Proteger las libertades, ¿de qué forma?
AUNQUE en la pequeña localidad indonesia de Rengasdengklok los grupos étnicos convivían en paz desde hacía años, la aparente tolerancia se vino abajo el 30 de enero de 1997. Estalló la violencia poco antes de las tres de la mañana durante una festividad religiosa, cuando uno de los fieles se puso a tocar el tambor. Molesto por el ruido, un vecino de otra religión le lanzó una andanada de insultos, de modo que comenzaron a gritarse y a lanzarse piedras. Al alba, se unieron a la pendencia otras personas. Al acabar el día habían quedado destruidos dos templos budistas y cuatro iglesias. El diario International Herald Tribune reseñó este incidente con el titular “Chispa de intolerancia enciende disturbios étnicos”.
En muchos países no es raro que las minorías étnicas sean objeto de intolerancia, aunque la ley ampare sus derechos. Es evidente que dichas garantías legales no llegan a las raíces de la intolerancia. Pero el que esta no aflore a la superficie no quiere decir que no exista. Si las circunstancias cambian y crean un ambiente de prejuicio, es fácil que la intolerancia latente salga al descubierto. Aunque no se persiga a las personas directamente, tal vez se las trate con animosidad o se repriman sus ideas. ¿Cómo puede evitarse esta situación?
Llegar a las raíces de la intolerancia
Por naturaleza, lo que nos resulta diferente o extraño —sobre todo en materia de ideas— suscita en nosotros rechazo o recelo. ¿Es la tolerancia, por tanto, una meta irrealizable? La publicación de la ONU Elimination of All Forms of Intolerance and Discrimination Based on Religion or Belief (La eliminación de todas las formas de intolerancia y discriminación fundadas en la religión o las convicciones) incluye la ignorancia y la falta de entendimiento “entre las causas primordiales de intolerancia y discriminación en materia de religión y creencia”. Ahora bien, es posible atacar a la ignorancia, la raíz de la intolerancia. ¿Cómo? Con una formación equilibrada. “La educación puede ser el primer medio de combatir la discriminación y la intolerancia”, señala un informe de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.
¿Qué objetivo debe perseguir esta instrucción? La revista El correo de la UNESCO indica que, en vez de fomentar el rechazo de los movimientos religiosos, “la educación para la tolerancia ha de tener por objeto contrarrestar las influencias que conducen al temor y la exclusión de los demás, y ha de ayudar a los jóvenes a desarrollar sus capacidades de juicio independiente, pensamiento crítico y razonamiento ético”.
Es obvio que los medios de comunicación pueden contribuir en gran medida al fomento del “pensamiento crítico y [el] razonamiento ético”. Como reconocen muchos organismos internacionales, los órganos informativos tienen el poder necesario para crear opinión y facilitar la comprensión mutua. Sin embargo, promover la tolerancia —y no la intolerancia, como hacen algunos— exige periodismo responsable y objetivo. A veces, el periodista debe ir contra la corriente. Ha de recurrir a análisis y comentarios objetivos. Pero ¿basta con esto?
El mejor modo de combatir la intolerancia
La tolerancia no implica uniformidad ideológica. Uno puede discrepar de su prójimo e incluso estar totalmente convencido de que las ideas de este son erróneas y manifestar su disconformidad en público; no obstante, mientras no difunda mentiras para incitar al prejuicio, no incurre en la intolerancia. Otra cosa es perseguir a un grupo, imponerle leyes especiales, marginarlo, proscribirlo o coartar de algún modo el ejercicio de su fe. Si la intolerancia es extrema, lleva a que algunos maten y otros tengan que morir por sus creencias.
¿De qué manera se combate la intolerancia? Puede denunciarse públicamente, como hizo el apóstol Pablo con la jerarquía religiosa de su época (Hechos 24:10-13). No obstante, en la medida de lo posible, es mejor promover la tolerancia, es decir, enseñar a las personas a comprender mejor a sus semejantes. El informe supracitado de la ONU sobre la eliminación de la intolerancia dice: “Dado que todos los tipos de intolerancia y discriminación basados en la religión o la creencia se originan en la mente del hombre, es a la mente del hombre a donde debe dirigirse inicialmente la acción”. Esta educación tal vez haga que algunas personas examinen sus propias creencias.
Federico Mayor, director general de la UNESCO, escribió: “La tolerancia es la virtud de la persona que tiene convicciones”. El dominico Claude Geffré dijo en la revista Réforme: “La verdadera tolerancia descansa sobre una fuerte convicción”. Es muy probable que quien esté satisfecho con las creencias propias no se sienta amenazado por las ajenas.
Los testigos de Jehová han constatado que una forma magnífica de promover la tolerancia es hablar con personas de diferentes ideologías. Como toman muy en serio la profecía de Jesús de que “estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones”, son muy conocidos por su evangelización pública (Mateo 24:14). Esta obra les permite escuchar las explicaciones doctrinales de sus interlocutores, de fes muy diversas e incluso ateos. Por su parte, los Testigos están dispuestos a explicar sus creencias a quien lo desee. De este modo favorecen la difusión del saber y la comprensión, lo que facilita el florecimiento de la tolerancia.
El futuro de la tolerancia
Pese a las magníficas intenciones de muchos y las gestiones conjuntas de otros, aún no se ha erradicado la intolerancia religiosa. Para que haya un verdadero cambio se necesita algo más. El periódico francés Le Monde des débats destacó el problema: “La sociedad moderna sufre muy a menudo un vacío afectivo y espiritual. La ley puede garantizar la libertad contra quienes la amenazan. Puede y debe asegurar la igualdad jurídica, sin discriminaciones arbitrarias”. Como admite el libro Democracy and Tolerance (Democracia y tolerancia), “nos queda un largo camino por recorrer para conseguir que el entendimiento y el respeto mutuos sean normas universales de comportamiento”.
La Biblia promete que pronto la adoración pura del único Dios verdadero unirá a toda la humanidad, convirtiéndola en una verdadera hermandad universal en la que reinará el respeto mutuo. El hombre ya no vivirá en la ignorancia, pues el Reino de Dios enseñará a la gente los caminos de Jehová y de este modo satisfará sus necesidades intelectuales, emotivas y espirituales (Isaías 11:9; 30:21; 54:13). En toda la Tierra habrá auténtica igualdad y libertad (2 Corintios 3:17). Si adquiere conocimiento exacto de los designios de Dios para la humanidad, podrá combatir la ignorancia y la intolerancia.
[Ilustración y recuadro de la página 11]
La religión en peligro
En los últimos años, las autoridades han tratado de coartar las actividades de los testigos de Jehová de Francia negándoles los beneficios de que disfrutan otras religiones. Recientemente impusieron onerosos impuestos sobre los donativos que reciben los Testigos para sufragar sus labores religiosas. Las autoridades impusieron injustamente un gravamen de 50 millones de dólares (impuestos y recargos), con el fin obvio de paralizar a esta confesión cristiana, que cuenta con 200.000 miembros y simpatizantes en Francia. Su actuación constituye un flagrante ejemplo de prejuicio religioso y atenta contra todo principio de libertad, igualdad y fraternidad.
[Ilustración de la página 10]
La intolerancia suele engendrar violencia
[Ilustraciones de la página 12]
A pesar de las labores religiosas que realizan los testigos de Jehová, algunas autoridades francesas alegan que no son una religión