“Sea Dios hallado veraz”
“Antes sea Dios hallado veraz, aunque todo hombre sea hallado mentiroso.”—Rom. 3:4.
1. ¿Quién es la mayor poseedora de la Biblia, pero, ¿qué preguntas surgen a causa de la actitud de ella para con la Biblia?
LA MAYOR poseedora de la Palabra escrita de Dios, la Santa Biblia, es la cristiandad. ¿La acepta como “la palabra de la verdad”? Es decir, ¿Cree en ella? Por sus obras, que hablan más elocuentemente que las palabras, ella revela incredulidad en la Santa Biblia, la no adherencia a la Biblia, y el rechazamiento de ella a favor de la ciencia, filosofía y política mundanas. ¿Qué han de pensar o concluir a causa de esto los más de dos mil millones de personas que no pertenecen a la cristiandad? Lógicamente se sentirían inclinados a hacer esta pregunta: Puesto que la cristiandad no cree ni obedece su más sagrado Libro de religión, ¿no prueba esto que la Santa Biblia no contiene la verdad? ¿No prueba esto que el Dios de la Biblia no existe, que no es el Dios verdadero, y que no es veraz sino, de hecho, es un mentiroso? Los estudiantes bíblicos informados que no son parte de la cristiandad contestarán ¡No!
2, 3. ¿Cómo se enfrentó el apóstol Pablo a una situación semejante a la de nosotros hoy en día en cuanto a la Palabra escrita de Dios?
2 Pidamos que un renombrado escritor bíblico arguya el caso. Este es el apóstol Pablo de hace mil novecientos años. Los lectores de la Biblia en su día se enfrentaban a una situación semejante. Este Pablo era un judío circunciso, que tuvo que oponerse a su propia nación porque ésta había hecho que aumentara un gran concepto falso en cuanto a la Biblia hebrea de aquel día. A aquellos judíos circuncisos se les había encomendado el cuidado exclusivo de recopilar las escrituras sagradas, los santos escritos desde los días del profeta Moisés del siglo quince antes de nuestra era común hasta el profeta Malaquías del quinto siglo antes de nuestra era común. Había veinticuatro libros, como los contaban los judíos, o treinta y nueve libros, como los cuenta la cristiandad. Esos santos escritos, llenos de profecías en el nombre de Dios, deberían haber guiado a aquellos judíos a hacerse seguidores de Jesucristo, quien vino y habló, vivió, trabajó y murió y fue resucitado de entre los muertos allí mismo en el propio país de los judíos.
3 No importó que las profecías bíblicas de Dios se cumplieran allí mismo entre ellos en prueba de que Jesús el descendiente del rey David era el Cristo. La inmensa mayoría de los judíos rehusó aceptarlo como tal. Descreyeron y así fueron desobedientes a su Dios Jehová. Ahora bien, ¿qué debemos concluir de todo esto?
4. El proceder de parte de los judíos hace surgir ¿qué preguntas en cuanto a Dios y su Palabra escrita, pero cómo contestó Pablo esas preguntas?
4 No pasamos por alto el hecho de que el mucho mayor número de judíos circuncisos de aquel día no aceptó el testimonio de sus propios santos escritos de profecía. Pero, ¿probó esto que esas declaraciones formales sagradas de Dios eran falsas? ¿Probó que Dios, el Inspirador de la Santa Biblia, no fue veraz a su parte del pacto que había hecho con los judíos por medio de Moisés? ¿Fue hallado Dios ser indigno de confianza, indigno de fe de nuestra parte? ¿Deberíamos, por lo tanto, desechar la Biblia como siendo hallada falsa o como siendo la obra de solo escritores humanos comunes que cometieron errores y que mienten? ¿Deberíamos seguir el derrotero judío de adherirse a las tradiciones de los hombres en vez de a las Santas Escrituras? Si fuésemos a dejar que el ejemplo de los hombres sin fe, desobedientes, pagados de su propia rectitud influyera en nosotros, contestaríamos Sí a cada una de esas preguntas. Esa es la manera en que muchos de los 13.016.000 judíos circuncisos responden hoy en día. Pero el apóstol cristiano Pablo, que también fue judío por nacimiento y que fue “circuncidado al octavo día,” dice ¡No! Él no se dejó influir con los que pretenden ser judíos pero que no son judíos verdaderos en realidad.
