El nombre de Dios y la cristiandad
MIENTRAS se lleva a cabo el servicio eclesiástico en muchos de los edificios religiosos de Europa, es posible que los asistentes echen un vistazo a su alrededor y examinen los accesorios de ornato, la intrincada obra tallada, los frescos y los murales que embellecen los muros y los techos interiores... recuerdos del período del arte barroco europeo. Los que observan con cuidado notarán muchos símbolos y tratarán de entender lo que significan. Entre ellos hay un símbolo que quizás los deje perplejos. ¿Qué será?
A menudo ocupa el lugar más exaltado en el arreglo de la decoración, de modo que debe representar algo o a alguien muy importante. Parece que es una palabra de cuatro letras... pero, para la mayoría de la gente, letras muy extrañas. Con frecuencia las cuatro letras están enmarcadas por un triángulo que está rodeado de brillantes rayos de Sol, ya sea pintados o esculpidos. ¿Qué significa este misterioso símbolo que ni siquiera se menciona durante los servicios eclesiásticos?
Bueno, el diccionario le designa una palabra, una palabra del idioma griego que significa “cuatro letras.” Es “Tetragrámaton.” Se define como “las cuatro letras hebreas que por lo general resultan en la transliteración YHWH o JHVH que forman un nombre propio bíblico de Dios.” ¿No parece raro que haya un nombre propio bíblico para Dios y sin embargo los clérigos digan muy poco, si algo, acerca de él?
QUIZÁS EN SU IGLESIA
Muchas iglesias y catedrales, particularmente las que datan de los siglos dieciséis y diecisiete y aun antes, dan prominencia a este nombre divino en la forma del Tetragrámaton. Quizás se halle en su iglesia. ¿Por qué no mira a su alrededor y averigua si está?
La iglesia de Steinhausen, Alemania, por ejemplo, tiene en el techo interior un fresco que representa ángeles y nubes, y la posición central la ocupa un triángulo que enmarca al nombre de cuatro letras. Y muy arriba del altar de la Basílica católica de Gossweinstein, Suiza Franca, aparece el mismo símbolo en medio de dorados rayos de Sol. Otros lugares de Alemania donde aparece el nombre propio de Dios en letras hebreas son: la Basílica de Ottobeuren; la parroquia de San Trudpert, Minstertal; la iglesia católica de Vilseck, Oberpfalz; la iglesia del monasterio de los benedictinos en San Jorge, Isny, Allgäu; la capilla del Palacio Zeil, cerca de Leutkirch, Allgäu; la iglesia Lorenz de Kempten, Allgäu.
Puesto que el nombre personal de Dios tuvo suficiente importancia para ser colocado en posiciones tan prominentes cuando fueron construidas esas iglesias, ¿por qué no se explica esta palabra hebrea de cuatro letras a los parroquianos? ¿Por qué, de hecho, por lo general los clérigos la evitan asiduamente? ¿Hay algo bochornoso en cuanto a este nombre para los teólogos modernos? ¿Pudiera deberse su tendencia a apartarse de este tema, como afirman algunos, al hecho de que los sonidos vocales originales con que se pronunciaba el nombre en el hebreo ya no se conocen? No, difícilmente se podría aceptar eso como razón adecuada, porque entonces todos los otros nombres propios de las Escrituras Hebreas se habrían eliminado... nombres como Abrahán, Josué, Melquisedec, etc. ¿Puede usted imaginarse una historia sin nombres?
El clérigo holandés Hellmut Rosin admite que los eclesiásticos tuvieron que hacer una decisión, ante las más de 7.000 veces que aparece el nombre personal de Dios en las Escrituras originales. La selección que tuvieron que hacer, según este vocero religioso, fue ‘considerar seriamente este nombre sagrado o considerarlo solo como asunto de interés histórico.’
