El veraneo de las vacas
DE NUESTRO CORRESPONSAL EN SUIZA
¿SABÍA usted que en Suiza todos los años se van de vacaciones miles de reses? Tendría que ver lo bien que lo pasan.
Durante los fríos y nevosos inviernos suizos, las vacas lecheras permanecen encerradas en los establos. El retorno de la primavera representa todo un alivio, pues les permite salir a pastar en verdes prados, salpicados de flores amarillas llamadas dientes de león. La alegría que sienten ante el cambio de lugar y de estación parece traslucirse en los brincos que dan de vez en cuando.
A más tardar para mayo o principios de junio, la nieve se deshiela en las zonas más altas, dejando al descubierto nuevas zonas herbosas. Ha llegado el momento de que el ganado veranee en las montañas.
Tierra de lozanos pastos
En Suiza hay unos diez mil pastizales situados a gran altura, que ocupan unos 10.000 kilómetros cuadrados o, lo que es lo mismo, la cuarta parte del territorio nacional. Como se trata de un valioso recurso, se cuidan con mimo.
Para mantener los altos prados limpios de broza y matorrales, colaboran el hombre y la bestia. Medio millón de cabezas quedan al cuidado de manaderos profesionales. Las vacas lecheras y las novillas se transportan en camiones y trenes hasta las montañas donde pasarán la época estival pastando.
Dado que los ferrocarriles y carreteras no siempre alcanzan los puntos más altos, la última etapa debe realizarse a pie. A medida que avanza el verano, las manadas prosiguen el ascenso. Ya en los pastizales, situados a veces a 2.000 y 2.200 metros sobre el nivel del mar, se dan un banquete de hierba alpina y hermosas flores multicolores. No pasarán sed, pues abundan los manantiales de montaña.
La exquisita leche que producen se baja a veces de los montes para el consumo o el procesado. Pero en la mayoría de los casos se transforma en mantequilla o queso allí mismo, en las cabañas de las laderas. Al irse acortando los días, los hatos son conducidos a pastizales más bajos. Por fin, se acerca el momento de regresar a la zona de invernada, generalmente a finales de septiembre, aunque depende del tiempo que haga. Sí, pronto terminarán las vacaciones estivales. Pero antes habrá que hacer un desfile especial.
El gran día
De acuerdo con los registros, se adorna a las vacas que hayan dado más leche. La mejor guiará la manada de camino a casa. Las reses lucen en la cabeza coloridos ornamentos: flores de papel, lazos y ramas de pequeños abetos. No es raro que les cuelgue del cuello un cencerro de metal, que anuncia desde lejos su visita.
Los vaqueros se arreglan para la ocasión con camisas blancas y chaquetas de terciopelo negro bordado. Mientras tanto, los granjeros de los valles se agolpan a lo largo del camino para ovacionar de pie a la procesión.
Al regresar a las tierras bajas, se entregan las vacadas a sus respectivos dueños para que vuelvan a pasar el invierno. Pero no tardará en llegar el día de reemprender el veraneo en las montañas. ¡Menuda vida!
[Ilustración a toda plana de la página 18]