¿Por qué perduran aún las supersticiones?
COMO usted probablemente sepa, todavía hay muchas personas que interpretan como un mal augurio el que un gato negro se cruce en su camino, o que temen pasar por debajo de una escalera. Muchos son también los que piensan que el martes 13 trae mala suerte y que el decimotercer piso de los edificios es peligroso. Estas supersticiones perduran a pesar de ser irracionales.
Piense en lo siguiente: ¿Por qué llevan algunas personas una pata de conejo o tocan madera cuando expresan su esperanza de que algo ocurra como desean? ¿No es porque creen, sin base sólida, que así tienen la buena suerte asegurada? El libro A Dictionary of Superstitions observa: “La mente supersticiosa cree que ciertos objetos, lugares, animales o acciones traen buena suerte (los buenos augurios o amuletos), mientras que otros traen mala suerte (los malos augurios o señales de mal agüero)” (véase Gálatas 5:19, 20).
Intentos de erradicarlas en China
Es evidente que las supersticiones han sobrevivido a los recientes intentos de eliminarlas. Por ejemplo, en 1995 el Congreso del Pueblo de Shanghai emitió un decreto oficial que prohibía la superstición por considerarla una caduca reliquia nacional. Dicho mandato tenía la finalidad de “erradicar la superstición feudal, reformar las costumbres funerarias y promover la formación de una capital más civilizada”. ¿Qué resultados se obtuvieron?
Según un informe, los ciudadanos de Shanghai permanecieron leales a sus supersticiones. A pesar de la prohibición gubernamental del rito chino de quemar dinero falso sobre la sepultura de los antepasados, una persona que visitaba una tumba confesó: “Hemos quemado diecinueve mil millones de yuanes [unos tres mil millones de dólares]”. Y añadió: “Es lo que manda la tradición. Hace felices a los dioses”.
El influyente periódico Guangming Daily subrayó la ineficacia de la prohibición puesto que, como indicó, posiblemente haya nada menos que “cinco millones de adivinos profesionales en China, mientras que el total de profesionales en el campo científico y tecnológico es de tan solo diez millones”. El rotativo señaló: “Parece que los adivinos son los que más prosperan”.
The Encyclopedia Americana (edición internacional) dice en cuanto a la persistencia de las supersticiones: “En todas las culturas existen tradiciones antiguas que, además de conservarse, se reinterpretan otorgándoles nuevos significados”. Una edición reciente de The New Encyclopædia Britannica admitió: “Incluso en los denominados tiempos modernos, en los que se valoran tanto las pruebas objetivas, la mayoría de las personas reconocerían, si se les insistiera un poco, que conservan en secreto una o dos creencias irracionales o supersticiones”.
Un doble criterio
Según parece, muchas personas no admiten en público lo que practican en privado, tienen un doble criterio. Cierto escritor dice que actúan así por miedo de que los demás piensen que son tontas. De este modo, quizás prefieran llamar a sus supersticiones costumbres rutinarias o hábitos. Por ejemplo, puede que los deportistas hablen de su comportamiento antes del juego como de un ritual.
Un periodista hizo recientemente un comentario medio en broma acerca de una carta de las que circulan en cadena. Estas cartas se envían a diferentes destinatarios, y en ellas se solicita que, a su vez, remitan una copia a muchas otras personas. Con frecuencia, dichas misivas prometen traer buena suerte a quienes las entregan y, supuestamente, consecuencias funestas a quienes no lo hacen. Tras convertirse en un nuevo eslabón de la cadena, el periodista dijo: “Comprenderán que no lo hago porque sea supersticioso. Tan solo quiero evitar la mala suerte”.
Los antropólogos y los expertos en folclore piensan que hasta la palabra supersticioso es demasiado subjetiva; no saben si denominar así ciertos patrones de conducta. Prefieren términos o expresiones eufemísticas con un significado más “amplio”, tales como “costumbre o creencia folclórica”, “folclore” o “conjunto de creencias”. Dick Hyman, en su libro Lest Ill Luck Befall Thee—Superstitions of the Great and Small (Por si es víctima de la mala suerte: las supersticiones de los grandes hombres y de los pequeños), dice con franqueza: “Igual que el pecado y el resfriado común, las supersticiones tienen pocos defensores pero muchos practicantes”.
No obstante, sin importar cómo se les llame, las supersticiones siguen existiendo. ¿Cómo es eso posible en esta era científica y de tecnología avanzada?
Por qué perduran todavía
Pues bien, algunas personas consideran normal que el ser humano sea supersticioso. Otras incluso dicen que la tendencia hacia la superstición está en nuestros genes. Sin embargo, se han realizado estudios que demuestran que no es así. La prueba es que la gente se hace supersticiosa como resultado de lo que se le enseña.
