Cuando el odio es cosa buena... una protección
EN UN supermercado una madre de edad madura metió secretamente una lata de anchoas en su bolso sin pagar por ella. Al mismo tiempo su esposo al otro lado de la calle echó una ficha metálica en un “parquímetro,” donde se registró como una moneda de diez centavos de dólar. Ese día su hija salió del trabajo temprano después de mentir tocante a que estaba enferma. ¿Qué le parecen actos como éstos? ¿Los considera usted actos inteligentes o los odia?
Quizás estas cosas parezcan insignificantes, pero, ¿lo son? Los océanos están hechos de gotas de agua. Una pequeña chispa puede incendiar un bosque. Males pequeños a menudo resultan en grandes desastres. Jesucristo dijo: ‘La persona fiel en lo mínimo es fiel también en lo mucho, y la persona injusta en lo mínimo es injusta también en lo mucho.” (Luc. 16:10) De modo que los actos incorrectos, aunque sean pequeños, no deben excusarse sino considerarse con plena seriedad, porque son evidencia de debilidad moral.
La gente, sin duda, se hace más consciente de los males del proceder incorrecto cuando el acto, ya sea pequeño o grande, se comete contra ella misma. Entonces sí duele. El dolor llega a ser real. Si la madre con las anchoas regresara a casa y encontrara que le habían robado el aparato de televisión, si el padre sorprendiera a alguien que tratara de darle menos cambio o si el novio de la hija se fingiera enfermo para salir con otra muchacha, sin duda a estas personas les parecerían ofensivos tales actos y elevarían un grito de protesta. La diferencia, por supuesto, es que ellos mismos serían las víctimas.
Cuando nos enteramos del mal que se hace en el mundo —el mentir, los fraudes, los robos, los actos de fornicación y adulterio, la brutalidad y los asesinatos— el comprender que nosotros o nuestros amados pudieran haber sido las víctimas nos ayuda a obtener el punto de vista apropiado. Y si una persona se siente tentada a hacer lo malo, hace bien en preguntarse qué sentiría si ese mismo mal se cometiera contra ella misma o contra miembros de su familia.
Tal enfoque hará que uno entienda y aprecie mejor por qué Dios manda: “Oh amadores de Jehová, odien lo que es malo.” También por qué el apóstol Pablo instó: “Aborrezcan lo que es inicuo.” Y por qué el salmista dijo: “He odiado toda senda falsa. La falsedad he odiado, y de veras sigo detestándola.” (Sal. 97:10; Rom. 12:9; Sal. 119:104, 163) ¿Se siente usted como se sintieron el apóstol y el salmista acerca de la maldad? ¿Odia usted lo que es malo?
ODIO DE LA CLASE INCORRECTA Y LA CLASE CORRECTA
Esta palabra “odio” tiene varios matices de significado. Puede denotar intensa hostilidad, continua mala voluntad a menudo acompañada de malicia, que lo impele a uno a causarle daño al objeto odiado. Este es odio de la clase incorrecta. Su motivo es malo. Nace del Diablo, a menudo lo fomenta una mente confusa y frustrada, e invariablemente está mal dirigido. La entera historia de los hombres y las naciones bajo el control del Diablo prácticamente ha sido un relato continuo de odio violento y derramador de sangre. A veces solo unos cuantos individuos están envueltos. En otras ocasiones la anarquía y la revolución abarcan a una nación entera. Frecuentemente el odio engendrado por las guerras internacionales borra la vida de millares de inocentes.
“Odio” también puede significar una aversión fuerte, pero sin ninguna intención de causarle daño al objeto, tratando en cambio de evitarlo como cuando uno le tiene asco a algo desagradable. Esta clase de odio es bueno si se dirige contra lo que es malo.
Al tener este odio de la clase correcta imitamos a Jehová, el Dios de justicia. Él no odia lo que es malo debido a frustración ni manifiesta su odio con acciones incontrolables, inmoderadas y violentas. El odio de Dios a lo que es malo es un odio que se basa en principios. Tal odio no perturba la tranquilidad de ánimo de uno ni lo atribula con úlceras. Es una aversión fuerte, una repugnancia extremada, un disgusto pronunciado, una repulsión profunda de lo que es malo. Significa detestar, aborrecer, abominar todo lo que sea malo porque es incorrecto, muy perjudicial y enteramente desamorado.—Pro. 6:16-19.
¿POR QUÉ ODIAR LO QUE ES MALO?
Ante todo, Jehová odia lo que es malo. Eso en sí debería ser suficiente razón para que cualquiera de nosotros también odie lo que es malo. Si un padre amoroso, muy sabio, rehúsa comer hongos venenosos, esto debe ser suficiente razón para que su hijito también los deteste. Y si el padre le prohíbe al muchacho que los coma, entonces ésta es una razón doble por la cual un muchacho obediente que ama a su padre los despreciará como alimento. Para el muchacho no solo se trata de odiar las consecuencias de enfermarse si desobedece a su padre. Más bien, su obediencia brota de un amor sincero a su padre.
