ARMAS, ARMADURA
En la Biblia se mencionan diversas armas defensivas y ofensivas, pero debido a que el propósito de las Escrituras no es el de presentar un glosario de tal equipo, no se encuentran muchos detalles en cuanto a su manufactura o utilización. Aunque las Escrituras Hebreas hablan repetidas veces del uso de la espada, la lanza, el escudo y otras armas literales, destacan continuamente la necesidad vital de confiar en Jehová y los beneficios de tal confianza. (Gén. 15:1; Sal. 76:1-3; 115:9-11; 119:114; 144:2.) Esa confianza en Jehová se hace evidente en las palabras de David a Goliat: “Tú vienes a mí con una espada y con una lanza y con una jabalina, pero yo voy a ti con el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de las líneas de batalla de Israel, a quien tú has desafiado con escarnio. Este día Jehová te entregará en mi mano [...]. Y toda esta congregación sabrá que ni con espada ni con lanza salva Jehová, porque a Jehová pertenece la batalla”. (1 Sam. 17:45-47.) Lo fundamental y eficaz es depender del espíritu de Jehová y no de la fuerza militar. (Zac. 4:6.) Al confirmar su amor para con Sión, su esposa figurativa, Jehová aseguró: “Sea cual sea el arma que se forme contra ti, no tendrá éxito”. (Isa. 54:17.)
A continuación, y en orden alfabético, se detallan algunas armas, seguidas de las diferentes partes de la armadura.
ESPADA, DAGA, VAINA
En las Escrituras la espada es el arma ofensiva y defensiva que se menciona con mayor frecuencia. Tenía un mango y una hoja de metal, que podía ser de bronce, cobre, hierro o acero. Las espadas se empleaban como arma cortante (1 Sam. 17:51; 1 Rey. 3:24, 25) y para atravesar. (1 Sam. 31:4.) Algunas espadas eran cortas y otras largas, y podían tener uno o dos filos. Los dos tipos básicos que se utilizaban en el Oriente Medio eran: la espada de hoja recta, aguda y de dos filos, para la estocada y cuchillada; y la de un solo filo, para golpear y cortar. La hoja de esta última podía ser un poco o muy curva, asemejándose a una hoz. No obstante, este tipo de espada se diferenciaba de la hoz en que esta última tiene el filo en el borde interior, mientras que la espada tenía afilado el borde exterior.
Los arqueólogos distinguen las dagas de las espadas por su longitud y dicen que entre ambas hay unos 40 cm. de diferencia. Sin embargo, no se sabe si los hebreos hacían esa distinción.
La espada se llevaba normalmente colgada del cinturón en el costado izquierdo (1 Sam. 25:13) y dentro de una vaina, que era un estuche o cubierta de cuero. Según 2 Samuel 20:8 Joab pudo colocar intencionadamente su espada de tal modo que cayera de la vaina y entonces, en lugar de envainarla de nuevo, mantenerla preparada en la mano. Confiado, Amasá quizá pensó que se había caído accidentalmente y no se preocupó, lo cual resultó en su muerte.
Las palabras de Jesús registradas en Lucas 22:36: “El que no tiene espada venda su prenda de vestir exterior y compre una”, se han usado a veces como indicación de que sus discípulos iban a tener una vida llena de peligros. Es cierto que el país de Palestina estaba infestado de salteadores y bestias salvajes. Pablo habló de que experimentó “peligros por parte de salteadores” y “peligros en el desierto” durante sus viajes por Palestina y otros países vecinos (2 Cor. 11:26), aunque no se dice que llevara una espada para amedrentar a posibles atacantes. El hecho de que entre los discípulos hubiera dos espadas disponibles la noche en que Jesús fue traicionado ciertamente no era nada extraño en aquellos tiempos (Luc. 22:38), y menos entre los galileos. (La Guerra de los Judíos, Libro III, cap. III, sec. 2.) Además, debería comprenderse que una espada podía ser utilizada a modo de hacha o cuchillo largo cuando fuese necesario.
