JOSÉ
(“Aumentador; Añadidor”).
1. El primero de los dos hijos de Jacob con su amada esposa Raquel. (Gén. 30:22-24; 35:24.) Al nacer, Raquel (debido a que había sido estéril) exclamó: “¡Dios ha quitado mi oprobio!”. Entonces, le puso por nombre a su hijo, José, diciendo: “Jehová me añade otro hijo”, es decir, otro hijo además de Dan y Neftalí, a quienes Raquel aceptó como suyos propios aunque le nacieron a su sierva Bilhá. (Gén. 30:3-8, 22-24.) En aquel entonces Jacob tenía unos noventa y un años. (Compárese con Génesis 41:46, 47, 53, 54; 45:11; 47:9.)
Unos seis años después, Jacob partió de Padánaram con toda su familia para regresar a la tierra de Canaán. (Gén. 31:17, 18, 41.) Al saber que su hermano Esaú venía a su encuentro con 400 hombres, Jacob repartió sus hijos a las esposas y concubinas, colocando a Raquel y José detrás de todos, en la posición más segura. (Gén. 33:1-3.) José y su madre fueron por lo tanto los últimos en inclinarse ante Esaú. (Gén. 33:4-7.)
Después José residió con su familia en Sucot, Siquem (Gén. 33:17-19) y Betel respectivamente. (Gén. 35:1, 5, 6.) Más tarde, en camino desde Betel a Efrata (Belén), Raquel, la madre de José, murió al dar a luz a Benjamín. (Gén. 35:16-19.)
ODIADO POR SUS MEDIO HERMANOS
A la edad de diecisiete años José cuidaba ovejas junto con los hijos que Jacob tuvo con Bilhá y Zilpá. Mientras lo hacía, aunque era el más joven, no participaba de sus malas acciones sino que, movido por un sentido de responsabilidad, le trajo a su padre un mal informe en cuanto a ellos. (Gén. 37:2.)
Jacob llegó a amar a José más que a todos sus otros hijos, debido a que era un hijo de su vejez. La adherencia de José a lo correcto puede que también haya contribuido a que llegara a ser objeto del afecto especial de su padre. Jacob mandó hacer para su hijo una larga prenda de vestir rayada, quizás como las que llevaban las personas de rango. Como resultado de esto José llegó a ser odiado por sus medio hermanos. Más tarde, cuando él les relató un sueño que indicaba que él llegaría a tener preeminencia sobre ellos, sus hermanos se sintieron movidos a odiarle aún más. Un segundo sueño incluso indicó que, no solo sus hermanos, sino también su padre y su madre (al parecer no Raquel, ya que ella ya había muerto; sino quizás la casa o la principal esposa viva de Jacob), se inclinarían ante él. Por relatar este sueño, José fue reprendido por su padre, y los celos de sus hermanos se intensificaron. El que José hablara concerniente a sus sueños no significa que él abrigase sentimientos de superioridad. José simplemente estaba dando a conocer lo que Dios le había revelado. Jacob debió reconocer la naturaleza profética de los sueños, pues él “observó el dicho”. (Gén. 37:3-11.)
En otra ocasión, Jacob, que entonces estaba en Hebrón, pidió que José comprobase el bienestar del rebaño y de sus hermanos mientras estos estaban en las inmediaciones de Siquem. En vista del rencor que le guardaban, esta no debió ser una asignación agradable para José. No obstante, él dijo sin vacilar: “¡Aquí estoy!”. Desde la llanura baja de Hebrón se puso en camino hacia Siquem. Un hombre le informó que sus hermanos se habían dirigido a Dotán, por lo que José continuó por su camino. Cuando llegaron a verlo a la distancia, sus hermanos empezaron a tramar contra él, diciendo: “¡Miren! Ahí viene ese soñador. Y ahora vengan y matémoslo y arrojémoslo en una de las cisternas […]. Entonces veremos en qué vendrán a parar sus sueños”. (Gén. 37:12-20.) Pero Rubén, el primogénito, quiso frustrar el compló de asesinato y les exhortó a que no matasen a José sino que lo arrojasen en una cisterna seca. Al llegar José, le quitaron su larga prenda de vestir rayada y llevaron a cabo la recomendación de Rubén. Posteriormente, cuando apareció una caravana de ismaelitas, Judá, en ausencia de Rubén, persuadió a los otros para que en lugar de matar a José lo vendieran a los mercaderes que pasaban. (Gén. 37:21-27.)
