Cómo leer la Biblia
EL LEER debe ser pensar, y esto es especialmente cierto tocante a la Biblia. ¡Cuántas personas leen y vuelven a leer porciones de la Biblia sin entenderlas y a veces sin siquiera tratar de entenderlas! ¿Cómo puede uno obtener el mayor provecho de leer la Biblia?
Hay ciertos requisitos que son vitales para leer con buen éxito la Biblia. Uno de ellos es el tener el correcto estado de ánimo o la correcta actitud mental. Esta actitud debería ser semejante a la de un hijo que tiene confianza en su padre o en su madre; porque uno busca instrucción de su Padre celestial. Uno debe ser humilde y enseñable, desnudándose de nociones preconcebidas para que pueda ser enseñado por Dios. El orar a Dios, pidiendo sabiduría y entendimiento, es importante y muestra que uno reconoce la Santa Biblia por lo que “verdaderamente es, como la palabra de Dios.”—1 Tes. 2:13.
Cuando uno lee la Biblia, también debe considerar su condición física. Es difícil que la mente esté alerta cuando el estómago de uno está lleno de alimento. Si uno está muy cansado sería mejor dormir unos cuantos minutos o hacer arreglos para el período de lectura en una ocasión diferente. Debería haber quietud razonable, buena luz y algo de ventilación, especialmente en el verano.
Ahora tocante a cuándo leer la Biblia. Trate de leer la Biblia todos los días. Aparte quince minutos o, mejor todavía, media hora. Algunos pueden hallar el tiempo antes del desayuno; otros pueden hallar ideal un período de descanso al mediodía; y todavía otros pueden hallar que el leer la Biblia poco antes de la hora de acostarse es el mejor arreglo.
¿Dónde debería usted comenzar a leer? Si nunca ha leído la Biblia de principio a fin por lo menos una vez, entonces es bueno que lo haga, para obtener el punto de vista completo. En verdad, uno de los aspectos vitales de la buena lectura es obtener el cuadro completo, y esto también aplica a los capítulos individuales de la Biblia. Una vez que usted haya leído la Biblia de principio a fin consecutivamente, tal vez desee leer la Biblia de una manera diferente, es decir, escogiendo ciertos libros o capítulos que leer. Muchos estudiantes de la Biblia tratan de leer por lo menos un capítulo al día, escogiendo el capítulo en el cual se encuentra el texto del día según aparece en La Atalaya. Esto ha resultado ser un arreglo excelente y ha hecho mucho más fructífera su meditación sobre el texto del día.
PIENSE PARA ENTENDER
¿Qué es leer? “Leer,” dice el profesor Guillermo H. Armstrong en su libro Study Is Hard Work, “es pensar. No olvide esa declaración importante. . . . El leer consta de equilibrar, pesar, y comparar las ideas que usted extrae de la página impresa. Eso es pensar.” Desafortunadamente, “el leer, según lo practica casi toda la gente,” comenta Ernesto Dimmit en The Art of Thinking, “no es nada salvo un método de no pensar.” ¡Sí, muchas personas leen para NO PENSAR! Se enfrascan en novelas populares y cuentos de revistas y se emocionan; pero tal lectura no es pensar. El leer, para muchas personas, es un modo de matar el tiempo bajo un nombre dignificado.
Cuando lea la Biblia, guárdese del estado de ánimo pasivo. Aplique los principios del buen estudiar. “Muy a menudo ‘estudiamos’ nuestras lecciones con la mente fuera de foco,” dice el tomo This Is the Way to Study, “con la esperanza vana de que al mirar una página impresa de algún modo su contenido se quedará con nosotros sin que tengamos que pensar en absoluto . . .El simplemente leer no es estudiar, como quiera que sea; deseche la noción de que usted está estudiando cuando todo lo que hace es dejar que una serie de impresiones fluya pasivamente a través de su mente. Ninguna práctica empleada bajo la pretensión de aprender podría ser mucho más malgastadora. . . . Planee el no emplear más de la mitad de su período de estudio en leer su lección. Use la otra mitad en hacer algo con lo que usted aprende. Piense en lo que usted haya estudiado. . . . Deténgase después de cada párrafo, sección y capítulo y repita el sentido de lo que usted haya leído. Si el significado es confuso e incierto, aclare el asunto en su mente antes de tratar de continuar.”
Por eso, entonces, una vez que usted tiene el punto de vista completo, el simplemente abarcar el material de la Biblia no es su meta al leer la Biblia. A algunas personas les gusta decir a otras cuántas veces han leído la Biblia. Cada vez que comienzan de nuevo prestamente pasan por alto el material sin entender. A menos que usted dé aproximadamente la mitad de su tiempo a meditar, el tiempo que usted lea puede producir muy poco provecho. Esto significa que el paso de uno será lento, puesto que la meditación y el entendimiento son el objetivo, no solo el abarcar páginas. Debido a su naturaleza, la Biblia no recompensa al vistazo apresurado con comprensión y discernimientos profundos y durables.
