¿Terminas lo que empiezas?
Hechos útiles que desean saber los jóvenes
MUCHA de la felicidad humana proviene del logro. La persona que decide aprender a tocar un instrumento musical, y persiste en ello hasta que puede hacerlo, goza a causa de ello. El que renuncia al proyecto poco después de empezar jamás obtiene ese gozo.
Lo mismo es cierto de las artes manuales: ebanistería, carpintería, mecánica, costura, o los proyectos de clase mental, como el aprender un idioma o matemáticas. En cualquier empresa, asignación o trabajo, si persistes en ello hasta terminarlo, obtendrás satisfacción y gusto.
Sin embargo, en este asunto de terminar lo que empezamos, todos tenemos ciertas tendencias que o se corrigen con los años o tenemos que vencerlas.
DÓNDE YACE EL PROBLEMA
Por ejemplo, en nuestros primeros años como niños tuvimos un alcance de atención muy limitado. Aun en el juego la atención de un niñito no permanece fija mucho tiempo; fácilmente se distrae.
A medida que crecemos, se desarrollan nuestras facultades de concentración. Pero a un grado grande tenemos que cultivar éstas. Vale la pena porque puede hacer que el aprender cambie de ser una tarea dolorosa a algo que produzca gozo.
Para poder concentrarnos tenemos que vencer otro rasgo característico de los niñitos: la impaciencia. ¡Los niños por lo general quieren las cosas AHORA! Y cuando tratan de hacer algo y no logran efectuarlo en unos cuantos intentos, por lo general están dispuestos a abandonarlo. El comprender que algunas de las cosas que más valen la pena en la vida requieren tiempo y esfuerzo considerables para lograrlas te ayudará a no desistir fácilmente.
Otro rasgo que vencer es el de emprender las cosas a la carrera, solo por impulso. Proverbios 21:5 nos dice: “Los planes del diligente seguramente propenden a ventaja, pero todo el que es apresurado seguramente se encamina a la carencia.” Por eso, antes que te lances en algún proyecto o aceptes alguna asignación o trabajo, ante todo asegúrate de que sea algo que genuinamente valga la pena.
En algunos casos lo prudente que hacer es no terminar lo que empezaste. ¿Por qué? Porque a veces fue una mala idea desde el principio. La meta puede ser incorrecta, una que no esté en armonía con los principios correctos y el consejo de la Palabra de Dios.
Por otra parte, puede que la meta no sea mala en sí, pero ¿es buena para ti? ¿Vale la pena el tiempo y el esfuerzo que va a requerir el alcanzarla? ¿Tienes buena razón para creer que puedes alcanzarla?
Jesús contó del hombre que emprende la construcción de una torre sin primero calcular el costo y si puede sufragarlo o no. Como Jesús dijo, quizás el hombre ponga el fundamento y entonces descubra que no puede proseguir, haciendo que los observadores se rían y digan: “Este hombre comenzó a edificar pero no pudo terminar.” (Luc. 14:28-30) Por eso, si quieres terminar lo que empiezas, cuenta el costo de antemano.
Pesa las ventajas contra las desventajas. Pide la opinión de otros, especialmente la de tus padres. Saca provecho de la experiencia que ellos han tenido; ellos han cometido errores y pueden ayudarte a evitar éstos. La Biblia es una fuente sobresaliente de consejo sabio y práctico. El rey Salomón, por ejemplo, hizo casi todo lo que un hombre puede hacer a modo de buscar placer en cosas puramente materiales. Él nos da el resultado: Solo fue “un esforzarse tras viento.” Entonces, ¿por qué debemos nosotros emprender una búsqueda inútil similar?—Ecl. 2:3-11; compara con 1 Timoteo 6:17-19.
El tener confianza en que tu meta realmente vale la pena puede impedir que la abandones. El forjar planes de cómo alcanzar esta meta también es vital. ¿Qué pasos darás o qué métodos usarás?
Muchos jóvenes no terminan lo que empiezan porque se desaniman. Descubren que lo que emprendieron es más duro de lo que pensaban que sería. O brotan algunos problemas imprevistos, y quizás imprevisibles. ¿Ahora qué?
Es fácil renunciar a la empresa. Pero esta situación revela de lo que realmente está hecha una persona.
Si permites que las penalidades te llenen de pensamientos negativos y pesimistas, esto te robará la fuerza para seguir adelante. Proverbios 24:10 dice: “¿Te has mostrado desanimado en el día de la angustia? Tu poder será escaso.” En cambio, considera la situación como un desafío. Levántate para hacerle frente con más esfuerzo... más pensamiento, energía y tiempo. Los desafíos pueden hacer interesante la vida si no corremos de ellos. Al vencerlos, aumenta tu confianza e ingeniosidad. Entonces puedes emprender tareas futuras con mayor seguridad y gozo.
Por eso evita desarrollar un hábito incorrecto o el modelo de personalidad de abandonar una empresa solo porque se hace difícil la marcha. De otro modo, la siguiente vez que se pongan difíciles las cosas, tu tendencia será hacer lo mismo, desistir, darte por vencido. Al no permitir que este hábito empiece, puedes impedir que tu vida llegue a ser simplemente una serie de fracasos y proyectos no terminados.
DIOS ESTIMA MUCHO A LOS QUE PERSEVERAN
La Biblia muestra que Dios espera que sus siervos muestren determinación, persistencia. Considera a Noé. El arca que él y sus hijos edificaron fue una estructura semejante a cofre de tres pisos con la longitud que ocuparía un campo y medio de fútbol. No fue ningún “proyecto de fin de semana.” Pero debido a que Noé persistió en el trabajo hasta terminarlo, él y su familia sobrevivieron el Diluvio y nosotros, sus descendientes, estamos vivos hoy.