VENDIDO EN ESCLAVITUD
A pesar de las súplicas de José para que le mostrasen compasión, lo vendieron por veinte piezas de plata. (Gén. 37:28; 42:21.) Más tarde, engañaron a Jacob para que creyese que una bestia salvaje había matado a José. El anciano Jacob estaba tan afligido por la pérdida de su hijo que no se le podía consolar. (Gén. 37:31-35.)
Finalmente los mercaderes llevaron a José a Egipto y lo vendieron a Potifar (“Aquel a Quien Dio Ra [el dios sol egipcio]”), el jefe de la guardia de corps del faraón. (Gén. 37:28, 36; 39:1.) Esta compra por parte del egipcio Potifar no era algo insólito, pues los documentos antiguos en papiros indican que los esclavos sirios (José era medio sirio [Gén. 29:10; 31:20]) eran muy apreciados en aquel país.
Tal como José había sido diligente en favorecer los intereses de su padre, también demostró ser como esclavo una persona industriosa y digna de confianza. Con la bendición de Jehová, todo cuanto José hizo tuvo éxito. De modo que Potifar finalmente le confió todos los asuntos de la casa. Parece que José desempeñó un cargo de superintendente, un puesto mencionado en los registros egipcios con relación a las casas grandes de los egipcios influyentes. (Gén. 39:2-6.)
RESISTE LA TENTACIÓN
José había llegado a ser un joven muy apuesto, y la esposa de Potifar se encaprichó de él. Repetidas veces le pidió que tuviera relaciones con ella. Pero José, entrenado en las sendas de la justicia, rehusó, diciendo: “¿Cómo podría yo cometer esta gran maldad y realmente pecar contra Dios?”. Sin embargo, eso no eliminó el peligro en que se encontraba. Como lo indican los descubrimientos arqueológicos, parece que las casas egipcias estaban dispuestas de tal manera que se tenía que pasar por la parte principal de la casa para llegar a las despensas. Si la casa de Potifar estaba construida de manera similar, debió ser imposible para José evitar todo contacto con la esposa de Potifar. (Gén. 39:6-10.)
Finalmente, la esposa de Potifar se aprovechó de un momento que ella debió considerar oportuno. Cuando no hubo otros hombres presentes, y José se ocupaba de la administración de la casa, ella se agarró de su prenda de vestir, diciendo: “¡Acuéstate conmigo!”. Pero José se desprendió de su prenda de vestir y huyó. Ante esto ella empezó a gritar y aparentó que José había intentado abusar de ella. Al relatárselo a su esposo, el encolerizado Potifar hizo arrojar a José en la casa de encierro, en la que se mantenía bajo arresto a los prisioneros del rey. (Gén. 39:11-20.)
EN PRISIÓN
Parece que al principio José fue tratado severamente en la prisión. “Con grilletes afligieron sus pies, en hierros entró su alma.” (Sal. 105:17, 18.) Sin embargo, más tarde, el principal oficial de la casa de encierro, debido a la conducta ejemplar de José bajo circunstancias adversas y a la bendición de Jehová, le colocó en una posición de confianza sobre los demás prisioneros. En esta capacidad, el prisionero José demostró de nuevo su aptitud como administrador al encargarse de que se hiciera todo el trabajo. (Gén. 39:21-23.)
Después, cuando dos oficiales del faraón—el jefe de los coperos y el jefe de los panaderos—fueron puestos en la misma prisión, asignaron a José para que los atendiese. Con el transcurso del tiempo los dos hombres tuvieron sueños, y José, después de atribuir la interpretación a Dios, les descifró los sueños. El sueño del jefe de los coperos indicaba que sería restablecido a su posición en tres días. Por lo tanto, José solicitó que el copero se acordase de él o hiciera mención de él al faraón para que pudiera ser libertado de la prisión. José explicó que había sido secuestrado de la “tierra de los hebreos” y que no había hecho nada que mereciera encarcelamiento. Probablemente para no dejar en mala posición a su familia, José prefirió no identificar a los secuestradores. Posteriormente, él interpretó que el sueño del panadero significaba que se le daría muerte en tres días. Los dos sueños se cumplieron tres días después con motivo del cumpleaños del faraón. Sin duda esto fortaleció a José con referencia al cumplimiento seguro de sus propios sueños y le ayudó a continuar perseverando. Para entonces habían transcurrido ya unos once años desde que fue vendido por sus hermanos. (Gén. 40:1-22; compárese con Génesis 37:2; 41:1, 46.)
