Los beneficios de las pluviselvas
EN 1844, el helenista Konstantin von Tischendorf encontró en un cesto de papeles de un monasterio 129 páginas pertenecientes a un antiguo manuscrito. Tischendorf se llevó aquellas hojas de valor inestimable, las cuales forman actualmente parte del Códice Sinaítico, uno de los manuscritos bíblicos más famosos del mundo.
Aquel tesoro pudo rescatarse a tiempo. Las pluviselvas —a las que con frecuencia tampoco se otorga el valor que merecen— raras veces son tan afortunadas. Cada año, durante la estación seca, miles de quemas provocadas por los rancheros y agricultores itinerantes iluminan el cielo tropical. Tras presenciar los desastrosos efectos de esta práctica en la Amazonia, Al Gore, actual vicepresidente de Estados Unidos, dijo: “La devastación es increíble. Constituye una de las grandes tragedias de la historia”.
Casi nunca quemamos algo que sabemos que es valioso. Lo trágico de las pluviselvas es que están siendo destruidas antes de que comprendamos su valor, antes de que entendamos sus funciones e incluso antes de que conozcamos su contenido. Incendiar una pluviselva es como quemar una biblioteca para calentar una casa, sin revisar el contenido de los libros.
En los últimos años, los científicos han empezado a estudiar estos “libros”, el vasto caudal de información que encierran las pluviselvas, y han descubierto que su “lectura” es fascinante.
Una selva sin igual
“Los árboles que en estas Indias hay es cosa para no [poderse] explicar, por su multitud”, exclamó en 1526 Gonzalo Fernández de Oviedo, cronista español. Cinco siglos después, esas palabras todavía son bastante acertadas. Según la escritora Cynthia Russ Ramsay, la pluviselva es “el ecosistema más diverso, más complejo y menos entendido de la Tierra”.
Seymour Sohmer, biólogo tropical, dice: “Jamás debemos olvidar lo poco o nada que sabemos de la estructura de la mayoría de los bosques tropicales húmedos y sus funciones, sin contar las especies que la integran”. La vasta cantidad de especies y la complejidad de su interrelación dificulta mucho la tarea de los investigadores.
Un bosque templado tal vez contenga solo unas pocas especies arbóreas por hectárea. En cambio, en media hectárea de pluviselva pueden vivir más de ochenta especies, aunque el número total de árboles por hectárea no pase, como promedio, de setecientos. En vista de lo agotadora y laboriosa que es la tarea de clasificar semejante diversidad, son pocas las parcelas de pluviselva de más de una hectárea que se han estudiado. No obstante, los datos obtenidos han sido sorprendentes.
La inmensa variedad de árboles suministra innumerables nichos para un enorme número de residentes de la selva, muchos más de lo que nadie había imaginado. La Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos afirma que una extensión representativa de diez kilómetros cuadrados de pluviselva virgen puede albergar hasta 125 especies de mamíferos, 100 de reptiles, 400 de aves y 150 de mariposas. A modo de comparación, en toda Norteamérica hay menos de mil especies de aves autóctonas o que visitan la región.
Aunque el hábitat de algunas de las miríadas de especies de plantas y animales es una amplia extensión de pluviselva, el de otras, en cambio, se reduce a tan solo una cordillera. De ahí que sean tan vulnerables. Hace unos años, cuando los taladores terminaron de desmontar una cadena montañosa de Ecuador, se habían extinguido 90 especies de plantas endémicas.
En vista de semejantes tragedias, el United States Interagency Task Force on Tropical Forests advierte: “Si se quiere evitar que estos recursos tan subestimados y probablemente irreemplazables queden casi destruidos para principios del próximo siglo, la comunidad de naciones debe atacar el problema de forma rápida y coordinada”.
Pero quizás surjan preguntas como: ¿Tan valiosos son estos recursos naturales? ¿Afectaría mucho a nuestra vida la desaparición de las pluviselvas?
Alimento, aire puro y medicamentos
¿Comienza usted el día con un plato de copos de maíz, tal vez un huevo pasado por agua y una taza de café? En ese caso, está beneficiándose indirectamente de las selvas tropicales. El maíz, el café, la gallina que puso el huevo y hasta la vaca que dio la leche tuvieron su origen en la fauna y flora de la selva tropical. El maíz viene de Sudamérica, el café de Etiopía, las gallinas domésticas proceden del gallo bankiva, de Asia, y las vacas lecheras descienden del banteng, bóvido en peligro de extinción que habita en el sudeste asiático. “Por lo menos el 80% de lo que comemos tiene su origen en los trópicos”, apunta el libro Tropical Rainforest.
