Yendo de casa en casa por primera vez
A LAS 8:30 de la mañana una señora de Carolina del Norte tocó a la puerta de una testigo de Jehová con quien había estado estudiando la Biblia por algún tiempo. Cuando la Testigo contestó, la señora le preguntó qué planeaba hacer aquel día. La Testigo contestó que estaba preparándose para visitar a la gente con el mensaje de verdad de la Biblia. “¡Qué bueno,” dijo la señora, “para eso vine! ¿Puedo acompañarla?” No hay que decir que la Testigo se deleitó en llevar a esta señora entusiástica de casa en casa por primera vez aquel día.
En Nevada otra señora también comenzó a acompañar a los Testigos en su trabajo de predicar la verdad de Dios. Después de salir por segunda vez, dijo: “¡Ciertamente he estado perdiendo algo precioso!” Sí, esta señora comprendió que es un privilegio precioso servirle a Jehová Dios de esta manera sumamente gozosa.
JESÚS INICIÓ TRABAJO DELEITABLE
Los testigos de Jehová están ayudando a decenas de millares de personas a aprender la voluntad de Jehová Dios según se expresa en la Santa Biblia. Cuando estas personas han desarrollado un aprecio de los propósitos de Dios y han puesto su vida en armonía con los principios justos de la Palabra de Dios, se les ha invitado a ir a predicar de casa en casa para ver cómo se hace la obra de Dios en su comunidad. Al hacer esto, los testigos de Jehová están siguiendo el ejemplo que Jesucristo puso cuando estuvo en la Tierra. La Biblia muestra que Jesús fue de aldea en aldea predicando la verdad de Dios, y entrenó a sus discípulos a hacer lo mismo. (Mar. 6:6-13; Luc. 10:1) Sin duda, usted habría disfrutado muchísimo de acompañar a Jesús en su obra de predicar el reino de Dios.
¿Ha estado usted estudiando la Biblia con los testigos de Jehová ya por algún tiempo? Si así es, ¿lo ha invitado el Testigo que le está ayudando a acompañarle en la predicación de casa en casa? Por supuesto, a usted no se le invitará a participar en esto si solo ha comenzado a estudiar la Biblia. Sin embargo, si usted se interesa en participar en esta actividad, ¿por qué no le habla al Testigo que está estudiando la Biblia con usted?
Millares de personas que han comenzado esta obra de predicar el Reino han encontrado que es un deleite. Se regocijan al saber que están obrando como Jesús y sus apóstoles. (Hech. 20:20) Sí, en toda la Tierra los testigos de Jehová están ayudando a la gente a unírseles en dar alabanza a Dios de esta manera. (Sal. 145:11) Quizás algunos a quienes se les invite a ir se sientan un poco tímidos. No hay ninguna razón para sentirse así, porque no se le pedirá que vaya solo. Un Testigo, quizás el que le está enseñando, estará con usted. Lo único que usted hará es simplemente acompañarlo para ver una demostración de la obra de testificar del Reino, ¡eso es todo! Si a usted le parece que quiere decir algo, se le ayudará a prepararlo de antemano.
DESAPARECIÓ SU APRENSIÓN
Es natural, por supuesto, que una persona manifieste alguna aprensión en cuanto a hacer algo que nunca antes ha hecho. No obstante, las experiencias de otros muestran que una vez que participan en esta actividad basada en la Biblia desaparece rápidamente esa aprensión. Sí, el alborozo que proviene de saber que uno está agradando a Dios hace desaparecer esa aprensión. Por ejemplo, considere lo que dice esta persona de Brooklyn, Nueva York, acerca de la primera vez que fue de casa en casa con los testigos de Jehová:
“Cuando fui invitado a salir a predicar con los Testigos, le dije a la persona que estaba enseñándome que no me sentía con suficiente confianza para hablarle a la gente. Me dijo que todo lo que tenía que hacer era escuchar. Si yo quería hacer algo, podía ofrecer a las personas que encontráramos hojas sueltas que anunciaban los discursos públicos programados para el Salón del Reino local o algún tratado que explicara una enseñanza bíblica.
“Ese domingo yo estaba un poco nervioso cuando me reuní con los Testigos. Sin embargo, inmediatamente, en la primera puerta que tocamos, esto se disipó. El señor que contestó escuchó muy atentamente lo que el Testigo dijo y aceptó dos revistas de él. Le entregué una hoja suelta al señor; esto me dio una sensación de confianza. Entonces el señor dijo que, aunque era católico, apreciaba el que alguien lo visitara para hablar acerca de Dios. Esto me animó tanto que quise ofrecer las revistas en la siguiente casa que visitamos. Lo hice y, cuando el amo de casa las aceptó allí, me emocioné. Ahora participo con regularidad en esta obra que me proporciona tanto gozo.”