ANTE FARAÓN
Al ser restaurado de nuevo a su puesto, el copero se olvidó por completo de José. (Gén. 40:23.) Sin embargo, después de dos años completos el faraón tuvo dos sueños que ninguno de los sacerdotes practicantes de magia y sabios de Egipto pudo interpretar. Fue entonces cuando el copero le habló en cuanto a José. En seguida el faraón envió a buscar a José. Siguiendo la costumbre egipcia, José se afeitó y mudó sus prendas de vestir antes de presentarse ante el faraón. Tampoco en esta ocasión se atribuyó ningún mérito sino que le imputó la interpretación a Dios. Entonces explicó que los dos sueños del faraón indicaban siete años de abundancia seguidos por siete años de hambre. Además, recomendó medidas para aliviar las futuras condiciones de hambre. (Gen. 41:1-36.)
SE LE NOMBRA EL SEGUNDO GOBERNANTE DE EGIPTO
El faraón vio en José, que entonces tenía treinta años, al hombre lo suficientemente sabio como para administrar los asuntos durante el tiempo de abundancia y el tiempo de hambre. Por lo tanto le constituyó el segundo en el gobierno de Egipto, y el faraón le dio su propio anillo de sellar, prendas de vestir de lino fino y un collar de oro. (Gén. 41:37-44, 46; compárese con Salmos 105:17, 20-22.) Esta forma de conceder autoridad está atestiguada por inscripciones y murales egipcios. También es digno de mención que los registros egipcios antiguos revelan que a varios cananeos les fueron dadas posiciones elevadas en Egipto, y el que a José se le cambiara el nombre a Zafenatpanéah tampoco es un caso sin precedente. Además, José recibió como esposa a Asenat, la hija de Potifera (“Aquel a Quien Dio Ra”) el sacerdote de On. (Gén. 41:45.)
Después José recorrió la tierra de Egipto e hizo preparativos para administrar los asuntos del estado, almacenando luego grandes cantidades de víveres durante los años de abundancia. Antes de que llegase el hambre, su esposa Asenat le dio a luz dos hijos, Manasés y Efraín. (Gén. 41:46-52.)
SUS MEDIO HERMANOS VIENEN A COMPRAR ALIMENTO
Entonces vino el hambre. Debido a que se extendió más allá de las fronteras de Egipto, los pueblos de las tierras circundantes venían a José a comprar alimento. Finalmente, incluso sus diez medio hermanos llegaron y se inclinaron ante él, cumpliendo así parcialmente los dos sueños previos de José. (Gén. 41:53-42:7.) Sin embargo, ellos no lo reconocieron, ya que estaba vestido en atavío real y les hablaba por medio de un intérprete. (Gén. 42:8, 23.) Fingiendo no conocerlos, José los acusó de ser espías, ante lo cual ellos afirmaron que eran diez hermanos que habían dejado tras sí, en casa, a su padre y a un hermano más joven, y que otro hermano ya no vivía. Pero José insistió en que eran espías y los puso bajo custodia. Al tercer día les dijo: “Hagan esto y manténganse vivos. Yo temo al Dios verdadero. Si son rectos, que uno de sus hermanos se quede atado en su casa de custodia [por lo visto, en la que habían estado los diez bajo custodia], pero los demás de ustedes vayan, lleven cereales para el hambre de sus casas. Entonces me traerán a su hermano menor, para que sus palabras sean halladas fidedignas; y no morirán”. (Gén. 42:9-20.)
En vista de estos acontecimientos, los medio hermanos de José empezaron a sentir sobre ellos la retribución divina por haberlo vendido en esclavitud años antes. Delante de su hermano, a quien todavía no habían reconocido, reconocieron su culpabilidad. Al alcanzar a oír sus palabras, las cuales reflejaban arrepentimiento, José se conmovió tan profundamente que tuvo que apartarse de su presencia y llorar. Al volver, hizo atar a Simeón hasta que ellos volviesen con su hermano menor. (Gén. 42:21-24.)
