¿Hay más de un modo de ser cristiano?
UNO de los prominentes teólogos liberales protestantes de los Estados Unidos se estaba acercando a los ochenta años. Al reflexionar sobre su larga vida activa, resaltaba en particular un punto significativo. Siendo joven capellán del ejército alemán caminando con dificultad entre los muertos y agonizantes en la batalla de Champaña durante la I Guerra Mundial, vinieron a su mente las palabras de Nietzsche... “Dios está muerto.” “Cambié de ser idealista a positivista trágico” como resultado, dijo más tarde.1
No sorprende en absoluto, entonces, que T. J. J. Altizer del grupo que alega que “Dios está muerto,” en una discusión con el teólogo anciano una noche, le dijera: “Usted ha abierto la confrontación con el mundo verdadero. Usted nos engendró, somos sus hijos.” Pero evidentemente esas palabras produjeron una sacudida grande en el teólogo anciano, porque había sentido que los que alegan que “Dios está muerto” habían exagerado las cosas. De hecho, en su discusión con Altizer esa noche se excitó tanto que su esposa se puso a insistir en que tenían que irse a casa, conviniendo en continuar la discusión al día siguiente. Pero la discusión nunca se reanudó, porque esa noche Pablo Tillich murió a consecuencia de un ataque del corazón.—Revista Life, 5 de noviembre de 1965.
¿Triste? Sin duda, pero lo que es mucho más triste es el hecho de que este teólogo prominente —que fue el primer profesor no judío despedido por los nazis— haya participado de tales especulaciones filosóficas bajo el disfraz de la religión cristiana que causara que algunos de sus estudiantes seminaristas llegaran a la conclusión de que “Dios está muerto.” Sí, y aun más de lamentarse es el hecho de que Pablo Tillich, T. J. J. Altizer y una hueste de otros teólogos protestantes hayan tratado tan a la ligera el término “cristiano” ¡que para muchos ha llegado a significar cualquier cosa!
¿Cómo podemos saber lo que significa ser cristiano? ¿Hay muchas maneras de serlo? ¿Cómo podemos saberlo? Hay una manera de saberlo, y ésa es dirigiéndose a la única fuente de información que nos da el registro completo de Jesucristo. Todos los que profesan ser cristianos más o menos reconocen a Jesucristo como su modelo o no adoptarían el nombre “cristiano.” Si él merece ser seguido, entonces, lógicamente, tenemos que amoldar nuestro modo de pensar con el de él.
CRISTO REVELÓ UN DIOS PERSONAL
Nadie puede leer las Escrituras Griegas Cristianas, libre de prejuicios, sin reconocer que, para Jesucristo, Dios fue una Persona, una Persona muy verdadera. Jesús dice que provino de Dios su Padre; que iba a regresar a su Padre; que su Padre mora en los cielos; que su Padre ve y oye y que contesta oraciones; que perdona; que ama a su Hijo; que tiene cariño a los seguidores de Jesús; que determinados ángeles siempre contemplan el rostro de su Padre que está en el cielo.a Además, dijo: “Mi Padre ha seguido trabajando hasta ahora, y yo sigo trabajando.” (Juan 5:17) De hecho, unas 180 veces en las Escrituras Griegas Cristianas hallamos que Jesús le atribuye personalidad a Dios llamándolo “Padre.”
Que Jesús consideró que Dios tenla personalidad así como él mismo ha de discernirse de las referencias que hace de su Padre como testigo y de él mismo como otro testigo y al hecho de que su Padre lo envió. Se necesita personalidad para enviar y para dar testimonio. Eso es lo que Jesús quiso decir cuando dijo: “Yo soy quien doy testimonio acerca de mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio acerca de mí.” (Juan 8:18; 5:32) Además, repetidamente leemos que la voz de Dios se oyó desde el cielo.—Mat. 3:17; 17:5; Juan 12:28.
Además, el que Dios es una Persona se indica claramente por los mandamientos que Jesús citó para nosotros de ‘amar a Dios con todo nuestro corazón, mente, alma y fuerzas y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.’ También se aclara por las palabras de Jesús de que hemos de temer a Dios porque puede destruir tanto el cuerpo como el alma en el Gehena. Y la personalidad de Dios también se indica por el énfasis que Jesús dio al nombre de Dios.—Mar. 12:29-31; Mat. 10:28; 6:9; Juan 17:6, 11, 12, 26.
