El Corán—¿un milagro literario?
“La Atalaya” aquí principia una serie de artículos que tratan del Corán (Alcorán), bajo los siguientes títulos: “El Corán—¿un milagro literario?”, “El Corán—¿confirmatorio de Escrituras previas?”, “El Corán—¿armonioso consigo mismo?” y “El Corán—¿de Dios o del hombre?” A través de esta serie se hará una comparación con la Biblia. Aunque estos artículos tratan del punto de vista musulmán, serán de verdadero valor a otros por razón de la comparación de la Biblia con lo que ha sido llamado su rival más cercano, el Corán.
SUPONGA que usted emprende un viaje largo, y en una encrucijada encuentra a un amigo cuyo destino es el mismo de usted. Este amigo, al saber la ruta que lleva usted, inmediatamente trata de convencerlo de que usted va en la dirección equivocada. ¿Se enojaría usted con él porque le hizo notar que usted, así como los que estaban con usted, había cometido un error, y por eso le daría usted un golpe, y luego continuaría en su camino? ¡Naturalmente que no!
Más bien, cada uno de ustedes expresaría en calma las razones que tienen para pensar que su camino es el correcto y luego ustedes dos sin duda harían una comparación de las fuentes de su información. Porque, después de todo, los dos quieren llegar a su destino, ¿no es verdad?
Lo susodicho ilustra bien la manera en que debemos considerar esta serie de artículos que discutirán el Corán y lo compararán con la Biblia. El musulmán y el cristiano están ambos viajando en el camino de la vida, y tanto el uno como el otro confía en que va en la dirección que conduce a la vida eterna con felicidad. Empero van en direcciones opuestas porque están consultando diferentes fuentes de información; uno se dirige por el Corán, el otro por la Biblia. ¿Cuál está en lo correcto?
Antes de seguir, notemos que nadie debe juzgar la Biblia por alguna de las religiones populares de la llamada cristiandad, porque ellas no la representan correctamente. En realidad, la cristiandad de ninguna manera tiene derecho al nombre de “cristiana”, ya que sus doctrinas, cruzadas, guerras, política, explotación comercial, distinción racial y opresión de los pueblos están tan alejadas de lo que Cristo Jesús enseñó y practicó “como el oriente lo está del occidente”. Por eso que los musulmanes no rechacen el cristianismo verdadero y pasen por alto la Biblia simplemente por el abominable registro que la cristiandad apóstata ha dejado sobre las páginas de la historia.
El Corán, como todos los musulmanes saben bien, les fué dado por Mahoma, un árabe que nació a fines del siglo sexto, en Meca, y murió en Medina el 8 de junio de 632 d. de J. C. Cuando tenía alrededor de cuarenta años se convenció de que había recibido un mensaje del ángel Gabriel junto con una llamada para dar a saber que ‘no hay dios excepto Alá [es decir, El DIOS] y que Mahoma es su profeta’. Por los restantes veintitrés años de su vida profesó recibir muchos más de tales mensajes o revelaciones, que él dictó para que otros los escribieran, ya que él mismo, se cree, era analfabeto. Poco después de su muerte, éstos fueron compilados de piedras blancas, pieles de animales, nervaduras de las hojas de palmera y los pechos (memorias) de los hombres, y llegaron a ser conocidos como el Sagrado Corán.
A medida que las copias se multiplicaron diversas lecturas surgieron, produciéndose serias disputas. Por eso unos veinte años después se hizo otra copia oficial y todas las que existieron previamente fueron entregadas a las llamas. Por unos doce siglos el Corán ha tenido muy poco cambio en el texto.
El Corán (árabe para “la recitación” o “la lectura”) no es tan grande como el “Nuevo Testamento”, así que tiene como la cuarta parte del tamaño de la Biblia. Se compone de 114 capítulos, revelaciones o suras, que varían en longitud de tres a 286 versículos, los versículos mismos variando de una a veinte y más líneas.
Con pocas excepciones el Corán está escrito en primera persona, siendo Alá el orador. Según su propio testimonio la “Madre del Libro” existe en la presencia de Dios y se reveló a Mahoma “en etapas lentas, bien arregladas, gradualmente” por “El Espíritu Santo [el ángel Gabriel, quien] trajo la revelación de tu Señor con Verdad, a fin de fortalecer a los que creen, y como una Guía y Buenas Nuevas a los musulmanes”. (Musulmán, que significa uno que se ha entregado a Dios) La declaración de que el Corán es una revelación divina recibe énfasis a través de sus páginas. Vea Sura 2:89, 97; 6:19; 16:102; 17:105, 106; 25:32; 43:2-4, Alí.a
LA CUESTIÓN DE AUTENTICIDAD
¿Qué prueba podía ofrecer Mahoma de que estos suras en verdad provinieron del único Dios verdadero? Dos mil años antes, cuando se le pidió a Moisés que fuera a su pueblo con un mensaje de Dios, inmediatamente vió la cuestión de autenticidad: “Mas, he aquí, ellos no me creerán ni escucharán mi voz; porque dirán: No te ha aparecido Jehová.” Jehová resolvió ese problema habilitando a Moisés para ejecutar tres señales. Al ver estas pruebas de autenticidad, “creyó el pueblo.”—Éxo. 4:1-31.