SUS MEDIO HERMANOS VUELVEN CON BENJAMÍN
Cuando los nueve medio hermanos de José le dijeron a Jacob lo que había sucedido en Egipto y entonces descubrieron que su dinero estaba de nuevo en sus sacos, les dio mucho miedo, mientras que Jacob empezó a lamentarse. Fue solo debido a la severidad del hambre y a que Judá aseguró que Benjamín regresaría a salvo, que Jacob permitió que su hijo más joven acompañara a sus hermanos de regreso a Egipto. (Gén. 42:29-43:14.)
Al llegar allí, se reunieron con Simeón y, para sorpresa suya, todos fueron invitados a comer con el administrador de los víveres. Al llegar José, le presentaron un regalo, se postraron ante él y después de contestar sus preguntas concerniente a su padre, se volvieron a inclinar ante él. Al ver a Benjamín, su hermano carnal, José estaba tan sumamente emocionado que se apartó de su presencia y cedió a las lágrimas. Después de controlar sus sentimientos hizo que se sirviera la comida. Los once hermanos estaban sentados en su propia mesa, según edad, y a Benjamín se le sirvieron porciones cinco veces mayores que las de los demás. Probablemente José quiso probar así a sus hermanos, para determinar si había en ellos algún sentimiento recóndito de celos. Pero no parecía haberlo. (Gén. 43:15-34.)
Como en la visita anterior, José hizo que les pusieran de nuevo el dinero de cada uno en su costal (Gén. 42:25), y además hizo que se colocara su copa de plata en el costal de Benjamín. Después de ponerse en camino, hizo que se les alcanzara y se les acusase de robar su copa de plata. Tal vez para impresionar en ellos el gran valor que tenía esa copa para José, y la naturaleza grave de su supuesto delito, el hombre que estaba a cargo de la casa de José tenía que decirles: “¿No es esta la cosa en que bebe mi amo y por la cual con pericia lee agüeros?”. (Gén. 44:1-5.) Naturalmente, ya que todo esto era parte de un ardid, no hay ninguna base para creer que José en realidad usara la copa de plata para leer agüeros. Probablemente, José deseaba dar la apariencia de ser un administrador de un país para el cual la adoración verdadera era algo extraño.
La consternación de sus hermanos debió ser grande cuando hallaron la copa en el costal de Benjamín. Con sus prendas de vestir rasgadas, volvieron a la casa de José y se inclinaron ante él. José les dijo que todos, excepto Benjamín, estaban libres para marcharse. Pero ellos no querían hacerlo, mostrando que el espíritu envidioso que les había movido unos veintidós años antes a vender a su hermano, había desaparecido. Judá rogó con elocuencia a favor de ellos ofreciéndose para ocupar el lugar de Benjamín a fin de que su padre no muriera de dolor si Benjamín no regresaba. (Gén. 44:6-34.)
JOSÉ REVELA SU IDENTIDAD
José, emocionado por el ruego de Judá, no pudo contenerse más. Después de pedir que saliesen todos los demás se identificó ante sus hermanos. (Gén. 45:1-8.) El perdón de José fue genuino, pues él lloró sobre todos sus hermanos y los besó. (Gén. 45:14, 15.)
Después José, según las órdenes del faraón, les proporcionó carruajes con el fin de que pudieran traer a Jacob y a toda su casa a Egipto. Además les dio regalos y provisiones para el viaje. Y, al partir, les animó a que “no se [exasperaran] unos con otros en el camino”. (Gén. 45:16-24.)
EL PADRE DE JOSÉ VIENE A EGIPTO
Al principio Jacob no podía creer que su hijo José estuviese vivo. Pero, cuando al final se convenció, Jacob, que ya tenía ciento treinta años, exclamó: “¡Ah, permítaseme ir y verlo antes de morir!”. Más tarde, en Beer-seba, mientras estaban en camino a Egipto con toda su casa, Jacob recibió en visión la aprobación divina para aquel traslado y también se le dijo: “José pondrá su mano sobre tus ojos”. José tenía que ser el que cerrara los ojos de Jacob después de su muerte. Ya que era costumbre que el primogénito hiciera esto, Jehová reveló así que José recibiría el derecho de primogénito. (Gén. 45:25-46:4.)