En vista de todo este testimonio, cuán desacordes están con ello todas las especulaciones de Pablo Tillich de que Dios es la Profundidad o la Base del ser, la base inagotable de la historia. Según él:
“Eso es lo que significa la palabra, y es a lo que señalan las palabras Reino de Dios y Providencia Divina. Y si estas palabras no tienen mucho significado para usted, tradúzcalas, y hable de la profundidad de la historia, de la base y la mira de nuestra vida social, y de lo que usted toma en serio sin reservas en sus actividades morales y políticas. Quizás usted debería llamar a esta profundidad esperanza, simplemente esperanza . . . Si usted sabe que Dios significa profundidad, usted sabe mucho en cuanto a él. Entonces no puede llamarse ateo . . . El que conoce en cuanto a la profundidad conoce en cuanto a Dios.”2
La necedad de que son capaces estos teólogos modernos en sus esfuerzos por negar la personalidad de Dios se puede discernir de lo que dice acerca de Dios el obispo Robinson. Según él, los cristianos ya no pueden decir que Dios está “allá,” en el espacio o más allá de las regiones espaciales, porque todo esto se ha explorado mediante radiotelescopios y ¡éstos no han descubierto a Dios!3 Esta clase de razonamiento somero ha de esperarse de un astronauta ruso comunista ateo, pero ciertamente ¡no de uno que profesa ser obispo cristiano! ¡Ciertamente el Espíritu Divino, el gran Creador del universo, no puede ser percibido por los poderosos radiotelescopios como no pudo ser percibido por los ojos de un astronauta ruso!
Claramente, entonces, cuando se trata de la personalidad de Dios, para el cristiano no hay más de un modo de considerarla. El Dios de la Biblia es una Persona, el Gran Espíritu, el Creador, el Ser Supremo.
¿MILAGROS O MITOS?
Muchos teólogos modernos que profesan ser cristianos también disputan los milagros registrados en la Biblia, no obstante pudiera decirse que la Biblia está llena de ellos. Desde la creación y el Jardín de Edén hasta los últimos sucesos registrados en las vidas de los apóstoles Pablo y Juan, la Biblia habla de milagros. Moisés pidió y recibió credenciales milagrosas. Como dijo: ‘¡De otra manera, oh Jehová, no creerán lo que les diga en cuanto a que tú te me apareciste y me comisionaste para guiar a mi pueblo fuera de Egipto!’ (Éxo. 4:1-9, 28-31) Por eso también el Moisés mayor, Jesucristo, pudo probar su comisión divina por medio de llevar a cabo muchos milagros. De hecho, hay más de cien referencias a milagros en los Evangelios y algunos cincuenta milagros se describen específicamente.
No solo tenemos los relatos de los milagros mismos sino también un registro del testimonio que éstos dan, sirviendo así su propósito divino. Por eso leemos en cuanto a la gente que los presenció que concluyó que allí estaba un gran profeta allí estaba EL profeta, allí estaba el mismísimo Hijo de Dios.—Juan 6:14; 2 Ped. 1:16-18.
Además, Jesús mismo repetidamente se refirió a sus obras milagrosas, como cuando le recordó a sus apóstoles el haber alimentado milagrosamente a miles en dos ocasiones (Mat. 16:9, 10) y como cuando mandó decir a Juan el Bautista: “Los ciegos ven otra vez, y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, y los muertos son levantados.”—Mat. 11:5.
No solo eso, sino que vez tras vez Jesús señaló sus milagros como razón para que otros cifraran la fe en él: “Yo tengo el testimonio mayor que el de Juan, porque las obras mismas que mi Padre me asignó realizar, las obras mismas que yo hago, dan testimonio acerca de mí de que el Padre me despachó.” (Juan no había ejecutado milagros, mas Jesús estaba ejecutando muchos.) “Créanme que yo estoy en unión con el Padre y el Padre está en unión conmigo; de otra manera, crean a causa de las obras mismas.” “Si yo no hubiera hecho entre ellos las obras que ningún otro hizo, no tendrían pecado; pero ahora han visto y también han odiado tanto a mí como a mi Padre.” ¿Qué podría ser más claro, más falto de ambigüedad, más escueto e inequívoco que el propio testimonio de Jesús en cuanto a haber ejecutado milagros y su efecto sobre otros, todo para probar su comisión divina?—Juan 5:36; 14:11; 15:24.