El hombre no puede permitirse el lujo de subestimar la fuente de su alimento. Mientras que un grado excesivo de endogamia (cruce entre organismos estrechamente relacionados) llega a debilitar los cultivos y el ganado, las pluviselvas, con su vasto caudal de especies, cuentan con la variedad genética necesaria para robustecer la flora y la fauna. Por ejemplo, el botánico mexicano Rafael Guzmán descubrió una nueva especie de gramínea que pertenece al mismo género del maíz que se consume en la actualidad. Su hallazgo entusiasmó a los agricultores porque dicha gramínea (Zea diploperennis) es resistente a cinco de las siete plagas principales que arrasan las cosechas de maíz. Los científicos esperan utilizar esta nueva especie para desarrollar una variedad de maíz resistente a las enfermedades.
En 1987, el gobierno mexicano protegió la cordillera donde se halló esta especie silvestre de maíz. Pero con tanta extensión selvática que se destruye, es seguro que se perderán especies de incalculable valor como esta aun antes de que se descubran. En las selvas del sudeste asiático existen varias especies de reses salvajes que podrían robustecer las razas de ganado doméstico. Sin embargo, como se está destruyendo su hábitat, todas ellas se encuentran en vías de extinción.
El aire puro es igual de importante que el alimento que comemos. Como habrá comprobado todo aquel a quien le guste dar una caminata tonificante por el bosque, los árboles desempeñan la inestimable labor de aportar oxígeno a la atmósfera. Pero cuando un bosque arde, lo que se libera es carbono, en la forma de dióxido y monóxido de carbono, dos gases problemáticos.
Hay quienes calculan que las actividades humanas ya han duplicado la cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera terrestre. Aunque se cree que la principal culpable es la contaminación industrial, se dice que más del treinta y cinco por ciento de las emisiones de dióxido de carbono obedece a la quema de los bosques. Una vez en la atmósfera, el dióxido de carbono crea el llamado efecto invernadero que, en opinión de muchos científicos, repercutirá en un peligroso calentamiento de la Tierra.
El monóxido de carbono es aún peor. Es uno de los principales ingredientes letales de la niebla tóxica que asedia los barrios residenciales de las grandes ciudades. Sin embargo, el investigador James Greenberg se asombró al encontrar “tanto monóxido de carbono sobre las junglas amazónicas como sobre los barrios residenciales de Estados Unidos”. La irreflexiva quema de las selvas amazónicas había contaminado la atmósfera que los árboles precisamente debían limpiar.
Además de ser una fuente de alimento y aire puro, la pluviselva constituye un verdadero botiquín. Una cuarta parte de los fármacos que recetan los médicos provienen de plantas que crecen en las selvas tropicales. De las selvas nebulosas de los Andes se extrae la quinina, con la que se combate el paludismo; de la Amazonia, el curare, que se emplea como relajante muscular en cirugía, y de Madagascar, la hierba doncella (Catharanthus roseus), cuyos alcaloides incrementan sobremanera el índice de supervivencia de muchos leucémicos. A pesar de estos impresionantes resultados, solo se han examinado en busca de posibles propiedades medicinales alrededor del siete por ciento de las plantas tropicales. Y el tiempo se acaba. El Instituto Nacional del Cáncer, de Estados Unidos, advierte que “la extendida eliminación de los bosques tropicales húmedos podría representar un grave retroceso en la campaña contra el cáncer”.
Las pluviselvas desempeñan otras funciones esenciales, aunque su importancia muchas veces no se percibe hasta que ya es demasiado tarde. Dos de ellas son la regulación de las precipitaciones y la protección contra la erosión del suelo. “La abundancia que producen las selvas tropicales del mundo es mucho mayor de lo que hoy nos imaginamos —dice el libro The Emerald Realm: Earth’s Precious Rain Forests—. Pero lo que ya sabemos es que su valor es incalculable.”
“Conservaremos solo aquello que amemos”
Destruir los recursos que tantos beneficios nos reportan es, desde luego, el colmo de la insensatez. Hace más de tres mil años, Dios ordenó a los israelitas que respetaran los árboles frutales cuando sitiaran una ciudad enemiga. La razón era muy sencilla: “Debes comer de ellos”. Además, “¿acaso es el árbol del campo un hombre, para que lo sities?” (Deuteronomio 20:19, 20). Lo mismo puede decirse de las asediadas pluviselvas.