Habiendo sido avisado de la llegada de su padre por Judá, quien había sido enviado delante, José hizo alistar su carro y fue al encuentro de Jacob en Gosén. Entonces, con cinco de sus hermanos, se presentó ante el faraón. Tal como José les había indicado, sus hermanos se identificaron como pastores de ovejas y pidieron permanecer como residentes forasteros en la tierra de Gosén. El faraón concedió su solicitud, y José, después de presentar a su padre al faraón, estableció a Jacob y su casa en lo mejor de la tierra. (Gén. 46:28-47:11.) Así, de manera sabia y amorosa, José sacó el mejor partido del prejuicio egipcio contra los pastores. Resultó en una salvaguarda para que la familia de Jacob no se contaminase con la influencia egipcia y eliminó el peligro de ser completamente absorbidos por los egipcios, de haber habido lugar para casarse con ellos. Desde entonces en adelante Jacob y toda su casa dependieron de José. (Gén. 47:12.) En efecto, todos se inclinaron ante José como el primer ministro del faraón, con lo que se cumplieron sus sueños proféticos de manera sobresaliente.
EL EFECTO DEL HAMBRE EN LOS EGIPCIOS
Según continuaba el hambre, los egipcios gradualmente agotaron todo su dinero y su ganado a cambio de alimento. Finalmente, incluso vendieron su tierra y sus propias personas como esclavos al faraón. Entonces José los estableció en ciudades, sin duda para facilitar la distribución del grano. Sin embargo, este trasvase de población a ciudades debió ser una medida temporal, pues como los egipcios tendrían que regresar a sus campos para sembrar la semilla, lógicamente ocuparían de nuevo sus casas anteriores. Cuando la tierra les volviera a producir cosecha, los egipcios, en cumplimiento del decreto de José, tendrían que dar la quinta parte de su producto al faraón por el uso de la tierra. Sin embargo, los sacerdotes quedaban exentos. (Gén. 47:13-26.)
JACOB BENDICE A LOS HIJOS DE JOSÉ
Unos doce años después de terminar el hambre, José llevó a sus dos hijos: Manasés y Efraín, ante Jacob. Fue entonces que Jacob indicó que el derecho de primogénito sería de José, al considerar a Efraín y Manasés igual que si fueran hijos suyos. Así, de José tenían que surgir dos tribus distintas, con dos herencias tribuales separadas. Al bendecir a Efraín y Manasés, Jacob mantuvo su mano derecha colocada sobre el más joven, Efraín, aunque esto no agradó a José. Al dar preferencia a Efraín indicó de manera profética que el más joven llegaría a ser el mayor. (Gén. 47:28, 29; 48:1-22; véanse también Deuteronomio 21:17; Josué 14:4; 1 Crónicas 5:1.)
JACOB BENDICE A JOSÉ Y A LOS OTROS HIJOS
Después Jacob, en su lecho de muerte, llamó a todos sus hijos ante él y los bendijo individualmente. Él asemejó a José al “retoño de árbol frutal”. Aquel “árbol frutal” era el patriarca Jacob mismo, y José llegó a ser una de las ramas prominentes. (Gén. 49:22.) Aunque estaba hostigado por los arqueros y era objeto de rencor, el arco de José “moraba en lugar permanente, y la fuerza de sus manos era flexible”. (Gén. 49:23, 24.) Estas palabras podrían aplicar personalmente a José. Sus medio hermanos le habían abrigado rencor y de manera figurada lo habían asaeteado para destruirlo. Sin embargo, José les pagó con misericordia y bondad amorosa, cualidades que llegaron a ser como flechas que mataron su rencor. Los arqueros enemigos no tuvieron éxito en matar a José ni en debilitar su devoción a la justicia y su afecto fraternal.
Sin embargo, las palabras de Jacob también podían aplicarse de manera profética a las tribus que procederían de los dos hijos de José, Efraín y Manasés, y sus futuras batallas. (Compárese con Deuteronomio 33:13, 17; Jueces 1:23-25, 35.) Es digno de mención el hecho de que fue de la tribu de Efraín que procedió Josué (Hosea; Jehosúa), el sucesor de Moisés y el caudillo de la lucha contra los cananeos. (Núm. 13:8, 16; Jos. 1:1-6.) Otro descendiente de José, Gedeón, de la tribu de Manasés, derrotó con la ayuda de Jehová a los madianitas. (Jue. 6:13-15; 8:22.) Y Jefté, también de la tribu de Manasés, sojuzgó a los ammonitas. (Jue. 11:1, 32, 33; compárese con Jueces 12:4; Números 26:29.)
