“La sabiduría de la naturaleza”
DE NUESTRO CORRESPONSAL EN JAPÓN
CON este lema, la Exposición Universal 2005 de Aichi (Japón), en la que estuvieron representadas 121 naciones, exhortó al mundo a aprender de la naturaleza y “realizar esfuerzos concienzudos para el desarrollo sostenible”. La sede, cercana a la ciudad de Nagoya, en el centro del país, estaba enclavada en un parque natural, con árboles, lagos y flores. Para minimizar el impacto en la naturaleza se construyó el Paseo del mundo, una pasarela elevada de 2,6 kilómetros [1,6 millas] de largo y 21 metros [70 pies] de ancho que permitía disfrutar de las vistas.
En armonía con la naturaleza
El pabellón de Japón, semejante a un gigantesco capullo de crisálida, estaba protegido del sol por una jaula exterior de bambú, confeccionada con 23.000 troncos de unos siete metros [23 pies] de largo. Con una altura de 19 metros [62 pies], y sus 90 [295 pies] de ancho y 70 [230 pies] de largo, constituía una de las construcciones de bambú más grandes del mundo. En su interior albergaba un sistema que proyectaba imágenes en movimiento sobre una pantalla de 360 grados completamente esférica. Al entrar en la sala de casi 13 metros [42 pies] de diámetro, el visitante podía sentirse en armonía con la Tierra y su gran biodiversidad.
El pabellón de Malasia contenía una exposición multimedia sobre las selvas y los arrecifes de coral del país. El de Tailandia, bajo el título “El hombre no es amo de la naturaleza”, exhibía desgarradoras imágenes del tsunami del 26 de diciembre de 2004. Y, apuntando a la amenaza de la extinción, Sudáfrica presentó una réplica de un cuaga, cebra extinta que vivió en las planicies del sur de África hasta que la caza condujo a su desaparición en el siglo XIX.
En una sala refrigerada, junto al pabellón temático, se expusieron los restos de un elefante extinto, el mamut de Yukagir, llamado así por el lugar siberiano donde se encontró en 2002 bajo la tierra congelada. Este interesante espécimen, que presentaba dos grandes colmillos curvados, los ojos medio abiertos y cierta cantidad de piel y pelo en la cabeza, fue otro doloroso recordatorio de la amenaza de extinción.
¿Habrá un futuro mejor?
¿Cómo hacer frente a los peligros que comprometen el futuro de nuestro planeta, como la contaminación o el calentamiento global? “El máximo exponente de la Expo 2005” fue el Biopulmón, nombre dado a un enorme muro “verde” de 150 metros [490 pies] de largo y 15 [50 pies] de alto, recubierto por 200.000 ejemplares de 200 tipos de plantas, algunas de ellas florales. Según sus defensores, estos muros ecológicos pueden adaptarse a las estaciones del año y utilizarse como pulmones y filtros de aire urbanos, ya que absorben dióxido de carbono y liberan oxígeno.
Dentro de la Expo, los visitantes tenían a su disposición autobuses híbridos de pila de combustible, de cuyos tubos de escape solo salía agua. Otra delicia para los amantes de la tecnología fue la primera línea comercial japonesa del tren de motor lineal de levitación magnética, el llamado Linimo, que mediante potentes electroimanes se desliza suave y silenciosamente elevándose ocho milímetros por encima de la vía. También se veían tranvías propulsados por baterías, ciclotaxis y un tipo de autobuses que podía funcionar con conductor o sin él. Estos vehículos futuristas, que se desplazaban en grupos de dos o tres unidades, consumen gas natural, combustible más limpio que los habituales.
¿Se imagina convertir la basura orgánica en fertilizante y energía? Eso es lo que se hacía en una central eléctrica del mismo recinto. En vez de quemarse los desechos, estos se fermentaban, emitiendo gas metano, del que luego se extraía hidrógeno. Este, a su vez, pasaba a unos dispositivos electroquímicos, llamados pilas de combustible, donde se combinaba con oxígeno. Gracias a las reacciones químicas se generaba electricidad y se obtenían como productos secundarios agua y fertilizante. La central procesó toda la basura orgánica de la Expo, lo que bastó para suministrar electricidad a varios pabellones.
Otro de los campos en los que se está investigando mucho en la actualidad es la robótica, con la idea de producir máquinas ligeras que asistan a los seres humanos en sus tareas. Como muestra de los progresos conseguidos, siete androides iban hasta el centro de un pabellón y atraían a la multitud con su música. Uno de ellos tocaba los tambores, y otros, instrumentos de viento, para lo cual movían ágilmente sus “dedos”. “Lo hacían con tanta destreza y suavidad que podían pasar por hombres disfrazados”, dijo un testigo ocular.
Otras dos innovaciones tecnológicas fueron los plásticos biodegradables (fabricados con almidón de maíz y sustancias semejantes) y las nanoburbujas, es decir, esferas de gas realmente microscópicas. Estas burbujas de menos de 200 nanómetros de diámetro (más delgadas que un cabello, el cual mide 50.000 nanómetros) tienden a ser inestables y desaparecer con rapidez. Sin embargo, los investigadores nipones han logrado producir nanoburbujas de oxígeno estables que mejoran “la capacidad de los peces y mariscos para adaptarse a cambios medioambientales”. Al saturar de nanoburbujas de oxígeno un acuario, se logró que vivieran en él especies tanto de agua dulce como salada. Se prevén aplicaciones en la piscicultura, la agricultura y otros campos.
¿Presta atención el mundo?
Aunque la Expo hizo hincapié en escuchar “la sabiduría de la naturaleza”, lo cierto es que no se le presta mucha atención. La voz de la ignorancia, la codicia y la corrupción ahoga las palabras de los defensores del medio ambiente. Como consecuencia, la Tierra es “el planeta herido”, como señalaba uno de los pabellones. No hay duda de que muchas personas tienen buenas intenciones, pero tampoco ellas ofrecen soluciones viables a los problemas de la humanidad y al deterioro ecológico de la Tierra. Según la Biblia, el conocimiento y la sabiduría del hombre se quedan cortos (Jeremías 10:23). Con todo, la situación no es desesperada. ¿Por qué decimos eso?
Las Santas Escrituras nos aseguran que la más elevada Fuente de sabiduría —el Creador— intervendrá antes que los hombres echen a perder el planeta (Revelación [Apocalipsis] 4:11; 11:18). “Solo un poco más de tiempo, y el inicuo ya no será [...]. Pero los mansos mismos poseerán la tierra, y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz”, dice Salmo 37:10, 11. Por consiguiente, es sabio escuchar a la naturaleza, y más aún al Creador, para lo cual debemos leer su Palabra, la Santa Biblia, y aplicar sus consejos (2 Timoteo 3:16). Si así lo hacemos, veremos a nuestro planeta recuperar por completo la salud y transformarse en un paraíso (Lucas 23:43).
[Ilustración de la página 24]
Acuario con nanoburbujas
[Ilustración de la página 24]
Autobuses sin conductor
[Ilustración de las páginas 24 y 25]
Sistema audiovisual de 360 grados
[Ilustración de la página 25]
Biopulmón, confeccionado con 200.000 plantas de 200 especies
[Ilustración de la página 25]
Robots tocando música