El hecho de que algunos clérigos de una era más temprana lo tomaron en serio es obvio. Dentro de la cúpula de la iglesia de Nordlingen, Alemania, este nombre domina la escena. En un mural del techo interior de otra iglesia más en Salem, cerca del mar Boden, se representa a Moisés junto a la zarza ardiente, y el Tetragrámaton sirve de símbolo de la presencia de Dios. Más apariciones del nombre se pueden ver en la iglesia del monasterio de Schöntal, en una iglesia en Waldenburg, a treinta y dos kilómetros de Stuttgart, en el monasterio de Speinsharth en Kemnath/Bayreuth, Baviera, y en la iglesia evangélica de Fürstenau.
En la catedral de Estrasburgo, a la izquierda del reloj, hay un círculo que contiene tres palabras, una debajo de la otra: el Tetragrámaton, y la palabra para “Dios” en griego y en latín. Y no solo en Alemania, sino en la propia patria del catolicismo romano hay ejemplos del nombre divino de cuatro letras. En la fachada de la Basílica de San Víctor en Varese aparece de manera prominente en el tímpano que está sobre la entrada principal. Hasta en la Basílica de San Pedro en Roma el nombre aparece por lo menos dos veces.
¿No ha de esperarse, entonces, que los católicos sepan algo acerca de este nombre personal de Dios... un nombre tan prominente en la decoración de iglesias? No obstante la experiencia de un visitante a la catedral de Toledo, España, indica que esto de ninguna manera es así. En esta iglesia el artista El Greco incluyó el nombre hebreo de cuatro letras en uno de sus famosos murales. Un guía de turistas, un profesor de la Universidad de Barcelona, informó erróneamente al visitante que estas cuatro letras representaban “Gloria Maria” en latín criptográfico.
¿CÓMO ENSALZA LA CRISTIANDAD EL NOMBRE DE DIOS?
Las iglesias de la cristiandad, católicas y protestantes, han utilizado libremente el libro bíblico de los Salmos en sus liturgias. Sin embargo sus feligreses a menudo se quedan en duda tocante a quién es el tema de sus canciones de alabanza formales, el Señor Jesucristo o el Padre de Cristo Jesús. A través del texto original de los Salmos el nombre hebreo de cuatro letras de Dios aparece con más frecuencia que en cualquier otro libro de la Biblia, y el tema fundamental de los Salmos se expresa poderosamente en las palabras del Salmo 34, versículo 3: “Oh engrandezcan ustedes a Jehová conmigo, y juntos ensalcemos su nombre.” Pero los adoradores de las iglesias de la cristiandad cantan acerca de un anónimo “Señor.”
En vez de engrandecer el nombre del Dios Soberano, la norma clerical ha sido guardar silencio en cuanto al nombre divino. De hecho, el teólogo Johann D. Michaelis, cuyas traducciones del siglo dieciocho de las Escrituras Hebreas con frecuencia tienen la forma alemana “Jehova,” admite que sus “amigos insistían en que de ninguna manera insertara esta palabra extranjera.” No dice quiénes eran esos “amigos,” pero en respuesta les dijo que la integridad común como traductor exigía que reprodujera el nombre propio de Dios así como se reproducían otros nombres propios, como Abrahán, Isaac y Josué.
Mientras tanto, la renovación de los edificios religiosos difícilmente se ha efectuado al mismo paso que el lavado de cerebro a los estudiantes de teología de la cristiandad. En la catedral de Grenoble, Francia, se puede ver un ejemplo del nombre de cuatro letras, aunque está invertido; también en Suiza, en la iglesia jesuita de Einsiedeln, en el cantón de Schwyz, aparece bien arriba en el techo interior. Y en la iglesia de San Martín de Olten, Suiza, en el lugar prominente que por lo general ocupa el Tetragrámaton, los decoradores eclesiásticos han colocado el nombre JEHOVÁ (“JEHOVAH”), deletreado totalmente.