Probablemente Jesucristo quiso que hubiese alguna espada entre sus seguidores aquella noche para demostrar con claridad que, a pesar de que las circunstancias podían fácilmente conducir a una resistencia armada, no se proponía recurrir a la espada sino que iba a entregarse sin resistencia para cumplir así la voluntad de Dios. Cuando Pedro reaccionó y recurrió a la violencia, cercenando la oreja de Malco, Jesús le ordenó: “Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que toman la espada perecerán por la espada”. (Mat. 26:52; Juan 18:10, 11.) Ciertamente, de poco hubieran servido la espada de Pedro y la otra que tenían, contra un grupo tan grande de hombres armados, e indudablemente, de haberlas utilizado, habrían ‘perecido por la espada’. (Mat. 26:47.) Lo que es más importante aún, tal intento de liberar a Jesús hubiera fracasado, pues estaba completamente en contra del propósito de Jehová Dios. (Mat. 26:53, 54.) Es por eso que más tarde, en ese mismo día, Jesús pudo declarar con toda franqueza a Pilato: “Si mi reino fuera parte de este mundo, mis servidores habrían peleado para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero, como es el caso, mi reino no es de esta fuente”. (Juan 18:36.)
FLECHA, ARCO, ALJABA
El arco se ha usado desde tiempos remotos tanto para la caza como para la guerra. (Gén. 21:20; 27:3; 48:22.) Fue un arma básica entre: los israelitas (2 Cró. 26:14, 15), los que pelearon por Egipto (Jer. 46:8, 9), los asirios (Isa. 7:24; 37:33) y los medopersas. (Jer. 50:14; 51:11; véase también ARQUERO.)
Los arcos de Mesopotamia estaban hechos de madera, asta o huesos. Normalmente los israelitas los hacían de madera desecada y a veces de asta. La expresión “un arco de cobre” probablemente se refiere a un arco de madera montado en cobre. (2 Sam. 22:35.) Los arcos egipcios que se hallaron en Tebas miden aproximadamente 1,50 m. de longitud y son varas casi rectas de madera redondeada que terminan en punta por ambos extremos. Otro tipo, representado en ciertas pinturas descubiertas en tumbas, era curvado hacia adentro por el centro. Los guerreros asirios llevaban dos arcos: uno largo con poca curvatura, y el otro corto y casi en ángulo.
La expresión ‘doblar el arco’ (literalmente, ‘pisar el arco’) se refiere a tensar el arco para sujetar la cuerda. (Sal. 7:12; 37:14; Jer. 50:14, 29.) Esto se podía hacer por medio de plantar firmemente el pie contra la parte central del arco, o pisando con el pie el extremo del arco que tenía la cuerda amarrada y arqueando el otro extremo hasta poder atarle el cabo suelto de la cuerda.
Los astiles de las flechas normalmente se hacían de caña o madera ligera. A algunas flechas egipcias se les añadían plumas, como en el caso de las flechas modernas, lo cual permitía que se desplazaran en trayectoria recta. Los egipcios también solían usar flechas con puntas de metal o pedernal, mientras que los persas y otros pueblos orientales usaban en ocasiones flechas con puntas de piedra para la guerra. Algunas veces las flechas se armaban con una lengüeta, se sumergían en veneno (Job 6:4), o se revestían de algún material combustible. (Sal. 7:13.) En el caso de una flecha incendiaria, se colocaba estopa impregnada de aceite en los orificios de su punta de metal y se hacía arder antes de dispararla.
GARROTE DE GUERRA
Parece ser que el “garrote de guerra” era una maza o garrote pesado, tachonado a veces con metal. La maza de guerra está frecuentemente representada en los monumentos egipcios. Un tipo consistía en un mango de madera al que se le adhería una bola de bronce. La maza egipcia tenía unos 80 cm. de largo y la llevaban los soldados de infantería pesada y los que conducían los carros. Además, tanto las tropas como los arqueros llevaban una vara curva, que probablemente utilizaban para arrojar al enemigo o en la lucha cuerpo a cuerpo. Esta arma está representada tanto en los monumentos egipcios como en los asirios. Por otra parte, según Heródoto (Libro VII, sec. 63), los asirios que luchaban en el ejército de Jerjes tenían “unas porras cubiertas con una plancha de hierro”.
HACHA DE COMBATE
Arma con un mango de madera o metal relativamente corto y una cabeza de piedra o metal de hoja afilada. En los combates cuerpo a cuerpo se usaba para cortar y traspasar, aunque en los sitios los combatientes la empleaban para destrozar las puertas de la ciudad o para derribar árboles con el fin de construir máquinas de asalto. Aunque los egipcios, los asirios, los babilonios, los elamitas y otros pueblos usaban bastante el hacha de combate, no parece que haya sido muy común entre los israelitas. (Compárese con Salmos 74:5, 6.)
