Monteverde: reserva natural entre las nubes
DE NUESTRO CORRESPONSAL EN COSTA RICA
Los cálidos vientos alisios del Caribe chocan contra montañas de hasta 1.700 metros y se enfrían al ascender por ellas, con lo que se condensa la humedad que portan. Así nacen las densas nubes bajas que riegan la serranía o la envuelven en un manto de niebla, convirtiéndola en un lugar de inusitada belleza natural: el bosque nuboso.
CORRE el año 1951. Cuarenta y cuatro miembros de una confesión religiosa conocida popularmente como los cuáqueros abandonan su hogar de Alabama (EE.UU.) en busca de un rincón donde fundar una comunidad pacífica. Terminan en Centroamérica, en las nubosas montañas del noroeste de Costa Rica. Allí localizan un terreno de difícil acceso, fértil y relativamente barato.
Pero no es fácil adecuarlo a la explotación agropecuaria. Uno de los primeros pobladores, Marvin Rockwell, recuerda los comienzos: “Solo podíamos subir a la montaña por un camino de carretas, que preparamos a pico y pala para entrar con vehículos todoterreno”. Con la ayuda de los lugareños logran afincarse en su nuevo hogar en las nubes, al que acertadamente llaman Monteverde.
Los colonos toman dos decisiones cruciales. Saben que su comunidad debe autofinanciarse. Para ello tienen que elaborar un producto que soporte el largo descenso por la montaña hasta llegar al mercado. Así, optan por establecer una pequeña quesería que termina convirtiéndose en una gran industria. En la actualidad elabora cada día 4.000 kilos de queso (sin contar el queso crema) y grandes cantidades de otros lácteos, como cremas y helados.
Los colonos deciden también separar 541 hectáreas del bosque situado más arriba de sus casas. Dado que aquella cuenca les brinda el agua para su pequeña central hidroeléctrica, ven prudente protegerla. Pero dicha región no tarda en atraer a los científicos por su abundancia y diversidad de especies animales y vegetales, sobre todo al descubrirse allí el sapo dorado (véase el recuadro adjunto). En la década de 1960, un grupo de científicos y residentes funda la Reserva Biológica Bosque Nuboso Monteverde, que en poco tiempo engloba la cuenca y que desde entonces ha crecido hasta abarcar unas 10.500 hectáreas.
Esta es una de las atracciones más visitadas de Costa Rica. La cifra de turistas que todos los años acceden a ella por un empinado y sinuoso camino de tierra alcanza los 50.000. Observadores de aves y naturalistas acuden a ver los miles de especies de aves, mamíferos y plantas que medran en Monteverde y sus cercanías.
Flora
La base de sus ecosistemas la constituyen unas quinientas especies de árboles, algunos de los cuales se aferran con tenacidad a los riscos y, a fuerza de batallar con los vientos, presentan una figura retorcida y achaparrada. Por su parte, los que crecen en zonas más resguardadas tienen el tronco cubierto de bejucos, hierbas y arbustos. ¿Cómo sobreviven estas plantas, llamadas epifitas, sin hundir las raíces en el terreno? En una guía de los senderos se ofrece esta explicación: “Al hallarse en un ambiente tan húmedo, las epifitas reciben agua en abundancia pese a no disponer de grandes sistemas radiculares. La lluvia arrastra gran cantidad de hojas de la bóveda selvática, que quedan atrapadas en la maraña de vegetación y le proporcionan nutrientes”.
Las 300 especies de orquídeas aportan un toque de color a una paleta donde predominan los verdes. La mayor parte del paisaje restante está repleta de helechos de 200 clases, algunos de 12 metros de alto y ciento cincuenta años de antigüedad.
¿Cómo es posible que una reserva tan reducida albergue tanta diversidad? Para empezar, sus límites llegan al Pacífico y al Caribe. Las marcadas diferencias de humedad y temperatura a diversas alturas crean seis zonas ecológicas distintas en las que florece la vida con asombrosa variedad.