Una razón secundaria y no obstante muy importante para odiar lo incorrecto tiene que ver con las consecuencias resultantes. Dice el proverbio: “Una persona mala no quedará sin castigo.” (Pro. 11:21) Los hombres y las mujeres de antes del diluvio del día de Noé no pudieron evitar las consecuencias de hacer lo malo; solo los ocho que odiaron lo malo sobrevivieron. (Gén. 6:5-7; 7:1) Un ejemplo más moderno es la experiencia de los hombres que fueron los directores intelectuales del más grande robo a trenes de Inglaterra, los cuales huyeron con unos 7.300.000 dólares. Más tarde, todos fueron atrapados y encarcelados. Si estos hombres hubieran odiado lo malo, como manda la Palabra de Dios, se habrían ahorrado muchos desdichados años en prisión.—Time, 31 de octubre de 1969.
NECESIDAD DE ODIO DE LA CLASE CORRECTA HOY
Nunca antes se había necesitado tanto como hoy el consejo que Dios da de odiar lo malo. Satanás y sus demonios, sabiendo que su tiempo es corto, están haciendo todo cuanto pueden para corromper y destruir a la raza humana. Usan a hombres egoístas, codiciosos, para explotar las debilidades y tendencias pecaminosas de su prójimo. Verdaderamente vivimos en “tiempos críticos, difíciles de manejar,” cuando ‘debido al aumento del desafuero se ha enfriado el amor de la mayor parte.’ Para protegerse usted mismo de estas condiciones tiene que odiar lo malo.—2 Tim. 3:1; Mat. 24:12; Rev. 12:12.
A menos que nos opongamos fuertemente a lo malo, es posible que seamos conquistados por él. Debido a que nacemos pecadores, nuestra inclinación es hacia lo malo. (Sal. 51:5; Gén. 8:21; Rom. 7:14-25) Es por eso que no basta con simplemente amar lo bueno; también tenemos que odiar lo malo. Jesucristo ‘amó la justicia y odió la iniquidad.’ (Sal. 45:7; Heb. 1:9) Tenemos que hacer lo mismo para sobrevivir a este inicuo sistema de cosas.
No hay una posición intermedia, no se puede ser neutral o indiferente en este asunto. Aquí aplica el principio que declaró Jesús: “El que no está de parte mía, contra mí está.” (Mat. 12:30) Jesús no fue indiferente, sino que activa e intransigentemente adoptó su posición como odiador de lo que era malo. Si usted no está con él en un odio semejante de lo incorrecto está contra él al ser un amador de lo malo.
Póngase a prueba: ¿Son las normas de usted las de este viejo mundo o son las normas cristianas que se manifiestan en la Biblia? Las normas mundanas dicen en sustancia: “No debes hurtar... mucho.” “No debes mentir... a menos que te halles en un aprieto.” “No debes cometer adulterio... salvo cuando estés ‘enamorado.’” O a veces los mundanos hacen que su ley diga: “No debes ser sorprendido hurtando, mintiendo, cometiendo adulterio, etc.” ¿Son éstas las normas de usted? Ciertamente no son las de Dios, ni de Cristo Jesús, ni de los cristianos verdaderos, todos los cuales odian lo malo.
¿Qué hay de su norma de moralidad? ¿Concuerda usted con los que abogan por normas nuevas y populares que tienen agregadas cláusulas de escape convenientes? Estas personas dirán: “Soy honrado... hasta cierto punto.” “Digo la verdad... casi todo el tiempo.” “Usted puede confiar en mí... si no aparta de mí la vista.” “Jamás robaría un banco, porque es demasiado peligroso.” “Los Diez Mandamientos de la Biblia son excelentes, para el prójimo.”
ODIAR EL MAL PROTEGE A UNO
Hay muchas cosas que Jehová odia, y les dice a los que lo aman que las odien también. El aplicar este consejo divino es provechoso por muchas razones, una de las cuales es la protección que suministra a la persona que obedece. Considere unos cuantos ejemplos.
Por participar en relaciones sexuales ilícitas muchas personas han experimentado el temor de la preñez no deseada, el temor de la enfermedad, la amenaza del abandono y el pesar, y la erosión del pundonor. Una muchacha de veintidós años de edad dijo: ‘Lo que más quería en el mundo era casarme con él. Pero cuando llegué a estar encinta, me abandonó.’ Si hubiera prestado atención al consejo sabio de la Palabra de Dios y odiado lo malo, su vida habría sido totalmente diferente.
Una esposa dijo que “casi perdió su hogar, su cordura y todo lo que importa en la vida” al participar en un “intercambio de esposas.” Ella dijo: “Nuestra tontería había costado más de lo que habíamos planeado pagar.” “Se me hiela la sangre cuando pienso en lo cerca que estuvimos de destruirnos por unos cuantos momentos de excitación vulgar.” La Palabra de Dios protege a las personas de tales calamidades, si prestan atención a la advertencia y odian lo malo.