HONDA
Desde tiempos remotos la honda (heb. qé·laʽ) ha sido el arma de los pastores (1 Sam. 17:40) y de los guerreros. (2 Cró. 26:14.) Consistía en una tira de cuero o una banda tejida de materiales tales como tendones de animales, juncos o pelo. El “hueco de la honda”, una pieza central más ancha, era la que sujetaba el proyectil. (1 Sam. 25:29.) Uno de los extremos de la honda podía estar atado a la mano o a la muñeca mientras que el otro se sostenía con los dedos y se soltaba al disparar el proyectil. La honda cargada se hacía girar por encima de la cabeza varias veces y entonces se soltaba rápidamente un extremo, lanzando así el proyectil hacia adelante con gran fuerza y velocidad.
Para las hondas se preferían las piedras lisas y redondas, aunque también se usaba otro tipo de proyectiles. (1 Sam. 17:40.) Los pequeños pesos de plomo en forma de bellota que usaban los honderos griegos podían lanzarse a unos 180 m. Puede que las bolitas de arcilla que se han hallado en Tell Hassuna hayan sido usadas por los honderos. En Meguidó, Tell Beit Mirsim y otras ciudades de Palestina se han hallado piedras de pedernal para hondas de hasta 10 cm. de diámetro y que pesaban aproximadamente 1 Kg.
LANZA, JABALINA, DARDO
Armas que se usaban para clavar o arrojar con la mano. Consistían en un asta que terminaba en una punta afilada. (1 Sam. 18:11; Jue. 5:8; Jos. 8:18; Job 41:26.) Las naciones de la antigüedad usaron diferentes tipos de esta clase de armas, pero es difícil precisar el significado de los varios términos hebreos que se usan para designarlas.
Lanza
La lanza (heb. janíth) debió ser la más grande de las tres. Tenía una larga asta de madera y una punta afilada de piedra o de metal. Después de la espada, era el arma más utilizada, y aunque muchas veces se lanzaba, también se usaba para clavar. El gigante Goliat llevaba una lanza cuya hoja pesaba “seiscientos siclos de hierro” (unos 7 Kg.) y cuya asta de madera era “como el enjulio de los obreros del telar”. (1 Sam. 17:7; compárese con 2 Samuel 21:19; 1 Crónicas 11:22, 23; 20:5.)
Algunas lanzas tenían una punta de metal en el otro extremo del asta, por medio de la cual la podían fijar en el suelo. De manera que el guerrero podía usar tanto un extremo como el otro. (2 Sam. 2:19-23.)
Una lanza clavada en la tierra podía indicar la residencia temporal de un rey, tal como en la actualidad una lanza frente a una tienda indica que allí se ha detenido un jeque beduino. (1 Sam. 26:7.)
Otro tipo de lanza (heb. ró·maj) se usaba más bien para clavar y fue con ella que Finehás ejecutó a un israelita desobediente y a su pareja, una mujer madianita, poniendo fin de este modo al azote que le había sobrevenido a Israel por apegarse al Baal de Peor. (Núm. 25:6-8.)
Jabalina
La jabalina (heb. ki·dhóhn) tenía una punta de metal y normalmente se lanzaba. Era más pequeña y liviana que la lanza convencional, lo cual permitía sostenerla con el brazo extendido. (Jos. 8:18-26.) Se acostumbraba a llevar a la espalda, en lugar de en la mano, y a veces los guerreros llevaban varias en una aljaba. Las jabalinas eran como flechas grandes y tenían el asta de madera o de caña. Para aumentar el alcance de esta arma, se le enrollaba alrededor del asta una cuerda con un lazo que el soldado sujetaba con los dedos cuando arrojaba la jabalina. La velocidad con que se desenrollaba la cuerda imprimía a la jabalina un movimiento de rotación, que resultaba en una trayectoria más estable. Algunas jabalinas tenían una punta de metal en el otro extremo del asta, lo cual permitía clavarlas en el suelo durante los períodos de descanso y les daba mayor velocidad y equilibrio al lanzarlas.
Dardo
El dardo, para el que posiblemente hay más de una palabra hebrea (por ejemplo: mas·sáʽ, sché·laj), era un proyectil corto y puntiagudo, parecido a la flecha. (Job 41:26.)
Los romanos hacían los dardos de cañas huecas, y en la parte inferior, debajo de la punta, colocaban un receptáculo de hierro que se podía llenar con nafta encendida. Para dispararlos no tensaban mucho el arco pues si lo hacían se apagaba el fuego. El agua avivaba la llama de estos proyectiles, de modo que la única manera de apagarlos era cubriéndolos con tierra. (Compárese con Efesios 6:16.)