5. ¿Cómo arguye Pablo, en Romanos 2:28 a 3:4, contra el que juzguemos mal a Dios por mirar a su pueblo profeso, los judíos?
5 Pablo viene a la defensa de Dios. Arguye contra el que juzguemos mal a Dios por mirar a su pueblo profeso y dice: “No es judío el que lo es por fuera, ni es la circuncisión la que está afuera en la carne. Mas es judío el que lo es por dentro, y su circuncisión es la del corazón por espíritu, y no por un código escrito. La alabanza de ése viene, no de los hombres, sino de Dios. ¿Cuál, pues, es la superioridad del judío, o cuál es el provecho de la circuncisión? Muchísimo de todas maneras. En primer lugar, porque les fueron encomendadas las sagradas declaraciones formales de Dios. ¿Cuál, pues, es el caso? Si algunos no expresaron fe, ¿acaso su falta de fe hará sin efecto la fidelidad de Dios? ¡Jamás suceda eso! Antes sea Dios hallado veraz, aunque todo hombre sea hallado mentiroso, así como está escrito [en el Salmo 51:4]: ‘Para que [oh Dios] seas probado justo en tus palabras y ganes cuando se te esté juzgando.’”—Rom. 2:28 a 3:4.
6. Al aplicar esta misma regla de juicio con respecto a la cristiandad infiel de hoy en día, ¿qué decisión hacemos, como la de Pablo?
6 La misma regla de juicio aplica a la cristiandad de hoy en día, que se ha probado infiel a la santa Palabra de Dios, la Biblia, porque el apóstol Pablo dice: “Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo.” (2 Tim. 2:13) En otras palabras, Dios llevará a cabo lo que dice en su Palabra escrita prescindiendo del hecho de que los centenares de millones que pretenden ser cristianos ni viven en armonía con la Biblia ni sostienen al Dios de la Biblia. Lo que los hombres hacen jamás puede hacer falso a Dios ni probar falso a Dios.
7, 8. En su argumento a favor de dejar que Dios sea hallado veraz, ¿por qué citó el apóstol Pablo las palabras de David en el Salmo 51:4?
7 Al probar la fidelidad y veracidad de Dios, el apóstol Pablo citó las palabras del rey David en el Salmo 51:4. ¿Por qué? Porque David no trató de defenderse, excusarse ni declararse justo y así desacreditar a Dios. David admite su mal y su error y reconoce que Dios es veraz y justo.
8 David dice: “Muéstrame favor, oh Dios, de acuerdo con tu bondad amorosa. De acuerdo con la abundancia de tus misericordias borra mis transgresiones. Lávame cabalmente de mi error, y límpiame aun de mi pecado. Porque yo mismo conozco mis transgresiones, y mi pecado está enfrente de mí constantemente. Contra ti, tu solo, he pecado, y lo que es malo a tus ojos he hecho, a fin de que pruebes ser justo cuando hables, a fin de que estés limpio cuando juzgues. ¡Mira! Con error fui dado a luz con dolores de parto, y en pecado me concibió mi madre. ¡Mira! Te has deleitado en la veracidad misma en las entrañas; y en el secreto mismo hazme conocer la sabiduría misma. Purifícame del pecado con hisopo, para que sea limpio; lávame, para que me ponga aun más blanco que la nieve.”—Sal. 51:1-7; Rom. 3:4.
9. Si la gente de la cristiandad y de la judería fuese como el arrepentido David, ¿qué confesión haría y qué actitud adoptaría para con la Palabra escrita de Dios?