Entre los cristianos, el apóstol Pablo nos da un verdadero ejemplo de tenacidad e ingeniosidad. Para él, su asignación o ministerio particular era un tesoro de tal valor que estaba dispuesto a aguantar toda clase de penalidad para retenerlo. Sí, estuvo dispuesto a sufrir tribulaciones, necesidades, golpizas, apedreamientos, prisión, trabajo forzado, noches de desvelo, sed, hambre, frío y falta de ropa, ser acusado falsamente, sufrir peligros, no solo de parte de los enemigos de la verdad sino también de los criminales comunes y hasta de las bestias salvajes y las fuerzas de la naturaleza, al viajar por tierra y por mar. (2 Cor. 6:3-10; 11:23-28) Debido a que él no fue desertor, pudo decir con certeza que había ‘peleado la excelente pelea, corrido la carrera hasta el final, observado la fe.’ Tenía confianza en que saldría victorioso y recibiría el galardón prometido. (2 Tim. 4:6-8; Rom. 8:35-39) ¿No dirías que fue una persona que vale la pena imitar?
DESARROLLANDO PERSEVERANCIA EN LA JUVENTUD
La juventud es el tiempo para comenzar a edificar un modelo de perseverancia, de llevar las cosas hasta el cabo. En la escuela, algunas asignaturas son más fáciles, algunas te atraen más que otras. Pero si tú trabajas igual de duro o aun más duro en las que no te gustan tanto, obtienes doble beneficio. No solo obtienes conocimiento, sino que también fortaleces tus facultades de concentración y determinación. Algunos educadores dicen que lo más valioso que cualquiera de nosotros obtiene de la escuela es aprender a estudiar, a aplicarnos, a desentrañar información, captar el sentido de ella y hacerla nuestra.
Lo mismo es cierto, también, respecto a cualesquier trabajos que emprendas fuera de la escuela. Algunos trabajos te parecerán interesantes, algunos no. Pero puedes aprender algo de cualquier trabajo. No simplemente mires los beneficios superficiales o inmediatos que pueda dar un trabajo en entrenamiento, en habilidades que puedas adquirir o en paga. También piensa en el efecto modelador que puede tener en ti como persona. Aun un trabajo sencillo, poco remunerado y laborioso puede lograr mucho para madurarte y desarrollar tu fuerza de personalidad.
Aprende a perseverar también en las relaciones personales. Para estar verdaderamente felices tenemos que poder llevarnos bien con otros, trabajar eficazmente con otros y obtener su cooperación, ganar su respeto, y sentir que otros nos aprecian. No puedes hacer esto si eres pronto para desesperarte con la gente, considerando inútil seguir tratando con ella, iniciando amistades y luego dejándolas a la primera señal de desacuerdo o permitiendo que la fricción cancele arreglos de trabajo con otros. Examínate. ¿No es verdad que a veces ofendes a otros? ¿Te desesperas al mismo grado contigo mismo? Entonces, ¿por qué ser pronto en desesperarte con otros? Utiliza el tiempo que sea necesario para resolver los problemas con paciencia y determinación, dando pasos edificantes, positivos, valiéndote de pensamiento e ingeniosidad. (Compara con Proverbios 14:29; 2 Timoteo 2:23, 24.) El poder hacer esto significa la diferencia entre el éxito y el fracaso en la mayoría de los matrimonios.
Si pruebas que no eres uno que se da por vencido fácilmente, que no eres desertor ni uno que abandonas lo que empiezas, te ganarás la confianza y el respeto de otros. Siendo Timoteo todavía joven, “daban buenos informes acerca de él los hermanos” en dos diferentes poblaciones. (Hech. 16:2) Es por eso que el apóstol Pablo lo escogió como compañero de viaje. Timoteo tuvo privilegios singulares, yendo con el apóstol por muchas partes del Imperio Romano. Después de unos doce años de servicio fiel, se le confió responsabilidad importante: fue autorizado a nombrar superintendentes en las congregaciones. (Fili. 2:19-22; 1 Cor. 4:17; 1 Tim. 3:1-15) No disfrutaba de la mejor salud. (1 Tim. 5:23) Pero prestó atención a la exhortación del apóstol de ‘persistir’ en las cosas aprendidas, de ‘efectuar plenamente’ el ministerio particular que le fue asignado, tanto en tiempo favorable como en tiempo dificultoso, demostrando que era verdadero soldado de Cristo Jesús, dispuesto a aguantar penalidades y cosas desagradables. (1 Tim. 4:11-16; 2 Tim. 4:2-5; 2:3) Sí, se podía contar con que Timoteo persistiera en su asignación y efectuara trabajo cabal. Era un hombre en quien se podía confiar. Pero se requirió tiempo y perseverancia para merecer esa confianza.
Sí, al probar que eres una persona que terminas lo que empiezas, puedes conseguir muchos privilegios y beneficios. Realmente, la vida misma está envuelta en este asunto. Jesús dijo de los que le siguen: “El que haya perseverado hasta el fin es el que será salvo.” (Mat. 24:13) Estamos en una carrera para vida eterna como personas que gozan de la aprobación de Dios. Conseguiremos ese premio solo si desarrollamos la habilidad de terminar lo que empezamos, demostrando nuestro temple ante problemas y penalidades. Si terminamos lo que empezamos en las cosas más pequeñas, podremos perseverar en las cosas más grandes también.—Luc. 16:10; 1 Cor. 9:24-27; 2 Tim. 2:5.
Por eso ‘cualquier cosa que estés haciendo, trabaja en ello de toda alma como para Jehová, y no para los hombres,’ porque es de Dios que recibirás el galardón que verdaderamente vale.—Col. 3:23, 24.