No obstante, a pesar de todo este testimonio, ¿qué encontramos? Incredulidad crasa en los milagros registrados en las Escrituras por los que profesan enseñar las Escrituras. Típico es el contemporáneo, teólogo alemán protestante Rodolfo Bultmann cuyas teorías se están haciendo más y más populares. Según él, el registro de Jesucristo como se nos da en los Evangelios necesita ser “desmitologizado,” librado de sus mitos. ¿Cuáles son estos mitos? Todo lo que está escrito en cuanto a que Dios y Satanás ejercen influencia o poder directos en los asuntos de la Tierra. Todo lo que está escrito en cuanto a que Jesús vino a la Tierra, tuvo una existencia prehumana, nació de una virgen, ejecutó milagros, murió en sacrificio y fue levantado de entre los muertos y ascendió a los cielos ha de ser desechado como siendo simples mitos. Esto no quiere decir que el registro es completamente un conjunto de falsedades, dice él; solo es que las palabras que hablan acerca de estas cosas ¡no quieren decir lo que parecen decir o significar! Bultmann quisiera hacernos creer que “todo esto es lenguaje de la mitología, y que el origen y los diversos temas fácilmente pueden localizarse en la mitología contemporánea de la literatura apocalíptica judía y en los mitos de redención del gnosticismo. A este grado el kerygmab es increíble para el hombre moderno, porque está convencido de que el punto de vista mítico del mundo es anticuado.”4
Pero, entonces, ¿cómo podemos explicar el aumento fenomenal del cristianismo? ¿Por qué no crearon el gnosticismo o judaísmo impacto tan tremendo ni produjeron misioneros tan elocuentes como los apóstoles Pedro y Pablo? ¿Por qué sus caudillos no inspiraron la devoción que inspiró Jesucristo? Seguramente tales teorías no solo carecen de fe sino que son irrazonables, y es patentemente falto de honradez el clasificarlas como cristianas. ¡Pues, todos estos teólogos modernos atribuirían un grado superior de moralidad a Mahoma que a Cristo y a sus apóstoles, porque Mahoma explícitamente rechazó el poder de ejecutar milagros algunos!5 ¡No hay muchos modos cristianos de considerar los milagros de Cristo salvo uno, y ése es darles pleno crédito!
¿MORALIDAD CRISTIANA RELATIVA?
No contentos con quitarle al cristianismo bíblico sus elementos vitales e indispensables, como la personalidad de su Dios y sus milagros, muchos de estos teólogos modernos también quisieran quitarle a la religión cristiana sus normas y principios elevados. Por eso el obispo Robinson, cuando estuvo en un banquillo de testigos, testificó que no veía nada objetable ni escandaloso en un libro que representaba el adulterio con aprobación; y además, es miembro de la Sociedad de Reforma de la Ley Homosexual de Inglaterra, que quisiera legalizar la homosexualidad entre los adultos que consientan en ello.6 Según él, el que ciertos actos sexuales sean incorrectos o no todo depende de que esté implicado el “amor” o no.
Pero aquí de nuevo, las Escrituras Griegas Cristianas no permiten más que un modo de ser cristiano. Para Jesús la moralidad no fue relativa. Ciertos actos eran correctos o incorrectos per se, por sí mismos. De modo que categóricamente condenó el divorciarse de una esposa por cualquiera razón que no fuera adulterio. Lejos de conceder una amplia latitud para placer sexual, Jesús estableció una norma sumamente elevada, como puede discernirse de sus palabras dichas en el Sermón del Monte: “Todo el que sigue mirando a una mujer a fin de tener una pasión por ella ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.”—Mat. 5:28, 31, 32; 19:3-9.
Si Jesús condenó así la promiscuidad entre los sexos, ¡cuánto más debe haberse opuesto a la promiscuidad dentro de los sexos! Que los homosexuales son promiscuos es evidente de que siempre están buscando nuevos compañeros. ¿Quién ha oído que dos homosexuales celebraron su quincuagésimo aniversario de estar ‘casados’? En efecto, su promiscuidad está planteando un gran problema social, como puede discernirse de un informe que se publicó en un semanario médico prominente: “La homosexualidad está resultando ser una nueva y principal fuente de enfermedades venéreas, especialmente en las ciudades.”7
No hay duda en cuanto a ello, basándose en las Escrituras así como en los frutos de la homosexualidad, entre los cuales también tiene que alistarse la falta de fuerza mental y emocional y estabilidad, tales prácticas son incompatibles con el cristianismo. El apóstol Pablo, no los teólogos modernos, sostuvo el modo correcto, el modo cristiano, de considerar la homosexualidad: “Así mismo hasta los varones dejaron el uso natural de la hembra y se encendieron violentamente en su lascivia unos para con otros, varones con varones, obrando lo que es obsceno y recibiendo en sí mismos la recompensa completa, que se les debía por su error.”—Rom. 1:27.
