El veloz vencejo
De nuestro corresponsal en Kenia
POR EL CIELO VUELA, con alas en forma de hoz, una de las criaturas más veloces de la Tierra. Es un ave pequeña que pesa unos cuantos gramos, pero se desplaza a gran velocidad. “Los vencejos pueden alcanzar una velocidad de más de ciento sesenta kilómetros por hora”, señala The Encyclopedia Americana.
Estos pájaros vuelan a gran altura y parecen hacerlo sin esfuerzo, dando vueltas y moviéndose lateralmente a velocidades suicidas en busca de insectos. Son las más aéreas de las aves, pues consiguen alimento, comen, beben, encuentran los materiales para el nido, e incluso copulan, en pleno vuelo. Pasan tanto tiempo volando que los observadores de la antigüedad creían que estas aves descansaban en los cielos, en algún lugar oculto en las nubes. Algunos vencejos pueden pasar hasta nueve meses en el aire. Parece ser que estos asombrosos pájaros incluso duermen mientras planean.
Diseñados para volar
Los vencejos son maravillas del diseño aerodinámico. Las alas en forma de media luna se curvan hacia atrás para eliminar gran parte de la resistencia que enlentece a la mayoría de las aves. Durante el vuelo aceleran con aleteos rápidos y planean intermitentemente.
Su extraordinaria maniobrabilidad se debe en parte a su capacidad de mover un ala más rápido que la otra. Esta diferencia en el aleteo les permite cambiar de dirección súbitamente sin reducir la velocidad. De esta manera adquieren gran rapidez cuando giran en el cielo, alcanzan a los insectos voladores y los recogen con la boca abierta. Los vencejos tienen que consumir muchos insectos para disponer de la enorme energía que requiere su apresurada vida. Además, estas ágiles criaturas voladoras pueden abarcar centenares de kilómetros al día en busca de insectos.
La humilde apariencia de estas aves oculta su asombrosa destreza en el vuelo. Ni el macho ni la hembra tienen un aspecto impresionante, pues la mayoría son de color gris apagado o castaño. Las numerosas especies de vencejos viven en todo el mundo y pueden observarse principalmente en los países tropicales y subtropicales. En invierno, los que habitan en el hemisferio norte viajan miles de kilómetros a climas cálidos.
Nidos hechos con pegamento
Los vencejos hacen el nido con un material de construcción inusitado: su propia saliva. Como tienen glándulas salivales especializadas, producen grandes cantidades de saliva, que actúa como adhesivo de los materiales.
Los vencejos casi nunca aterrizan en el suelo llano y no pueden posarse como otras aves. Sus pequeñas patas, parecidas a ganchos, son tan cortas que no les permiten levantar el cuerpo lo suficiente como para dar un aletazo completo. Sin embargo, son ideales para agarrarse de superficies verticales, como riscos, cuevas y paredes de edificios. Cuando llega el tiempo de construir el nido, los vencejos no pueden recoger hojas, ramas ni barro del suelo, como hacen comúnmente otras aves. Tienen que encontrar otra forma de hacerlo.
El vencejo de chimenea recoge ramitas agarrándolas durante su rápido vuelo y arrancándolas con la fuerza de su impulso aéreo. Luego las engoma a una superficie vertical con su saliva pegajosa. El vencejo de las palmeras americano se mueve ágilmente en el aire y consigue pelos, plumas, pedacitos de algodón y otros materiales livianos transportados por el viento que, adheridos con su saliva, sirven para la construcción del nido.
Otro vencejo es la salangana, famosa por su nido comestible, que está hecho casi completamente de su propia saliva endurecida. Durante siglos esta ha sido el ingrediente principal de la sopa de “nido de golondrina”, muy popular en Oriente. Hay informes de que millones de nidos se utilizan todos los años con este propósito gastronómico.
Uno de los nidos más interesantes está hecho de la pegajosa saliva del vencejo de las palmeras africano. Esta pequeña ave pega unas plumas al envés de una hoja de palmera. El nido está colgado boca abajo y a menudo el viento lo agita con violencia. ¿Cómo permanece en el nido el huevecillo? David Attenborough, en su libro La vida a prueba, explica: “Parece casi imposible que el único huevo pueda permanecer en el exiguo nido. En realidad, sin duda caería si no fuera por el hecho de que el ave no solo ha pegado el nido a la hoja sino también el huevo al nido”. Como estos últimos están adheridos firmemente a la hoja de palmera, los padres se agarran de los lados del nido con sus patas y, por turnos, incuban el huevo. Cuando el polluelo sale del cascarón, se aferra al nido, que es agitado por el viento, hasta que le salen las plumas y puede volar.
Es un hermoso espectáculo digno de ver: miles de vencejos giran en el aire a gran velocidad y gorjean ruidosamente como si estuvieran llenos de emoción. Al observarlos desde el suelo, no podemos menos que sentir asombro ante su capacidad de volar con tanta libertad, así como agradecimiento por la hermosura de su diseño inteligente. En efecto, es fácil comprender por qué estos acróbatas aéreos, con su gran agilidad y velocidad, son reconocidos como las aves más veloces.
[Ilustraciones de las páginas 16 y 17]
Vencejo común
Vencejo real
Vencejo de chimenea
[Reconocimientos]
© D. & M. Zimmerman/VIREO
Animals/Jim Harter/Dover Publications, Inc.
© Robert C. Simpson/ Visuals Unlimited