No puede haber duda de que el respeto eclesiástico a Aquel “cuyo nombre es JEHOVÁ” (Sal. 83:18, Mod) ha disminuido mucho. La reina Isabel I de Inglaterra, por ejemplo, como cabeza titular de la Iglesia Católica Inglesa, atribuyó a Jehová, correcta o incorrectamente, el que los ingleses fueran librados de la Armada Española, pues su medalla conmemorativa declara: “יהוה [no ‘Dios’ ni ‘SEÑOR’] sopló con su viento y fueron esparcidos.” Pero bajo su sucesor, el rey Jaime, los dignatarios religiosos que emprendieron la traducción de la Biblia Versión Autorizada inglesa resolvieron seguir la costumbre supersticiosa e insertaron uniformemente “SEÑOR” o “DIOS” en casi todo lugar donde aparece el Tetragrámaton hebreo.
Sin embargo, los visitantes a la capilla de San Nicolás, en la isla de Wight, en Inglaterra, aún pueden ver el Tetragrámaton en un lugar prominente en el techo interior. Y en la ciudad regia de Edimburgo, sobre la entrada de la sala del coro de la catedral de Santa María, aparece el nombre “JEHOVA” en una inscripción que lleva la fecha de 1614. También, la ciudad de Plymouth tiene, en su escudo de armas municipal la leyenda: “El nombre de Jehová es la torre más fuerte.” (Pro. 18:10) Aun la abadía de Westminster, Londres, tiene su espécimen del nombre hebreo de cuatro letras del Creador.
El rey Cristián IV de Dinamarca y Noruega (1588-1648) fue otro monarca de la cristiandad que dio manifestación de reconocer a Jehová. En la Torre Redonda de Copenhague, en Købmagergade, que se terminó en 1642, arregló una inscripción en forma de logogrifo que se puede traducir: “Que guíen la enseñanza y justicia verdaderas, Jehová, en el corazón del coronado Cristián IV.” En otras partes de Dinamarca se encuentran ejemplos del uso prominente del Tetragrámaton: sobre el retablo de la iglesia de San Pablo en Bornholm; en las iglesias de Tønder y Møgeltønder; en el remate triangular exterior de Holmens Kirke (Iglesia del astillero) de Copenhague.
El rey Cristián también otorgó un lugar prominente al nombre hebreo de cuatro letras del Creador en el techo interior de la sala del castillo de Frederiksborg, Hilleröd. También, una de sus monedas, fechada en 1644, lleva la inscripción “יהוה Justus Judex” o “Jehová el justo Juez.”
En Suecia, en la iglesia de Santa María, Hälsinborg, aparece el Tetragrámaton en un barandal frente al altar. En Finlandia se nota sobre la puerta occidental de la iglesia de San Carlos en Helsinki, así como en la catedral Kuopio, la nueva iglesia de Kauhajoki, Botnia del Este, en una antigua iglesia de la población de mercado de Lohja, y en la catedral de Oulu en el norte.
Como parte de la decoración religiosa del período barroco el símbolo del Tetragrámaton se abrió paso a través del océano hasta las Américas. En la Capilla de San Pablo, Parroquia de la Trinidad en la ciudad de Nueva York, una estructura completada en 1776, aparecen las cuatro letras hebreas del nombre divino precisamente más arriba del altar. También, se notan en el centro del arco que está encima del altar, dentro de una cartela dorada, de madera, en que se representan los rayos del Sol. También, en la Iglesia de la Trinidad, en Wall Street, en ventanas de vidrio de color sobre el altar, aparecen letras que representan el nombre divino.
Pero ahora, los representantes de la cristiandad están dispuestos a olvidar el propio nombre personal de Dios. La Palabra inspirada de Dios, por una parte, declara: “Todo el que invoque el nombre de Jehová será salvo.” (Rom. 10:13; Joel 2:32) Pero clérigos modernistas comparten la actitud que expresó un clérigo canadiense: “El nombre que la gente le dé a Dios también es de poca importancia. No es probable que él escuche sus oraciones con menos cuidado debido a que se dirijan a él como ‘Alá,’ o hasta, como los indios norteamericanos, que dicen ‘Manitou.’” Pasan por alto el hecho de que no se trata de lo que la gente llame a Dios, sino más bien el nombre que El mismo anuncia como su propio nombre personal.—Isa. 42:8.