El profesor Stuart A. Vyse señala: “La conducta supersticiosa, como la mayoría de las conductas, se adquiere a lo largo de la vida. No nacemos tocando madera, aprendemos a hacerlo”. Se afirma que las personas aprenden a creer en la magia durante la niñez y que aún conservan la inclinación hacia la superstición mucho después de haber “desarrollado la sensibilidad adulta”. ¿Y de dónde proceden muchas de las supersticiones que aprenden?
Un buen número de ellas están relacionadas estrechamente con creencias religiosas muy apreciadas. Por ejemplo, la superstición formaba parte de la religión de los habitantes de la tierra de Canaán antes de la llegada de los israelitas. La Biblia dice que los cananeos tenían por costumbre emplear la adivinación, practicar la magia, confiar en los agüeros y la hechicería, atar a otros con maleficios, consultar a médium espiritistas y pronosticadores profesionales de sucesos, y preguntar a los muertos (Deuteronomio 18:9-12).
También se conocía a los antiguos griegos por sus supersticiones religiosas. Creían en los oráculos, la adivinación y la magia, tanto como los cananeos. Los babilonios miraban en el hígado de los animales porque pensaban que este les revelaba cómo debían proceder (Ezequiel 21:21). Se les conocía, además, por su afición al juego y por buscar la ayuda de quien la Biblia llama “el dios de la Buena Suerte” (Isaías 65:11). Hasta el día de hoy, los jugadores tienen fama de supersticiosos.
Es interesante que numerosas iglesias han fomentado en realidad la devoción al juego. Un ejemplo es la Iglesia Católica, que promueve actividades tales como el bingo. Un jugador dijo al respecto: “Estoy seguro de que la Iglesia Católica sabe que [los jugadores son muy supersticiosos] porque siempre había monjas cerca del hipódromo con sus botes de colecta. ¿Cómo podía un católico, que es lo que muchos de nosotros éramos, pasar junto a una ‘hermana’ sin contribuir, y después esperar ganar en las apuestas de caballos? Así que contribuíamos; y si ganábamos aquel día, entonces éramos especialmente generosos, con la esperanza de que así continuara la buena racha”.
Algunos ejemplos que ponen de relieve el estrecho vínculo que hay entre la religión y la superstición son las supersticiones que acompañan a la Navidad, una celebración promovida por las iglesias de la cristiandad. Entre dichas supersticiones se encuentra la creencia de que besarse bajo el muérdago conduce al matrimonio, así como muchas otras relacionadas con Santa Claus.
El libro Lest Ill Luck Befall Thee señala que la superstición surgió debido al afán del hombre por “averiguar el futuro”. De manera que en la actualidad, como en el pasado, tanto la gente común como los dirigentes mundiales consultan a adivinos y a otras personas que dicen tener poderes mágicos. El libro Don’t Sing Before Breakfast, Don’t Sleep in the Moonlight (No cantes antes del desayuno, no duermas a la luz de la luna) lo explica así: “La gente necesitaba creer que había amuletos y hechizos que luchaban contra el terror tanto a lo conocido como a lo desconocido”.
De este modo, las prácticas supersticiosas han proporcionado a las personas la sensación de que controlan sus temores. El libro Cross Your Fingers, Spit in Your Hat (Cruza los dedos, escupe en tu sombrero) dice: “[El ser humano] confía en las supersticiones por las mismas razones de siempre. Cuando se enfrenta a situaciones que no puede controlar —que dependen de la ‘suerte’ o la ‘casualidad’—, las supersticiones hacen que se sienta más seguro”.
Aunque la ciencia ha mejorado en muchos sentidos la vida del hombre, sus sentimientos de inseguridad persisten. Es más, su incertidumbre ha aumentado debido a los problemas que la ciencia ha originado. El profesor Vyse afirma: “La superstición y la creencia en lo paranormal son parte integrante de nuestra cultura [...] porque la sociedad contemporánea ha acentuado nuestro sentimiento de inseguridad”. The World Book Encyclopedia llega a la siguiente conclusión: “Las supersticiones probablemente sigan formando parte de la vida mientras la gente [...] no sepa con certeza lo que le depara el futuro”.
En resumen, las supersticiones perduran porque están arraigadas en los temores comunes a la humanidad y porque las respaldan numerosas creencias religiosas muy apreciadas. ¿Debemos concluir, por lo tanto, que la superstición es beneficiosa porque ayuda a las personas a sobrellevar la incertidumbre? ¿Es inofensiva, o es algo peligroso que debería evitarse?
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Es posible que haya cinco millones de adivinos profesionales tan solo en China
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Muchas iglesias han fomentado la superstición organizando partidas de bingo
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Las tradiciones navideñas tales como besarse bajo el muérdago están arraigadas en la superstición