Lanzas y jabalinas egipcias, asirias y romanas
La lanza egipcia tenía un asta de madera que medía entre 1,5 m. y 1,8 m. y terminaba en una punta de bronce o hierro, generalmente de dos filos. La jabalina egipcia era más liviana y corta, y su punta metálica de dos filos normalmente tenía la forma de diamante alargado o de hoja. El cuento de la jabalina tenía una protuberancia de bronce con una bola a la cual se adherían dos borlas o tiras de cuero, que no solo servían de adorno sino también como contrapeso. A veces la jabalina egipcia se usaba para clavar, como si fuera una lanza, y la protuberancia impedía que el arma se resbalara de la mano del guerrero. En el caso de los asirios, los soldados de infantería usaban lanzas cuya longitud raramente superaba la altura del soldado, pero parece ser que la lanza de los hombres de a caballo era considerablemente más larga.
En las Escrituras Griegas Cristianas solo aparece una vez la palabra lanza (gr. lóg·kje), cuando, después de la muerte de Jesucristo, “uno de los soldados le punzó el costado con una lanza”. (Juan 19:33, 34.) Puesto que se trataba de un soldado romano, probablemente lo que usó fue el pilum romano. Este tipo de lanza de madera tenía aproximadamente 180 cm. de longitud, la parte final era de hierro y estaba armada con una lengüeta.
MÁQUINA
Entre las máquinas de guerra de los tiempos bíblicos estaban los arietes y los grandes artefactos diseñados para arrojar proyectiles tales como flechas o piedras, a diferencia de las armas livianas que llevaban los soldados. Los hebreos, los egipcios, los asirios, los babilonios, los romanos y otros pueblos empleaban diversas clases de máquinas. Estas máquinas normalmente se montaban sobre los terraplenes que levantaban contra las murallas de la ciudad.
Las grandes catapultas con las que se arrojaban piedras, flechas u otros proyectiles funcionaban según el principio de la honda, el arco o la ballesta. Esta última, consistía en una barra elástica curvada hacia atrás por medio de una rosca o un cable de sostén y contaba con un disparador para soltarla y lanzar el proyectil. Según parece, los griegos no empezaron a usar catapultas sino hasta después del siglo V a. E.C., mencionándose la primera en relación con Dionisio I de Siracusa (430-367 a. E.C.), quien se equipó con máquinas para una expedición contra Cartago. Estas máquinas fueron usadas por las fuerzas de Alejandro Magno (356-323 a. E.C.) y la mayoría de los ejércitos helénicos posteriores, así como también las legiones romanas. Sin embargo, siglos antes, el rey Uzías de Judá (829-777 a. E.C.) “hizo en Jerusalén máquinas de guerra” con fines defensivos. (2 Cró. 26:15; véase FORTIFICACIONES.)
ARIETE
Máquina de guerra utilizada por los sitiadores para abrir una brecha en las puertas y las murallas de una ciudad o fortaleza, o para demolerlas. La forma más sencilla consistía en una pesada viga de madera con una punta de hierro que imitaba la cabeza de un carnero. El término hebreo para ariete (kar) es el mismo que para carnero, lo cual quizás se deba a su forma o a su acción de topetar.
Los sitiadores levantaban un terraplén contra las murallas de la ciudad para que sirviera de plano inclinado sobre el cual atacar con los arietes y otras máquinas de guerra. A veces empujaban sobre la rampa torres de la altura de las murallas de la ciudad, colocando así a los atacantes al mismo nivel que los defensores. Los soldados defensores intentaban inutilizar los arietes por medio de arrojar teas encendidas sobre ellos o inmovilizándolos con cadenas o rezones.
En una escena de un relieve del palacio del rey asirio Asurnasirpal II, en Nimrud, se ve a ese rey atacando una ciudad y también un ariete montado encima de un artefacto pesado de seis ruedas. Este consiste en un armazón “prefabricado” formado por muchos escudos rectangulares de mimbre y una torreta con una cúpula de la que sale una viga con punta de metal. También está representada una torre alta de asalto móvil, desde la cual un arquero cubre a los hombres que manejan el ariete. El arquero está protegido por un escudero con un escudo de mimbre como los que cubren la estructura del ariete.