Y por los siguientes cuarenta años los israelitas presenciaron muchos, muchos más milagros. Particularmente se manifestó poder divino al tiempo que se dió la ley: trueno, relámpago, fuego, humo, sonido de trompeta y terremoto; todos fueron combinados para testificar que Moisés no era un impostor sino que verdaderamente era un profeta comisionado divinamente.—Éxodo, capítulos 7 al 15; Éx 19:16-18; Deu. 8:14-16.
Cuando Cristo Jesús vino, la misma cuestión de autenticidad surgió, y de nuevo se contestó inequívocamente. Hasta tal grado que pudo enviar a Juan el informe asegurador: “Los ciegos están viendo otra vez, y los cojos están andando, los leprosos están siendo limpiados y los sordos están oyendo, y los muertos están siendo levantados.” Y por eso a los caudillos religiosos de su día Jesús pudo decir: “Si no estoy haciendo las obras de mi Padre, no me crean. Pero si las estoy haciendo, aun si no me creen a mí crean a las obras.”—Mat. 11:5; Juan 10:37, 38, NM.
Pues, hasta los caudillos religiosos mofadores, hipócritas y maliciosos recibieron una señal, la de Jonás, o la resurrección de Jesús después que hubo yacido en el sepulcro por tres días. Y sus seguidores hicieron aun mayores señales, porque las ejecutaron a través de un área más extensa y por un período de tiempo mucho más largo.—Mat. 16:1-4; 28:12-15; Juan 14:12; Hech. 1:3-11; 19:11, 12; 1 Cor. 14:22; 15:1-20.
Tanto Moisés como Cristo Jesús fueron usados para introducir nuevos sistemas de cosas y cada uno se estableció como profeta de Dios por la ejecución de muchas señales. Pero ¿dónde estuvieron las señales estableciendo a Mahoma como profeta de Dios y probando que Dios había introducido un nuevo sistema de cosas en Arabia a principios del siglo siete d. de J. C.? ¿Pudo Mahoma decir, como dijo Jesús: ‘Si no creen mi mensaje, crean a mis obras, señales, milagros’? No, no pudo, porque no tuvo ninguno; ninguno para establecer la autenticidad de su mensaje.
Repetidamente se admite este hecho a medida que sus oyentes acusan a Mahoma de impostura y falsificación. Vea Sura 2:118; 10:38; 11:13; 17:89-93; 21:5, 6, Alí. En vista de las muchas señales que los profetas anteriores habían ejecutado, ¿no tenían sus oyentes derecho de preguntar: “¿Por qué no se le envía una señal de parte de su Señor”? (Sura 6:37; 13:7, Alí) Pero se les dijo: ‘Seguramente las señales están en el poder de Dios: pero ¿qué les hará comprender que si vinieran Señales, ellos no creerían?’ “Nos abstenemos de enviar las Señales, sólo porque los hombres de pasadas generaciones las trataron de falsas.”—Sura 6:109; 17:59, Alí.
Repetidamente se dijo a sus oyentes que Mahoma sólo era un amonestador; pero con eso sólo se admite el punto que se discutía; ellos querían prueba de que Mahoma era verdaderamente el amonestador de Dios por la ejecución de señales. Cierto, algunos en tiempos antiguos no creyeron a pesar de las señales, pero eso no impidió que Dios enviara señales por sus profetas. Y tampoco usó Cristo Jesús ese hecho como excusa para no dar prueba de su comisión divina por la ejecución de señales.—Sura 3:180, 181; 5:36; 9:71, Ródwell.b
‘EL MILAGRO DEL CORÁN’
En contraste notable con los profetas antiguos que así “vinieron [a su pueblo] con pruebas claras de su misión”, la única señal a la que señala el Corán (aunque la tradición musulmana indica lo contrario) es la del mérito literario del mensaje mismo. “¿Dicen ellos: ‘Él lo falsificó’? Di: ‘Entonces traiga un Sura semejante a éste.’” Y de nuevo: “Di: ‘Si toda la humanidad y los Jinns [espíritus] se juntaran para producir algo semejante a este Corán, no podrían producir algo semejante a él.’” (Sura 2:23, 24; 10:37, 38; 17:88, Alí) Dicen los comentadores musulmanes: “Desafía comparación por su belleza.” “Solamente Dios pudo haber inspirado verdades espirituales en lenguaje tan noble.”
Hay muchos pasajes hermosos en el Corán, especialmente aquellos que tratan de los atributos de Dios, como los suras primeros y más breves. Y sin duda su mensaje exaltado en prosa rimada tuvo la mayor atracción para los árabes en un tiempo cuando tal vez ni siquiera haya existido algo en su propio lenguaje que pudiera llamarse estrictamente un libro.