9 Si la gente, especialmente la de la cristiandad y de la judería, fuese como el arrepentido rey David de Jerusalén, confesaría que es pecaminosa desde que nace y que estaba inclinada al error desde el mismísimo tiempo de su concepción en la matriz de su madre. Entonces asumiría una actitud humilde ante Dios y no argüiría contra Dios a favor de la ciencia humana y las normas morales hechas por el hombre. Argüiría que es pecadora, justamente condenada por la ley de Dios. Admitiría que Dios es veraz al hablar y juzgar, aunque esto fuese un reconocimiento de que ella misma era mentirosa. Al hacer esto mostraría sabiduría verdadera, y asumiría el punto de vista correcto en cuanto a la Palabra escrita de Dios y la aceptaría, la creería, la entendería y viviría en armonía con ella. Esto entonces recomendaría la Biblia a la gente a quien ella la ofreciera.
10. ¿Cómo, según el argumento de los hombres, obtiene Dios un beneficio de la injusticia de ellos, y por qué, por lo tanto, le imputan injusticia a él en su trato de ellos?
10 El que los hombres entren en el error y la injusticia no perjudica a Dios mismo. Más bien, hace que la veracidad, santidad y justicia de Dios resalten en contraste agudo, todo para gloria de Dios. Bueno, entonces, quizás se arguya que, cuando los hombres hacen lo malo, realmente le hacen un beneficio a Dios, por lo menos indirectamente. Si, entonces, Dios obtiene un beneficio indirecto del derrotero de injusticia de ellos, ¿tiene justamente Dios una razón para juzgar adversamente a los hombres pecaminosos, condenándolos? ¿No actúa injustamente Dios al ejecutar un juicio condenatorio sobre ellos en la venidera “guerra del gran día de Dios el Todopoderoso”? (Rev. 16:14, 16) ¿Han de condenarse y castigarse la iniquidad y las maneras incorrectas si resulta bien de ellas? Los hombres, que nacen en error y en pecado, arguyen así. Arguyen que Dios está obrando injustamente si es fiel a su Palabra de verdad y ejecuta juicio destructivo sobre ellos por su injusticia.
11. (a) ¿Según qué razonamiento sobre el pecado arguyen los hombres que el juicio condenatorio de Dios no será ejecutado hacia ellos? (b) ¿Por qué están equivocados en tal razonamiento?
11 Al argüir de tal manera mundana los hombres, que han resultado ser mentirosos, solo se profundizan más en el error. Dicen que los pecadores nunca deben temer que el juicio condenatorio de Dios será ejecutado sobre ellos. Pasan por alto el hecho de que el pecado, el error, el quebrantar la ley son incorrectos en sí. Una filosofía religiosa es incorrecta cuando arguye que, si un mal o cosa mala que hacemos solo nos perjudica a nosotros mismos, no es pecado. O, si por el mal que le hacemos a algún otro se obtiene un beneficio o ventaja no pensado, no es pecado y no merece ser castigado. Prescindiendo de la manera en que arguya una filosofía religiosa, un mal es un mal, y nadie tiene derecho de hacer mal ni dañarse aun a sí mismo. ¿Por qué no? Porque cada uno de nosotros es una creación de Dios y no tenemos ningún derecho de dañar la creación de Dios. Cualquier proceder incorrecto es un pecado, porque es una violación de la ley de Dios en cuanto a la manera en que nosotros las criaturas debemos vivir. Dios no quiere que pequemos solo porque esto hace que su justicia se manifieste.
12, 13. (a) ¿Será justo el juicio de Dios contra los que arguyen que resultará bien del que se hagan cosas malas? (b) ¿Por qué no debemos engañarnos tocante a esto?
12 Así es como raciocina el inspirado apóstol Pablo. Después de aconsejarnos que dejemos que sea Dios hallado veraz aunque todo hombre así sea hallado mentiroso, Pablo pasa a decir: “Sin embargo, si nuestra injusticia hace resaltar la justicia de Dios, ¿qué diremos? Dios no es injusto cuando descarga su ira, ¿verdad? (Estoy hablando como hombre.) ¡Jamás suceda eso! ¿Cómo, de otro modo, juzgará Dios al mundo? No obstante, si con motivo de mi mentira la verdad de Dios se ha hecho más prominente para gloria de él, ¿por qué también a mí todavía se me juzga como pecador? ¿Y por qué no decir, así como se nos imputa falsamente y así como declaran algunos que decimos: ‘Hagamos las cosas malas para que vengan las cosas buenas’? El juicio contra aquéllos está en armonía con la justicia.”—Rom. 3:5-8.
