PEREZA
Falta de ánimo o impulso para hacer algo o trabajar; ociosidad; desidia; holgazanería; indolencia. La raíz hebrea ‘a·tsál puede significar “inclinarse”, “reclinarse” o “reposar”. La idea principal parece ser la de laxitud o languidez. Algunas formas derivadas de esta palabra son traducidas como “perezoso”, “pereza” e “indolente”. La palabra griega o·kne·rós, al referirse a personas, significa “lento”, “tardío”, “indeciso”, “holgazán” o “indolente”. Otro término no·thrós, significa, “lento”, “indolente”, “torpe”.
Jehová y su Hijo, como los dos mayores trabajadores, odian la pereza. Jesús dijo: “Mi Padre ha seguido trabajando hasta ahora, y yo sigo trabajando”. (Juan 5:17.) En todo el registro bíblico, se condena la pereza y se amonesta al perezoso. Este —a diferencia de lo que Pablo menciona en 1 Timoteo 6:6-8— no se basta con lo que tiene ni está contento con el ‘sustento y con qué cubrirse’. Más bien, desea tener posesiones y, por lo general, no solo ropa o comida, sino muchas cosas más: “El perezoso se muestra deseoso, pero su alma nada tiene”. (Pro. 13:4.) Tampoco muestra consideración o respeto a su prójimo, sino que está dispuesto a dejar que alguien haga su trabajo e incluso que otra persona provea para él las cosas que desea. (Pro. 20:4.)
LA FORMA DE PENSAR DEL PEREZOSO
En el libro de Proverbios se da una descripción del hombre perezoso. Ante todo, inventa obstáculos para justificarse y no comenzar un proyecto. “El camino del perezoso es como seto de abrojos.” (Pro. 15:19.) Ve su tarea como un camino lleno de abrojos, muy difícil de andar. Entonces da excusas ridículas para su holgazanería, diciendo: “¡Hay un león afuera! ¡En medio de las plazas públicas seré asesinado!”, como si un peligro que realmente no existe dificultase el trabajo. (Pro. 22:13.) Con frecuencia la pereza va acompañada de la cobardía, que consiste en retraerse de forma temerosa. (Mat. 25:26, nota al pie de la página; 2 Tim. 1:7.) Aunque otros le aconsejan y le instan, se da la vuelta en su cama ‘como una puerta sobre su quicio’, como si fuese incapaz de levantarse. Es demasiado perezoso para alimentarse a sí mismo. “Ha escondido la mano en el tazón del banquete; se ha fatigado demasiado para volver a llevarla a la boca.” (Pro. 26:14, 15; 19:24.) Además, se ha engañado a sí mismo de manera que en su propio corazón piensa que tiene razón.
Tal persona da rienda suelta a razonamientos engañosos e imaginarios: puede pensar que el trabajo afectará su salud, que está demasiado cansado; le puede parecer que ‘el mundo le debe la manutención’ y, además, tener el hábito de postergar un trabajo hasta “mañana”. (Pro. 20:4.) Con cualquier cosa que haga, por pequeña que esta sea, le parece que ya ha hecho su parte, es decir, tanto como los demás. Mientras que una persona diligente puede dar una respuesta sensata a cualquiera de tales argumentos, él es “más sabio a sus propios ojos” y piensa de los demás que son tontos por esforzarse e intentar animarle a que también se esfuerce. (Pro. 26:13-16.)
LA RECOMPENSA DE LA PEREZA
Aunque la persona perezosa puede pensar que se pondrá a trabajar luego, la recompensa de su pereza le alcanza súbitamente y es demasiado tarde, pues se le dice: “Un poco más de sueño, un poco más de dormitar, un poco más de cruzar las manos para estar acostado, y tu pobreza ciertamente vendrá justamente como algún vagabundo, y tu carencia como un hombre armado”. (Pro. 6:9-11; véanse también Proverbios 24:30, 31; Eclesiastés 10:18.)
Quienquiera que contrate a una persona perezosa, o a quien él represente, se decepcionará e irritará y sufrirá pérdidas, pues, “como vinagre a los dientes y como humo a los ojos, así es el perezoso a los que lo envían”. (Pro. 10:26.)
La pereza del holgazán resultará al fin en calamidad para él, pues “el mismísimo deseo vehemente del perezoso le dará muerte”. Su deseo vehemente es por cosas que no merece o que son impropias. Incluso, puede llegar a arruinarse al intentar conseguirlas. En todo caso, el estar dominado por la pereza le aparta de Dios, la Fuente de la vida. (Pro. 21:25.)
El cristiano que es perezoso no cultiva el fruto del espíritu, que aviva y activa a la persona (Hech. 18:25), y en realidad se mete en dificultades. Cede a los deseos de la carne. No tardará en andar desordenadamente, no haciendo ningún trabajo, sino entremetiéndose en lo que no [le] atañe. (2 Tes. 3:11.)
CÓMO SE CONSIDERA EN LA CONGREGACIÓN CRISTIANA
En la congregación cristiana primitiva se estableció el dar ayuda material a los necesitados, especialmente a las viudas. Parece que algunas de las viudas jóvenes se mostraron deseosas de usar la libertad de su nuevo estado para participar celosamente en el ministerio cristiano. (Compárese con 1 Corintios 7:34.) Por lo visto algunas viudas jóvenes recibieron ayuda material. Pero en lugar de usar de una manera apropiada la mayor libertad y el tiempo adicional que ahora tenían, llegaron a estar ociosas, desocupadas, y empezaron a andorrear. Llegaron a ser chismosas y entremetidas en asuntos ajenos, hablando de cosas que no debían. Por esta razón, el apóstol Pablo le mandó al superintendente Timoteo que no pusiera a tales personas en la lista para recibir ayuda, sino que se casasen y usaran sus energías criando sus propios hijos y atendiendo su casa. (1 Tim. 5:9-16.)
En lo que atañe a la ayuda material en la congregación cristiana, la regla bíblica es: “Si alguien no quiere trabajar, que tampoco coma”. (2 Tes. 3:10.) El cabeza de familia debe proveer para su casa y la esposa no debe comer “el pan de la pereza”. (Pro. 31:27; 1 Tim. 5:8.)
EVITAR LA INDOLENCIA EN EL ESTUDIO Y EN EL MINISTERIO
Se da consejo en contra de la pereza en lo relacionado con el estudio y la consecución de un entendimiento más profundo de los propósitos de Dios, y respecto a la participación en el ministerio cristiano. El apóstol Pablo reprendió a algunos cristianos hebreos que no progresaban, al decirles: “Ustedes se han hecho embotados [indolentes] en su oír. Porque, en realidad, aunque deberían ser maestros en vista del tiempo, de nuevo necesitan que alguien les enseñe desde el principio las cosas elementales de las sagradas declaraciones formales de Dios; y han llegado a ser como quienes necesitan leche, no alimento sólido”. (Heb. 5:11, 12.) Él también amonesta: “No sean holgazanes en sus quehaceres. Fulguren con el espíritu”. (Rom. 12:11.)
Jesús predijo que habría una clase de personas que alegarían ser sus siervos, pero que se volverían indolentes e inicuos y no trabajarían en aumentar los intereses del Amo en la Tierra. Este, al regresar, les quitaría aquello que había confiado a su cuidado y haría que se les arrojase “a la oscuridad de afuera” como un “esclavo que no sirve para nada”. (Mat. 25:18, 24-30.)