Empero no puede negarse que sus diversas partes son de valor muy desigual. La gran literatura no es redundante, pero en el Corán vez tras vez se repiten los relatos de Adán, Moisés, Cristo Jesús y otros, y siempre con el mismo propósito. En el Sura 55 la expresión (versículo) “Entonces, ¿cuál de los favores de nuestro Señor negaréis?” aparece no menos de 31 veces en un total de 78 versículos. (Alí) Tres de cada cuatro suras amonestan de fuego del infierno y castigo después de la muerte, y dos de cada tres traen a colación el asunto de su autenticidad.
Aun más seria es la falta de coherencia en el Corán. Hay poca coherencia entre los suras, puesto que están colocados en orden de longitud, comenzando con los más largos, aunque éstos fueron escritos al final y se comparan desfavorablemente con los primeros. Los suras mismos a menudo parecen ser una conglomeración de versículos, un factor que hace al Corán sumamente difícil de entenderse correctamente, pues como lo expresa una autoridad, A.-Q. H.T. Mahoma: “Quienquiera que dé su opinión tocante al [Corán] tiene que poder descubrir qué versículos de Meca están mezclados con Suras de Medina y qué versículos de Medina están confundidos con Suras de Meca.” ¿Está “mezclada” o “confundida” la gran literatura?
También se halla frecuentemente que falta coherencia entre los títulos y los suras mismos. El Sura 29 se intitula “La araña” aunque sólo se hace una mención pasajera de este insecto en medio del sura. Lo mismo es cierto del Sura 16, “La abeja,” y del Sura 27, “La hormiga.” En el sura más largo, el núm. 2, “La vaquilla” o “La vaca”, encontramos que sólo media docena de versículos de los 286 tratan de ese animal.
La Enciclopedia británica, tomo 16, edición de 1907, dedica dos páginas a una discusión de las debilidades literarias del Corán (Korán), tales como la violación de la ortografía y la interrupción de pensamiento para conseguir rima, la rima de tales temas indecorosos como los que se relacionan con los períodos menstruos de la mujer, la omisión de eslabones indispensables, la verbosidad superflua, etc. Compare el texto árabe de Sura 95:2 y 37:130 con 23:20; 6:85 y 37:123, Alí. Tampoco está libre el Corán de errores gramaticales.
Para el historiador Carlyle, que le tenía la mayor admiración a su profeta héroe Mahoma, y por lo tanto no podría ser acusado de prejuicio, era increíble e inconcebible que persona alguna considerara al Corán un milagro literario. Dijo él, entre otras cosas: “Es lectura tan pesada como jamás emprendí. Un revoltillo confuso y tedioso, no refinado, informe, . . . escrito, en lo que toca a escritura, tan malamente como el peor libro que se ha escrito.”
Y Gibbón, el autor de la obra monumental La decadencia y caída del Imperio romano, quien incidentalmente fué un crítico muy férreo de la llamada cristiandad, en su descripción del Corán, aunque admite que tiene alguna belleza, dice que se fastidió por su “infinita rapsodia incoherente de fábula, precepto y declamación”, añadiendo que “los atributos divinos exaltan la fantasía del misionero árabe; pero sus frases más elevadas tienen que ceder a la simplicidad sublime del libro de Job, compuesto en una edad remota, en el mismo país”. Y a lo cual puede añadirse el sermón del monte, el libro de Isaías, el capítulo 13 de 1 Corintios, y muchísimos de los Salmos y las parábolas de Jesús.
Pero, objeta nuestro amigo musulmán, usted pasa por alto el hecho de que Mahoma era analfabeto, y ninguna persona analfabeta podría haber producido tal obra. Cierto, Mahoma tal vez no haya podido leer y escribir, pero queda en pie el hecho de que él fué un negociante muy próspero que consiguió en matrimonio la mano de su patrona, una viuda rica y culta. Su analfabetismo explicaría la debilidad literaria que hemos notado en el Corán.
Ni puede argüirse que la traducción es la responsable. Literatura que es verdaderamente grande se refleja como tal a través de una traducción, como es el caso con la Biblia, que es gran literatura en cualquier idioma. Además, los defectos que hemos notado en cuanto a redundancia, falta de coherencia, rima defectuosa, etc., todos son inherentes en el texto árabe original.
Finalmente, note el testimonio de la historia del islam sobre este asunto. En la compilación del Corán bajo la dirección de Zaid Ibn Thabit, un contemporáneo de Mahoma, ¿se decidió a base de mérito literario la cuestión de la autenticidad de los diversos suras y versículos? De ninguna manera, sino por los juramentos de los que presentaron los suras. Tampoco fué siempre unánime la opinión. Algunos de los “compañeros”, socios de Mahoma que le sobrevivieron a él, expresaron las más fuertes dudas de que los suras 1, 113 y 114 pertenecieran al Corán. Claramente, el mérito literario no fué el factor determinante en lo que se refiere a ellos.
Verdaderamente, en vista de los hechos que se han presentado no puede alegarse que el Corán esté inspirado divinamente debido a que sea un milagro literario. Para un examen de otras pretensiones que se hacen acerca del Corán dirigimos al lector a artículos subsiguientes en esta serie.
[Notas]
a Versión A. Yusuf Alí, edición de 1946.
b Nota: La división en versículos varía según la versión.