Donde se halla el amor a la verdad
HAY una gran diferencia entre saber qué es la verdad y el amarla. Es posible que una persona sepa lo que es cierto, pero que no actúe en armonía con ello. Pero el que ama la verdad lo muestra adhiriéndose a ella.
Para desilusión de muchos, hay una lamentable escasez del amor a la verdad entre los miembros de las iglesias. Pero esto no significa que no haya amadores de la verdad hoy día. Al contrario, algunos de los desilusionados se regocijan ahora de haber hallado el verdadero amor a la verdad. ¿Dónde? Lea sus experiencias y vea.
LOS PRACTICANTES DE LA VERDAD SON DIFERENTES
Una joven que trabajaba en la oficina central católica en Essen, Alemania, habla de su desilusión en cuanto a los puntos de vista que oyó expresar allí: “Me sorprendí y quedé desilusionada cuando me dijeron que la Biblia se podía interpretar como se quisiera y que no se debía tomar tan en serio todo lo que había en la Biblia. La Biblia ‘había pasado por muchos cambios y solo se podía aplicar a ciertos tiempos,’ me dijeron. Definitivamente se rechazaba el relato de la creación. En cuanto al celibato, un sacerdote declaró: ‘He vivido con mi ama de casa en la mejor relación por treinta y cinco años, pero hemos concordado en que no nos casaremos.’”
Sin embargo, por medio de un estudio de la Biblia con los testigos de Jehová esta joven llegó a apreciar que hay gente que toma en serio la Biblia y no teme denunciar el error religioso. Después de asistir al Salón del Reino, al discurso y presentación de diapositivas sobre el tema “Una mirada de cerca a las iglesias,” notó la distinción clara entre la adoración verdadera y la falsa.
Después que le dijo a su madre lo que había visto y oído durante esta presentación acerca de las acciones de algunos clérigos católicos, a su madre le pareció que no se había presentado la verdad en cuanto a la Iglesia Católica. Por lo tanto ella insistió en que el discursante fuera a hablar con el sacerdote. Durante la discusión que se produjo debido a esto, la madre le decía repetidamente al sacerdote: “¡Diga que lo que están diciendo los Testigos no es cierto!” Pero el sacerdote no podía negar lo que se decía, porque era la verdad.
Por su amor a la verdad, la hija cortó sus nexos con la Iglesia Católica y ahora está compartiendo con otros lo que ha aprendido.
No toda persona responde tan rápidamente a la denunciación del error religioso. A veces la enseñanza falsa ha cegado a la gente a tal grado que les parece que no quieren tener nada que ver con los que no concuerdan con sus creencias. Sin embargo, una vez que alguien puede ayudarles a ver que no se les ha dicho la verdad, están dispuestos a efectuar cambios tremendos. Dice una joven de California: “De niña recibí instrucción en la Iglesia Adventista del Séptimo Día y asistí a la escuela de la iglesia de ellos. En aquel tiempo se nos enseñó que no tuviésemos nada que ver con el nombre Jehová, y que siempre examináramos ciertos textos para asegurarnos de que ese nombre no apareciera allí antes de comprar una Biblia.
“A pesar de estos antecedentes religiosos, me casé cuando tenía quince años de edad y, a los dieciocho, estaba por divorciarme. En el ínterin había recurrido a la prostitución, a modelar desnuda, a hacer películas solo para hombres y también a investigar las ciencias ocultas.
“Entonces, un día, un muchacho de nueve años y su abuela vinieron a mi puerta con La Atalaya y ¡Despertad! Les dije que no me interesaba y no quería ninguna. El hombre que estaba en el apartamento conmigo dijo que las quería y le dio al muchacho diez centavos de dólar. Cuando cerramos la puerta, le quité las revistas de la mano, las rompí y las eché en la basura.
“La abuela volvió unos dos meses después. Le volví a decir que no estaba interesada en los testigos de Jehová ni en su literatura. Le hablé acerca del nombre de Jehová y le dije que éste no estaba en la Biblia y como cristianos no deberíamos usarlo. Entonces ella me pidió que sacara mi Biblia y buscara Salmo 83:18. Cuando lo leí, quedé pasmada de asombro. Me quedé allí por un momento con la boca abierta y entonces empecé a gritarle, diciendo cosas como: ‘¿Por qué no me dijeron la verdad? ¿Por qué tenían que mentirme?’ Ella pudo ver que yo estaba agitada. De modo que se fue.