CINTURÓN
El cinturón militar de tiempos antiguos era una pretina de cuero que se usaba alrededor de la cintura o de las caderas. La anchura podía variar entre 5 y 15 cm., y a menudo estaba tachonado con hierro, plata u oro. De él pendía la espada y a veces el cinturón mismo se sujetaba con una correa que pasaba por los hombros. (1 Sam. 18:4; 2 Sam. 20:8.) También se solían llevar puñales en el cinturón, como aún llevan algunas personas en el Oriente Medio un puñal o una pistola. Además, también podía servir para asegurar una coraza o una cota de malla a la cintura.
Un cinturón desabrochado denotaba desocupación (1 Rey. 20:11) y, por el contrario, el ceñirse los lomos o las caderas indicaba estar listo para la acción o la batalla. (Éxo. 12:11; 1 Rey. 18:46; 1 Ped. 1:13, nota al pie de la página.)
CORAZA
Protector blindado para el pecho de los guerreros, que consistía en escamas o cadenas metálicas o una plancha sólida de metal. Se podía usar sobre la cota de malla, y a veces estaba unida a ella formando así un peto. (Efe. 6:14; 1 Tes. 5:8.)
Los soldados griegos y romanos usaban un tipo de coraza protectora que consistía en dos planchas sólidas de metal: una que protegía el pecho; y la otra, la espalda. Llevaba correas en los hombros, tenía bisagras en el costado derecho y se abrochaba por el izquierdo.
COTA DE MALLA
Se usaba para protegerse durante la batalla. Era una capa de tela o cuero sobre la cual se superponían cientos de pequeñas piezas de metal (a manera de escamas de pez). Normalmente cubría el pecho, la espalda y los hombros, aunque algunas veces llegaba hasta las rodillas o incluso hasta los tobillos.
La cota de malla de los hebreos (heb. schir·yán) frecuentemente estaba hecha de cuero revestido de escamas o placas de metal. Constituía una buena protección para el guerrero, pero tenía sus puntos vulnerables: las juntas de las escamas y las uniones de la cota de malla con las otras partes de la armadura. De ahí que el rey Acab fuese herido de muerte por un arquero que “logró darle al rey de Israel entre los accesorios y la cota de malla”. (1 Rey. 22:34-37.)
ESCUDO
Era una plancha grande con un asa en su parte interior usada por todas las naciones de la antigüedad como arma defensiva. Durante la batalla el combatiente lo sostenía con el brazo izquierdo, o la mano izquierda, y durante la marcha podía colgárselo del hombro con una correa. Isaías 22:6 indica que algunos tal vez tuvieran una cubierta que luego quitaban al tiempo del combate. En tiempos de paz los guardaban en los arsenales. (Cant. de Cant. 4:4.)
Debido a que los escudos antiguos se hacían de madera recubierta de cuero, podían ser quemados. (Eze. 39:9.) También se engrasaban para que fuesen flexibles y resistentes a la humedad, para evitar que el metal se oxidara, o para dejar la superficie suave y resbaladiza. (2 Sam. 1:21; Isa. 21:5.) Muchas veces se engalanaban los escudos de cuero con una ‘convexidad gruesa’ de metal en el centro (un pomo o un tachón), que los hacía más fuertes. (Job 15:26.)
Los escudos generalmente eran de madera y de cuero. Parece ser que los metálicos eran menos frecuentes y los usaban principalmente los jefes y los guardias reales, y también se empleaban con propósitos ceremoniales. (2 Sam. 8:7; 1 Rey. 14:27, 28.)
El escudo grande (heb. tsin·náh, de una raíz que significa “proteger”) lo llevaban los soldados de infantería pesada (2 Cró. 14:8) y algunas veces los escuderos. (1 Sam. 17:7, 41.) Podía ser ovalado o rectangular, como una puerta. Efesios 6:16 debe referirse a un gran escudo de este tipo pues se usa la palabra griega thy·re·ós (de thý·ra, “una puerta”). El tsin·náh era lo suficientemente grande como para cubrir todo el cuerpo. (Sal. 5:12.) A veces se utilizaban para dar un frente sólido a las líneas de combate, y de entre ellos salían las lanzas. En algunas ocasiones se menciona el escudo grande (tsin·náh) junto con la lanza o la espada para referirse a las armas en general. (1 Cró. 12:8, 34; 2 Cró. 11:12.)
