¿Cómo difiere Jehová de todos los otros dioses?
¿CÓMO son los dioses de las naciones? Mire algunas de las imágenes de los diferentes dioses alrededor del mundo. Aunque usted acepte estas imágenes solo como representando cualidades o disposiciones que les atribuyen a estos dioses sus adoradores, ¿cómo se les representa? Por lo general se les representa fríos, huraños, encolerizados, malignos, caprichosos, temiendo el acercarse a ellos, siendo difíciles de aplacar, despiadados.
El Dios verdadero es invisible a los ojos humanos. “Dios es un Espíritu,” dijo su Hijo cuando estuvo en la Tierra. Él lo sabía, porque realmente había contemplado a Jehová. (Juan 4:24) Jehová bondadosamente se abstiene de revelar su forma a los ojos humanos. Su poder, magnificencia y brillantez son tan grandes que los ojos humanos no podrían aguantar la escena. “Ningún hombre puede verme y sin embargo vivir,” dice Jehová.—Éxo. 33:20.
Podemos comprender por qué Dios mantiene su invisibilidad si nos damos cuenta de que es más importante conocer la personalidad y las cualidades de una persona que simplemente ver su apariencia. Pues Jehová quiere que sus adoradores lo adoren con espíritu y con verdad. (Juan 4:23) ¿Por qué deberíamos exigir que el gran y majestuoso Dios, el Espíritu, se pusiera al alcance de nuestros ojos para creer en él? No se debe a una imagen ni es por medio de ella o la apariencia de alguna forma que los adoradores de Jehová le sirven. Se debe a que aman la rectitud, y debido a las cualidades de Dios de rectitud, amor, sabiduría y justicia.
REVELACIONES PICTÓRICAS
Por consiguiente, Jehová se revela, revela su personalidad, por medio de su palabra de verdad y por representaciones pictóricas. Algunas de estas revelaciones, presentadas en visión a sus profetas, al principio parecen extrañas e ininteligibles, aunque son imponentes. Pero al considerar las circunstancias bajo las cuales se dieron, también al consultar otras declaraciones en la Biblia, se hace claro el entendimiento. Estas visiones proféticas significan mucho para la fe de los adoradores de Jehová. Dan un cuadro del Dios verdadero y de sus tratos mucho más eficazmente que lo que pudiera hacerlo cualquier imagen de su forma.
Una de las más sobresalientes de estas visiones fue la que contempló el profeta Ezequiel. En ese tiempo Ezequiel era uno de los desterrados judíos en Babilonia. Era el año quinto desde que el rey Nabucodonosor se había llevado cautivo al rey Joaquín de Judá, junto con príncipes y hombres poderosos y valientes, y artesanos. Era cerca del fin de la primavera de 613 a. de la E.C.—Eze. 1:1-3.
En ese tiempo la cólera de Jehová estaba contra Jerusalén, situada a unos 800 kilómetros al oeste de la ubicación de Ezequiel. Dios había mostrado misericordia al dejar permanecer la ciudad cuando Nabucodonosor destronó a Joaquín y puso en el trono al tío de Joaquín, Sedequías (Matanía), en 617 a. de la E.C. A pesar de esto, la ciudad continuó con su derrotero idólatra, rebelde, contra Dios y acudió a Egipto más bien que a Jehová por ayuda. (2 Rey. 24:11, 14-20; Eze. 17:15) Por lo tanto, Dios advirtió a los judíos en Babilonia, por medio de Ezequiel, acerca de la destrucción venidera de Jerusalén. También predijo consoladoramente la misericordia que expresaría hacia algunos de sus ciudadanos. Al mismo tiempo reveló un vistazo de su majestad imponente y sus cualidades sobresalientemente excelentes.
En vista del propósito que tenía Jehová al presentar la visión, a saber, mostrarse como dirigiendo las fuerzas destructivas hacia la ciudad de Jerusalén, ¿qué mejor ilustración podría haber usado que la de un gran carro de guerra? Ezequiel, un sacerdote, nos dio una descripción de lo que vio. Escribió:
“Empecé a ver, y, ¡mire! había un viento tempestuoso que venía del norte, una gran masa de nubes y fuego trémulo, y tenía un resplandor todo alrededor, y de en medio de ello había algo como el parecer de electro [una aleación de oro y plata que resplandecía con brillo al ser calentada], de en medio del fuego. Y de en medio de él había la semejanza de cuatro criaturas vivientes, y esto era lo que parecían: tenían la semejanza del hombre terrestre. Y cada una tenía cuatro caras, y cada una de ellas cuatro alas. Y sus pies eran pies rectos, y la planta de sus pies era como la planta del pie de un becerro; y resplandecían como con el fulgor de cobre bruñido. Y había las manos de un hombre debajo de sus alas en sus cuatro lados, y las cuatro tenían sus caras y sus alas. Sus alas se unían una a la otra. No se volvían cuando iban; iban cada una derecho adelante.”—Eze. 1:4-9.
