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  • Pablo, apóstol a las naciones
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1953
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1953
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Pablo, apóstol a las naciones

CRISTO Jesús en una ocasión declaró que él ‘no fué enviado a nadie más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel’. Sin embargo, él no puso tal limitación a sus apóstoles, porque después de su resurrección les dijo que habían de ser sus testigos no sólo ‘en Jerusalén y en toda Judea y Samaria’ sino también “hasta la parte más lejana de la tierra”. (Mat. 15:24; Hech. 1:8, NM) El que fué adelante en la promoción de esta expansión de la adoración verdadera fué Pablo, el apóstol a las naciones antes conocido como Saulo de Tarso.

Saulo era hebreo, israelita, de la tribu de Benjamín; fariseo, hijo de fariseos, y ciudadano romano por nacimiento. (Hech. 22:28; 23:6; Fili. 3:5, NM) Aunque nació en Tarso, recibió su instrucción religiosa en Jerusalén a los pies del famoso erudito Gamaliel. Saulo, sin embargo, no participó del espíritu de tolerancia que caracterizó a su competente instructor; espíritu que capacitó a Gamaliel, aunque enseñaba las tradiciones del judaísmo así como la ley de Moisés, a aconsejar al Sinedrio, el tribunal supremo de su día, que fuera tolerante en su trato de los seguidores de Cristo: “Déjenlos; (porque, si este proyecto y esta obra es de los hombres, será derribado; pero si es de Dios, no los podrán derribar;) de otro modo, quizás ustedes resulten ser luchadores en realidad contra Dios.”—Hech. 5:38, 39; 22:3; Gál. 1:14, NM.

Por lo contrario, el celo religioso hizo que a Saulo se le olvidara por completo el peligro de luchar contra Dios, aun endureciéndole en lo que tocaba a los sufrimientos de otros. Por eso presenció con aprobación el asesinato del primer mártir cristiano, Esteban, por una turba.—Hech. 7:58-60; 8:1.

Saulo fué tal fanático religioso que tomó la delantera en perseguir a los cristianos. Como él mismo lo dijo: “A muchos de los santos encerré en cárceles, puesto que había recibido autoridad de los sacerdotes principales; y cuando iban a ser ejecutados, yo echaba mi voto contra ellos. Y castigándolos muchas veces en todas las sinagogas, trataba de obligarlos a hacer una retractación; y puesto que estaba enojado hasta el extremo contra ellos, hasta los perseguía en ciudades de afuera.”—Hech. 8:3; 9:1, 2; 26:10, 11, NM.

SAULO SE HACE CRISTIANO

¿Qué cosa hizo que dicho perseguidor enconado de los cristianos diera media vuelta y se hiciera él mismo un cristiano? Un milagro, el cual, aunque al principio le cegó físicamente, le hizo ver espiritualmente. Este milagro se efectuó cuando Saulo se dirigía a Damasco en una campaña contra cristianos. “De súbito una luz del cielo centelleó alrededor de él, y él cayó a tierra y oyó una voz que le decía: ‘Saulo, Saulo, ¿por qué me estás persiguiendo?’ Él dijo: ‘¿Quién es usted, Señor?’ Él dijo: ‘Soy Jesús, a quien tú estás persiguiendo. No obstante, levántate y entra a la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer.’” Saulo se levantó, pero tuvo que ser conducido a la ciudad, porque estaba enteramente ciego.—Hech. 9:3-8; 26:13, NM.

Por tres días Saulo ni comió ni bebió. Entonces el Señor envió a uno de los discípulos, de nombre Ananías, a Saulo; al recibir su visita Saulo recobró la vista, fué bautizado y recibió el espíritu santo.—Hech. 9:9-19, NM.

