Las trágicas consecuencias de la infidelidad
“Me he marchado”, decía el mensaje grabado en el contestador. Probablemente fueron las palabras más devastadoras que el esposo de Pata jamás le dijo. “No podía creer que me hubiera traicionado —comenta ella—. Lo que más había temido siempre, que mi marido me abandonara por otra, se convirtió en una espantosa realidad.”
PAT tenía 33 años y realmente deseaba que su matrimonio marchara bien. Su esposo le había asegurado que nunca la dejaría. “Prometimos apoyarnos el uno al otro pasara lo que pasara —recuerda—. Estaba convencida de su sinceridad. Entonces... hizo aquello. Ahora no tengo nada, ni siquiera un gato o un pececillo.”
Hiroshi nunca olvidará el día en que se descubrió que su madre mantenía una relación extramarital. “Tenía apenas 11 años —relata—. Mi madre entró en la casa como un huracán, seguida por mi padre, que le decía: ‘¡Espera! ¡Hablemos del asunto!’. Intuí que algo horrible había sucedido. Mi padre estaba destrozado, y todavía no se ha repuesto del todo. Además, como no tenía a nadie en quien confiar, recurrió a mí. ¡Imagínese! ¡Un hombre de más de 40 años buscando consuelo y empatía en su hijo de 11 años!”
Bien sea que se trate de los escandalosos líos que han conmocionado a miembros de la realeza, políticos, estrellas de cine y líderes religiosos, o de la traición y las lágrimas vertidas en el seno de nuestras propias familias, la infidelidad conyugal sigue haciendo sentir sus trágicos efectos. “El adulterio parece ser tan universal y, en algunos casos, tan común como el matrimonio”, afirma The New Encyclopædia Britannica. Algunos investigadores calculan que entre el 50 y el 75% de las personas casadas han sido infieles alguna vez. La experta en asuntos matrimoniales Zelda West-Meads asegura que aunque hay muchos casos de infidelidad que no se descubren, “el peso de las pruebas indica que las relaciones extraconyugales siguen aumentando”.
Un alud de sentimientos
Por espeluznantes que sean, las estadísticas sobre la infidelidad y el divorcio no revelan todo el impacto que estos episodios producen en la vida cotidiana de las personas. Además de las enormes repercusiones económicas, piense en las montañas de sentimientos encerrados en dichas estadísticas: los ríos de lágrimas derramadas; la confusión, el pesar, la ansiedad y el dolor inmensurables que se sufren, así como las incontables noches de desvelo a causa de la angustia. Aunque las víctimas superen la penosa prueba, lo más probable es que queden marcadas por mucho tiempo. Las heridas y el daño infligidos no se reparan fácilmente.
“Una ruptura matrimonial normalmente provoca un gran estallido de emociones —explica el libro How to Survive Divorce (Cómo sobrevivir al divorcio)—, emociones que a veces amenazan con nublarle a uno la visión. ¿Qué debo hacer? ¿Cómo debo reaccionar? ¿Cómo voy a sobreponerme? Puede que se pase de la certeza a la duda, de la ira a la culpabilidad o de la confianza a la sospecha.”
Tal fue el caso de Pedro cuando se enteró de la infidelidad de su mujer. “La infidelidad origina un torrente de emociones confusas”, manifestó. Si las víctimas no entienden bien la sensación de desolación que experimentan, mucho menos las personas de fuera, que no conocen a fondo la situación. “Nadie entiende realmente lo que siento —asegura Pat—. Cuando pienso en que mi esposo está con ella, siento un dolor físico real, algo imposible de explicar.” Y añade: “Algunas veces creo que me estoy volviendo loca. Un día siento que tengo el control de la situación, y al día siguiente que no; un día lo extraño, y al día siguiente recuerdo toda la intriga y las mentiras y la humillación”.