Más tarde Ezequiel tuvo una segunda visión del carro de Dios en la que él llamó “querubines” a las cuatro criaturas vivientes. (Eze. 10:1-22; 11:22) Estas poderosas personas espíritus, ángeles de gran poder, atienden a Dios como servidores en torno de Su trono así como de Su “carro.”—Éxo. 25:18-22; 37:7-9; Rev. 4:6-9.
ATRIBUTOS QUE OTROS DIOSES NO TIENEN
Cada querubín tenía cara de hombre al frente y las manos de hombre debajo de sus alas. Los querubines tienen la cualidad dada por Dios del amor tal como el hombre la tiene, cuyo antepasado Adán fue creado a la imagen y semejanza de Dios. (Gén. 1:26-28) La cara de león (símbolo de justicia valerosa) estaba al lado derecho de la cabeza de cada querubín. (Isa. 31:4; Rev. 5:5) Del lado opuesto, en el lado izquierdo, estaba la cara de un toro (poder, fuerza [Job 39:9-11]). De este modo la justicia estaba representada bien como estando apoyada o respaldada por poder invencible. La cara de águila que había en la parte posterior de la cabeza del querubín indica sabiduría celestial, que corresponde a los cielos en los cuales se remonta el águila que tiene gran alcance de vista y es de alto vuelo (los querubines tenían cuatro alas).—Job 39:27, 29.
Puesto que tenían una cara que veía en cada dirección, los querubines podían ir en la dirección de cualquiera de las cuatro caras. Cualquiera de las cuatro cualidades o atributos que hubiera necesidad de ejercerse en cualquier circunstancia dada, el querubín inmediatamente iría en dirección de la cara que representaba esa cualidad hacia el objetivo. La velocidad de los querubines era como la del relámpago. Ezequiel vio estas cosas en su visión. Informó:
“E iban cada una derecho adelante. Adondequiera que el espíritu se inclinaba a ir, iban ellas. No se volvían mientras iban. Y en cuanto a la semejanza de las criaturas vivientes, su apariencia era como brasas ardientes de fuego. Algo como la apariencia de antorchas se movía hacia atrás y hacia adelante entre las criaturas vivientes, y el fuego era brillante, y del fuego salían relámpagos. Y de parte de las criaturas vivientes había un salir y un volver como con la apariencia del relámpago.”—Eze. 1:12-14.
EL CARRO DE GUERRA DE JEHOVÁ
No solo los querubines, sino también el carro que acompañaban podía moverse de manera maravillosa, desconocida en los vehículos terrestres. Ezequiel describió las ruedas del carro:
“Mientras seguía viendo las criaturas vivientes, pues, ¡mire! había una rueda en la tierra al lado de las criaturas vivientes, junto a las cuatro caras de cada una. En cuanto a la apariencia de las ruedas y su estructura, era como el refulgir del crisólito [una piedra semipreciosa]; y las cuatro tenían una sola semejanza. Y su apariencia y su estructura eran tal como cuando una rueda resultaba estar en medio de una rueda. Al ir iban en sus cuatro lados respectivos. No se volvían en otra dirección cuando iban. Y en cuanto a sus llantas, tenían tal altura que asustaban; y sus llantas estaban llenas de ojos alrededor de las cuatro. Y cuando las criaturas vivientes iban, las ruedas iban al lado de ellas, y cuando a las criaturas vivientes se les alzaba de la tierra, a las ruedas se les alzaba. Adondequiera que el espíritu se inclinaba a ir, ellas iban, inclinándose el espíritu a ir allí; y las ruedas mismas eran alzadas cerca de ellas, al lado, porque el espíritu de la criatura viviente estaba en las ruedas.”—Eze. 1:15-20.
Tal como las ruedas de un vehículo de cuatro ruedas están en sus cuatro esquinas, así sucedía con este carro. Las ruedas eran iguales en apariencia y estructura. Su altura era tan grande que deben haber hecho que Ezequiel se sintiera empequeñecido, hasta insignificante, pues él dice: “tenían tal altura que asustaban.” Con una circunferencia tan grande las ruedas podrían abarcar una gran distancia con cada revolución.
Indicando que el carro no se movía sin objeto, ciegamente, sino con propósito y seguridad, las ruedas tenían ojos alrededor de sus llantas, como si pudieran ver por donde iban. Cada rueda tenía una rueda dentro de ella, no una rueda más pequeña dentro de la rueda grande y en un mismo plano con ella. Más bien, era una rueda del mismo diámetro y ajustada a través de la rueda que servía de base, llanta tocando llanta en ángulo recto. De esta manera las ruedas del carro podrían ir instantáneamente en cualquiera de cuatro direcciones, y, según la descripción que da Ezequiel, el carro cambiaba de dirección así sin pérdida alguna de impulso. De veras era asombroso.