13 De modo que hoy en día no nos engañemos. El fin no justifica los medios. Si hacemos cosas malas solo porque nos gustan las cosas malas, y luego si tratamos de excusarnos diciendo que a la larga resultará bien de tales cosas malas, no escaparemos. El justo juicio de Dios será ejecutado contra nosotros de todos modos.
CÓMO DEJAR QUE “SEA DIOS HALLADO VERAZ”
14. Si amamos a Dios el Creador, dejaremos que ¿quién sea hallado veraz, y cómo haremos esto?
14 Si queremos amar, honrar y respetar a Dios nuestro Creador, ¿qué haremos? Entonces desearemos dejar que “sea Dios hallado veraz” en todos los casos donde haya una disputa o controversia entre Dios y los hombres. Lo haremos dirigiéndonos a la Palabra escrita de Dios la Biblia. Dejaremos que lo que ésta diga subsista como la verdad tocante a la historia humana, tocante a las enseñanzas religiosas verdaderas y tocante a las decisiones que debemos hacer cuando hombres e instituciones políticas del mundo hacen demandas extremadas de nosotros. De todo corazón aceptaremos la Palabra escrita de Dios, las Santas Escrituras, como el criterio, la norma para determinar la verdad y la justicia.
15. (a) Si pretendemos ser cristianos, ¿qué tenemos que reconocer que es la Palabra de Dios? (b) En el día de Jesús, ¿qué verdad había además de las Escrituras Hebreas?
15 ¿Qué hay si pretendemos ser cristianos? Entonces el ser veraces a nuestra pretensión requiere que digamos lo mismo que Jesús dijo en oración a Dios: “Tu palabra es la verdad.” (Juan 17:17) En el día de Jesús todos los treinta y nueve libros de las Escrituras Hebreas habían sido escritos y se hallaban disponibles para ser leídos. Pero esas Escrituras Hebreas inspiradas no eran las únicas cosas verdaderas. Lo que Jesús enseñó durante su ministerio en la Tierra fue verdad adicional. Este hecho tiene que ser así por lo que dijo en esa misma oración a Dios: “Hablo estas cosas en el mundo para que tengan mi gozo en sí mismos en plenitud. Yo les he dado tu palabra.” (Juan 17:13, 14) Por eso, lo que Jesucristo le había dado a sus discípulos realmente era la palabra de Dios su Padre, y no palabras de su propia originalidad. También era la verdad.
16. ¿Por qué pudieron agregarse a las Escrituras Hebreas escritos en griego por los discípulos de Jesús, y cuántos libros contiene ahora la Palabra escrita de Dios?
16 Jesús dijo a sus discípulos que recibirían ayuda para recordar las verdades que les había revelado. Antes de hacer la oración supracitada a Dios, dijo a sus discípulos: “Yo pediré al Padre y él les dará otro ayudante que esté con ustedes para siempre, el espíritu de la verdad, que el mundo no puede recibir, porque ni lo contempla ni lo conoce. Ustedes lo conocen, porque permanece con ustedes y está en ustedes. . . . el ayudante, el espíritu santo, que el Padre enviará en mi nombre, ése les enseñará todas las cosas y les hará recordar todas las cosas que les dije,” (Juan 14:16, 17, 26) Como resultado, después del día festivo del Pentecostés cuando espíritu santo fue derramado sobre ellos, las cosas que los discípulos fieles de Jesús escribieron bajo inspiración de espíritu de Dios igualmente fueron parte de la Palabra de Dios y llegaron a ser parte de las Santas Escrituras. Estos escritos inspirados en forma de veintisiete libros escritos en griego común fueron terminados para fines del primer siglo de nuestra era común. Fueron agregados a las Escrituras Hebreas inspiradas, para formar una Biblia compuesta de sesenta y seis libros. Esta palabra escrita es la verdad de Dios.