Si Pedro hubiera sido reconocido como el vicario de Cristo ciertamente que Saulo inmediatamente le hubiera visitado en Jerusalén; pero no, él se fué a Arabia, sin duda para familiarizarse cabalmente con los propósitos de Dios y su voluntad para con él. Regresando a Damasco confundió de tal manera a los judíos ‘probando lógicamente que Jesús era el Cristo’ que finalmente los judíos tomaron acuerdo para deshacerse de él. Oyendo esto, Saulo escapó de la ciudad de noche mediante una canasta bajada por un hoyo que había en el muro, eludiendo así a sus enemigos que vigilaban las puertas de la ciudad. ¡Qué pronto el perseguidor vino a ser el perseguido!—Hech. 9:20-25; Gál. 1:16, 17.

Al llegar a Jerusalén Saulo encontró que los cristianos en ésa le tenían sospechas hasta que Bernabé los tranquilizó. En Jerusalén Saulo predicó con igual efecto notable, y por eso no pasó mucho tiempo antes de que sus opositores judíos de esa ciudad también conspiraran contra él. Escapando de sus garras Saulo fué a Cesarea y luego a su ciudad natal de Tarso, donde predicó hasta que Bernabé le buscó para que le ayudara en Antioquía. Después de aproximadamente un año en Antioquía, Saulo acompañó a Bernabé a Jerusalén con una ofrenda de auxilio para los hermanos de allí. (44 d. de J. C.) Después de su regreso a Antioquía el espíritu santo indicó que Bernabé y Saulo fueran apartados para servicio especial.—Hech. 9:26-30; 11:19-26; 12:25; 13:1-3, NM.

VIAJES MISIONEROS DE PABLO

Entre los puntos sobresalientes del primer viaje misionero de Pablo estuvieron los siguientes: En Pafos, en la isla de Chipre, un mago, Elimas, se oponía a que se diera el testimonio al procónsul Sergio Paulo. Para demostrar la superioridad del Dios verdadero, a quien Pablo y Bernabé servían, sobre los demonios, el mago, instrumento de los demonios, fué herido con ceguera. Al ver esta demostración de poder divino el procónsul se hizo creyente.—Hech. 13:4-12, NM.

Viajando por mar y tierra Pablo y Bernabé llegaron a Antioquía de Pisidia (el registro en Hechos 13:43 cambia de “Bernabé y Saulo” a “Pablo y Bernabé”), donde dieron tan efectivo testimonio a los judíos en la sinagoga un sábado que al siguiente sábado casi toda la ciudad se congregó para oír la palabra de Jehová. Al ver cuánto interés manifestaba la gente de las naciones, los judíos se llenaron de envidia, y entonces persiguieron a Pablo y Bernabé, haciendo necesario que se fueran. En su siguiente parada, Iconio, tuvieron la misma experiencia, y por eso fueron a Listra.—Hech. 13:13 a 14:7.

En Listra, debido a un milagro que Pablo había ejecutado, la gente quiso adorar a Pablo y Bernabé. Pero no pasó mucho tiempo antes que el populacho voluble, influído por los judíos de Antioquía e Iconio, apedreara a Pablo, arrastrándole fuera de la ciudad y dejándole por muerto. Pero Jehová tenía más trabajo para su apóstol a las naciones, y por eso leemos que “cuando los discípulos le rodearon, él se levantó y entró a la ciudad”. Dentro de poco tiempo Pablo y Bernabé volvieron por el mismo camino y, regresando a Antioquía, dieron un buen informe a la congregación de ahí.—Hech. 14:8-28, NM.

Entre su primero y segundo viaje misionero, Pablo, junto con algunos otros hermanos de Antioquía, fué a Jerusalén a una reunión del cuerpo gobernante cristiano para determinar allí si partes de la ley de Moisés todavía aplicaban a los cristianos. Entre las cosas contra las que se falló estuvieron la fornicación y el comer sangre.—Hech. 15:1-35.

“Después de algunos días Pablo dijo a Bernabé: ‘Sobre todo, volvamos y visitemos a los hermanos en cada una de las ciudades en donde hemos publicado la palabra de Jehová para ver cómo están.’” La cuestión de llevar consigo o no a Juan Marcos, quien se había separado de ellos en Panfilia en su primer viaje, dividió al grupo misionero, Pablo entonces llevando a Silas, y Bernabé a Juan Marcos.—Hech. 15:36-41, NM.