“A la semana siguiente volvió y tuvimos una larga conversación bíblica. Después de eso tuvimos varias conversaciones, pero nunca un estudio bíblico organizado. Empecé a ver que esto significaría cambios en mi vida, cambios que yo no estaba muy dispuesta a efectuar. Por eso me las arreglaba para no estar en casa, y solo estaba allí cuando tenía una pregunta o cuando tenía ganas de hablar. Me sentaba en la casa de mi vecina y vigilaba a la Testigo cuando llegaba a mi puerta y esperaba hasta que se iba, o simplemente no me molestaba en contestar el timbre. Pero, de alguna manera, siempre nos encontrábamos. ¡Hasta me mudé tres veces y ella logró descubrir mi nueva dirección!”
Con el tiempo esta joven sí hizo los cambios necesarios. Continúa diciendo: “En el transcurso de seis meses estuve predicando las buenas nuevas. Poco tiempo después me bauticé.”
De modo similar, un hombre de Colombia, América del Sur, no continuó siguiendo lo que generalmente se aceptaba en su comunidad tan pronto como entendió que era incorrecto. Este hombre estaba por acompañar a los testigos de Jehová en su predicación. Ya había efectuado cambios tremendos para poner su vida en armonía con las enseñanzas de la Biblia. Sin embargo, cuando se le preguntó: “¿Cómo consigue su electricidad?” contestó: “Como los demás de este sector de la población.” ¿Y cómo era eso? Simplemente había tendido dos alambres hasta un poste de electricidad para el alumbrado público y los había conectado allí. Cuando se le explicó que esto era una forma de hurto, inmediatamente comprendió el punto y deseó rectificar la situación. Informó el asunto a las autoridades correspondientes, diciendo:
“Miren, yo era un canalla, yo era un borrachín e infiel a mi esposa. Pero ahora todo eso es diferente. Estudio con los testigos de Jehová y quiero bautizarme para llegar a ser uno de ellos. Además, quiero que mi hogar se utilice para estudios bíblicos, y necesito un medidor, pues los testigos de Jehová no hurtan electricidad, ni ninguna otra cosa.”
EL AMOR A LA VERDAD LLEVA A AGUANTE FIEL
Además de mover a las personas a cambiar su modo de vivir para amoldarlo a la Palabra de Dios, el amor a la verdad ha hecho posible que muchos aguanten persecución terrible.
Un caso a propósito es el de una testigo de Jehová de Liberia. Madre de cinco hijos, vivía con su esposo, que no era Testigo, en una aldea muy remota de menos de diez casas. A través de matorrales y pantanos se abría paso hasta el Salón del Reino, y estaba siempre entre los primeros en llegar. Esto a pesar del hecho de que durante ocho años su esposo le presentó oposición y hasta la sometió a gran maltrato físico.
En una ocasión la hirió gravemente con un palo. Le infligió heridas en una de sus piernas y le dijo: ‘A ver cómo puedes ir al Salón del Reino sin piernas.’ Ella estuvo en cama por unos días, pero tan pronto como se sintió mejor y pudo andar un poco, su primer viaje fue al Salón del Reino, para desilusión de su esposo.
Finalmente, después de muchos incidentes similares, llegó el punto culminante. Su grande arrozal estaba por ser cosechado. El esposo esta vez optó por abandonar a la familia, sin ninguna intención de volver a su esposa Testigo. Se fue a la ciudad capital de Monrovia. Mientras tanto, compañeros Testigos cosecharon el arroz, salvando así de inanición a la madre y sus hijos.
En Monrovia, el esposo, por coincidencia y sin saberlo, halló alojamiento donde vivía un hombre que era testigo de Jehová. Este Testigo lo invitó a una reunión y, aunque él no sabía qué clase de reunión era, simplemente no pudo rehusar ir, ya que estaba hospedado en la casa. En el Salón del Reino recibió una afectuosa bienvenida y se enteró de que los asistentes eran testigos de Jehová, como su esposa. La bondad de ellos lo impresionó, ya que nunca pensaba que aquella clase de “religión loca” (según él la había estado llamando) pudiera ser practicada por alguien en una ciudad como Monrovia. Más tarde, en la casa, le confesó al Testigo que lo hospedaba que iba a regresar a su familia y que adoraría a Jehová.
Habiendo regresado a casa, se arrodilló ante su esposa, contó sus experiencias y le pidió perdón. Desde entonces nunca falta a una reunión en el Salón del Reino y ahora está hablando celosamente a otros acerca de la verdad a la que en un tiempo se opuso enconadamente.
Si usted quisiera asociarse con personas que viven en armonía con la Biblia porque aman la verdad, hasta el grado de aguantar persecución por ella, ¿por qué no visita un Salón del Reino de los Testigos de Jehová en su primera oportunidad? Vea usted mismo si el amor a la verdad se puede hallar allí.