17. ¿Por qué, cuando Jesús estuvo ante Pilato, no tuvo que jurar decir la verdad, y por qué debemos aceptar sus enseñanzas?
17 Jehová Dios está enteramente entregado a la verdad y nada más que la verdad. También su Hijo fiel, Jesucristo. Es un hecho que cuando Jesús estuvo de pie ante el gobernador romano Poncio Pilato no se le hizo afirmar con un juramento solemne de que diría la verdad y nada más que la verdad, ¡Dios lo ayudara! No obstante, aunque fue sometido a juicio por su vida, Jesús no negó quien era ni qué era. (Juan 18:37) Su anuencia a morir por la verdad produce en nosotros más confianza de que lo que enseñó, predicó y mandó fue la verdad pura. Por consiguiente, debemos aceptarla como tal.
18. ¿Por qué citó Jesús apropiadamente las palabras de David del Salmo 31:5 cuando moría en el madero, y por eso, a quién regresó el espíritu de Jesús?
18 Cuando, poco después de haber sido sentenciado a muerte, Jesús pendía del madero de ejecución, con la inscripción colocada encima de su cabeza: “Este es el rey de los judíos,” citó palabras del Salmo 31:5 cuando estaba a punto de morir y dijo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.” (Luc. 23:38, 46) Ese salmo fue escrito por el rey David, quien prefiguró a Jesucristo. De modo que esto aseguró a Jesús que podía confiar con seguridad su espíritu a Jehová Dios con la plena esperanza de ser librado del Seol, el sepulcro común de la humanidad muerta. Jesús sabía que el salmista David hizo un llamamiento a la veracidad de Dios, diciendo: “Me sacarás de la red que han escondido para mí, porque tú eres mi fortaleza. En tu mano encomiendo mi espíritu. Tú me has redimido, oh Jehová el Dios de la verdad. De veras odio a los que rinden respeto a ídolos sin valor, vanos; pero en cuanto a mí, en Jehová confío. Oh Jehová, no sea yo avergonzado, porque te he invocado. Sean avergonzados los inicuos; guarden silencio ellos en el Seol.” (Sal. 31:4-6, 17) Cuando Jesús encomendó así su espíritu de vida a Jehová en su muerte, su espíritu regresó al Dios de la verdad, que se lo había dado.—Ecl. 12:7.
19. (a) ¿Por qué al Hijo de Dios no se le permitió que ‘guardara silencio en el Seol’? (b) ¿Cómo probó entonces Jehová que no era uno de los “ídolos sin valor, vanos”?
19 Al tercer día después de eso, Jehová restauró el espíritu de vida a su Hijo y así lo resucitó de entre los muertos. Había guardado con seguridad en depósito lo que su Hijo le había encomendado. No dejó que su Hijo ‘guardara silencio en el Seol,’ porque su Hijo no era inicuo. Solo había sido para cumplir la profecía de Isaías 53:9 que Jesús hizo “su lugar de entierro aun con los inicuos, y con la clase rica en su muerte, a pesar del hecho de que no cometió violencia ni hubo engaño en su boca.” Debido a que Jehová levantó a su Hijo a la vida espiritual en el cielo al tercer día, se probó que Jehová no era uno de esos odiados “ídolos sin valor, vanos” sino realmente “el Dios de la verdad.” Como tal, pudo cumplir con su palabra, cumplir sus profecías que fueron dadas sobre su propio nombre.—1 Ped. 3:18, 19; Sal. 16:10; Hech. 2:22-36.
20. ¿Qué prueba la resurrección de Jesús por Dios en cuanto a Su habilidad para hacer las cosas?
20 El resucitar a su Hijo Jesucristo a vida renovada en el cielo, en inmortalidad, se entiende que fue la más dura prueba de la veracidad de Jehová Dios. (Efe. 1:18-22) Puesto que hizo frente a tan extraordinaria prueba de su veracidad, ¿qué hay además que haya prometido que no pueda cumplir? ¡Nada!—1 Cor. 6:14; 2 Cor. 4:13, 14.
