reuniones?”.
Piense también en el caso de Gerard y Maria, un feliz matrimonio de Suráfrica.a Varias veces Maria trató de explicar a su esposo que su temor a tartamudear la frenaba de comentar en las reuniones para el estudio de la Biblia. “Tonterías —decía él dogmáticamente—, tú no eres tartamuda.” Gerard opinaba así porque su esposa era conversadora por naturaleza. Solo ciertas situaciones despertaban el temor de ella a tartamudear. Tras cinco años de matrimonio, él se dio cuenta de ello por primera vez, y confesó: “Fui ignorante y desconsiderado”. Ahora, en lugar de criticarla, la elogia por las ocasiones en que ella se arma de valor para hablar delante de un gran auditorio.
Como es comprensible, a muchos tartamudos les atormenta el “temor, [...] en ocasiones persistente, muchas veces agudo —dice David Compton, que es tartamudo, en su libro Stammering (Tartamudear)—. En el momento en que es más vulnerable, el instante en que más necesita ponerse en contacto con sus semejantes, cuando trata de llegar a ellos hablándoles, bien de asuntos triviales, bien de asuntos íntimos, en esos momentos el tartamudo tal vez se imagine que lo van a herir, que le harán quedar en ridículo [...]. Incluso los que sobrellevan muy bien esta situación reconocen que, pese a todo, el temor los ha moldeado, y que nunca los deja por completo”.
Situaciones que pueden despertar el temor
Invitar a un tartamudo a contestar una pregunta delante de un auditorio, bien sea en una clase, en una reunión de negocios o en una reunión religiosa, puede provocarle un estado de ansiedad que resulte en un grave episodio de tartamudeo. “¿Hay ocasiones en que piensas que sencillamente es más fácil permanecer callada?”, se le preguntó a Rosanne, una joven tartamuda surafricana de 15 años, en una entrevista por la radio. Ella respondió: “Muchas veces: por ejemplo, en clase, cuando tengo la respuesta correcta, por la que sé que me darían una buena nota, pero sé que me costará mucho conseguir hablar”.
Un empresario llamado Simon también fue entrevistado en el mencionado programa de radio. Al igual que Rosanne, Simon ha mejorado con la ayuda de la logopedia (terapia del habla). Pero todavía hay ocasiones en que tartamudea mucho. Esto puede agravarlo la actitud de su auditorio. “Si estás en una reunión de la junta directiva en la que debes hablar bastante y lo estás pasando mal, la gente que se encuentra alrededor de la mesa se pone muy, muy impaciente”, dice.
Ese temor de los tartamudos no debe confundirse con el que pueden sentir las personas tímidas a hablar con extraños. Vea el caso de Lisa, que ha asistido a las reuniones cristianas de los testigos de Jehová durante los pasados dos años. En conversaciones normales con sus amigos, por lo general logra hablar con bastante fluidez. También participa con celo en la obra de evangelizar, que exige abordar a extraños sin que medie una invitación. Pero ella tiene un temor común a muchos tartamudos: hablar ante un auditorio grande. “En las reuniones —dice Lisa—, rara vez logro levantar la mano y contestar una pregunta. Si comento, es como mucho una palabra o una oración corta. Tal vez sea poco, pero es todo lo que puedo hacer. Muchas veces tengo las respuestas en la cabeza y en los labios, pues siempre me preparo de antemano, pero la lengua sencillamente no quiere cooperar.”
Para muchos tartamudos, una experiencia peor es tener que leer en voz alta, lo cual los obliga a utilizar palabras de las que normalmente huyen. “En una de las reuniones —continúa Lisa—, a veces se nos pide que leamos por turnos los textos bíblicos que estamos analizando. En esas ocasiones estoy sentada llena de miedo, inquieta, esperando mi turno, sin saber si conseguiré leer el texto o no. A veces lo leo, pero no puedo pronunciar cierta palabra. Entonces sencillamente la paso por alto y sigo leyendo.”
Es obvio que hay que pensarlo bien antes de animar a un tartamudo a leer en voz alta. Ese “ánimo” puede hacer que el tartamudo se sienta peor. En lugar de eso, la persona merece que se la encomie calurosamente por dar todo lo que puede.
Cuando se trata de ayudar
La tartamudez es un trastorno muy complejo. Lo que funciona en un caso tal vez no funcione en otro. De hecho, muchos tartamudos que durante un tiempo están “curados” sufren una recaída más tarde. Pese a que se ha investigado sobre la tartamudez más que sobre casi todos los demás trastornos del habla, los especialistas no han encontrado una causa específica. De hecho, la mayoría está de acuerdo en que son muchos los factores que pueden contribuir a la tartamudez. Una teoría consiste, según estudios recientes, en que este trastorno está relacionado con una organización irregular de las células del cerebro al comienzo de la vida del tartamudo. Según dicen los doctores Theodore J. Peters y Barry Guitar en su manual Stuttering—An Integrated Approach to Its Nature and Treatment (La tartamudez: un enfoque integrado de su naturaleza y tratamiento), las opiniones actuales sobre las causas “quedarán anticuadas cuando más estudios llenen las enormes lagunas que hay en nuestro conocimiento sobre la tartamudez”.