Note a continuación cómo otro Testigo vio desaparecer su aprensión en su primer día de participar en la actividad de casa en casa en Indiana: “Cuando accedí a tomar parte en la predicación, los Testigos me ayudaron bondadosamente a preparar un sermón breve para usarlo a las puertas. Sin embargo, yo sentía cierta aprensión porque temía que alguien a la puerta me hiciera preguntas sobre la Biblia que yo no pudiera contestar.
“Cuando llegamos al territorio en el cual íbamos a predicar de casa en casa, le dije al Testigo que prefería ir solo al principio. Concordó en ello. Al acercarme a la primera puerta, me dije: ‘Espero que no haya nadie aquí.’ ¡Qué satisfecho quedé cuando nadie contestó! En la siguiente casa esperaba lo mismo, pero una señora contestó. Aunque estaba muy nervioso, me las arreglé para explicar el propósito por el cual visitaba su hogar.
“Escuchó y cortésmente rehusó la literatura bíblica que le ofrecí. Sin embargo, dijo que apreciaba el que un joven como yo saliera y visitara a la gente. Dijo que respetaba a los testigos de Jehová porque los jóvenes entre ellos se interesan en la Biblia. Sus palabras de elogio me estimularon genuinamente, y desapareció mi inquietud. Pronto discerní que el temor que tenía de que la gente me hiciera preguntas bíblicas era infundado. Noté que el amo de casa de término medio rara vez hace preguntas y, más bien, por lo general uno es el que hace preguntas para hacer que el amo de casa se exprese. Me regocijo al no haberme retraído de esta actividad sumamente agradable.”
Algunas personas se sienten incómodas al pensar en encontrar a algún conocido cuando participan en la predicación. Si usted se siente así, entonces considere esta experiencia: “Yo era bien conocido en mi escuela de segunda enseñanza. Todos los de la pequeña población de Tennessee donde yo vivía conocían a mi familia, pues mi padre dirigía el aeropuerto local. Aquel sábado por la mañana cuando salí a la predicación por primera vez con los Testigos, me preguntaba qué pasaría cuando me vieran mis amigos. ¿Cómo me sentiría?
“Bueno, comenzamos a trabajar, y después de un rato algunos de mis amigos pasaron, y solo me miraron. No me sentí tan incómodo como había pensado que me sentiría. Todo lo que hicieron fue mirar, y eso no era nada. Más tarde, cuando le dejé dos revistas a un amo de casa, la sensación de logro me hizo olvidar que mis amigos me habían visto. Estoy muy contento de haber empezado a hacer esta obra, pues la sensación de satisfacción que obtengo de ello es algo de lo cual verdaderamente disfruto.”
Otro joven, del estado de Washington, descubrió que era sumamente provechoso hallar en la obra de casa en casa a personas que conocía, pues relata lo siguiente: “Me enteré de que de veras era una ventaja encontrar a mis compañeros de clase. Puesto que me conocían, se sentían obligados a oír por qué venía a visitarlos. Por lo general me escuchaban en vez de llamar a sus padres como lo hacían cuando otros Testigos los visitaban. Hasta venían a hablarme en la escuela para hacer preguntas acerca de la Biblia.”
Por supuesto, estas personas que participaron en la predicación ya no eran miembros de una iglesia ni asistían a sus servicios cuando se les invitó a ir de casa en casa. Su conducta permitía que se les identificara con los testigos de Jehová. Aceptaban toda la Biblia como la palabra inspirada de Dios, y querían ayudar a otros a aprenderla. Sí, éstos eran requisitos que tenían que satisfacer antes que se les pudiera invitar a participar en esta actividad pública cristiana.
ANSIOSOS DE COMPARTIR LAS BUENAS NUEVAS
Algunas personas tienen grandes deseos de decir a otros lo que están aprendiendo de la Palabra de Dios, la Biblia. No esperan que se les invite, sino que les preguntan a los Testigos si pueden acompañarlos en su predicación. Por ejemplo, un joven estaba sumamente deseoso de salir a la obra de testimonio en California. Sin embargo, no podía hacerlo hasta que pusiera en orden sus asuntos. Cuando finalmente los arregló, inmediatamente fue a la casa del Testigo y le preguntó: “¿Cuándo sale el grupo a la obra de casa en casa?” Alborozadamente el Testigo hizo arreglos para satisfacer el deseo noble de este joven.
Esto es lo que dijo el joven tocante a la primera vez que salió con los Testigos: “Aquel sábado cuando nos reunimos para predicar, tuve una viva sensación de gozo, un gozo que proviene de estar con los Testigos. Fui con un Testigo de mayor edad y quedé sumamente impresionado por su modo de presentar las verdades de la Biblia a las puertas. Después de escucharle en la primera puerta, yo quedé muy deseoso de probar una yo solo. Al Testigo le pareció que yo debería observarlo mientras visitaba unas cuantas casas más y bondadosamente me estimuló a hacerlo.”