Otros aspectos de la bendición profética de Jacob también tienen un paralelo en las experiencias de José. Cuando José, en lugar de vengarse, hizo provisión para toda la casa de Jacob o Israel, hizo las veces de pastor y de piedra de apoyo para Israel. Ya que Jehová había dirigido los asuntos para que él pudiera servir en esta capacidad, José procedía de las manos del “Poderoso de Jacob”. Por ello, José también tenía la ayuda de Jehová. Él estaba con el Todopoderoso en el sentido de estar del lado de Jehová y, por lo mismo, también recibiría su bendición. (Gén. 49:24, 25.)
La bendición de Jehová también la experimentarían las tribus que descendieron de José por medio de Efraín y Manasés. Jacob dijo: “El Todopoderoso […] te bendecirá con las bendiciones de los cielos arriba, con las bendiciones de la profundidad acuosa que yace allá abajo, con las bendiciones de los pechos y la matriz”. (Gén. 49:25.) Esto les aseguró a los descendientes de José, los abastecimientos necesarios de agua procedentes del cielo y de debajo de la tierra, así como una población numerosa. (Compárese con Deuteronomio 33:13-16; Josué 17:14-18.)
Las bendiciones que Jacob pronunció sobre su amado hijo José tenían que ser semejantes a un adorno para las dos tribus que surgirían de José. Estas bendiciones serían un adorno superior a las bendiciones que constituyen los bosques y manantiales que adornan las eternas montañas y las colinas indefinidamente duraderas. Serían una bendición permanente, continuarían sobre la cabeza de José y de sus descendientes por tanto tiempo como continuaran las montañas y las colinas. (Gén. 49:26; Deu. 33:16.)
José fue “singularizado de entre sus hermanos” porque Dios lo escogió para desempeñar un papel especial. (Gén. 49:26.) Él se distinguió por desplegar un espíritu excelente, y destreza en superentender y organizar. Por lo tanto era apropiado que descendieran bendiciones especiales sobre la coronilla de su cabeza.
Cuando Jacob terminó de bendecir a sus hijos, murió. Entonces José cayó sobre el rostro de su padre y lo besó. En conformidad con el deseo de Jacob de que se le enterrara en la cueva de Macpelá, José hizo que los médicos egipcios primero embalsamaran el cuerpo de su padre como preparación para el viaje a Canaán. (Gén. 49:29-50:13.)
SU MUERTE
José sobrevivió a su padre unos cincuenta y cinco años, llegando a la edad de ciento diez años. Tuvo el privilegio de llegar a ver a algunos de sus bisnietos. Antes de su muerte, José, por fe, pidió que los israelitas llevasen sus huesos a Canaán al tiempo del éxodo. Al morir, el cuerpo de José fue embalsamado y puesto en un ataúd. (Gén. 50:22-26; Jos. 24:32; Heb. 11:22.)
SE LE DA PROMINENCIA AL NOMBRE DE “JOSÉ”
En vista de la posición prominente de José entre los hijos de Jacob, era muy apropiado que su nombre se usase a veces para designar a todas las tribus de Israel, (Sal. 80:1) o a las que formaron el reino norteño. (Sal. 78:67; Amós 5:6, 15; 6:6.) Su nombre también figura en la profecía bíblica. En la visión profética de Ezequiel, la herencia de José es una porción doble (Eze. 47:13), una de las puertas de la ciudad “Jehová Mismo Está Allí” lleva el nombre “José” (Eze. 48:32, 35) y, con referencia a unificar de nuevo al pueblo de Jehová, se habla de José como jefe de una parte de la nación y Judá como jefe de la otra. (Eze. 37:15-26.) La profecía de Abdías indicó que la “casa de José” participaría en la destrucción de la “casa de Esaú” (Abd. 18), y la de Zacarías indicó que Jehová salvaría a la “casa de José”. (Zac. 10:6.) Entre las tribus del Israel espiritual aparece la de José en lugar de la de Efraín. (Rev. 7:8.)
El hecho de que se haga mención de la tribu de José en Revelación 7:8 da a entender que la profecía de Jacob en su lecho de muerte tendría una aplicación al Israel espiritual. Por lo tanto es digno de notar que el Poderoso de Jacob, Jehová Dios, proveyó a Jesucristo como el pastor excelente que entregó su vida por las “ovejas”. (Juan 10:11-16.) Cristo Jesús también es la piedra angular de fundamento sobre la que se apoya el templo de Dios compuesto de israelitas espirituales. (Efe. 2:20-22; 1 Ped. 2:4-6.) Y este ‘Pastor’ y ‘Piedra’ está con el Dios Todopoderoso. (Juan 1:1-3; Hech. 7:56; Heb. 10:12; compárese con Génesis 49:24, 25.)