El escudo pequeño o broquel (heb. ma·ghén, de una raíz que significa “defender” o “cubrir”) es el que llevaban normalmente los arqueros y por lo común se consideraba un arma ligera, como el arco. Los arqueros benjamitas de la fuerza militar del rey Asá de Judá llevaban ese tipo de escudo. (2 Cró. 14:8.) El broquel era casi siempre redondo, más frecuente que el grande (tsin·náh), y se usaba principalmente en los combates cuerpo a cuerpo. Los escudos de oro que hizo Salomón muestran que el tsin·náh y el ma·ghén hebreos diferían considerablemente en tamaño, pues necesitó cuatro veces más oro para revestir el escudo grande (tsin·náh) que para el pequeño o broquel (ma·ghén). (1 Rey. 10:16, 17; 2 Cró. 9:15, 16.) Parece que al igual que tsin·náh, el término ma·ghén se usaba como nombre genérico de armas de guerra. (2 Cró. 14:8; 17:17; 32:5.)
El escudo grande (gr. a·spís; lat. clipeus) de los griegos y romanos primitivos era originalmente redondo y estaba hecho de mimbre retorcido o de un armazón de madera cubierto con varias capas de cuero de buey. Del centro sobresalía una protuberancia que a veces terminaba en punta, lo cual permitía usar el escudo como arma ofensiva. Esa punta también desviaba los proyectiles que chocaban con el escudo. Con el tiempo los soldados romanos sustituyeron el clipeus por el escudo ovalado u oblongo llamado scutum. Este escudo era curvo para proteger mejor el cuerpo por los lados. En él se inscribía el nombre del soldado romano que lo llevaba (y a veces el de su comandante), lo cual facilitaba su pronta identificación cuando se daba la orden de coger las armas. Posiblemente cuando el apóstol Pablo mencionó “el escudo grande [gr. thy·re·ón] de la fe” en Efesios 6:16, estaba pensando en los grandes escudos romanos (scuta longa). Se dice que esta clase de escudo romano medía unos 120 cm. de alto por 80 cm. de ancho.
GREBAS
Parte de la armadura, formada por láminas delgadas de metal, que cubría la pierna desde la rodilla hasta el tobillo. (1 Sam. 17:6.)
Tal como se indica por sus esculturas, las grebas asirias protegían la pierna y también la parte superior del pie, atándose al parecer por delante. A veces hasta cubrían todo el muslo. Las grebas metálicas de los griegos y los romanos estaban forradas de cuero, fieltro o tela y solían fijarse con unas tiras alrededor del tobillo y la pantorrilla. Posiblemente los israelitas también usaron en ocasiones las grebas.
YELMO
Parte esencial de la armadura, que cubría la cabeza y protegía el rostro. En tiempos primitivos los yelmos se hacían de juncos y tenían la forma de colmena o casquete. También se colocaban sobre la cabeza las pieles de las cabezas de ciertos animales, bien como camuflaje, bien para aterrorizar al enemigo, o por creer que de este modo se conseguía la fuerza del animal. Parece que fueron los elamitas (al este de Babilonia) los primeros en usar el yelmo metálico.
Las formas de los yelmos variaban considerablemente según su propósito. Por ejemplo, los yelmos redondos o de forma cónica dificultaban la penetración y desviaban las flechas. Las formas y los adornos de los yelmos también ayudaban a distinguir al enemigo en el campo de batalla. Algunas veces las distintas unidades de un mismo ejército usaban yelmos de diferentes clases para que el comandante supiera en todo momento dónde estaba situada cada una. Sin embargo, en otras ocasiones, las formas y los adornos de los yelmos estaban más en función de la tradición que de fines militares.
Probablemente los yelmos israelitas eran originalmente de cuero. Con el tiempo los recubrieron de cobre o hierro y los llevaban sobre gorros de lana, fieltro o cuero. En los días del rey Saúl se comenzaron a usar yelmos de cobre en Israel. (1 Sam. 17:38.) Aunque al principio parece que se reservaban para los reyes y otros jefes, más tarde se generalizó su uso, y Uzías los suministró a todo su ejército. (2 Cró. 26:14.)
[Ilustración de la página 126]
Maza egipcia
[Ilustración de la página 126]
Piedra de honda
[Ilustración de la página 128]
Ariete con torreta de cúpula y viga. Detrás hay una torre de asalto móvil con un arquero y un escudero. Réplica exacta de un relieve del palacio del rey asirio Asurnasirpal II
[Ilustración de la página 129]
Escudo grande romano tal como aparece en un friso que data presumiblemente del siglo I a. E.C.