Al igual que los árboles frutales, es obvio que las pluviselvas son más valiosas en pie que taladas. Pero en este mundo moderno, suele darse más importancia a los beneficios a corto plazo que al valor a largo plazo. No obstante, la educación puede fomentar un cambio de actitud. El ecologista senegalés Baba Dioum señala: “Al final, conservaremos solo lo que amemos; amaremos solo lo que comprendamos, y comprenderemos solo lo que nos hayan enseñado”.
Tischendorf robó aquellas antiguas hojas en el desierto de Sinaí porque amaba los manuscritos antiguos y quería conservarlos. ¿Habrá suficientes personas que aprendan a amar las pluviselvas a tiempo para salvarlas?
[Comentario de la página 11]
Incendiar una pluviselva es como quemar una biblioteca para calentar una casa, sin revisar el contenido de los libros
[Ilustraciones y recuadro de las páginas 8 y 9]
La conservación de la fauna selvática
JESÚS ELÁ cazó gorilas y otros animales de la pluviselva africana por unos quince años, pero ya lo ha dejado. Ahora es guía de una reserva natural de Guinea Ecuatorial destinada a proteger 750 gorilas de tierras bajas.
“Disfruto más de la selva cuando no cazo —comenta Jesús—. Para mí esto es como mi pueblo, pues aquí me siento en casa y obtengo todo lo que necesito. Debemos de hacer todo lo posible por conservar estas selvas para nuestros hijos.”
Jesús, que expresa con entusiasmo lo que siente por la selva, es afortunado. Gana más dinero ahora protegiendo a los gorilas que antes cazándolos. Como los turistas pagan con gusto por la oportunidad de ver a tales animales en su hábitat natural, los parques son una fuente de ingresos para los habitantes del lugar, a la vez que dan a los visitantes una memorable vislumbre de riqueza fáunica. Pero según el libro Tropical Rainforest, para conservar esta fascinante “comunidad de seres vivos” hacen falta “extensas reservas que, idealmente, abarquen vertientes enteras”.a
¿Por qué es necesario que sean tan grandes los parques para poder brindar la protección adecuada? John Terborgh, en su libro Diversity and the Tropical Rain Forest, calcula que una población viable de jaguares (unos trescientos adultos en edad fértil) necesitan alrededor de 7.500 kilómetros cuadrados. “Según este criterio, solo hay unos cuantos parques en la Tierra que cuentan con espacio suficiente para los jaguares”, concluye. Los tigres aún necesitan más extensión de terreno. Una comunidad reproductora (400 tigres) tal vez necesite hasta 40.000 kilómetros cuadrados.
Al acotar amplias reservas para depredadores como estos, se protegen al mismo tiempo extensiones enteras de pluviselva. Además, estos animales contribuyen sobremanera a mantener la salud general de la comunidad fáunica.
[Nota]
a Una vertiente es una región por la que corre el agua hacia un río, una red fluvial u otra masa de agua.
[Ilustraciones y recuadro de las páginas 8 y 9]
Animales grandes y pequeños
1. Muchos saltamontes de la selva son de colores chillones. Otros insectos están tan bien camuflados que apenas se les distingue
2. Las mariposas son las criaturas más llamativas y delicadas de la pluviselva
3. Un grupo de monos correteando de rama en rama constituye una de las escenas más divertidas de la selva
4. Aunque el jaguar es el indiscutible rey de las pluviselvas americanas, pocos naturalistas consiguen verlo en su hábitat
5. Delicadas orquídeas adornan las selvas nebulosas húmedas que recubren las montañas tropicales
6. Quedan menos de cinco mil tigres en su medio natural
7. El escarabajo rinoceronte de América tropical está provisto, como su nombre indica, de temibles cuernos, pero es totalmente inofensivo
8. Aunque el gorila es una especie protegida, su carne todavía se vende en algunos mercados africanos. Este mono gigantesco es manso, vegetariano y vaga por la selva en grupos familiares
9. Los ocelotes estuvieron al borde de la extinción debido a la caza por su magnífica piel
10. Los loros se cuentan entre las aves más ruidosas y sociables de la selva
11. Como se desprende al ver sus enormes ojos, el gálago busca su alimento de noche
[Reconocimientos]
Foto: Zoo de Baños
Foto: Zoo de la Casa de Campo (Madrid)
Foto: Zoo de Baños
[Ilustraciones de la página 7]
De las pluviselvas se extrae 1) cacao, 2) hierba doncella de Madagascar, empleada para combatir la leucemia, y 3) aceite de palma. 4) La deforestación fomenta devastadores corrimientos de tierras