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  • ¿Obra del destino, o de la casualidad?
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¡Despertad! 1999
g99 8/8 págs. 3-4

¿Obra del destino, o de la casualidad?

“EL DESTINO segó la vida de muchos y salvó la de otros”, declaró el periódico International Herald Tribune. Los ataques terroristas perpetrados el año pasado contra las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania dejaron casi doscientos muertos y centenares de heridos. No obstante —observó el rotativo—, “el momento favoreció a los diplomáticos de más alto rango”.

Estos se salvaron porque estaban reunidos en una zona del edificio alejada del lugar de la explosión. Pero un alto funcionario que no asistió a la reunión aquella vez contra su costumbre, pereció al hallarse en un lugar más cercano.

“El destino también fue cruel con Arlene Kirk”, dijo el periódico. Como el vuelo en el que regresaría a Kenia después de sus vacaciones estaba sobrevendido, se ofreció a ceder su asiento. Sin embargo, otros pasajeros se le habían anticipado, así que pudo subir al avión. De este modo, se reincorporó a su trabajo en la embajada el día de la explosión, y murió.

Si bien el hombre no es ajeno a la calamidad, explicar las tragedias nunca es fácil. En los accidentes y las catástrofes que ocurren en el mundo, por lo regular unos mueren y otros sobreviven. Pero no es solo en momentos de adversidad cuando algunos se preguntan: “¿Por qué a mí?”. Aun tratándose de acontecimientos venturosos, hay quienes parecen tener mejores oportunidades. Mientras que a muchos la vida los trata con dureza, a otros parece sonreírles siempre. Quizás usted se pregunte: “¿Pudiera obedecer esto de algún modo a un plan preestablecido? ¿Controla el destino mi vida?”.

En busca de una explicación

Hace unos tres mil años, un sabio monarca explicó los hechos fortuitos que ocurrían a su alrededor en los siguientes términos: “El tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos” (Eclesiastés 9:11). A veces sucede lo inesperado, y no hay manera de predecirlo. Con frecuencia, los acontecimientos que nos afectan —sean estos favorables o adversos— dependen del momento en que se producen.

Con todo, quizás usted sea de la opinión de aquellos que en vez de explicar los hechos atribuyéndolos a la casualidad, ven en operación la mano de otra fuerza: el destino. El concepto de destino o fatalidad es una de las creencias más antiguas y más extendidas del hombre.a El profesor François Jouan, director del Centro para la Investigación Mitológica de la Universidad de París, dice: “No existe época ni civilización que no haya creído en alguna divinidad dueña de los destinos [...] para explicar cuanto hay de inexplicable en nuestra existencia”. Por eso, es común oír frases como “no le había llegado su hora” o “así tenía que ser”. Pues bien, ¿qué es el destino?

Definición de destino

La palabra destino se define como “hado”, vocablo derivado del latín fatum, que significa “declaración profética, oráculo, lo que han dispuesto los dioses”. Aunque a veces es concebido como una fuerza casual que determina el futuro de un modo ineludible e inexplicable, a menudo se considera a esta fuerza una divinidad.

El historiador de religión Helmer Ringgren aclara: “Uno de los elementos fundamentales de la religiosidad es la convicción de que el destino del hombre no carece de sentido ni es fortuito, sino que está determinado por una fuerza a la que puede atribuirse voluntad o intención”. Si bien algunos dan cabida a cierto margen de intervención humana en el curso de los acontecimientos, muchos ven al hombre como un peón relativamente impotente en un juego que escapa a su control.

Por mucho tiempo, los teólogos y los filósofos han tratado de explicar el destino. The Encyclopedia of Religion dice: “La noción de destino, sea cual sea la forma, el idioma o el significado que adopte, retiene siempre un elemento básico de misterio”. Sin embargo, al laberinto de ideas lo une un mismo hilo conductor: la idea de un poder superior que controla y dirige los asuntos humanos. Se cree que dicha fuerza conforma de antemano la vida de cada individuo y nación, haciendo el futuro tan ineludible como el pasado.

Un factor determinante

¿Realmente importa si uno cree o no en el destino? “Las circunstancias de las vidas humanas influyen mucho en su filosofía y, viceversa, la filosofía determina las circunstancias”, escribió el filósofo inglés Bertrand Russell.

En efecto, la creencia en el destino —sea que este exista o no— puede determinar nuestros actos. Muchas personas aceptan resignadamente su situación en la vida, por injusta u opresiva que sea, porque creen que así lo han dispuesto los dioses y que su suerte no admite modificación. De ahí que el fatalismo socave el concepto de responsabilidad personal.

Por otro lado, la creencia en el destino ha empujado a otros en la dirección opuesta. Por ejemplo, los historiadores atribuyen el desarrollo del capitalismo y la revolución industrial a numerosos factores, entre ellos la doctrina de la predestinación. Algunas religiones protestantes enseñaban que Dios destina a las personas para la salvación. Dice el sociólogo alemán Max Weber: “Todo creyente tenía que plantearse necesariamente estas cuestiones: ¿Pertenezco yo al grupo de los elegidos? ¿Y cómo estaré seguro de que lo soy?”. La gente procuraba saber si tenía la bendición de Dios y estaba predestinada a la salvación mediante “la vida profesional”, sostiene Weber. El éxito en los negocios y la acumulación de riquezas eran vistas como señales del favor divino.

La creencia en el destino ha impulsado a algunos a tomar medidas radicales. En la segunda guerra mundial, los pilotos japoneses suicidas creían en el kamikaze o “tempestad providencial”. La idea de que los dioses tenían un propósito y que era posible desempeñar un papel en él le añadía cierto carácter religioso a una muerte espeluznante. En el último decenio, los terroristas suicidas del Oriente Medio han sido a menudo noticia por sus horrorosos atentados. El fatalismo desempeña un papel importante en estos “ataques suicidas inspirados por el sentimiento religioso”, dice una enciclopedia.

¿Por qué está tan difundida la creencia en el destino? Una breve mirada a sus orígenes nos dará la respuesta.

[Nota]

a Tan difundida está la idea de destino o fatalidad, que en muchas lenguas del mundo suele emplearse la palabra fatal con relación a la muerte de alguien.

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