PARALELOS ENTRE LA VIDA DE JOSÉ Y LA DE JESUCRISTO
Se pueden observar numerosos paralelos entre la vida de José y la de Cristo Jesús. Así como José se distinguió como el objeto especial del afecto de su padre, ese también fue el caso con Jesús. (Compárese con Mateo 3:17; Hebreos 1:1-6.) Los medio hermanos de José le mostraban hostilidad. De manera similar Jesús fue rechazado por los suyos, los judíos (Juan 1:11), y sus medio hermanos en la carne al principio no ejercieron fe en él. (Juan 7:5.) La disposición obediente de José al cumplir con la voluntad de su padre de ir y comprobar cómo estaban sus medio hermanos, está en paralelo con el que Jesús aceptara con gusto venir a la Tierra. (Fili. 2:5-8.) Las amargas experiencias que tuvo José como resultado de esta misión fueron comparables a lo que le aconteció a Jesús, sobre todo cuando lo maltrataron y finalmente le dieron muerte en un madero de tormento. (Mat. 27:27-46.) Así como los medio hermanos de José lo vendieron a la caravana de madianitas-ismaelitas, los judíos de manera similar entregaron a Jesús a la autoridad romana para que lo ejecutase. (Juan 18:35.) Tanto José como Jesús fueron refinados y preparados por medio de sufrimientos para desempeñar sus respectivos papeles como salvadores. (Sal. 105:17-19; Heb. 5:7-10.) El que se elevara a José al puesto de administrador de alimentos de Egipto, así como las vidas que se salvaron por esa causa, tiene un· paralelo en la exaltación de Jesús y el que él llegue a ser un Salvador tanto para los judíos como para los que no lo son. (Juan 3:16, 17; Hech. 5:31.) El ardid de los hermanos de José para hacerle daño resultó ser el medio que Dios usó para salvarles de la inanición. De igual manera, la muerte de Jesús proveyó la base para la salvación. (Juan 6:51; 1 Cor. 1:18.)
2. Hijo de cierto Jacob; padre adoptivo de Cristo Jesús, esposo de María y, más tarde, progenitor de por lo menos cuatro hijos varones: Santiago, José, Simón y Judas, además de hijas. (Mat. 1:16; 13:55, 56; Luc. 4:22; Juan 1:45; 6:42.) A José también se le llamó hijo de Helí (Luc. 3:23), su suegro. El justo José, siempre obediente a la dirección divina, se adhirió estrechamente a la ley mosaica y se sometió a los decretos de César.
Como carpintero de oficio y residente en Nazaret, José era un hombre de recursos financieros limitados. (Mat. 13:55; Luc. 2:4; compárese Lucas 2:24 con Levítico 12:8.) Estaba prometido con la muchacha virgen María. (Luc. 1:26, 27.) Pero antes de que se unieran en matrimonio, ella llegó a estar encinta por medio del espíritu santo. Al no querer hacer de ella un espectáculo público, José tenía la intención de divorciarse de ella en secreto. Sin embargo, al recibir una explicación del ángel de Jehová en un sueño, José llevó a María a su hogar como su esposa legal. No obstante, se abstuvo de tener relaciones con ella hasta después del nacimiento de aquel hijo que había sido engendrado milagrosamente. (Mat. 1:18-21, 24, 25.)
En obediencia al decreto de César Augusto para que las personas se registraran en sus propias ciudades, José, como descendiente del rey David, viajó con María a Belén de Judea. Allí, María dio a luz a Jesús en un establo, porque no había disponible otro alojamiento. Aquella noche, al ser informados del nacimiento por un ángel, ciertos pastores fueron a ver al niño recién nacido. Unos cuarenta días después, tal como lo requería la ley mosaica, José y María presentaron a Jesús en el templo de Jerusalén junto con una ofrenda. Tanto José como María se admiraron cuando oyeron las palabras proféticas del anciano Simeón en cuanto a las grandes cosas que Jesús haría. (Luc. 2:1-33; compárese con Levítico 12:2-4, 6-8.)