Fué en este segundo viaje, después de haber trabajado de nuevo el territorio cubierto en el primer viaje, que Pablo tuvo por la noche una visión de un macedonio que le suplicaba: “Pase a Macedonia y ayúdenos.” De esta manera el mensaje se extendió desde Asia Menor hasta Europa. En Filipos, la ciudad principal de Macedonia, Pablo y Silas fueron echados a la cárcel por haber librado a una muchacha esclava de dominio demoníaco, al enojarse sus amos por su pérdida de ganancia porque la muchacha ya no podía practicar el arte de la predicción. A medianoche el Señor los libró mediante un terremoto, resultando en que el carcelero y toda su familia se hicieran cristianos. Establecieron una congregación en Filipos así como en Tesalónica, su siguiente parada, donde su estancia fué de nuevo acortada por persecución violenta.—Hech. 16:1 a 17:9, NM.

En Berea, su siguiente parada, Pablo y Silas encontraron a muchos judíos de mente noble con oídos que oían. Sabiendo esto, sus enemigos vinieron desde Tesalónica y levantaron oposición, haciendo necesario que Pablo saliera; entonces él se embarcó para Atenas. En Atenas Pablo usó toda oportunidad para predicar, razonó en la sinagoga con los judíos y otros que adoraban a Dios y también con quienquiera que encontraba en las plazas de mercado. Ciertos de los filósofos griegos, llevados por la curiosidad, condujeron a Pablo al Areópago, o cerro de Marte, donde tuvo la oportunidad de dar un discurso público, diciéndoles del “Dios no conocido” a quien adoraban y de la resurrección. Al oír de la resurrección algunos se mofaron; otros, sin embargo, se hicieron creyentes.—Hech. 17:10-34, NM.

De Atenas Pablo viajó a Corinto, donde Silas y Timoteo se le unieron. Allí él permaneció por año y medio y encontró mucho interés, así como Dios le había asegurado en una visión, que ningún daño le sobrevendría y que él tenía “mucha gente en esta ciudad”. Mientras estuvo allí, Pablo escribió sus dos cartas a los tesalonicenses, sus primeras cartas canónicas. Al regresar a Antioquía Pablo concluyó su segundo viaje misionero, de 49 a 51 d. de J. C., en el cual viajó de 2,500 a 3,000 millas.—Hech. 18:1-22.

Después de estar algún tiempo en Antioquía Pablo empezó su tercer viaje misionero, esta vez solo, aunque hallándose en ruta se le unieron Lucas y otros. En este viaje repasó en gran parte la ruta tomada en su segundo viaje, dando adicionalmente un buen testimonio en la provincia de Asia. En el curso de sus viajes llegó a Éfeso, donde permaneció tres años. Allí posiblemente “la práctica general de Pablo era trabajar en su oficio desde el amanecer hasta las 11 horas, hora en que Tirano había terminado su enseñanza; luego de las 11 a las 16 horas predicaba en el salón, . . . y luego por último hacía un recorrido evangelista de casa en casa que duraba desde las 16 horas hasta muy de noche. Uno se pregunta cómo pudo tener tiempo para comer y dormir.” (Vida diaria en tiempos bíblicos, A. E. Bailey) ¡Cuánto se parece esto a los ministros precursores de tiempo cabal hoy que hacen trabajo seglar parte del tiempo para sostenerse a sí mismos!

Temiendo el efecto que la predicación de Pablo tendría sobre su arte de hacer capillas de plata para Ártemis (Diana), los plateros de Éfeso juntaron una turba y crearon una conmoción gritando: “¡Grande es Artemis de los efesios!” Manejando atinadamente la situación, el secretario municipal aplacó la conmoción e impidió que hicieran daño a Pablo y sus compañeros. Después de esto Pablo predicó en Macedonia y Grecia, dió instrucciones valiosas en Mileto a los ancianos de Éfeso que fueron allí con ese propósito, y luego se apresuró a llegar a Jerusalén; su viaje duró desde 52 hasta 56 d. de J. C. Durante este viaje escribió sus cartas a los romanos y a los corintios.

