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Benefíciese de la Escuela del Ministerio Teocrático
be pág. 66-pág. 70 párr. 3

Aprenda a dar respuestas

ALGUNAS preguntas son como icebergs: lo más sustancial se esconde bajo la superficie. Con frecuencia, la cuestión de fondo es más relevante que la pregunta en sí.

Saber responder supone determinar cuánto dirá y desde qué ángulo abordará la cuestión, incluso si quien pregunta está ansioso por oír la respuesta (Juan 16:12). Tal como Jesús indicó a sus apóstoles, puede que, en algunos casos, alguien solicite información a la que no tenga derecho o que en realidad no le beneficie conocer (Hech. 1:6, 7).

Las Escrituras aconsejan: “Que su habla siempre sea con gracia, sazonada con sal, para que sepan cómo deben dar una respuesta a cada uno” (Col. 4:6). Por consiguiente, antes de responder, no solo debe pensar lo que va a decir, sino cómo decirlo.

Determine el punto de vista de quien pregunta

Los saduceos tendieron una trampa a Jesús inquiriendo sobre la resurrección de una mujer que había estado varias veces casada. No obstante, él sabía que, en realidad, ellos no creían en la resurrección, así que respondió a la pregunta de tal modo que corrigió el concepto erróneo que la había motivado. Valiéndose de un razonamiento magistral y de un conocido relato bíblico, Jesús destacó algo en lo que no habían reparado: la clara evidencia de que Dios resucitará a los muertos. Sus adversarios quedaron tan asombrados que no se atrevieron a preguntarle nada más (Luc. 20:27-40).

Para saber cómo dar una respuesta, usted ha de conocer los criterios y preocupaciones del autor de la pregunta. Por ejemplo, un compañero de clase o de trabajo pudiera inquirir por qué no celebramos la Navidad. ¿A qué obedece la pregunta? ¿De veras le interesa la razón, o simplemente quiere saber si nos está permitido divertirnos? Tal vez sea preciso que primero le pregunte el motivo de su inquietud para luego responder en consecuencia; también podría aprovechar la ocasión para mostrarle que seguir las pautas bíblicas nos libra de la frustración y las cargas que algunos aspectos de dicha celebración acarrean.

Suponga que se le invita a hablar de los testigos de Jehová ante un grupo de estudiantes, quienes, tras su disertación, probablemente planteen preguntas. Si estas parecen sinceras, lo mejor tal vez sea contestarlas de modo sencillo y directo. Si están influidas por los prejuicios de la comunidad, con frecuencia es aconsejable, antes de responderlas, aludir brevemente a los factores que suelen moldear los puntos de vista populares y a las razones por las que los Testigos preferimos regirnos por las normas bíblicas. Conviene que consideremos tales preguntas como indicaciones de interés y no como desafíos, aun cuando en ocasiones puedan parecer esto último. Responderles nos brinda la oportunidad de ampliar la mentalidad de los oyentes, facilitarles información exacta y exponerles el fundamento bíblico de nuestras creencias.

¿Qué haría si su jefe se negara a concederle permiso para asistir a una asamblea? En primer lugar, intente comprender el punto de vista de él. ¿Sería útil que se ofreciera a trabajar horas extras para compensarlo? ¿Cambiaría la situación si le explicara que la información que se presenta en las asambleas nos ayuda a ser empleados honrados y confiables? Si muestra preocupación por los intereses de su patrono, es probable que este, a su vez, comprenda lo que es importante para usted y lo tome en consideración. Ahora bien, ¿y si él le pide que haga algo falto de honradez? Si bien una negativa rotunda acompañada de algún pensamiento bíblico dejaría bien claro cuál es su postura, ¿no sería mejor que primero le señale que alguien que mienta o robe por él también podría mentirle o robarle a él?

O quizá seas un estudiante que no desea participar en ciertas actividades escolares contrarias a las Escrituras. No olvides que el profesor, quien probablemente no comparta tu parecer, es el encargado de mantener el orden en la clase. Los retos a los que te enfrentas son: 1) reconocer lo que a él le preocupa, 2) exponer tus razones con el debido respeto y 3) adoptar una posición firme a favor de lo que sabes que Jehová aprueba. Por lo tanto, para obtener los mejores resultados, puede que no baste con una exposición sencilla y directa de tus creencias (Pro. 15:28). Si aún eres muy joven, sin duda tu padre o tu madre te ayudarán a preparar lo que decir.

