Cincuenta años esclavo de mi Dios
Según lo relató T. J. Sullivan
DURANTE el invierno de 1911, mientras trabajaba en la zona de Brooklyn Heights de Brooklyn, Nueva York, sucedió que un compañero hizo la declaración de que el pastor Russell no creía en el infierno. Esto me impresionó. Yo nunca pude reconciliar la doctrina del tormento eterno con el Dios de amor, compasión y entendimiento que yo concebía que él era. Me impresionó el hecho de que un predicador del calibre del pastor Russell no creyera en el infierno. Sin embargo, no fue sino hasta 1913 que supe más de estas creencias.
En noviembre de 1913, en Winnipeg, Canadá, tuve mi siguiente contacto con este asunto. Estuve allí ayudando a instalar un sistema para intervenir la contabilidad de una cadena de hoteles que el ferrocarril estaba construyendo. Entre el personal había una dama joven que decididamente era diferente de los empleados en general del hotel. Siempre tenía una Biblia, y en su oficina había desplegados seis tomos de los Estudios de las Escrituras por el pastor Russell. Estaba bien versada en el uso de su Biblia. Aun la administración le hacía muchas preguntas bíblicas.
A veces teníamos que trabajar hasta medianoche o más tarde. Puesto que las arterias de transporte terminaban alrededor de la medianoche y ella tenía que caminar una distancia grande hasta su casa, me ofrecí voluntariamente a acompañarla. Estas caminatas suministraron la oportunidad de conversar más sobre la Biblia, y el marco de circunstancias para esto era verdaderamente inspirador. Para apreciar esto, uno tiene que conocer las grandes praderas del noroeste. La temperatura generalmente oscilaba entre los 20 y 40 grados centígrados bajo cero en aquel tiempo de la noche. La nieve estaba amontonada en cada lado del camino de un metro a metro y medio de altura. El cielo frío, claro, azul, arriba y las luces septentrionales o auroras boreales que atravesaban los cielos recalcaban la grandeza y majestad de la creación de Dios. El hablar en cuanto a los propósitos de Dios en medio de aquellas condiciones era para mí muy impresionante y sagrado. Parecía que hacía un llamamiento a todo lo que estaba en mi interior para que me esforzara por alcanzar el amor y el cuidado de tan maravilloso Creador.
Realmente adquirí un buen entendimiento de la Biblia en aquellas discusiones, más de lo que yo creía posible. En camino a casa después meditaba y reconstruía los diversos puntos de la verdad acerca de los cuales habíamos hablado, y todo tenía sentido y se enlazaba maravillosamente.
Además de estas pláticas leí bastante la Biblia por primera vez, ya que antes, siendo criado en un ambiente católico, nunca la había leído ni estudiado. Entonces fui introducido a las reuniones regulares de los Estudiantes de la Biblia y encontré el grupo de personas más excelente, más amigable, que había conocido.
DECISIÓN DE DEDICARME
Toda esta actividad me llevó hasta el otoño de 1915. Las condiciones en la Tierra eran muy tensas en aquel tiempo. Comprendí que me enfrentaba a una decisión vital. Ahora, ¿qué iba a hacer? Las nubes de la guerra envolvían al Canadá, y yo sabía que me vería afectado, pues era de edad militar. Después de considerar el asunto cuidadosamente y en oración decidí que pertenecía al lado de Dios y por eso me dediqué a hacer Su voluntad. Fui bautizado unas cuantas semanas después, antes de la celebración de la Cena del Señor en 1916. De allí en adelante, las cosas sucedieron rápidamente. Comprendí que mi trabajo en el hotel no me proporcionaba suficiente tiempo para las reuniones y el estudio. De modo que me cambié a una posición más adecuada.
A pesar de la guerra y las restricciones que trajo ésta, las verdades en cuanto al reino de Dios estaban disponibles para nosotros. La revista La Atalaya venía regularmente, aclarando la verdad. Yo sabía que Dios estaba al timón, dirigiendo a su pueblo; de modo que nada más me perturbaba, aunque los tambores bélicos estaban tocando aprisa ahora y se me exigió que me registrara para el servicio militar. Pedí la exención, pero se me negó. Apelé, pero también esto se me negó. Sin embargo, seguí apelando hasta que terminó la guerra. A otros cristianos los enviaron a cuarteles militares para encarcelación, y a otros más los enviaron a la cárcel del condado. Con la ayuda de Jehová pudimos localizarlos y darles cualquier ayuda que pudimos.