Puesto que se sabe tan poco sobre la tartamudez, hay que ser precavido cuando se aconseja una de las numerosas terapias existentes a quienes padecen este trastorno. “La mayoría de los que sufren una tartamudez grave —añade el supracitado manual— solo se recuperarán parcialmente. Aprenderán a hablar más despacio o a tartamudear con menos ansiedad, y a sentirse menos preocupados por ello. [...] Por razones que no entendemos, algunos tartamudos sencillamente no consiguen hacer cambios sustanciales con el tratamiento.”b
Cuando el tratamiento no funciona, algunos terapeutas culpan al tartamudo por no esforzarse lo suficiente. Uno de ellos afirmó: “La única probabilidad de fracaso reside en una actitud poco entusiasta de parte del tartamudo”. Con relación a tales afirmaciones, el autor David Compton dijo: “No tengo palabras para expresar lo mucho que esta clase de comentarios puede irritar a los tartamudos. En primer lugar, porque tales comentarios son evidentemente falsos. Ninguna terapia por sí sola será jamás adecuada para todos los tartamudos, e incluso la adecuada para un tartamudo en particular distará mucho de ser infalible. En segundo lugar, porque los tartamudos viven con el fracaso. [...] Cualquier cosa que aumente [su fracaso] innecesaria e injustamente es reprensible”.
Cómo aliviar su carga
Por lo general los tartamudos no quieren que se les tenga lástima. No obstante, se pueden hacer muchas cosas para aliviarles la carga. Cuando tartamudeen, no aparte de ellos la mirada avergonzado. En lugar de mirarles a la boca, míreles a los ojos. Normalmente son muy sensibles al lenguaje corporal de sus oyentes. El que usted dé la impresión de estar relajado, les ayudará a disipar sus temores. “Demuestre a la persona que está dispuesto a escucharla a ella como estaría dispuesto a escuchar a cualquier otra”, dijo un logopeda.
Los maestros que tienen un estudiante tartamudo pueden hacer mucho para aliviar sus temores. En la revista educativa surafricana Die Unie se dio el siguiente consejo a los maestros: “La mayoría de los tartamudos tartamudean mucho menos cuando saben que quien escucha no espera que hablen con fluidez”.
Según la revista supracitada, también es importante que el maestro llegue a saber cómo se siente el estudiante. En vez de eludir a esos estudiantes por vergüenza, se aconseja a los maestros que hablen con ellos y los animen a expresar sus sentimientos respecto al problema. De ese modo el maestro puede averiguar cuáles son las ocasiones en que el estudiante tiene más miedo a hablar. “Su fluidez al hablar depende un 80% de usted”, informa la revista. Su fluidez mejorará si sabe que se le acepta a pesar del problema. La revista explica más adelante: “El que en la clase haya un ambiente relajado y que favorezca el aprendizaje no solo beneficiará al tartamudo, sino también al resto de los alumnos”.
Seguramente estas sugerencias pueden adaptarse con buenos resultados al enseñar a adultos.
El Creador lo comprende
Nuestro Creador, Jehová Dios, comprende por completo la imperfección humana. Él comisionó a Moisés para que fuera su vocero al sacar a los israelitas de Egipto. Lo hizo aunque sabía que tenía un defecto del habla que le dificultaba comunicarse. Dios también sabía que el hermano de Moisés, Aarón, en cambio, hablaba con fluidez. “Sé con certeza que él sí puede hablar”, dijo Dios. (Éxodo 4:14.) Sin embargo, Moisés tenía otras cualidades mucho más importantes, como la lealtad, la bondad, la fe y la apacibilidad de genio. (Números 12:3; Hebreos 11:24, 25.) Dios mantuvo su elección de Moisés como caudillo de Su pueblo pese a las objeciones que él puso. Al mismo tiempo, tuvo en cuenta sus temores y nombró a Aarón su vocero. (Éxodo 4:10-17.)
Podemos imitar a Dios siendo comprensivos. Tratemos a los tartamudos con dignidad, y no permitamos que un defecto del habla nos impida ver el verdadero valor de la persona. Ilustra este punto la experiencia de una niña y su padre, que era tartamudo. El padre aprendió un método para leer con más fluidez. Una noche lo probó con su hija de seis años leyéndole una historia, y se sintió muy orgulloso de su afluencia.
—Habla bien, papá —le dijo ella cuando su padre terminó.
—Estoy hablando muy bien —replicó él con indignación.
—No —insistió ella—, habla como siempre.
Sí, aquella niña amaba a su padre por lo que él era, incluso con su defecto del habla. Por lo tanto, la próxima vez que tratemos con un tartamudo, recordemos que esa persona puede tener ideas valiosas y cualidades deseables. Y no hay duda de que tiene sentimientos. Seamos pacientes y comprensivos.
[Notas]
a Se han cambiado algunos de los nombres que aparecen en este artículo.
b El pronóstico es mejor en el caso de los niños que en el de los adultos. La experta logopeda Ann Irwin dice en su libro Stammering in Young Children (La tartamudez en los niños): “Tres de cada cuatro niños superan espontáneamente la tartamudez. Si su hijo forma parte del 25% restante, las oportunidades de que la supere con terapia preventiva son extremadamente altas”.
[Ilustración de la página 25]
El tartamudo puede tener miedo de hablar en público
[Ilustración de la página 26]
Sea paciente si un tartamudo tiene dificultades al hablar con usted
[Ilustración de la página 27]
Los tartamudos por lo general temen los teléfonos