Parece que después de algún tiempo, mientras residían en una casa en Belén, María y su hijito fueron visitados por unos astrólogos orientales (aunque podría parecer que Lucas 2:39 indica que José y María volvieron a Nazaret justo después de presentar a Jesús al templo, debe recordarse que este texto es parte de un relato muy condensado). La intervención divina impidió que su visita provocase la muerte de Jesús. Al ser advertido en un sueño de que Herodes intentaba hallar al niño para destruirle, José prestó atención a las instrucciones divinas de huir con su familia a Egipto. (Mat. 2:1-15.)
Después del fallecimiento de Herodes, el ángel de Jehová se le apareció de nuevo en un sueño a José, diciendo: “Levántate, toma al niñito y a su madre, y ponte en camino a la tierra de Israel”. Sin embargo, al oír que Arquelao, el hijo de Herodes, estaba gobernando en lugar de su padre, él tuvo miedo de regresar a Judea, y “habiéndosele dado advertencia divina en un sueño, se retiró al territorio de Galilea, y vino y moró en una ciudad de nombre Nazaret”. (Mat. 2:19-23.)
Cada año José y María asistían a la celebración de la Pascua en Jerusalén. En una ocasión regresaban a Nazaret cuando, después de viajar la distancia correspondiente a un día desde Jerusalén, se dieron cuenta de que su hijo de doce años faltaba. Lo buscaron diligentemente y al final lo hallaron en el templo en Jerusalén escuchando e interrogando a los maestros. (Luc. 2:41-50.)
El registro bíblico no menciona el grado de enseñanza que José le dio a Jesús. No obstante, no hay duda de que él contribuyó a que Jesús progresara en sabiduría. (Luc. 2:51, 52.) José también le enseñó el oficio de carpintero, pues a Jesús se le conoció tanto como “el hijo del carpintero” (Mat. 13:55) como por el “carpintero”. (Mar. 6:3.)
En las Escrituras no se hace mención de la muerte de José. Pero parece que murió antes que Jesús. Si hubiera vivido después del tiempo de la Pascua de 33 E.C., no es probable que Jesús, mientras estaba fijado en el madero, le confiara el cuidado de María al apóstol Juan. (Juan 19:26, 27.)
3. Medio hermano de Jesucristo. (Mat. 13:55; Mar. 6:3.) Al igual que sus otros hermanos, José al principio no ejerció fe en Jesús. (Juan 7:5.) Sin embargo, después, los medio hermanos de Jesús, y entre ellos José, se hicieron creyentes. El registro dice que ellos estaban con los apóstoles y otros discípulos después de la ascensión de Jesús al cielo; de modo que es probable que estuviesen entre los aproximadamente ciento veinte discípulos reunidos en un aposento de arriba en Jerusalén cuando Matías fue escogido por medio de echar suertes para reemplazar al infiel Judas Iscariote. Parece ser que este mismo grupo de unos ciento veinte recibió el espíritu de Dios en el día del Pentecostés en 33 E.C. (Hech. 1:9-2:4.)
4. Hombre rico de la ciudad de Arimatea, Judea, que era miembro respetado del Sanedrín judío. Aunque era un varón bueno y justo que estaba esperando el reino de Dios, José, debido a que temía a los judíos no creyentes, no se identificó abiertamente como discípulo de Jesucristo. Sin embargo, no votó en apoyo de la acción injusta del Sanedrín contra Cristo Jesús. Más tarde, le pidió valerosamente a Pilato el cuerpo de Jesús, y junto con Nicodemo lo preparó para el entierro y luego lo puso en una tumba nueva labrada en la roca. Esta tumba le pertenecía y estaba situada en un jardín cerca del lugar donde Jesús fue fijado en el madero. (Mat. 27:57-60; Mar. 15:43-46; Luc. 23:50-53; Juan 19:38-42.)
5. Varón que fue propuesto junto con Matías como candidato para el puesto de superintendencia que el infiel Judas Iscariote dejó vacante. José, llamado también Barsabás (quizás un patronímico o simplemente un nombre adicional) y a quien se le dio el sobrenombre de Justo, fue testigo de la obra, milagros y resurrección de Jesucristo. Sin embargo, fue a Matías, y no a José, al que se escogió por suertes para reemplazar a Judas Iscariote antes del Pentecostés del año 33 E.C. y llegó a ser “contado junto con los once apóstoles”. (Hech. 1:15-2:1.)
6. Levita de sobrenombre Bernabé y oriundo de Chipre. (Hech. 4:36, 37.) Fue compañero íntimo del apóstol Pablo. (Véase BERNABÉ.)