Por qué no se contestan las oraciones
LA ORACIÓN se ha hecho popular. Ahora hay horas de oración, días de oración, semanas de oración, meses de oración y años de oración. Mucho se aclaman los llamados “años santos,” cuando un año entero, como sucedió en 1950, se aparta para “devociones y oraciones especiales, sobre todo por paz mundial.” También recibe amplia aclamación el día mundial de oración. Se oyen oraciones a favor del mundo y sus gobernadores en inauguraciones, coronaciones, sesiones de cuerpos legislativos y convenciones políticas. Clérigos, políticos, presidentes y el papa no sólo instan a otros a orar sino que ellos mismos oran por las Naciones Unidas y el mundo. Así que mucho se ora a favor del mundo. Aun así el mundo está en peor situación que nunca. Esas oraciones no se contestan. ¿Qué debemos de pensar de una situación tan confusa?
Una de las primeras cosas de que la gente pensadora se da cuenta es que no debe ser Dios el que esté en error, sino las oraciones. De hecho, un defecto es notorio: el de la inconsistencia de las oraciones. Sí, las oraciones pronunciadas por predicadores de una fe religiosa a menudo chocan con las oraciones pronunciadas por otros predicadores de la misma fe. De este modo durante las dos guerras mundiales clérigos católicos y protestantes, tanto en Alemania como en América, oraron por la victoria para sus países respectivos. Aquí había clérigos de la misma fe orando presumiblemente al mismo Dios, ¡sin embargo sus oraciones no tenían la misma intención! Eran horriblemente inconsistentes. En substancia los clérigos oraban por la destrucción de sus hermanos espirituales. No obstante declaró el apóstol de Cristo: “Los exhorto, hermanos, por medio del nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos ustedes deben hablar de acuerdo, y que no debe de haber divisiones entre ustedes, sino que estén aptamente unidos con la misma mente y con la misma forma de pensar.” Por lo tanto cuando terminaron las guerras, ¿qué había de pensar la gente del bando derrotado, los que habían confiado en las oraciones de su clero? ¿No estaría destrozada su fe tanto en la oración como en Dios? O ¿no pensaría por lo menos que Dios se había mostrado parcial? Sin embargo, el apóstol Pedro dijo: “Con certeza percibo que Dios no es parcial.” Así que debe de haber algo equivocado, no en lo que Dios hace, sino en las oraciones.—1 Cor. 1:10; Hech. 10:34, NM.
Para entender exactamente lo que está incorrecto y por qué no se contestan las oraciones tenemos que dirigirnos a la Palabra de Dios, la Biblia. Allí encontramos tres razones: (1) El no orar al que le corresponde, (2) el no orar de la manera correcta y (3) el no orar acerca de los asuntos correctos.
JEHOVÁ—AL QUE LE CORRESPONDE
Si la oración ha de ser contestada tiene que dirigirse al que le corresponde. Aquel a quien le corresponde es el Dios del cielo y la tierra. Su nombre es Jehová: “Yo soy Jehová; éste es mi nombre.” En los Salmos está escrito acerca de Jehová: “¡Oidor de la oración, a ti vendrá toda carne!” Únicamente él puede oír oraciones, y toda carne que desee que se contesten sus oraciones tiene que dirigirlas a Jehová.—Isa. 42:8; Sal. 65:2.
Muchos cristianos profesos dirigen sus oraciones a algún “santo” o a María, la madre de Jesús. No hay apoyo bíblico para tal práctica. Eso es orar a alguien a quien no le corresponde. Cuando el Hijo de Dios dió instrucciones en cuanto al orar, sólo la oración que se dirige a Jehová fué aprobada: “Ustedes, pues, deben orar de este modo: ‘Nuestro Padre en los cielos, santificado sea tu nombre.’” Claramente, entonces, el orar a estatuas o imágenes no forma parte alguna del verdadero cristianismo. Dice la Biblia: “Los ídolos son plata y oro, la obra de manos de hombres. Tienen orejas, pero no oyen.” “¡Nada saben los que cargan con un leño, escultura suya, y oran a un dios que no puede salvar!” De modo que es inútil orar a alguien que no sea Jehová: “Porque todos los dioses de las naciones son ídolos; pero Jehová hizo los cielos.”—Mat. 6:9, NM; Sal. 115:4, 6, AN; Isa. 45:20; Sal. 96:5.
No sólo tiene que dirigirse la oración al que le corresponde sino que el que ora también tiene que ser una persona de la clase correcta, una persona justa, que viva en armonía con la Biblia. En 1 Pedro 3:12 (NM) el apóstol explica: “Los ojos de Jehová están sobre los justos y sus oídos atentos a su súplica, pero el rostro de Jehová está contra los que hacen cosas perjudiciales.” Los gobernantes de este mundo, junto con el clero que ha bendecido sus guerras, se han manchado las manos con sangre. Pero siguen pidiendo que Dios bendiga sus fuerzas armadas. Dice Jehová: “Cuando extendáis vuestras manos, esconderé de vosotros mi rostro; y cuando hagáis muchas oraciones, no oiré: ¡vuestras manos están llenas de sangre!”—Isa. 1:15.