A veces puede que sea preciso refutar las acusaciones que nos dirija alguien que ocupe un puesto de autoridad. Tal vez un policía, un funcionario del gobierno o un juez le exija explicaciones respecto a la obediencia a cierta ley, a la neutralidad cristiana o a su punto de vista en cuanto a participar en ceremonias patrióticas. ¿Cómo debería responder? “Con genio apacible y profundo respeto”, aconseja la Biblia (1 Ped. 3:15). Reflexione asimismo en la razón por la que tales cuestiones son causa de preocupación, y respete ese hecho. ¿Qué más podría hacerse? Tal como el apóstol Pablo se acogió a las garantías que otorgaba el derecho romano, nosotros podemos ampararnos en las leyes pertinentes (Hech. 22:25-29). Es posible que algunos datos respecto a la postura adoptada por los primeros cristianos y los testigos de Jehová de todo el mundo amplíen la perspectiva del funcionario, o pudiéramos señalar que el acatamiento de la autoridad divina promueve una obediencia más plena a las leyes humanas que no contravengan las de Dios (Rom. 13:1-14). Con estos comentarios previos, una exposición de las razones bíblicas de nuestra postura quizá cause una impresión favorable.

Qué opina de la Biblia el autor de la pregunta

Antes de dar una respuesta, puede que necesitemos determinar cuál es la opinión de la persona en cuanto a las Escrituras, como hizo Jesús cuando los saduceos lo interrogaron respecto a la resurrección. Sabiendo que ellos solo aceptaban los escritos de Moisés, basó su razonamiento en un relato del Pentateuco, al que se refirió con estas palabras introductorias: “Pero el que los muertos son levantados, hasta Moisés lo expuso” (Luc. 20:37). Del mismo modo, es conveniente que nos apoyemos en las secciones de la Biblia que nuestro interlocutor acepta y conoce.

¿Y si el oyente no admite la autoridad de la Palabra de Dios? Fijémonos en que el apóstol Pablo, en su discurso pronunciado en el Areópago y recogido en Hechos 17:22-31, expuso verdades de la Biblia sin citar directamente de ella. Cuando sea preciso, podemos hacer lo mismo. En ciertos lugares es posible que se necesiten varias conversaciones con la persona antes de hacer referencia explícita a las Escrituras. Llegado ese momento, quizá sea prudente aportar algunas razones por las que la Biblia merece su consideración, más bien que afirmar categóricamente que es la Palabra de Dios. Sin embargo, nuestro objetivo ha de ser dar un testimonio claro de los propósitos divinos. Con el tiempo, procure que su interlocutor vea por sí mismo lo que enseña la Biblia, cuyas palabras son mucho más persuasivas que cuanto usted pudiera decir (Heb. 4:12).

“Siempre [...] con gracia”

Jehová es benévolo y bondadoso, así que es apropiado que a sus siervos se les exhorte a que “su habla siempre sea con gracia, sazonada con sal” (Col. 4:6; Éxo. 34:6). Ello supone expresarnos con bondad, incluso cuando la situación no lo propicie. Nuestras palabras han de reflejar buen gusto, nunca rudeza o falta de tacto.

Numerosas personas, debido a que se enfrentan a diario a tremendas presiones y soportan ataques verbales, tal vez nos reciban con aspereza. ¿Cómo debemos reaccionar? “La respuesta, cuando es apacible, aparta la furia”, dice la Biblia. Así mismo, una respuesta sosegada puede apaciguar a los que tienen un mal concepto de nosotros (Pro. 15:1; 25:15). A quienes día tras día sufren la brusquedad de los demás, unos modales y una voz que manifiesten bondad quizá les resulten tan atractivos que los impulsen a escuchar las buenas nuevas que proclamamos.