Aves y mamíferos
Monteverde es un paraíso para el observador de aves, cuyo número de especies se calculó en 1996: en solo veinticuatro horas se avistaron 369 en 25 kilómetros a la redonda. Entre las autóctonas se destacan el minúsculo colibrí y el resplandeciente quetzal, que atrae a muchos visitantes. En la reserva anidan unas cien parejas de estas espléndidas criaturas plumadas de los trópicos. Con todo, es difícil verlas, pues su coloración verdosa se funde con el follaje. No ocurre así con los colibríes, que frecuentan los comederos colocados fuera de las tiendas y restaurantes locales. Con sus hermosos destellos violetas, esmeraldas y turquesas, se mueven como una exhalación entre los comederos y las flores, batiendo las alas tan rápido que resulta imposible distinguirlas.
Monteverde también es el hogar de un centenar de especies de mamíferos. “Este hábitat es de los pocos donde coinciden [...] cinco felinos: el jaguar, el ocelote, el puma, el tigrillo y el león breñero”, afirma la obra Costa Rica Handbook. No obstante, estas solitarias criaturas se mantienen lejos del hombre. “Avistamos un puma cada seis meses, y un jaguar cada tres años”, comentó a ¡Despertad! Rafael Bolaños, director de la reserva. Es mucho más probable encontrarse con alguna de las 120 especies de anfibios y reptiles de la zona.
¿Qué futuro le aguarda a Monteverde? Se llevan a cabo gestiones para expandir el territorio protegido. De hecho, se ha duplicado con creces gracias a las recientes adiciones de la Reserva Biológica Santa Elena y del Bosque Eterno de los Niños (véase el recuadro que aparece abajo). Se espera que tales iniciativas garanticen la abundancia de vida entre las nubes.
[Ilustración y recuadro de la página 17]
La desaparición del sapo dorado
El descubrimiento del sapo dorado (en realidad es de color anaranjado fosforescente) lo realizó en la década de 1960 el biólogo Jay Savage. Por lo visto, Monteverde era el único lugar del planeta donde vivía. “En 1985 se contaron unos mil especímenes —indica Rafael Bolaños, director de la reserva—, pero dos años después quedaron reducidos a un puñado.” Hoy se considera extinto.
El doctor Alan Pounds, quien ha estudiado la pérdida de veinte especies de sapos y ranas en Monteverde, afirma que “los cambios extremados en el régimen pluvial diario [...] precedieron inmediatamente a la decadencia y desaparición de muchas poblaciones de anfibios, entre ellas nuestro endémico sapo dorado”.
[Reconocimiento]
© 2003 Richard Sage
[Recuadro de la página 18]
El Bosque Eterno de los Niños
En una escuelita de primaria de los campos de Suecia, un grupo de niños de nueve años preguntó qué podía hacer para salvar las selvas. Con la ayuda del maestro, recogieron el dinero suficiente para adquirir en 1988 seis hectáreas de selva amenazada. Así nació el Bosque Eterno de los Niños. Al extenderse la fama del proyecto, se unieron niños de 44 países. En conjunto han obtenido fondos suficientes para aumentar el espacio protegido, que ahora incluye miles de hectáreas que limitan por tres lados con la reserva de Monteverde.
[Mapa de las páginas 16 y 17]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
Monteverde
[Ilustración de la página 16]
Plantas epifitas
[Ilustración de la página 16]
Helechos
[Ilustración de las páginas 16 y 17]
Orquídea
[Ilustración de la página 18]
Colibrí
[Reconocimiento]
THE HUMMINGBIRD SOCIETY / Newark Delaware USA
[Ilustración de la página 18]
Quetzal
[Reconocimiento]
© Anthony Mercieca/SuperStock
[Ilustración de la página 18]
Rana arborícola de ojos rojos
[Reconocimiento de la página 17]
Fondo y orquídea: © Michael and Patricia Fogden