¿A qué se debía este intenso deseo? Este joven contesta: “Me sentía tan feliz por lo que estaba aprendiendo de la Biblia que quería salir y compartirlo con otros. Me daba gran satisfacción el hacer lo que yo sabía que era correcto a la vista de Jehová Dios, y todavía lo hago.”
Otra persona, que solo había estudiado por cuatro meses en Massachusetts, cuenta: “Sabía que cuando yo empezara a estudiar la Biblia lo correcto sería que les dijera a otros lo que estaba aprendiendo. De modo que una noche después de la reunión le dije a un Testigo: ‘Creo que me gustaría salir a la obra de casa en casa con usted mañana.’
“Después de un período de tiempo en el cual vi trabajar a otros Testigos, fui a mi primera casa. Creo que di todo el sermón sin respirar; no obstante, el señor escuchó y tomó dos revistas. ¡Qué sensación de felicidad! Y desde ese día he compartido con regularidad con otros la verdad de Dios de esta manera que produce gozo.”
¿Se siente usted tan deseoso de compartir las buenas nuevas como estas personas? Entonces, ¿por qué no considera con el Testigo que le está ayudando qué pasos necesita usted dar para participar en esta actividad recompensadora?
TITUBEANTES AL PRINCIPIO
Debido a que las personalidades son diferentes, algunas personas que progresan en la verdad de Dios quizás titubeen en ir de casa en casa para compartir las buenas nuevas de la Biblia. Una de éstas estaba en aquel tiempo en California. Dice: “Cuando se me invitó a acompañar a los Testigos en su predicación rehusé ir de casa en casa. Los acompañaba, me sentaba en el auto y los observaba predicar. De vez en cuando volvían al auto y me contaban sus experiencias. Sucedió así cuatro veces. Paciente y amorosamente me animaban.
“Al fin me di cuenta de que debería estar haciendo lo que ellos hacían, y les dije que iría a aquella casa, señalando una. Puede imaginarse cuál era. A propósito escogí una casa dilapidada, una que parecía estar abandonada. Sin embargo, cuando toqué, alguien contestó y me las arreglé para dar una presentación corta. Me deleitó tanto la experiencia que me ha gustado la obra de casa en casa desde entonces, y participo en ella tan a menudo como puedo.”
Una madre que vivía en Connecticut relata lo siguiente al decir la impresión que le causó esta actividad: “Cuando oí los anuncios para el servicio del campo al final de una reunión, pregunté qué significaba eso. La Testigo que me estaba enseñando me dijo que era la obra de ir de casa en casa con el mensaje de la Biblia. Entonces me preguntó si quería ver cómo se hacía aquel fin de semana. Contesté lacónicamente: ‘Yo no voy de casa en casa. ¡Solo los mendigos hacen eso!’ Otro Testigo que alcanzó a oírme dijo bondadosamente: ‘Bueno, ¡Jesucristo el Hijo de Dios fue de casa en casa y de aldea en aldea!’ Su comentario me hizo pensar, y decidí ir.—Luc. 8:1.
“Aquella mañana encontramos oposición en la primera casa, y quedé horrorizada. La Testigo que iba conmigo dijo calmadamente: ‘¡Vamos, G———, toquemos a la siguiente puerta! Esa señora no entiende por qué la visitamos.’ El ver que permanecía en calma me tranquilizó, y continué acompañándola. ¿Cómo me sentí después de terminar aquella mañana de actividad cristiana? Me sentí muy feliz por haber hecho algo que le agrada a Jehová. Ahora espero con deleite la ocasión de ir de casa en casa para hablarle a la gente acerca de nuestro magnífico Dios, Jehová.”
Sí, una vez que estas personas empezaron a tocar las puertas de la gente, encontraron que no era una continua agonía, sino, más bien, un gozo inefable. Es algo que uno tiene que experimentar para comprenderlo. ¿Participa usted ahora en esta actividad? Si no, ¿tiene planes de hacerlo? ¿Por qué no se esfuerza por lograr esa meta de felicidad? Confié en Jehová y disfrute de una actividad que satisface al espíritu.—Sal. 34:1, 8; 89:1.
Ciertamente el servir a Jehová Dios de esta manera es un privilegio precioso. No solo le agrada a él, sino que beneficia a su prójimo. Muchos necesitan el consuelo y la esperanza de las Escrituras. (Rom. 15:4) ¡Qué urgente es que todos les ayudemos a obtenerlos mientras todavía hay tiempo! El ir de casa en casa en la predicación hará posible que usted disfrute de la mayor felicidad que proviene de dar.—Hech. 20:35.