La Biblia advierte gráficamente en cuanto al resultado de la inmoralidad sexual cuando describe al joven tonto que por seducción tiene relaciones con una prostituta: “De repente está yendo tras ella, como toro que viene aun al degüello, . . . tal como un pájaro se mete apresurado en la trampa, y él no ha sabido que en ello está envuelta su mismísima alma.” (Pro. 7:22, 23) Cada año millares caen en esta “trampa sexual” y figuradamente son llevados como animales al degüello, acribillados con enfermedades venéreas... todo porque despreciaron la protección que les habría suministrado el odiar lo malo.
La borrachera causa muchas muertes. Un informe de Inglaterra dice que es responsable de más de un tercio de todos los accidentes fatales de autos. Y sin embargo el remedio es más sencillo y menos costoso que los cinturones de seguridad. Si estos borrachos aplicaran la sabiduría de la Biblia, odiando lo malo, podrían evitarse millares de muertes trágicas. Los que tienen el ay, el desasosiego, las contiendas, la preocupación, el deslustre de ojos, dice la Biblia, son “los que se quedan largo tiempo con el vino . . . A su fin muerde justamente como una serpiente.”—Pro. 23:29-32.
Es bueno odiar el crimen y la violencia, el adulterio, la borrachera y la homosexualidad por lo que son. El crimen le roba a la gente lo que legítimamente es suyo. Ha de detestarse. El adulterio desbarata familias, priva a los hijos de cuidado. Es un pecado contra Dios y el hombre y merece nuestro odio más intenso. La borrachera pone en peligro a la gente y también arruina vidas. Debe aborrecerse. La homosexualidad es una perversión de la clase más baja. Dios la detesta. (Rom. 1:24-27) Si usted odia tales cosas malas, esto es bueno y servirá para su protección.
Pero, ¿qué hay de aquellas cosas que se llaman “crímenes insignificantes,” como el hurtar las anchoas, defraudar al “parquímetro,” o mentirle al patrón? Aunque tales cosas malas quizás tengan cierta atracción, o no parezcan hacerle gran daño a nadie, no obstante tarde o temprano también exigirán castigos indeseables... conciencias culpables, vergüenza y vituperio, y alejamiento de amigos verdaderos. Si usted también odia estas cosas, no debido a los castigos, sino porque Jehová las odia, esto también servirá para su protección.
CÓMO ODIAR LO MALO
Usted puede hacer esto manteniéndose apartado de lo malo. Las cosas que usted aborrece, las evita. Por lo tanto, primero tiene que saber lo que es malo antes de poder evitarlo. Pero tocante a esto usted está bien equipado, porque Jehová en su Palabra manifiesta con grandes detalles lo que es malo, y a menudo nos dice cómo evitarlo. El estudio de la Biblia es absolutamente esencial para saber cómo y qué odiar.
Por eso es que los cristianos iluminados odian correctamente a los que son enemigos inveterados de Dios, como el Diablo y sus demonios, así como los hombres que deliberadamente y a sabiendas se han puesto en contra de Jehová. (Sal. 139:21, 22) El odio que se les tiene a individuos de esta clase no trata de infligirles daño y no es sinónimo de encono o malicia. Más bien, se expresa al aborrecer y evitar totalmente a los que odian intensamente a Jehová. Usted tiene que evitar la “mesa de demonios” si espera comer a la mesa de Jehová.—1 Cor. 10:21; Rom. 12:9, 17, 19.
Puede que algunas personas parezcan ser “buenas personas,” pero hay que preguntar: “¿Tienen moralidad y principios cristianos? ¿Aman a Jehová?” El amor que le tienen a Dios y al prójimo debe determinar cuál será nuestra relación con ellas. Este asunto de la asociación es importante, porque si disfrutamos de estar con los que hacen cosas malas pronto cesaremos de odiar lo que ellos hacen.—1 Cor. 15:33.
El pensar positivo, por supuesto, es muy importante. No simplemente se trata de odiar negativamente lo malo; también se necesita un amor positivo de lo bueno. Por consiguiente, la fórmula para odiar lo malo es doble, como el apóstol Pablo lo expresa tan concisamente: “Aborrezcan lo que es inicuo, adhiéranse a lo que es bueno.” (Rom. 12:9) Muestre que usted odia la iniquidad llenando la mente de pensamientos buenos. (Fili. 4:8) También, llene el corazón de buenas motivaciones, en vez de almacenar en él los deseos de hacer lo malo.—Mat. 15:19; Mar. 7:21-23; Pro. 4:23.
¿Odia usted lo que es malo? La Palabra de Dios lo insta a hacerlo. Y ése es el proceder correcto, sabio y amoroso. Muestre, entonces, que usted odia lo que es malo y ama lo que es bueno por los asociados que escoge, por lo que piensa, por lo que habla y por su manera de obrar.