Hubo experiencias interesantes y estimulantes durante aquellos días. Los hermanos detenidos en los cuarteles dieron un testimonio espléndido, y muchos del personal militar manifestaron interés. Uno de los hermanos caminaba por la calle y un soldado se le acercaba caminando a su lado y le decía: “Jones está en la prisión militar. Necesita la Espada,” y proseguía su camino. Pero con ese mensaje sabíamos que el hermano Jones había sido arrestado y que estaba en la prisión militar y que quería su Biblia. Nos las arreglábamos para llevársela. Había peligro implicado, es verdad, pero había gran amor y fe que se mostraba a Jehová, a su causa, y a su pueblo. Todos parecían querer ayudar sin importar el peligro que hubiera implicado.
DISTRIBUCIÓN DE “EL MISTERIO TERMINADO”
Sucediendo a la misma vez que estas experiencias estuvo también la presentación por primera vez del libro de la Sociedad The Finished Mystery (El misterio terminado) y su distribución. Recibimos nuestro abastecimiento en el Canadá y comenzábamos la distribución cuando, a instigación del clero, el gobierno lo proscribió en 1918. Se cree que la orden del censor que proscribió la literatura de la Sociedad fue el resultado directo de este ataque combinado del clero y del gobierno contra las publicaciones de la Sociedad Watch Tower Bible and Tract.
Esto trajo la lucha por la adoración pura hasta nosotros en el Canadá. Preparamos nuestro abastecimiento de The Finished Mystery para efectuar una distribución rápida y extensa, previendo oposición. Cuando la proscripción llegó a ser ley, en seguida los hermanos de los Estados Unidos y el Canadá circularon una petición para que el gobierno quitara las restricciones impuestas al libro, para que a la gente se le permitiera obtener esta ayuda para el estudio de la Biblia sin estorbo y molestia. A un hermano y a mí se nos asignó para que hiciéramos circular la petición en Fort William y Port Arthur, Ontario. Fuimos a Port Arthur y nos registramos en un hotel. Luego hicimos mapas del territorio y nos pusimos a trabajar. Primero abarcamos el territorio con una declaración que describía la naturaleza de nuestro trabajo y les decíamos que quisiéramos que la leyeran cuidadosamente y que regresaríamos en un día o dos para que firmaran la petición. La gente en general nos daba una buena acogida.
REPERCUSIONES
Sin embargo, la policía obtuvo una orden de registro, registró nuestra habitación, y halló nuestros ejemplares personales de The Finished Mystery. Nos encontramos en la cárcel esa noche pero se nos puso en libertad al día siguiente. Con toda probabilidad el arresto y la publicidad lograron más para presentar los hechos ante la gente que lo que hubiera logrado la circulación de la petición. El periódico publicó sensacionalmente nuestro arresto en la primera plana, haciendo destacar muchas de las fuertes declaraciones de la carta que habíamos distribuido. Escogieron las declaraciones que eran más objetables para el clero y el gobierno. La policía confiscó los quinientos o seiscientos ejemplares de The Finished Mystery que se habían enviado al territorio para su distribución. Pero aquella noche, mientras la publicidad se hallaba en su colmo en el periódico, los policías de Port Arthur se llevaron a casa ejemplares de The Finished Mystery para ellos mismos y sus amigos, ¡de modo que distribuyeron el abastecimiento para nosotros!
Tan pronto como llegó la noticia de nuestro arresto a Winnipeg, los militares enviaron un camión de soldados, los cuales invadieron los hogares donde estábamos quedándonos en busca de literatura proscrita. Los militares podían arrestarnos y podían invadir nuestra propiedad y confiscar nuestros bienes, pero no podían enjuiciarnos. Todavía éramos civiles y el tribunal civil insistía en que él era el que había de enjuiciarnos. Las autoridades civiles, en Winnipeg por lo menos, estuvieron disgustadas por la manera arbitraria en que los militares estaban invadiendo los hogares y destruyendo la propiedad de cristianos. Cuando los militares invadían un hogar realmente trastornaban la casa. Tomaban carbón, harina, azúcar y otras cosas, las mezclaban y las dejaban casi inservibles. Esto perturbó en gran manera a las autoridades civiles, y algunas mostraron su interés siendo tan bondadosas como podían al tratar nuestros casos.
Nuestra siguiente oportunidad de adelantar valientemente en la batalla fue en marzo de 1918, cuando se presentó por primera vez la publicación Kingdom News (Nuevas del Reino), núm. 1, por la Sociedad para distribución en los Estados Unidos, Canadá e Inglaterra. Contenía un mensaje que ponía de manifiesto la intolerancia religiosa que existía y abogaba por la libertad cristiana. Un mes después, en abril, se publicó Kingdom News, núm. 2, que trataba de la conspiración religiosa y política. En mayo se presentó por primera vez Kingdom News, núm. 3, intituladas “Caída de la autocracia segura-estrategia satánica destinada al fracaso.” Estas publicaciones suministraron mucha actividad. Utilizábamos el día y una buena porción de la noche en su distribución. Nos pareció que debíamos trabajar aprisa. El mensaje que se estaba distribuyendo era dinámico, y queríamos distribuir todas las copias antes de que fuéramos detenidos. Y nuestras conclusiones en ese respecto resultaron correctas, porque unos cuantos días después de presentarse por primera vez Kingdom News, núm. 3, los hermanos encargados de la obra en el centro de dirección en Brooklyn fueron enviados injustamente a la penitenciaria en Atlanta, Georgia.
