La historia de una interpolación—1 Juan 5:7, 8
DOCTOS modernos no vacilan en omitir de sus traducciones de la Biblia el pasaje espurio que se encuentra en Primera de Juan 5:7, 8. Después de las palabras “Porque hay tres que dan testimonio” este pasaje agregado dice: “en el cielo: el Padre, el Verbo y el espíritu santo; y estos tres son uno. [Versículo 8] Y hay tres que dan testimonio sobre la tierra.” (Omitido por la Versión Normal Americana, Una Traducción Americana, Versión Revisada Inglesa, Moffatt, Nueva Biblia Inglesa, Phillips, Rotherham, Versión Normal Revisada, Schonfield, Wade, Wand, Weymouth, Hispano—Americana, Bover-Cantera, Nácar-Colunga, etcétera.) Comentando sobre estas palabras, el famoso docto y prelado B. F. Westcott dijo: “Las palabras que están interpoladas en el texto griego común en este pasaje ofrecen una ilustración instructiva de la formación e introducción de una glosa en el texto apostólico.”1 Por lo tanto, ¿qué historia hay detrás de este pasaje, y cómo mostró la ciencia de la crítica textual que éste no forma parte de la Palabra inspirada de Dios, la Santa Biblia?
CUANDO APARECE POR PRIMERA VEZ EL PASAJE
Con la apostasía del cristianismo verdadero surgió mucha controversia concerniente a la doctrina de la trinidad; no obstante, aunque estas palabras hubieran sido sumamente pertinentes, los escritores de la iglesia primitiva jamás las usaron. Los versículos seis al ocho del capítulo cinco de Primera de Juan los citan Hesiquio, León llamado el Grande, y Ambrosio entre los latinos; y Cirilo de Alejandría, Oecumenio, Basilio, Gregorio de Nacianzo y Niceto entre los griegos, para nombrar solo unos cuantos, pero las palabras en cuestión nunca aparecen en las citas. Como ejemplo, la obra anónima intitulada “De rebautizarse,” escrita alrededor de 256 d. de J.C., declara: “Porque Juan enseñándonos dice en su epístola (1 Juan 5:6, 7, 8) ‘Este es el que vino por agua y sangre, aun Jesucristo: no solo por agua, sino por agua y sangre. Y es el espíritu el que da testimonio, porque el espíritu es verdad. Porque hay tres que dan testimonio, el espíritu, y el agua, y la sangre; y estos tres convienen en uno.’”2 Aun Jerónimo no lo tuvo en su Biblia. Se ha demostrado que un prólogo atribuido a él en que se defendía el texto es falso.
La comma Johanneum o “coma de Juan,” como se le llama generalmente a esta adición espuria, aparece por primera vez en las obras de Prisciliano, caudillo de una secta de España cerca del fin del siglo cuarto d. de J.C.3 Durante el siglo quinto se incluyó en una confesión de fe presentada a Hunerico, rey de los vándalos, y se cita en las obras latinas de Vigilio de Tapso, en diversas formas. Se encuentra en la obra intitulada “Contra Varimadum” compuesta entre 445 y 450 (d. de J.C.), y Fulgencio, un obispo africano, la usó un poco después.
Hasta entonces la “coma” había aparecido como una interpretación de las palabras genuinas registradas en el versículo octavo, pero cuando ésta había llegado a establecerse así, en seguida comenzó a ser insertada como glosa en el margen de los manuscritos bíblicos latinos. Pero una glosa marginal fácilmente puede interpretarse como una omisión del texto genuino, y por eso, en manuscritos posteriores está interlineada, luego finalmente llegó a ser parte integrante del texto latino, aunque su posición, por consecuencia, varía, y a veces está antes del versículo octavo y a veces después de él. (Compare con el Nuevo Testamento de Juan Wesley donde el versículo séptimo sigue al octavo.) Una interesante encuesta que se hizo hace unos años de 258 manuscritos bíblicos latinos en la Biblioteca Nacional de París mostró la absorción progresiva de esta interpolación a través de los siglos.