Esta descripción del movimiento del carro cuadra con la declaración de que las ruedas “iban en sus cuatro lados respectivos.” Por consiguiente, podían moverse exactamente como los querubines, como el relámpago en cualquier dirección, según la fuerza impelente del espíritu del Dios Todopoderoso. Otra cosa asombrosa acerca de este carro era que podía elevarse en el espacio así como correr a lo largo del suelo, tal como podían hacerlo los querubines, por espíritu de Dios.
Aunque eran altas las ruedas, no obstante arriba de ellas, sobre apoyo invisible, estaba el piso semejante a plataforma del carro. Ezequiel lo describe: “Sobre las cabezas de las criaturas vivientes había la semejanza de una expansión como el chispear de hielo sobrecogedor, extendida sobre sus cabezas arriba.” (Eze. 1:22) Esta expansión, aunque sólida, era translúcida, como el hielo. Era imponente, en armonía con la dignidad de aquel que iba arriba de la plataforma, dirigiendo los movimientos del carro.
UN SONIDO QUE PRESAGIABA GUERRA
Puesto que las cuatro criaturas vivientes no eran tan gigantescas como las cuatro ruedas, la plataforma estaba muy arriba de sus cabezas. Ezequiel dice:
“Y bajo la expansión sus alas estaban rectas, una a la otra. Cada una tenía dos alas que cubrían de este lado y cada una tenía dos que cubrían del otro lado sus cuerpos. Y llegué a oír el sonido de sus alas, un sonido como el de vastas aguas, como el sonido del Todopoderoso, cuando iban, el sonido de un tumulto, como el sonido de un campamento. Cuando se detenían, bajaban sus alas.”—Eze. 1:23, 24.
Las alas de los querubines en movimiento producían un sonido inspirador de temor, como vastas aguas cuando están agitadas. Esto era porque el carro de Jehová no estaba en una misión de paz, sino en una de guerra. El sonido era como el de un campamento de soldados armados. En tiempos antiguos el sonido de un ejército que se preparaba para la batalla, el clamor de hombres que hablaban y gritaban con excitación y el fragor del equipo de guerra, de veras convencerían al oyente de que una batalla era inminente.
Sin embargo, la apariencia a Ezequiel, aunque infundió un temor saludable, respetuoso, en el profeta, no era de hostilidad para con él. Dios hizo que cada querubín dirigiera a Ezequiel la cara que representaba amor (la cara de hombre). Por lo tanto, para el fiel profeta Ezequiel la visión era de paz y una revelación de los atributos primarios del incomparable Dios. Revelaba que Jehová es un Dios de justicia que tiene a su disposición poder omnipotente, pero que lo ejerce con sabiduría divina y que se revela en amor a sus adoradores verdaderos. Ciertamente el Dios de tan bella personalidad no es un dios iracundo que emplea tormento eterno en fuego del infierno ni un grotesco dios trinitario de tres cabezas, como las religiones de la cristiandad quisieran hacer creer a sus miembros.
Aunque la gloria de Jehová es tanto mayor que la de todos los otros dioses, y aunque su sabiduría, poder y gloria no pueden ser sondeados del todo por la mente humana, Dios vence las limitaciones de sus siervos por medio de revelarse él mismo y sus cualidades en términos que ellos pueden entender.—Rom. 11:33-36; 1 Cor. 2:9-13, 16.
Por lo tanto, las cosas de la visión de Ezequiel no han de entenderse como cosas que literalmente existen en la forma que Ezequiel las vio. Eran simbólicas. Hoy los científicos usan diagramas e ilustraciones que se entienden fácilmente para explicar las propiedades y movimientos de cosas submicroscópicas como los átomos. Así mismo, Jehová el Supercientífico revela sus principios y tratos por medio de cuadros relativamente sencillos. Sin embargo, aun estos cuadros llenos de movimiento contemplados en visión son emocionantes y hermosos, en un nivel de grandeza muy superior al de las ilustraciones que los hombres utilizan.
Sí, al estudiar la Palabra de verdad de Jehová y al observar sus tratos con su pueblo, su gran paciencia aun con sus enemigos, y su propósito de dar a la humanidad obediente vida eterna podemos llegar a apreciar sus atributos tan admirables.
Pero, ¿exactamente cuál era la misión de este carro, y qué aprendemos por la descripción del conductor del carro que se da en la visión? Esperaremos consideraciones futuras de la profecía de Ezequiel, que trata más sobre las cualidades supracitadas de Jehová, para ver aun mayores revelaciones de su superioridad sobre todos los otros dioses.