LA OBRA DE PREDICACIÓN SE EXTIENDE
Tuve el privilegio de visitar el Betel de Brooklyn a fines del verano de 1918 durante la encarcelación de los hermanos. Los que quedaron encargados de la obra en el centro de dirección confiaban en que Jehová daría a su pueblo la victoria finalmente.
La primavera siguiente, en marzo de 1919, los hermanos fueron puestos en libertad. Después, el 14 de mayo de 1919, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos decidió que se les había encarcelado ilegalmente. Nosotros en el Canadá nos regocijamos grandemente con nuestros hermanos de los Estados Unidos.
Pronto recibimos información que nos decía que en septiembre iba a celebrarse una asamblea en Cedar Point, Ohio. Todos los que pudieron hacerlo se dirigieron a aquella asamblea. En esta primera asamblea posterior a la guerra los hermanos desplegaron gozo, gratitud y una determinación resuelta de ver terminada la obra. Una nueva publicación, la revista Golden Age, habría de presentarse por primera vez, y el anuncio conmovió a todos. Nos daba otro instrumento con el cual trabajar. Tuve el privilegio de superentender la obra de su distribución en Winnipeg, y nuestros esfuerzos fueron bendecidos desde el principio. También, grandes cantidades del folleto Millions Now Living Will Never Die (Millones que ahora viven no morirán jamás) se distribuyeron, y se pronunciaron conferencias públicas sobre el tema en todas partes. Todo esto impresionó bastante al público. Un folleto compañero, Talking with the Dead (Hablando con los muertos), se distribuyó también extensamente. Esto fue necesario debido a que a la gente se le inducía a creer que era posible que ella se comunicara con los muertos, particularmente los soldados. La idea se esparció como relámpago. Escritores como sir Arturo Conan Doyle se entusiasmaron con el tema de los vivos en comunicación con los muertos. Sin embargo, Jehová tuvo un instrumento muy listo para contrarrestar su efecto donde se hallaban implicados los buscadores de la verdad: el folleto Talking with the Dead.
La verdad se extendió mucho en aquellos días. Nuestras reuniones aumentaron en asistencia de unos cuantos centenares a 1.800, 1.900 y hasta 2.000 personas. Teatros de buen tamaño se llenaban fácilmente. Muchos que habían cesado de asociarse con nosotros cuando se nos estuvo persiguiendo comenzaron a apreciar una vez más la organización. El mismísimo hecho de que ésta había sobrevivido y todavía estaba activa hizo que muchos comenzaran a pensar.
Pudiera añadir que antes de esta fecha la hermana Evelyn Finch y yo nos casamos, en septiembre de 1918. Ella fue la primera testigo de Jehová que yo había conocido al llegar al Canadá y la que hizo tanto para ayudarme en aquellos días tempranos a llegar a un conocimiento de los propósitos de Jehová.
SERVICIO DE BETEL
En 1922 la hermana Sullivan y yo asistimos a otra asamblea en Cedar Point, Ohio. Cuando regresamos de aquella asamblea nos sentimos muy estimulados a seguir adelante. Podíamos vernos en el propósito divino. Jehová estaba en su templo y había llegado el tiempo para que sus esclavos anunciaran al Rey y al Reino. Regresamos a casa resueltos a quemar nuestras naves. Solo había un camino por el cual ir y ése era directamente adelante como Jehová dirigiera. En aquel verano solicitamos el servicio en el Betel del Canadá, pero el personal allí estaba completo. Entonces solicitamos entrar en el Betel de Brooklyn. Mientras nuestras solicitudes estuvieron pendientes tratamos de poner en orden nuestra casa y nos las arreglamos para pasar un mes de nuestro tiempo de vacaciones anuales en el servicio de tiempo cabal, mientras hacíamos tanto como podíamos en otras ocasiones.
El 1 de noviembre de 1924, la hermana Sullivan y yo fuimos invitados a ser miembros de la familia Betel de Brooklyn. Inútil es decir que estuvimos muy felices. Fue el principio de una nueva vida para nosotros. Poco después de llegar fui asignado al Escritorio de Servicio, departamento en el cual he permanecido hasta ahora. Más tarde fui asignado como uno del personal de oradores de Betel, privilegio que también recibí con profunda gratitud a Jehová. Luego vino la testificación de casa en casa los domingos en 1927, y a medida que cada nuevo paso hacia adelante de la organización se manifestaba nuestro gozo aumentaba.