LA MANERA CORRECTA
Ahora ¿qué quiere decir orar de la manera correcta? En primer lugar quiere decir acercarse a Jehová en el nombre de Cristo Jesús, quien, la Biblia nos dice, es el “solo mediador entre Dios y los hombres.” ¿Puede esperarse contestación si no se ora en el nombre de Jesús? Dijo el mismo Hijo de Dios: “Nadie viene al Padre sino por mí.” Puesto que Cristo es el único mediador, el “solo mediador,” el orar a Jehová en el nombre de algún “santo” o de la madre de Jesús es incorrecto. La manera correcta se explica por Jesús: “Si ustedes piden algo en mi nombre, lo haré.”—1 Tim. 2:5; Juan 14:6, 14, NM.
El orar de la manera correcta también quiere decir orar con fe. Hay clérigos supuestamente “iluminados” hoy día que no creen que la Palabra de Dios sea inspirada. La oración, según dan a entender estos predicadores, es un tónico psicológico; hace posible que uno tenga calma interior y confianza. Tales personas están totalmente desprovistas de fe. Sus oraciones no reciben ninguna contestación de Dios: “Sin fe es imposible lograr su buen agrado, porque el que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que llega a ser el galardonador de los que con sinceridad le buscan.” Y muchos son los que asisten regularmente a las iglesias y que dicen ser “cristianos” pero que en lo profundo de su corazón carecen de fe en Dios y su Palabra, la Biblia. Acerca de tales personas las Escrituras dicen: “Que no piense ese hombre que recibirá algo de Jehová.” Así que la fe es verdaderamente vital. “Todas las cosas que ustedes pidan en oración, teniendo fe,” dijo Jesús, “las recibirán.”—Heb. 11:6; Sant. 1:7; Mat. 21:22, NM.
La oración que se hace de la manera correcta es una que brota de la sinceridad. “Debido a la sinceridad,” dijo el apóstol Pablo, “estamos hablando.” (2 Cor. 2:17, NM) Pero ¿es “debido a la sinceridad” que se hacen las oraciones altisonantes que frecuentemente se oyen? Un artículo en el Times de San Petersburgo, del 27 de julio de 1952, dijo lo siguiente: “A menudo los ministros y otros que oran delante de un auditorio hablan a la gente que está en la sala de juntas en vez de a Dios. Esto fué especialmente verdad en las grandes convenciones políticas que se celebraron en Chicago. En la convención republicana un ministro pronunció un buen discurso político bajo la capa de una oración. En la convención demócrata otro ministro hizo un discurso en vez de una oración.” Sí, ¡cuán a menudo el ministro que presenta la oración grandílocua en la iglesia habla para conseguir la alabanza de los hombres! Las palabras no vienen del corazón; vienen de un manuscrito. Este orar con alabanzas en mira también era popular en los días de Jesús. Fué aguda su condenación de la práctica: “Cuando ustedes oren, no deben ser como los hipócritas; porque a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de los caminos anchos para ser visibles a los hombres. De verdad les digo a ustedes: Ellos están teniendo su galardón.”—Mat. 6:5, NM.
¡Muchas oraciones no sólo tienen la alabanza en mira sino también el bolsillo! El usar la oración como medio para esquilar al rebaño no era cosa rara en el día de Jesús tampoco: “Ellos son quienes devoran las casas de las viudas y por pretexto hacen largas oraciones; éstos recibirán juicio más grave.” (Mar. 12:40, NM) Los que oran con un motivo egoísta no oran con sinceridad, así que no oran de la manera correcta.
¿Se permite en la manera correcta de orar el uso de “ayudas” tales como devocionarios y rosarios? El usarlas es mecánico, rutinario, redundante. Tiende a destruir la sinceridad. No sólo eso, sino que no leemos en ninguna parte de la Biblia el que los siervos de Dios usaran ayudas para la oración. ¡Ciertamente que nunca han usado cuentas! Al contrario, la historia muestra que era la religión pagana la que usaba rosarios. Hasta el día de hoy los tibetanos emplean ruedas de oración y cuentas. Creen que debido a la enorme cantidad de sus oraciones serán oídos. Lo mismo es el caso con muchos cristianos profesos hoy día; usan el rosario y aun artefactos para contar las oraciones. Un invento especial, el cual tiene ocho patentes, fué inventado recientemente por un hombre que se llama Doherty. Él inventó el aparato porque hallaba difícil rezar el rosario mientras trabajaba o manejaba su automóvil, cuando se le interrumpía o él perdía su lugar en el círculo de cuentas. ¿Cómo funciona el invento? Cuando el que lo usa termina cada rezo empuja un botón cerca de la parte superior del contador y un puntero sobre un disco giratorio señala a la próxima cuenta. El inventor Doherty podría haberse ahorrado mucha molestia y aprendido cómo orar de la manera correcta si sólo hubiera leído la Biblia, especialmente el mandato de Jesús en Mateo 6:7, 8, (NM):
“Cuando oren, no digan las mismas cosas vez tras vez, así como hace la gente de las naciones, porque ellos se imaginan que serán oídos por su uso de muchas palabras.”