LA COMISIÓN DEL CRISTIANO
‘¿Hay más de un modo de ser cristiano?’ es una pregunta que también pudiera hacerse apropiadamente en cuanto a la comisión del cristiano. Quizás en ninguna otra parte se exprese más sucintamente esta comisión que en Mateo 28:19, 20, donde se encuentran las palabras de Jesús: “Por lo tanto vayan y hagan discípulos de gente de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu santo, enseñándoles a observar todas las cosas que yo les he mandado.”
Pero el teólogo alemán Schleierbach de hace unos 150 años, que parece haber abierto la senda para los modernos teólogos liberales, se metió en dificultades con el gobierno prusiano debido a su “actividad política liberal.”8 Y hoy encontramos a clérigos implicados en la política mundial y abrazando muchas causas seglares.c El finado Alberto Schweitzer fue un clérigo protestante, que, al haber perdido la fe en los elementos sobrenaturales de la vida de Cristo, abandonó su curato, estudió medicina y luego se fue al África para ministrar las necesidades físicas y médicas de los africanos.
Muchos misioneros están siguiendo su ejemplo dedicándose a las necesidades físicas en vez de a las necesidades espirituales de la gente. Estos están siendo alabados por preocuparse en cuanto a las “verdaderas necesidades de la gente.”9 Concerniente a esta tendencia una publicación trimestral misional dice: “El misionero evangelista a menudo es obligado a desempeñar un papel docente o consultivo o alguna tarea semejante donde es difícil que emprenda obra evangelista directa.”10
Pero, ¿es eso lo que Jesús tuvo presente cuando comisionó a sus discípulos primitivos a enseñar a otros, a hacer lo que les había enseñado hacer? Es verdad, Jesús a veces ministró las necesidades físicas de la gente pero éstas fueron totalmente incidentales a los beneficios espirituales que ofreció y que fueron hechos por medios sobrenaturales y principalmente para probar su comisión divina. Su papel principal fue el de Maestro; es por eso que lo hallamos nombrado así unas cuarenta veces en la Biblia, mientras que solo una vez se le menciona como “Médico.” También se refirió a sí como tal en otra ocasión, pero era un médico que sanaba enfermedades espirituales, no físicas.—Luc. 4:23; Mat. 9:9-13; 23:8.
Sus discípulos primitivos lo entendieron así. El registro de sus actividades muestra que el énfasis siempre se dio a la “necedad de lo que se predica” por medio de la cual pudiera salvarse la gente. Y todos predicaron; no había distinción de clero y legos.—1 Cor. 1:21; Hech. 8:4; Rom. 10:9-15.
¿POR QUÉ TANTOS PUNTOS DE VISTA?
De lo susodicho es evidente que no hay muchos modos de ser cristiano salvo uno. El cristiano cree en un Dios personal, tiene fe en los milagros registrados en Su Palabra, permite ser gobernado por los principios manifestados en esa Palabra y reconoce la comisión de ir y hacer discípulos de otros. Entonces, ¿qué explica estos diferentes puntos de vista y muchos más que van en contra de las declaraciones sin ambajes de la Palabra de Dios por hombres que pretenden ser ministros, teólogos, cristianos?
Las Escrituras, la razón y los hechos nos dan las respuestas lógicas. Por ejemplo, tenemos las palabras del apóstol Pablo de que “la fe no es posesión de todos.” ¿Qué podría ser más claro que eso? Y puesto que, como dice en otro lugar, “andamos [los cristianos] por fe, no por vista,” ha de esperarse que los que no tienen fe no podrían entender, apreciar ni aceptar la Biblia como la Palabra inspirada de Dios.—2 Tes. 3:2; 2 Cor. 5:7.
Además, la Palabra de Dios nos dice que, “ahora, si las buenas nuevas que declaramos están de hecho veladas, están veladas entre los que están pereciendo, entre quienes el dios de este sistema de cosas ha cegado las mentes de los incrédulos, para que la iluminación de las gloriosas buenas nuevas acerca del Cristo, que es la imagen de Dios, no resplandezca a través a ellos.” Sí, ¿qué más podemos esperar, puesto que Satanás está “extraviando a toda la tierra habitada,” “transformándose en ángel de luz” para engañar a muchos?—2 Cor. 4:3, 4; Rev. 12:9; 2 Cor. 11:14.