No estamos interesados en discutir con los que no respetan la verdad, sino en razonar sobre las enseñanzas bíblicas con quienes nos lo permitan. Sin importar las circunstancias, no olvide que ha de responder con bondad y con la convicción de que las inestimables promesas de Dios son fidedignas (1 Tes. 1:5).

Decisiones personales y cuestiones de conciencia

¿Qué responderá si un estudiante de la Biblia o un hermano en la fe le pregunta cómo actuar en cierta situación? Usted quizá sepa lo que personalmente haría, pero cada individuo debe asumir la responsabilidad de sus decisiones en la vida (Gál. 6:5). El apóstol Pablo explicó que en su predicación promovía la “obediencia por fe” (Rom. 16:26). El suyo es un magnífico ejemplo para nosotros, pues aquel que toma sus decisiones pensando principalmente en complacer a quien le enseña la Biblia o a otro ser humano está sirviendo a hombres, no viviendo por fe (Gál. 1:10). Por consiguiente, una respuesta llana y directa tal vez no sea la más conveniente para la persona.

¿Cuál, entonces, sería una respuesta acorde con las directrices de las Escrituras? Podría dirigir la atención del autor de la pregunta a principios y ejemplos bíblicos oportunos, en algunos casos mostrándole cómo investigar y encontrarlos por sí mismo. Incluso podría explicarle tales principios y subrayar el valor de los ejemplos, pero sin señalar cómo aplicarlos a la situación en que se encuentra. Pregúntele si ve algo en ellos que pueda ayudarlo a tomar una decisión sabia. Anímelo a considerar cómo lo iluminan respecto al proceder que agradaría a Jehová. De esta forma, la persona preparará “sus facultades perceptivas [...] para distinguir tanto lo correcto como lo incorrecto” (Heb. 5:14).

Comentarios en las reuniones

Las reuniones de la congregación cristiana a menudo nos ofrecen la oportunidad de declarar en público nuestra fe, y una manera de hacerlo es respondiendo a las preguntas que se formulan. ¿Cómo debemos comentar? Con el deseo de bendecir a Jehová, de hablar bien de él, como hacía el salmista David al hallarse “entre las multitudes congregadas” (Sal. 26:12). Asimismo, nuestros comentarios deben estimular a los hermanos e incitarlos “al amor y a las obras excelentes”, en palabras del apóstol Pablo (Heb. 10:23-25). A este respecto nos será muy útil estudiar de antemano las lecciones.

Procure que sus comentarios sean sencillos, claros y breves. En vez de abarcar todo un párrafo, mencione un solo punto; si se limita a dar parte de la respuesta, permitirá que otros asistentes también puedan intervenir. En particular, es valioso referirse a los pasajes bíblicos citados, procurando resaltar la porción del texto que respalda la idea que se estudia. Acostúmbrese a comentar en sus propias palabras, más bien que leer directamente del párrafo. No se preocupe si no expresa la idea tal como quisiera: a todo el que comenta le ocurre de vez en cuando.

Es obvio que saber responder entraña más que conocer la contestación a una pregunta. Requiere discernimiento. Sin embargo, resulta sumamente gratificante dar una respuesta que nos salga del corazón y toque el de quien la escucha (Pro. 15:23).

ANTES DE RESPONDER, PIENSE EN:

  • qué ha motivado la pregunta

  • qué fundamento ha de poner para que la respuesta se entienda correctamente

  • cómo explicar su postura respetando las cuestiones que preocupan a la persona

  • cómo expresarse con bondad y convicción

  • si debe dar una respuesta directa o recurrir a principios y ejemplos bíblicos que ayuden a la persona a decidir por sí misma lo que hacer

CONSEJOS PARA COMENTAR EN LAS REUNIONES

  • Si es el primero en contestar, dé una respuesta sencilla y directa

  • Para ampliar la respuesta, 1) muestre cómo un texto bíblico citado respalda el punto que se estudia; 2) señale el efecto que tiene el asunto en nuestra vida; 3) explique cómo puede utilizarse la información, o 4) relate una experiencia breve que ilustre una idea clave

  • Escuche atentamente todos los comentarios, a fin de saber cómo complementar lo ya expresado

  • Procure comentar en sus propias palabras

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