EXPERIENCIAS DE PABLO PRISIONERO

Pablo estaba determinado a ir a Jerusalén aun cuando los profetas cristianos por todo el camino predijeron que sufriría prisiones y tribulaciones allí; profecías que resultaron verdaderas, porque sus enemigos lo envolvieron en un motín que resultó en su encarcelamiento. Pero aunque los hombres pudieron atar a Pablo no pudieron atar la verdad, pues él continuó dando testimonio de ella. Le dió más de un testimonio efectivo al gobernador Félix, quien, de acuerdo con Josefo, fué uno de los gobernantes más corruptos y opresivos jamás enviados de Roma a Judea. Félix insinuó que un soborno sería bien aceptado, pero Pablo rehusó comprar su salida. Por lo tanto Félix le dejó permanecer en la cárcel en Cesarea, con lo cual también buscó favor de los judíos. Al fin de dos años Félix fué reemplazado por Festo y los judíos renovaron sus cargos contra Pablo. Teniendo intenciones de acabar con Pablo, ellos instaron a Festo a que trasladara a Pablo a Jerusalén para juicio. Pablo, sin embargo, se mantuvo firme; estaba ante el tribunal de César donde él, como romano, debería ser juzgado, y por eso apeló a César. Después de una audiencia ante Festo y el rey Agripa, Pablo fué enviado con otros presos a Roma.—Hech. 21:11 a 26:32, NM.

En ruta Pablo y los que iban con él naufragaron y quedaron aislados en la isla de Malta. Después de pasar parte del invierno allí, llegaron a Roma. Allí Pablo, siempre en cadenas, alquiló una casa. Siguió predicando, a judíos y gentiles, por dos años, de 59 a 61 d. de J.C.; tiempo en que escribió sus cartas canónicas a los efesios, filipenses, colosenses, y a Filemón y a los hebreos.—Hechos, capítulos 27 y 28.

Generalmente se cree que después de esos dos años Pablo fué libertado por un tiempo, visitó Creta con Tito, también posiblemente España, e hizo otro viaje misionero por Asia Menor, Macedonia y Grecia. Durante este tiempo escribió su primera carta a Timoteo y su carta a Tito. Encarcelado de nuevo alrededor de 65 d. de J.C., escribió su última carta, la segunda a Timoteo, y sufrió martirio a manos de Nerón en 66 d. de J.C.

CARACTERÍSTICAS DE PABLO

Pablo, sobre todo, tuvo un aprecio vehemente del honor conferido sobre él de ser el apóstol a las naciones: “Estoy agradecido a Cristo Jesús nuestro Señor, que me delegó poder, porque me consideró confiable al asignarme a un ministerio, aunque antes era blasfemo y perseguidor.” Y lejos de enorgullecerse por su puesto, humildemente pedía a sus hermanos que oraran por él para que pudiera tener la libertad de palabra necesaria para dar un buen testimonio.—Efe. 3:8; 6:18, 19; 1 Tim. 1:12, 13, NM.

A Pablo se le manifestó tal misericordia porque su corazón era recto. “Se me mostró misericordia, porque era ignorante y obré con falta de fe.” (Hech. 26:9, 10; 1 Tim. 1:13, NM) Y habiendo sido favorecido con el ministerio cristiano Pablo rindió servicio sagrado con una conciencia limpia, altruístamente; él no fué comerciante de la Palabra de Dios. En contraste notable con los que pretenden ser sus sucesores, él no trató de agradar a los hombres, sino sólo a Dios y Cristo.—2 Cor. 2:17; Gál. 1:10; 2 Tim. 1:3; 3:10, 11, NM.

Aunque en un tiempo fué un perseguidor despiadado de los cristianos, después fué tan benigno con aquellos a quienes enseñó como es una madre que cría para con sus propios hijos, exhortándolos y consolándolos como un padre hace con sus hijos. (1 Tes. 2:7, 8, 11, NM) No obstante también pudo expresar justa indignación, como cuando reprendió a Pedro por su vacilación y a sus paisanos que se opusieron a la verdad.—Hech. 28:25-28; Gál. 2:11-14, NM.