Otra razón para la posición tomada por estos teólogos “liberales” parece ser un interés de agradar, de que otros tengan buena opinión de ellos los que están saturados de sabiduría mundana, y por eso hacen toda suerte de concesiones. Asumen la posición de que el “hombre contemporáneo,” o el “hombre inteligente,” no puede creer y no cree en un Dios personal ni en los milagros. Pero en esto yerran tristemente. De modo que un libro actual informa que “un gran número de libros se ha publicado en años recientes en los cuales científicos de tipos muy variados han expresado razonablemente su convicción de la verdad del cristianismo y han argüido no simplemente que el cristianismo y la ciencia son compatibles sino también que solo es a la luz de la doctrina cristiana donde puede verse que la hazaña y el logro científicos tienen sentido.”11
Otra razón que pudiera agregarse en cuanto a la razón por la cual estos teólogos modernos quisieran que hubiera otros modos de ser cristiano aparte del modo que las Escrituras Griegas Cristianas indican claramente es que prefieren la sabiduría de este mundo, como la filosofía y la psicología. Pues, hasta se dice que Pablo Tillich escogió la filosofía como su campo y el ministerio luterano evangélico como la entrada a él.1
En cuanto a esto no hallan precedente alguno en las Escrituras. El apóstol Pablo no vino con la sabiduría del hombre sino con la sabiduría de Dios, para que la fe de su oyente descansara en la Palabra de Dios y no en el hombre. Bien mostró que “no muchos sabios según la carne fueron llamados, . . . sino que Dios escogió las cosas necias del mundo, para avergonzar a los sabios.”—1 Cor. 1:26, 27; 2:1-16.
Otra razón por la que hay puntos de vista tan variados en cuanto a lo que es un cristiano es que muchos no entienden por qué Dios ha permitido el mal o la iniquidad y por eso son embaucados por los argumentos de los ateos y otros de que Dios no existe, o que no podría ser persona o que por lo menos no merece nuestra adoración porque ni es todopoderoso ni es justo y amoroso pues de otra manera le pondría fin a la iniquidad. Sin embargo, la Biblia muestra que Dios tiene buenas razones para permitir el mal y la iniquidad y que a su debido tiempo les pondrá fin.d
Y lo más serio de todo, hay la cuestión de la honradez. ¿Por qué hombres que son ateos de hecho siguen hablando en términos religiosos? Algunos de ellos hasta admiten su falta de honradez, como lo hizo un profesor de teología: “Pediría que me quitaran el hábito si eso pudiera hacerse de modo callado, inofensivo, pero no puede ser . . . Si alguien quiere pelear en cuanto a un nombre, entonces creo que yo tendría que admitir que simplemente no soy cristiano.”12 Ciertamente el llamarse “ateo cristiano” es palpablemente falto de honradez.
Las Escrituras y la razón aclaran el asunto. Muestran que los cristianos verdaderos tendrán fe en un Dios personal y en que ejecuta o hace que sean ejecutados milagros por sus siervos sobre la Tierra; reconocerán los elevados principios que Jesucristo manifestó y cumplirán la comisión de predicar y enseñar. No hay otro modo que esté en consonancia con la Palabra de Dios para que uno sea cristiano.
REFERENCIAS
1 Revista Time, 29 de octubre de 1965, pág. 80.
2 The Shaking of the Foundations por Pablo Tillich (1949), págs. 63, 65.
3 Honest to God por J. A. T. Robinson (1963), págs. 13, 14.
4 New Testament Theology and Mythology por Bultmann.
5 El Korán, Sura 17, versículo 59, versión de Ali.
6 The New Yorker, 20 de noviembre de 1965.
7 Medical World News, 9 de junio de 1961.
8 Encyclopedia Americana (1956), tomo 24, pág. 378.
9 The Christian Century, 8 de diciembre de 1965.
10 International Review of Missions, enero de 1966, pág. 88.
11 The Secularization of Christianity por E. L. Mascall (1966), pág. 193.
12 The New Yorker, 13 de noviembre de 1965.
[Notas]
b Webster: “El evangelio cristiano original que predicaron los apóstoles.”
c Vea ¡Despertad! del 22 de noviembre y 8 de diciembre de 1966.
d Vea ¡Despertad! del 8 de abril de 1967.