El texto recibió mayor promoción en un concilio celebrado en 1215 por el papa Inocencio III cuando se condenó una obra del abad Joaquín sobre la trinidad. El entero pasaje con la interpolación se citó de la Vulgata latina en los hechos del concilio, que se tradujeron del latín al griego. De aquí algunos escritores griegos adoptaron el texto, notablemente Calecas en el siglo decimocuarto y Bryenno en el decimoquinto.
ERASMO Y STEPHENS
La invención de la imprenta dio lugar a producción muy aumentada del texto bíblico original. La interpolación de 1 Juan 5:7, 8 fue omitida en los textos griegos de Erasmo (1516 y 1519), Aldo Manucio (1518) y Gerbelio (1521). Desiderio Erasmo fue atacado violentamente por no incluir el texto, tanto por Eduardo Lee, más tarde arzobispo de York, como por J. L. Stunica, uno de los editores de la Poliglota Complutense, que se había impreso en 1514 pero que todavía permanecía encerrada bajo llave en el almacén esperando la aprobación del papa. La oposición a Erasmo se basaba en el punto de vista, que le expresó en una carta a él Martín Dorp, de que la Vulgata latina era la Biblia oficial y no podría estar equivocada.
Confiando en que ningún manuscrito griego contenía la “coma de Juan,” Erasmo en respuesta declaró temerariamente que si tan solo pudiera hallarse un manuscrito griego que incluyera las palabras él las insertaría en su siguiente edición. Le hablaron del Códice Británico, mejor conocido como el Códice Montforciano (Núm. 61), de a principios del siglo decimosexto. Cumpliendo con su promesa, Erasmo insertó las palabras en su tercera edición de 1522, aunque agregó una larga nota raciocinando contra la adición.
Un examen más cuidadoso del Códice Montforciano revela algunos hechos interesantes. Su cotejador, O. T. Dobbin, escribió que la interpolación de 1 Juan 5:7, 8 “no solo difiere del texto acostumbrado, sino que está escrita en un griego que manifiestamente revela una traducción del latín.”4 Por ejemplo, debido a que el latín no tiene el artículo “el” antes de cada una de las expresiones “Padre,” “Hijo” y “espíritu santo” no se le ocurrió al traductor que el griego lo necesitaría. Por eso, ¿de cuánto valor era este códice como manuscrito griego? La misma falta se halla en la otra autoridad a que se hace referencia a veces, el Códice Ottoboniano 298 (Núm. 629) en latín y griego. En su cuarta edición, de 1527, Erasmo insertó los artículos definidos para hacer el texto griego más exacto gramaticalmente.
De allí en adelante la interpolación apareció en otros textos griegos cuyos autores siguieron las ediciones de Erasmo. Luego en 1550 hubo confusión adicional por medio de la edición de Roberto Stephens que se publicó ese año. Incluía un aparato crítico que da varias lecturas de quince manuscritos y en 1 Juan 5:7 un semicírculo dirige al lector al margen, donde se citan siete manuscritos como autoridad para la omisión de solo tres palabras. Los críticos han demostrado que este semicírculo se colocó fuera de su sitio, así como lo fueron muchos signos a través de esta edición, y que debería haber incluido para ser omitida la entera “coma de Juan.” Pero peor todavía, debido a que solo se citaron siete manuscritos, muchas personas ignorantes asumieron que todo el resto de los manuscritos de Stephens sí incluían la interpolación, porque no comprendieron que los manuscritos restantes no incluían las epístolas de Juan de ningún modo. Por eso, de posiblemente 100 por ciento (siete manuscritos) ni uno solo incluía las palabras disputadas.
Ahora solo faltaba un corto paso para introducir el texto en traducciones a otras lenguas. Ya había aparecido en la versión de Wiclef (1380), porque él tradujo del latín, no teniendo conocimiento del griego. Pero ahora éste apareció en traducciones hechas del griego, como las de Tyndale y Cranmer, aunque se imprimió en letra cursiva y se colocó dentro de corchetes. Pero para el tiempo de la versión de Ginebra de 1557 aun esta distinción desapareció y el pasaje se imprimió en tipo ordinario sin corchetes. Así la interpolación se coló disimuladamente en la Versión del Rey Jaime autorizada de 1611.