21. (a) Por consiguiente, ¿qué confianza debe excitar en nosotros la inspiración de las Santas Escrituras por tal Dios? (b) ¿Desde qué punto en adelante es la verdad la Palabra escrita de Dios?
21 Tal Dios como éste ha inspirado la escritura de las Santas Escrituras. ¡Qué confianza, por lo tanto, debemos tener de que estas Escrituras son exclusivamente la verdad, tan distintas de todos los otros libros religiosos que se han escrito, que pertenecen a los sistemas religiosos de este mundo, antiguos y modernos! La mismísima esencia o sustancia de la Palabra escrita de Dios es la verdad, su Palabra estando en plena armonía con los hechos y nunca ni una sola vez apartándose de las realidades o del llevar a cabo con buen éxito el propósito glorioso de Dios. Desde su mismísimo principio la Palabra escrita de Dios es la verdad, y tal verdad avanza a través de los sesenta y seis libros bíblicos hasta un magnífico clímax de verdad en cuanto al reino establecido de Dios para la bendición eterna de la humanidad.
22. ¿Cómo es cierto que la sustancia o suma de la Palabra de Dios es la verdad?
22 Juntos, los sesenta y seis libros de la Biblia se sintetizan para ser una declaración y expresión plenas, completas de verdad. Por eso es que los que buscan la verdad aman la Biblia. El salmista expresó muy bien el asunto cuando, bajo inspiración, escribió en aprecio de Dios: “Oh ve que he amado tus propias órdenes. Oh Jehová, de acuerdo con tu bondad amorosa consérvame vivo. La sustancia [o, suma] de tu palabra es la verdad, y toda decisión judicial justa tuya es hasta tiempo indefinido.”—Sal. 119:159, 160; lectura marginal, edición de 1957.
23. ¿Por qué pudo el salmista decir que los mandamientos de Dios son la verdad?
23 Todos los mandamientos de Dios, como se registran en su Palabra escrita, son para llevar a cabo la verdad. Se dan con el propósito de mantener a los obedientes en armonía con la verdad. Sus mandamientos se dan a fin de impulsar a las personas y las cosas a la realización de las profecías de Dios, para que así éstas se cumplan. A veces las personas que se han alejado muchísimo de la ley de Dios por la conducta relajada se acercan a nosotros para hacernos daño; pero Dios también está cerca de nosotros si amorosa y lealmente guardamos sus mandamientos. Como expresó agradecidamente el salmista el asunto: “Tú estás cerca, oh Jehová, y todos tus mandamientos son verdad. Hace mucho tiempo he conocido algunos de tus recordatorios, pues hasta tiempo indefinido los has fundado.” (Sal. 119:150-152) Maravillosamente, esos recordatorios y testimonios que Dios fundó hace tanto tiempo han continuado hasta hoy, a pesar de todos los esfuerzos de los enemigos de la verdad para echarlos abajo y destruirlos destruyendo copias de la Biblia y destruyendo a los creyentes en la Biblia. Pero, dice el Salmo 117:2: “La veracidad de Jehová es hasta tiempo indefinido.”
24. ¿En qué resultará con seguridad el pelear contra la verdad de la Biblia, y qué derrotero hacia ella es el mejor que ha de emprenderse?
24 EI combatir contra la verdad de la Biblia significa combatir contra el “Dios de la verdad.” Jamás podemos ganar en tal lucha, sino que estamos seguros de descender en derrota y muerte como mentirosos. La verdad de Dios siempre ha prevalecido y siempre prevalecerá. Es un recordatorio sabio el que nos da el apóstol Pablo, cuando escribe: “No podemos hacer nada contra la verdad, sino solo a favor de la verdad.” (2 Cor. 13:8) Por esa razón no debemos, mediante un derrotero contrario a la Palabra de Dios, hacer que la verdad de Dios se manifieste en triunfo sobre nosotros. Para recibir Su bendición debemos emprender un derrotero positivo a favor y en apoyo de la verdad de Dios y publicarla extensamente para Su gloria y alabanza.