Recalcando el pensar, si, el reflexionar, el apóstol Pablo escribió a Timoteo: “Reflexiona acerca de estas cosas.” Y otra vez: “Piensa constantemente en lo que estoy diciendo; el Señor verdaderamente te dará discernimiento en todo.” (1 Tim. 4:15; 2 Tim. 2:7) Timoteo había de hacer más que solo leer las cartas de Pablo; había de reflexionar acerca de los principios abarcados en ellas. Tales principios son reglas de acción, y este joven superintendente tenía que pensar sobre cómo y cuándo iba a aplicar estos principios. Necesitaba tener los principios muy presentes para que cuando surgieran problemas pudiera decir: ‘Así procederemos, y éste es el principio que aplica.’ Por lo tanto al pensar y meditar Timoteo conseguiría discernimiento. El discernimiento divino vendría, no por un estado de ánimo pasivo, sino mediante ‘reflexionar acerca de estas cosas.’
APLICACIÓN Y PREGUNTAS PERSONALES
¿Cuáles son algunas ayudas para la lectura productiva de la Santa Biblia? Primero, hay el asunto de aplicación personal. El lector de la Biblia tiene que estar dispuesto a nuevas penetraciones en sí mismo aunque sean dolorosas; y, sobre todo, tiene que estar dispuesto a corregir o cambiar sus actitudes y acciones en armonía con esas penetraciones. Por eso a, medida que lea, esté a la mira de cualesquier principios que aplican a su vida. Pregúntese: ¿Cómo afecta esto mi vida? ¿Requiere esto que haga yo algunos ajustes para poner mi actitud o acciones en armonía con esta expresión de la voluntad divina? Por ejemplo, cuando lee el consejo de Pablo: “Sigan haciendo todas las cosas libres de murmuraciones y argumentos,” el verdadero siervo de Dios escudriña su corazón para ver si realmente se está amoldando a la voluntad divina en este respecto.—Fili. 2:14.
De modo que a medida que el cristiano lee la Biblia está continuamente alerta a hallar y aplicar principios que son una guía a su modo de vivir cotidiano, y no solo eso: También considera cómo los textos del material que está leyendo apoyan las verdades bíblicas que discute en su ministerio del Reino. Para poder usar estos textos en el futuro los apunta. El ministro puede hallar que a menudo se refiere a Apocalipsis Rev. 21:4 para mostrar a otros que la muerte heredada de Adán será destruida; por eso al leer el capítulo quince de Primera de Corintios, apuntará el texto: “Porque él tiene que gobernar como rey hasta que Dios haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Como el último enemigo, la muerte ha de ser destruida.” Así el ministro de Dios planea usar este texto al enseñar a otros los propósitos divinos.—1 Cor. 15:25, 26.
Luego hay la ayuda para leer, la de hacer preguntas, tales como: ‘¿Por qué es esto así?’ y, ‘¿Por qué sucedió esto?’ Tales preguntas estimulan el pensar. Así, uno pudiera estar leyendo Mateo 4:1, 2: “Entonces Jesús fue conducido por el espíritu al desierto para ser tentado por el Diablo. Después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, entonces tuvo hambre.” Uno pudiera preguntarse: “¿Por qué se necesitaron cuarenta días y cuarenta noches?” Uno pudiera razonar que Jesús usó bien ese tiempo, meditando sobre la Palabra de Dios. Pero no obstante, ¿por qué todo ese tiempo? Al reflexionar sobre el asunto, mediante asociación su mente puede pensar en otros períodos semejantes; cómo tanto Moisés como Elías los experimentaron. (Éxo. 24:18; 34:28; Deu. 9:25; 1 Rey. 19:8) El pensar más le hace recordar la escena de la transfiguración, en la cual Jesús fue transfigurado con Moisés y Elías, y tal modo de pensar le ha dado a usted discernimiento en el asunto: Que Jesús fue al desierto por esa duración de tiempo específica para conformarse a estos tipos y que la escena de la transfiguración requería esta conformidad. De modo que al hacerse usted mismo preguntas y luego reflexionar sobre el asunto, su entendimiento puede ser muy acrecentado.
IMPORTANCIA PROFÉTICA E INFORMACIÓN DE FONDO
Al leer, entonces, esté a la mira del cumplimiento profético, tanto el cumplimiento de manera menor como el de manera mayor. Si está leyendo el capítulo nueve de Lucas, acerca de la transfiguración de Jesús, usted puede preguntarse, estando alerta a la importancia profética: “¿Qué significa esto?” Si, después de pensar en el asunto, no llega a una respuesta satisfactoria, entonces investigue Diríjase a un índice de textos en una de las publicaciones de la Watch Tower. Busque bajo Lucas 9:29, 30 (o los versículos correspondientes en Mateo y Marcos) o en un índice de temas bajo la palabra “transfiguración.” Al hacer esto se le dirigirá a publicaciones que muestran que la escena de la transfiguración representó la presencia de Jesús en poder del Reino y que él efectuaría una obra semejante a la de Moisés y Elías. Usted también aprenderá que la transfiguración fue para Pedro el cumplimiento de la promesa de Jesús de que algunos de sus discípulos no probarían la muerte hasta primero haber visto al Hijo del hombre en su poder real.