Durante la década de 1930 tuvieron lugar varios acontecimientos históricos importantes desde el punto de vista de nuestra organización. La Acción Católica dirigió mucha oposición en Plainfield, Bergenfield y Asbury Park en Nueva Jersey, y ésta tenía por objeto destruir al pueblo de Jehová. El desenmascaramiento claro de la falacia de la declaración del papa de un año santo en 1933 que hizo el hermano Rutherford, el presidente de la Sociedad, hizo mucho para enfurecer a la Iglesia Católica Romana. Su furia inspirada por los demonios se manifestó particularmente en el ataque que se llevó a cabo contra los testigos de Jehová en el Madison Square Garden en junio de 1939. La evidencia horripilante del dominio por chusmas endemoniadas se hizo muy pronunciada aun por la radio. Sin embargo, a pesar de la oposición el hermano Rutherford presentó enérgicamente todo el mensaje, el cual fue radiodifundido. La gente oyó y pudo llegar a sus propias conclusiones en cuanto al espíritu que se manifestó.
Después del ataque dentro del Madison Square Garden a varios de nuestros hermanos los arrestaron con acusaciones falsas y los llevaron a la comisaría así como a algunos de los atacadores. El hermano Rutherford insistió en ir a la comisaría inmediatamente para ver lo que podía hacer y para suministrar a nuestros hermanos consejo legal. Tuve el privilegio de ir con él en auto en aquella ocasión. Viajando desde el Madison Square Garden hasta la comisaría, vimos demostrada la furia enloquecida de la chusma y el poder restrictivo de nuestro Dios para preservar a su pueblo. En la comisaría tuvimos que luchar en medio de la chusma para poder entrar. Se necesitó la ayuda de la policía para que lo lográramos. El hermano Rutherford repasó los detalles de los cargos hechos contra nuestros hermanos e hizo arreglos para su defensa, animándolos. Al salir, la misma chusma endemoniada todavía estaba afuera. Trataba de entrar al auto por la fuerza e impedir que éste avanzara. Fue necesario que algunos de nosotros viajáramos en los estribos para impedir que las muchedumbres arrancaran las puertas.
Yo tenía asignado el discurso de apertura en la sesión de la noche en el Madison Square Garden y me preguntaba cuál sería la situación cuando regresáramos. Fue maravilloso notar el cambio. Todos los enemigos habían salido y predominaban la paz y la quietud. Durante la sesión concluyente de la noche parecía como si Jehová se hubiera puesto de pie y hubiera dicho: ‘Paz, esténse quietos,’ y hubiera echado a la gentuza.
Después de la muerte del hermano Rutherford a principios de 1942, todos los miembros de las dos juntas de directores de la corporación de Nueva York y la corporación de Pensilvania de la Sociedad se reunieron en el Betel de Brooklyn y, después de meditación con oración, eligieron unánimemente al hermano Natán H. Knorr como el nuevo presidente.
La obra de Jehová continuó progresando rápidamente. El 1 de febrero de 1943 se inauguró la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower para misioneros. El 17 de abril del mismo año se presentó por primera vez el Curso en el Ministerio Teocrático a todas las congregaciones para que se entrenara y equipara a todo el pueblo de Dios para la obra del ministerio. Estos pasos iniciales fueron el mismísimo cimiento de la gran expansión que se ha experimentado desde ese tiempo. Es conmovedor notar la rapidez con la cual el espíritu de Jehová avanza para efectuar Su voluntad. Es obra de Jehová y es maravillosa a nuestros ojos.
El estar en Betel y ver, sentir y participar de estos magníficos acontecimientos es una de las mayores bendiciones que pueden venir a cualquiera, y así es como lo aprecio. He descubierto después de cuarenta años en Betel que si llegamos aquí con esa actitud y aceptamos todas las asignaciones sobre esa base, seremos muy felices y seremos grandemente bendecidos por Jehová.
Por los muchos privilegios que he tenido aquí en Betel doy gracias a Jehová diariamente. Uno de tales privilegios singulares durante la II Guerra Mundial fue cuando se me asignó a servir a nuestros hermanos en las prisiones federales en la parte oriental de los Estados Unidos por cuatro de cada cinco fines de semana. Todavía continúo sirviendo a nuestros hermanos ahora en la Prisión Federal de Danbury una vez al mes y lo he estado haciendo así por casi veinte años.
Todos esos privilegios representaron trabajo duro para mí, pero, ¡oh, qué gozo ser un esclavo de Jehová y consolar a mis hermanos! Verdaderamente puedo decir que Jehová no ha retenido ninguna cosa buena de mí durante los cincuenta años que he sido su esclavo. (Sal. 84:11) Siempre se ha suministrado todo lo necesario, grande o pequeño, por medio de su organización. Como esclavo en su casa deseo morar para siempre.—Sal. 27:4.