LA BATALLA RENOVADA
¿Se había dicho la última palabra sobre la “coma de Juan”? Quizás parecía que sí a medida que pasaba el siglo diecisiete, dominado por la Versión Autorizada. Pero las murmuraciones jamás cesaron y la búsqueda del misterioso Códice Británico continuó, porque éste desapareció después que se le habló a Erasmo acerca de él. Hacia fines del siglo, nada menos que el personaje sir Isaac Newton dirigió a este texto la atención de su mente entrenada científicamente. En 1690 envió a Juan Locke el tratado “Un relato histórico de dos notables corrupciones de la Escritura.” El tratado manifestó claramente las razones que había para rechazar el texto como espurio y varias copias circularon entre los amigos de Newton, pero nunca se publicó sino hasta casi setenta años más tarde y entonces solo imperfectamente.
Mientras tanto la crítica textual cobraba nuevo ímpetu. Ricardo Simon atacó el texto, y el Dr. Juan Mill reunió la evidencia contra el pasaje, aunque siguió siendo su defensor. Pero Tomás Emlyn aceptó la evidencia de Mill e instó a ambas cámaras de la Asamblea reunidas en 1717 a eliminar las palabras completamente, porque dijo: “No se eliminarán justamente, hasta que sean quitadas de nuestras copias impresas.”5 En poco tiempo Emlyn fue atacado por el Sr. Martin, pastor de la Iglesia Francesa de Utrecht, cuya respuesta voluminosa y sutil pareció terminar la batalla. La respuesta de Emlyn hizo que Martin lanzara una segunda andanada contra él. Pero Emlyn ganó muchos partidarios, aunque los giros tortuosos de la controversia a menudo hicieron sumamente difícil averiguar de qué se trataba todo realmente.
En 1729 se publicó en Inglaterra una versión bilingüe de las Escrituras Griegas Cristianas por Daniel Mace. En una nota de catorce páginas él alistó los manuscritos griegos y latinos, las versiones antiguas, los escritores primitivos griegos y latinos que omitían el texto y lo quitó con esta conclusión: “En dos palabras, si esta evidencia no basta para probar, que el texto controvertido en San Juan es espurio; ¿por qué evidencia puede probarse, que algún texto en San Juan sea genuino?”6 Después de eso, otras traducciones inglesas comenzaron a omitir el versículo, como la de Guillermo Whiston (1745), bien conocido por su traducción de Josefo, y la de Juan Worsley en 1770.
Si Eduardo Gibbon pensó que se había finiquitado el asunto cuando publicó The Decline and Fall of the Roman Empire en 1781 se equivocó. Con su sarcasmo acostumbrado denunció el pasaje como un “fraude piadoso.”7 Surgió otro defensor, Jorge Travis, un archidiácono, que apresuradamente entró en acción para defender el texto. Sus declaraciones extremadas produjeron respuestas aplastantes de parte del profesor Ricardo Porson (llegando hasta más de 400 páginas) y Heriberto Marsh, un obispo. Al fin la interpolación quedó expuesta de manera minuciosa y sumamente exacta.
SE RINDE LA ULTIMA PLAZA FUERTE
Después de Porson y Marsh hubo poco que agregar. La mayoría de los doctos del siglo decimonoveno consideraron zanjado el asunto, pero quedaba una plaza fuerte, la Iglesia Católica Romana.
Tan tarde como en 1897 se expidió un decreto papal prohibiendo a los fieles el dudar de la “coma de Juan.” En parte éste dijo:
“Secretariado de la Congregación del Santo Oficio de la Inquisición. Concerniente a la autenticidad del texto de 1 Juan V. 7. (Miércoles, 12 de en.° de 1897).
“En una Congregación General de la Santa Inquisición Romana . . . se presentó la siguiente cuestión dudosa:
“‘Si podemos negar o no sin peligro, o siquiera tratar como asunto de duda, la autenticidad de ese texto (1 Juan V. 7) . . .’
“Habiéndose examinado y considerado muy diligentemente todo, y habiéndose tomado la opinión de los señores consultores, los susodichos eminentísimos cardenales dieron a saber que ‘la respuesta es negativa.’ El viernes 15 del mes y año susodichos, en la audiencia acostumbrada concedida al reverendo padre señor asesor del Santo Oficio, después de haber hecho él un informe exacto de los procedimientos susodichos a nuestro Santísimo Señor Papa León XIII, Su Santidad aprobó y confirmó la resolución de estos eminentísimos padres . . . ”
—Acta Sanctae Sedis, tomo 29. 1896-7. pág. 637.