Aunque era bien educado, Pablo no llamó la atención a sí mismo: “Mi conversación y lo que prediqué no fueron con persuasivas palabras de sabiduría sino con una demostración de espíritu y poder, para que la fe de ustedes no estuviera en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.” (1 Cor. 2:1-5; 2 Cor. 1:12; 1 Tes. 2:3-6, NM) Ni le fué necesario recurrir a cartas de recomendación escritas. Aquellos a quienes llevó la verdad eran cartas vivientes que todos podían leer.—2 Cor. 3:1-3, NM.

Aunque Pablo era libre política y religiosamente, él se hizo esclavo de todos para poder ganar el mayor número de personas para Cristo. Se hizo toda cosa a personas de toda clase para de todos modos salvar a algunas. (1 Cor. 9:19-23, NM) Cuando se dirigió a los judíos lo hizo de una manera. (Hech. 13:16-41) Cuando se dirigió a los paganos supersticiosos lo hizo de otra. (Hech. 14:14-17) Y cuando se dirigió a los atenienses de sabiduría mundana inició su testimonio de todavía otro modo.—Hech. 17:22-31.

Y ¡qué registro de aguante dejó tras sí! A personas irrazonables que le provocaron a jactarse él dijo entre otras cosas: “Por los judíos cinco veces recibí cuarenta azotes menos uno, tres veces fuí golpeado con varas, una vez fuí apedreado, tres veces experimenté naufragio, una noche y un día los pasé en lo profundo; en viajes a menudo, en peligros de ríos, en peligros por parte de salteadores de caminos, en peligros por parte de mi propia raza, en peligros por parte de las naciones, en peligros en la ciudad, en peligros en el desierto, en peligros en el mar, en peligros entre falsos hermanos, en trabajo y fatiga, en noches en desvelo a menudo, en hambre y sed, en abstinencia de alimento muchas veces, en frío y desnudez. Además de esas cosas de carácter externo, hay lo que se me viene encima día tras día, la ansiedad por todas las congregaciones.” (2 Cor. 11:24-28, NM. Vea también 1 Corintios 4:8-13; 2 Corintios 1:8-11; 4:8; 6:4-10.) Empero Pablo, lejos de murmurar y quejarse, declaró: “He aprendido, en cualesquier circunstancias que esté, a bastarme a mí mismo. . . . Para todas las cosas tengo la fuerza en virtud de aquel que me imparte poder.” (Fili. 4:11-13, NM) Se alegró de que los trabajos que pasó resultaran en la diseminación de la verdad.—Fili. 1:12-14.

Pablo fué grandemente recompensado por su fidelidad. Se le dieron visiones sobrenaturales y oyó palabras que no era lícito que el hombre las hablara. (2 Cor. 12:1-5) Tuvo el privilegio de escribir catorce de los veintisiete libros de las Escrituras cristianas griegas. Sus escritos son obras maestras de razonamiento sereno, de lógica clara. ¡Cuán hábilmente presenta el caso para justificación mediante fe en su carta a los romanos! ¡Cuán plenamente prueba la enseñanza de la resurrección, y en su primera carta a los corintios cuán bien manifiesta cómo obra el amor! ¡Cuán notablemente aclara a los gálatas la insensatez de querer regresar a la ley de Moisés! ¡Cuán convincentemente presenta las pruebas a los hebreos de que Jesús en verdad fué el Hijo de Dios y el Mesías! Aunque su presencia corporal haya sido débil, sus cartas fueron poderosísimas.—2 Cor. 10:10.

Al enfrentarse Pablo a muerte segura a manos de Nerón, pudo mirar hacia atrás con la confianza de que había peleado la correcta clase de lucha, y que la recompensa celestial le aguardaba con toda seguridad. (2 Tim. 4:6-8) ¡Qué ejemplo nos dejó Pablo! ¡Cuánto mayor sería el testimonio dado si más personas compartieran el aprecio que tuvo él del ministerio cristiano!

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