LOS ASUNTOS CORRECTOS
Aunque uno ore a Aquel a quien le corresponde y lo haga de la manera correcta, ¡puede ser que no se conteste su oración! ¿Por qué? Porque hay que orar acerca de asuntos correctos. Para que sea contestada, la oración tiene que estar en armonía con la voluntad divina. Toda oración que no esté en armonía con los propósitos de Jehová, como se revelan en su Palabra la Biblia, queda sin contestación. Considere, por ejemplo, un tema por el cual la gente a menudo ora, el mundo. En Roma, durante el “Año Santo” de 1950 unos 3,000,000 de peregrinos oraron por la paz. Otros millones de personas oraron junto con el papa. Pero, al contrario, el “Año Santo” trajo la guerra coreana y unas diez otras sublevaciones. Se hace patente que debe haber algo malo en orar por el mundo. Tales oraciones están claramente fuera de armonía con el propósito de Jehová. Por eso es que Jesús de una manera muy desemejante a la del papa dijo a su Padre: “Yo hago petición, no concerniente al mundo, sino concerniente a los que me has dado.”—Juan 17:9, NM.
La razón por la cual Jesús no oró por este mundo es que éste está bajo el dominio de “el dios de este sistema de cosas,” Satanás el Diablo, y está sentenciado a la destrucción. En un capítulo tras otro la Biblia predice el día de la venganza de Jehová, cuando él ejecuta juicio contra este mundo inicuo. Vez tras vez el libro de Isaías habla de la destrucción de este mundo. Isaías 28:22 es un ejemplo: “Porque un exterminio, y ese decretado, es lo que tengo oído de parte del Señor Jehová de los Ejércitos, contra toda la tierra.” ¡Qué inútil, entonces, orar por este mundo cuando Jehová, el Todopoderoso Dios, ha decretado su destrucción absoluta! Jehová no va a remendar este mundo. Está podrido hasta el corazón. Es hipócrita. No obedece los mandatos de Dios. De modo que la manera en que Dios va a traer la paz mundial no es por medio de ningún reino o liga de reinos de este mundo sino por medio de un nuevo mundo: “He aquí, creo nuevos cielos y una nueva tierra.”—2 Cor. 4:4, NM; Isa. 65:17, AN.
En vez de sollozar debido a la presente angustia de las naciones y orar por que ésta disminuya, los cristianos verdaderos ven que estos tiempos turbulentos, de hecho tales calamidades como hambres, terremotos y guerras, cumplen la profecía bíblica pertinente a la señal de los “últimos días,” por lo tanto ellos se regocijan, como Jesús dijo que debieran hacer. (Luc. 21:28) Se regocijan porque ellos saben que la liberación a un nuevo mundo se ha acercado, que este presente mundo inicuo tiene que terminar en esa “grande tribulación como no ha acontecido desde el principio del mundo hasta ahora, no, ni volverá a acontecer,” a saber, la guerra del Armagedón. Este es el decreto de Jehová. Cuando Jehová decretó la caída de Jerusalén por causa de la infidelidad de los israelitas, él le dijo a Jeremías que no orara por la gente: “No ores tú por este pueblo, ni eleves por ellos clamor y oración, ni me hagas intercesión; porque no te oiré.” Asimismo el orar por este mundo que va en camino a la destrucción es inútil. Sería contrario a este mandato explícito del apóstol amado de Cristo: “No estén amando al mundo ni las cosas que están en el mundo.”—Mat. 24:21, NM; Jer. 7:16; 1 Juan 2:15, NM.
No obstante la gente sigue orando por “las cosas que están en el mundo”; entonces se preguntan por qué no se contestan sus oraciones. Las oraciones a favor de políticos, gobiernos, victoria en deportes, ejércitos y marinas y las Naciones Unidas son oraciones por “cosas que están en el mundo.” Hay aquellos que oran por grandes riquezas, prosperidad y poder. Estas personas piden mal. Tienen motivos absolutamente incorrectos: “Piden, y no obstante no reciben, porque están pidiendo para un propósito malo, para que puedan gastarlo en los deseos vehementes que ustedes tienen por placer sensual.”—Sant. 4:3, NM.
Los que quieren que sus oraciones sean contestadas tienen que ser diligentes ahora en aprender acerca de lo que es oración correcta. ¿Cómo? Estudie y preste atención a la Palabra de Dios. Muéstrele amor a Jehová obedeciendo sus mandatos. Exprese peticiones que estén en armonía con su propósito de tener un nuevo mundo pacífico. Ore sobre asuntos autorizados por Jehová mismo. Algunas de las cosas que la Palabra de Dios nos autoriza a pedir son: alimento, perdón, protección contra tentación, poder conocer la voluntad de Jehová, conocimiento, el bien de la familia y la destrucción de los inicuos. De modo que ore a Aquel a quien le corresponde, ore de la manera correcta y ore sobre los asuntos correctos, y usted hallará que Dios de veras contesta oraciones y que él puede “hacer más que sobreabundantemente en exceso de todas las cosas que pedimos o concebimos.”—Efe. 3:20, NM.