Ira y ansiedad
“A veces, la emoción que te embarga es pura ira”, admite una víctima de la infidelidad. No es solo indignación por el mal cometido y la herida infligida, sino más bien, como explicó una periodista, “resentimiento por lo que pudo haber sido y se echó a perder”.
Son asimismo comunes la pérdida del amor propio y los sentimientos de ineptitud. Pedro dice: “Surgen dudas como: ‘¿No soy lo suficientemente atractivo? ¿Adolezco de algún otro defecto?’. Uno empieza a analizarse exhaustivamente para encontrar la falla”. Zelda West-Meads, del Instituto Nacional de Consejería Matrimonial de Gran Bretaña, confirma lo anterior en su libro To Love, Honour and Betray (Para amarte, honrarte y traicionarte), al decir que “una de las cosas más difíciles con las que hay que contender [...] es la pérdida de la autoestima”.
Culpabilidad y depresión
Las emociones mencionadas suelen ir seguidas de cerca por oleadas de culpabilidad. Una esposa abatida señaló: “Creo que el sentimiento de culpa atormenta muchísimo a las mujeres. Una se culpa a sí misma y se pregunta: ‘¿En qué fallé?’”.
Un esposo traicionado revela otro aspecto de lo que él llama “emociones tipo montaña rusa”. Dice: “La depresión es un nuevo factor que llega como el mal tiempo”. Cierta esposa recuerda que cuando su marido la abandonó, lloraba todos los días. “Recuerdo muy bien el primer día que pasé sin llorar varias semanas después que él me dejó —dice—. Transcurrieron varios meses antes de mi primera semana sin llanto. Aquellos días y semanas sin lágrimas marcaron hitos en mi camino hacia la recuperación.”
Doble traición
Muchos no comprenden que el adúltero con frecuencia le asesta un golpe doble a su cónyuge. ¿Cómo? Pat nos da una clave: “Fue algo muy duro para mí, pues no solo era mi esposo, sino también mi amigo —mi mejor amigo— por muchos años”. Efectivamente, en la mayoría de los casos la esposa busca el apoyo de su esposo cuando surgen dificultades; pero entonces, él no solo se convierte en el causante de graves traumas emocionales, sino que deja de ser la fuente de ayuda que ella tanto necesita. De un solo golpe le causa a su esposa un gran dolor y la priva de su leal confidente.
Por tal razón, una de las cosas que más abruman al cónyuge inocente es el sentirse traicionado y ver destruida la confianza depositada en su pareja. Una consejera matrimonial explica por qué la traición conyugal es tan demoledora en sentido emocional: “Invertimos tanto de nosotros mismos en el matrimonio —ilusiones, sueños y expectativas— [...], buscando a alguien en quien podamos confiar de verdad, alguien con quien podamos contar siempre. Si de repente nos arrebatan esa confianza, es como si un castillo de naipes se desplomara con el viento”.
Como señala el libro How to Survive Divorce, es obvio que las víctimas “necesitan ayuda para superar el trauma emocional [...], para saber con qué opciones cuentan y cuál elegir”. Ahora bien, ¿cuáles son esas opciones?
“¿Será la reconciliación el remedio en nuestro caso? —quizás se pregunte usted—, ¿o debo obtener el divorcio?” Sobre todo si la relación matrimonial ha sido tirante, podría resultar muy tentador apresurarse a concluir que el divorcio es la solución a los problemas. “Después de todo —tal vez razone—, la Biblia autoriza el divorcio en caso de infidelidad conyugal.” (Mateo 19:9.) Por otro lado, puede que concluya que la Biblia no hace hincapié en el divorcio y, por lo tanto, considere que es mejor reconciliarse y reconstruir y consolidar el matrimonio.
Divorciarse o no del cónyuge infiel es una decisión personal. Sin embargo, ¿cómo saber qué camino tomar? En primer lugar, sírvase examinar algunos de los factores que le ayudarán a determinar si es posible la reconciliación.
[Nota]
a Se han cambiado algunos nombres.