SE MANTIENE EL MISTERIO
De modo que se sigue a través de la cristiandad la norma de guardar silencio en cuanto al nombre sagrado. El significado de ese símbolo de cuatro letras que domina gran parte de la decoración de los edificios eclesiásticos sigue siendo un misterio para la mayoría de los feligreses. Quizás lo consideran como simplemente uno más de los misterios de su religión... algo que jamás podrán sondear. Mientras repiten las palabras del padrenuestro, “santificado sea tu nombre,” pocos adoradores —sea en la iglesia de Palafrugell-Gerona, España, o en la enorme catedral de Arlon, Bélgica, o en las iglesias de Differdange y Dudelange, en Luxemburgo, o en la catedral de San Carlos en Viena, Austria— están conscientes de la relación de ese símbolo que se halla en las paredes de sus iglesias y la oración que expresan.
Por supuesto, los clérigos modernos tienen razón particular, creen ellos, para mantener una proscripción sobre el propio nombre personal de Dios en lo que toca a sus servicios religiosos. Esta es la era del ecumenismo, cuando se da énfasis, no a lo que uno cree, sino a cuánto está uno preparado a ceder en lo referente a principios bíblicos a fin de alcanzar una unión engañosa de religiosos que tienen puntos de vista divergentes. Para los que han abandonado la Biblia el Dios de la Biblia, bajo su propio nombre escogido, Jehová, es demasiado estricto, demasiado disciplinario, demasiado intolerante de mentiras, hipocresía y delincuencias morales... un Dios que exige de sus adoradores devoción exclusiva.—Nah. 1:2.
Así, al producir traducciones modernas de la Biblia, hay los teólogos y traductores de la cristiandad que prefieren eliminar el Tetragrámaton o el nombre más entendible Jehová o Yahweh, y sustituirlo con alguna expresión que suene más neutral, como “Señor.” Sin embargo, la Biblia no asigna ningún otro nombre al Dios verdadero, aunque sí lo describe bajo diversos títulos. Solo tiene un nombre personal para Dios... un nombre que él mismo proclama y que no debemos pasar por alto.—Éxo. 34:5-7.
FRACASO DE LA CRISTIANDAD
El hecho de que la cristiandad no ha engrandecido el propio nombre personal de Dios es una de las indicaciones poderosas de que ella ya es inútil. Aun ante tantos ejemplos de dónde en otros tiempos el nombre sagrado fue objeto de mayor respeto, hoy los clérigos han excluido el nombre de sus servicios formales. Cavilan en cuanto a la forma del nombre, si debe ser Jehová, Yahweh, Yavé, etc., y finalmente deciden olvidarlo y lo sustituyen con el título indefinido “Señor.”
Pero no se permite que este fracaso de parte de los eclesiásticos pase inadvertido. Hace mucho tiempo el Dios de la Biblia declaró: “Mi nombre será grande entre las naciones.” (Mal. 1:11) En este tiempo del fin Él ha levantado testigos para que proclamen en voz alta su nombre y fama hasta los cabos de la Tierra. Esos testigos cristianos de Jehová están conscientes a grado cabal de su responsabilidad de seguir fielmente en los pasos del Testigo principal, Cristo Jesús. Se mantienen siempre conscientes del hecho de que durante su ministerio en la Tierra Cristo Jesús ‘dio a conocer a sus discípulos el nombre de su Padre.’ (Juan 17:26) Ellos, también, como esclavos dedicados del Altísimo Dios, tienen que dar a conocer el nombre personal del Dios verdadero así como sus magníficos propósitos para con el hombre y en cuanto a la Tierra.