Pero el papa León pronto comprendió que se habían aprovechado de él, y en 1902 estableció una comisión para estudiar la Escritura más cuidadosamente, dirigiéndola a comenzar con 1 Juan 5:7, 8. Debido a que el informe fue desfavorable para el decreto más temprano, éste tuvo que descartarse, pero el papa continuó preocupado por la situación hasta su muerte. Algunos doctos católicos romanos comenzaron a pasar por alto el decreto. El Dr. Vogels omitió el texto de su Testamento Griego publicado en 1920. Otros al principio fueron más cautos.
En la Versión Westminster católica romana del Nuevo Testamento publicada en 1931 la nota al pie de la página sobre 1 Juan 5:7, 8, después de llamar la atención a su omisión en el texto original, continúa: “Hasta que se emprenda acción adicional por la Santa Sede no tienen derecho los editores católicos a eliminar las palabras de una versión hecha para el uso de los fieles.”8 Pero en la misma versión que se volvió a publicar como un solo volumen en 1947 se omite la interpolación; el editor Cuthbert Lattey cita el texto griego publicado por el docto jesuita A. Merk, que también la omite.
Por eso, la expectativa contemplada por el profesor J. Scott Porter en 1848 se ha realizado. “Se espera,” escribió él, después de resumir la evidencia de 1 Juan 5:7, 8, “que pronto vendrá el tiempo en que los que tengan la responsabilidad de preparar ediciones de la Biblia para circulación general se avergonzarán de presentar como una porción del texto sagrado una interpolación conocida.”9 En tiempos recientes el descubrimiento de tales manuscritos bíblicos como el Códice Sinaítico ha confirmado que este versículo en particular no fue parte de la Palabra inspirada de Dios.
En breve resumen pueden citarse las palabras del bien conocido crítico textual F. H. A. Scrivener: “Sin vacilación podemos declarar nuestra convicción de que estas palabras disputadas no fueron escritas por San Juan: de que originalmente se introdujeron del margen, donde se les había colocado como una glosa piadosa y ortodoxa sobre el V. 8, a copias latinas del África: de que del latín se introdujeron furtivamente en dos o tres códices griegos posteriores, y de allí en el texto griego impreso, un lugar al cual no tenían ningún derecho legítimo.”10
Nuestra fe en la Palabra de Dios se fortalece mucho cuando repasamos la historia de este texto y pensamos en la abundancia de evidencia de todas las fuentes que da testimonio de la exactitud de la Biblia que tenemos en nuestra mano.
REFERENCIAS
1 The Epistles of John por B. F. Westcott, 4.a edición, 1902, página 202.
2 The Works of N. Lardner, tomo 3, página 68.
3 Corpus Scriptorum Ecclesiasticorum Latinorum, tomo 18, 1889, por G. Schepss, página 6.
4 The Codex Montfortianus, un cotejo, por O. T. Dobbin, 1854, página 9.
5 A Full Inquiry into the Original Authority of the Text, 1 Juan 5:7 . . . (segunda edición) por T. Emlyn, 1717, página 72.
6 The New Testament in Greek and English, 1729, tomo 2, página 934.
7 The Decline and Fall of the Roman Empire por E. Gibbon, capítulo 37, edición de Chandos, tomo 2, página 526.
8 The Westminster Version of the Sacred Scriptures, tomo 4, página 146.
9 Principles of Textual Criticism por J. Scott Porter, 1848, página 510.
10 A Plain Introduction to the Criticism of the New Testament por F. H. A. Scrivener, 4.a edición, 1894, tomo 2, página 407.
[Tabla]
Número que omite
Siglo la interpolación
9.o 7 de 10, ó 70%
10.o 3 de 4, ó 75%
11.o 3 de 5, ó 60%
12.o 2 de 15, ó 13%
13.o 5 de 118, ó 4%
14.o-16.o 1 de 106, ó 1%