A veces al leer usted hallará deseable el investigar el material que da las circunstancias que sirven de marco o fondo para acrecentar su entendimiento. Suponga que usted está leyendo el libro de Ester y nota que mucha de la acción tiene lugar en “Susán el castillo,” o “la ciudad de Susán.” (Est. 1:2; 3:15) Usted se pregunta: ¿Dónde está esta ciudad? ¿Cómo era? Consultando un diccionario bíblico, usted averigua que Susán realmente fue la ciudad del tesoro real de Susa y que era la residencia invernal real. En un diccionario el lector verá una fotografía de una vista aérea de las ruinas de Susa, y verá que estaba situada en el río Karkheh, y que está situada en lo que hoy es el sudoeste de Irán. El nombre “Susán” ahora significa mucho más para usted al leer este relato en el cual aparece tan frecuentemente la palabra.
RECORDANDO LO QUE USTED LEE
Ciertos capítulos de la Biblia se prestan especialmente para representarlos con viveza en la mente, lo cual es una gran ayuda para recordar. Para la mayor parte de nosotros las palabras son los medios mediante los cuales efectuamos casi todo nuestro pensar, pero estas palabras no son tan fáciles de recordar como los cuadros. Esto puede ser la razón por la cual algunas personas dicen que pueden recordar el rostro de una persona pero no el nombre. Un número grande de palabras que describen una situación a menudo pueden ser traducidas en cuadros. En otras palabras, imagínese la escena que describen las palabras.
Suponga que usted está leyendo el capítulo veintiuno de Juan, en cuanto a que los discípulos pescaban; Jesús se les apareció, alzaron una red llena de 153 peces grandes, se arroja Pedro al agua y nada hacia donde está Jesús, desayunan a la orilla del lago y Jesús instruye a Pedro sobre el asunto vital de enseñar a otros. Bueno, entonces, imagínese la escena: Los discípulos en una lancha en el lago, no teniendo buen éxito en pescar. Represéntese a Jesús diciéndoles que echen la red en el otro lado; represéntese con viveza en la mente la enorme red llena de pescados, el chapoteo grande al lanzarse Pedro al agua y nadar vigorosamente para llegar adonde Jesús, el fuego de carbón y el comer el pan y los pescados. Al instruir Jesús a Pedro: “alimenta mis ovejitas,” el lector tal vez se imagine un grupo de ovejitas y Jesús señalando hacia ellas. Teniendo en la mente estos cuadros, usted recordará mucho acerca de este capítulo de Juan.
Otra ayuda que obra de modo muy semejante al representarse con viveza en la mente las cosas es el condensar grandes cantidades de material en breves apuntes, cada uno de los cuales hace recordar muchos hechos relacionados. Es sorprendente cuánta información puede recordarse por medio de hacer este breve bosquejo. Consideremos el capítulo veintiuno de Juan como ejemplo de reducir un capítulo a un breve bosquejo sumario.
Aparición de Jesús junto al mar de Tiberias
A. La milagrosa redada de pescados
B. Pedro había de alimentar las ovejas
C. Juan había de permanecer hasta que Jesús viniera
Para dominar completamente el material de un capítulo es necesario resumir ese capítulo en su mente antes de proseguir a otro capítulo. El hacer un breve bosquejo es un modo de resumir el capítulo. Vea cuidadosamente sus apuntes. Guárdelos y trate de recordar el arreglo de las palabras. Luego vea si éstas le hacen recordar muchos hechos importantes relacionados con ellas.
De modo que hay mucho que puede hacerse para hacer productiva su lectura de la Biblia. Lea para entender. Obtenga el punto de vista completo. Cuando sea aconsejable investigue el material que sirve de fondo a la acción para acrecentar el aprecio. Considere la importancia profética. Separe principios que son una guía a su modo de vivir cotidiano y textos que lo ayudarán en su ministerio. Hágase preguntas a medida que lee, y deje que la asociación le ayude a contestarlas. Si no entiende algo del material no lo pase por alto como si no fuera importante. Dios no ha registrado materia en la Biblia del cual se pueda prescindir. Lo que se provee es para nuestra instrucción para guiarnos a hacer decisiones y vivir de acuerdo con la voluntad divina. No muestre falta de respeto a Dios al pasar por alto materia que usted no entiende. Escudriñe, dirigiéndose a un índice de una de las publicaciones de la Watch Tower. Tome tiempo para leer la Biblia con entendimiento.