Dios respeta el arreglo de familia
CUANDO nace un niño, los amigos y los parientes se reúnen en derredor y se oyen comentarios, como: ‘¡Es la viva imagen de su padre!’ o, ‘¡Es igual a su madre!’ A veces si se parece a uno de los padres la semejanza al otro no es tan obvia en apariencia física pero resalta más tarde en los rasgos de la personalidad del niño. Verdaderamente, sucede con nosotros hoy como sucedió con el primer hombre Adán, que, la Biblia relata, “llegó a ser padre de un hijo a su semejanza, a su imagen, y lo llamó por nombre Set.”—Gén. 5:3.
En el asunto de paternidad y derechos paternales y maternales Jehová Dios ha sido muy constante. Dio a los padres el privilegio y la virtud y facultad de producir hijos a su propia imagen y semejanza. Sí, y más que eso, les permite criar a sus hijos de la manera que desean. Y prescindiendo del hecho de que algunos padres han desatendido a sus hijos y algunos hasta los han criado para ser peleadores contra Dios, él no les ha quitado a sus hijos y dado éstos a otros para que los cuiden.
Ciertamente esto es justo y revela paciente aguante de parte de Dios. Nadie puede quejarse justamente de que Dios lo privó de entrenar a sus hijos de la manera que deseaba. Y ninguna persona que no ha enseñado los principios de Dios a sus hijos puede quejarse con razón de la angustia que le ocasiona la mala conducta de sus hijos. Los padres negligentes no pueden evadir el principio de que “el muchacho que se deja a rienda suelta le estará causando vergüenza a su madre.”—Pro. 29:15.
LOS HIJOS JÓVENES NO ESTÁN LIBRES DE PECADO
Todos los hijos de la humanidad, aunque heredan algunos rasgos deseables de sus padres, también heredan algunos rasgos indeseables. Y, sin excepción, todos han nacido pecaminosos como resultado de que su antepasado original perdió su relación con Dios por la desobediencia. La Biblia nos dice: “Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo y la muerte por medio del pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado.”—Rom. 5:12.
Por causa del pecado, el ‘errar el blanco’ de la norma de perfección que Dios había fijado para él y no alcanzar a la gloria de Dios, la cual debería haber reflejado, Adán no transmitió perfección a sus hijos. De modo que la entera raza humana fue afectada. “Porque todos han pecado y no alcanzan a la gloria de Dios.”—Rom. 3:23.
Gracias a la bondad inmerecida de Dios, el sacrificio de rescate de Cristo puede remover el pecado en que uno nació. Por supuesto, es preciso que el individuo tenga edad bastante para aceptar por sí mismo la provisión de Dios. Pero, ¿qué hay de los niños que todavía no tienen edad bastante para ejercer esta fe? No están libres de pecado. El salmista David dijo: “¡Mira! Con error fui dado a luz con dolores de parto, y en pecado me concibió mi madre.” (Sal. 51:5) Por eso, ¿cómo trata Dios con ellos? Él trata con estos hijos por medio del arreglo de familia. ¿Por qué? Y, ¿cómo funciona este principio?
Jehová cree en el arreglo de familia y ha hecho a la familia la unidad básica de la sociedad terrestre. El lugar, el significado y la función de la familia originan con él. Él es el Padre “a quien toda familia en el cielo y en la tierra debe su nombre.” (Efe. 3:15) Él da a la familia dignidad y posición. El padre en la familia es cabeza, la madre es ayudante, y los dos juntos tienen responsabilidad dada divinamente para el control de los hijos.
LOS PADRES, RESPONSABLES DE LOS HIJOS
Los hijos muy jóvenes que no han alcanzado la edad de la responsabilidad casi son del todo el producto de sus padres por herencia, con, adicionalmente, el entrenamiento y ambiente provistos por los padres. Por consiguiente, Dios considera responsables a los padres hasta que el hijo llega a la edad de ser responsable de sus propias decisiones y actos.
Por lo tanto, lo que los padres hacen en cuanto a su relación con Dios afecta a la entera familia. Tal como la ley de los hombres requiere que los padres den cuenta de los actos de sus hijos menores, así también Dios. Si un niño comete un delito, dañando propiedad, el padre puede esperar que la policía toque a su puerta para imponerle cargos y requerir que él pague el daño. Entonces, ¿por qué no debería Dios de manera parecida considerar a los padres responsables de los actos de sus hijos jóvenes?
RESULTADOS TRASCENDENTALES DEL ENTRENAMIENTO DE LOS PADRES
Los actos correctos o incorrectos de los padres o el entrenamiento correcto o incorrecto que den pueden reflejarse en los hijos de los hijos, hasta en los bisnietos. Por ejemplo, cuando la generación que maneja los asuntos mundiales se embrolla en una guerra esto afecta grandemente a las generaciones futuras, tal como ha sucedido en las secuelas de las Guerras Mundiales I y II.
Debido a que Dios concede a los padres el derecho de criar a sus hijos sin su intervención puede describir los resultados que tendrán los padres que siguen sus leyes y los que no las siguen. Dijo a Moisés: “Yo Jehová tu Dios soy un Dios que exige devoción exclusiva, que trae castigo por el error de padres sobre hijos, sobre la tercera generación y sobre la cuarta generación, en el caso de los que me odian; pero que ejerce bondad amorosa para con la milésima generación en el caso de los que me aman y guardan mis mandamientos.” (Éxo. 20:5, 6) No puede haber duda acerca de ello: Casi es seguro que los hijos criados de la manera incorrecta practicarán cosas malas y recibirán la recompensa correspondiente a sus actos.
Abrahán fue un ejemplo de un cabeza de familia que se adhirió al camino de Dios y enseñó a sus hijos obediencia a Dios. Esto resultó ser una bendición duradera para sus descendientes.—Gén. 18:19; Deu. 4:37.
Sin embargo, más tarde cuando los descendientes de Abrahán se dieron a la idolatría y a otras iniquidades fueron llevados al cautiverio por naciones enemigas. De hecho, desde el destierro en Babilonia hasta la destrucción de Jerusalén en 70 E.C. los judíos se hallaban constantemente bajo la dominación de las potencias mundiales paganas, primero Babilonia, luego Persia, Grecia y Roma. Los descendientes, durante muchas generaciones, sintieron el peso del pecado de sus antepasados.
Este principio también resultó cierto en las naciones paganas. En la edificación de la Torre de Babel, la gente que se había desprendido de la adoración del Dios de Noé, Jehová, fue dividida en varios grupos lingüísticos, y de éstos se desarrollaron naciones. Más tarde sus descendientes se hallaron “alejados del estado de Israel y extraños a los pactos de la promesa, y no tenían esperanza y estaban sin Dios en el mundo.” (Efe. 2:12) Solo los que se han apartado del derrotero malo de sus antepasados, abandonando el paganismo, han llegado a conocer a Dios por medio de emprender la adoración de él.
Un caso a propósito, de juicio de niños jóvenes junto con sus padres inicuos, es el de los cananeos. Debido a su larga historia de la más arraigada corrupción sus hijos jóvenes fueron ejecutados junto con ellos, por mandato de Dios, cuando los israelitas ocuparon la tierra.—Deu. 7:1, 2.
Todo esto muestra que Dios atribuye mérito o demérito a los hijos jóvenes de una familia, basado en la posición relativa de los padres. ¿Se requiere algo de los padres, además de ser adoradores del Dios verdadero Jehová? ¿Y se requiere algo de los hijos jóvenes? También, ¿qué hay de las familias en que solo un padre es adorador de Jehová y discípulo de Jesucristo? Estas preguntas se considerarán en el siguiente artículo.