La adoración de la “bestia salvaje”... por qué rehúsan los cristianos verdaderos
¿SE PUEDE usted imaginar a grandes cantidades de hombres y mujeres de toda raza y nacionalidad adorando una bestia salvaje de siete cabezas? Quizás eso parezca una pregunta rara. Sin embargo es una pregunta que se saca de la realidad, no del campo de la ficción. El aspecto más trágico de esto es que hay personas que recurren a brutalidades en un esfuerzo por obligar a otros a adorar la “bestia salvaje.”
El apóstol cristiano Juan vio en visión a esa “bestia salvaje” en el primer siglo E.C. Describiéndola, Juan escribió: “Vi una bestia salvaje que ascendía del mar, con diez cuernos y siete cabezas, y sobre sus cuernos diez diademas, pero sobre sus cabezas nombres blasfemos. Ahora bien, la bestia salvaje que vi era semejante a un leopardo, pero sus pies eran como los de oso, y su boca era como boca de león. Y el dragón le dio a la bestia su poder y su trono y grande autoridad.” (Rev. 13:1, 2) Tocante al alcance de esa autoridad, leemos: “Se le dio autoridad sobre toda tribu y pueblo y lengua y nación. Y todos los que moran en la tierra la adorarán.”—Rev. 13:7, 8.
No hay duda alguna en cuanto a la identidad del “dragón.” Antes, el apóstol Juan, refiriéndose al “gran dragón,” lo llamó “la serpiente original, el que es llamado Diablo y Satanás, que está extraviando a toda la tierra habitada.” (Rev. 12:9) Pero ¿qué es, exactamente, la “bestia salvaje” que obtiene su autoridad del Diablo?
SE IDENTIFICA A LA “BESTIA SALVAJE”
A través de los años doctos bíblicos se han interesado en esta cuestión. Uno de éstos, Charles John Ellicott, allá en el siglo diecinueve publicó ocho tomos de comentarios que abarcaron toda la Biblia. En una versión condensada de esta obra, Ellicott’s Bible Commentary, encontramos la siguiente explicación de la “bestia salvaje que ascendía del mar”:
“El mar representa a la gran masa inquieta del género humano. Los individuos, como olas grandes y pequeñas, constituyen esta gran masa semejante a océano de hombres, movidos a un lado y otro por impulso o pasión. . . . La bestia salvaje siempre es la figura de los reinos de este mundo... i.e., los reinos que se fundan en pasión o egoísmo. Son siete en número, ya que la bestia tiene siete cabezas. Después de eso leemos de siete montañas. A estas potencias mundiales se les llama montañas por su fuerza y estabilidad; cabezas de la bestia salvaje porque, aunque separadas, son inspiradas por el espíritu del dragón, el espíritu de completa enemistad al régimen del Rey Justo. En [Revelación] 17:10 leemos que cinco han caído, una estaba en posesión del poder, y la séptima todavía no había surgido. Así, la clave se pone en nuestras manos. La sexta cabeza es la Roma imperial.”
Este comentario se basa en indicios que la Biblia misma suministra. Las Escrituras dicen que el mar, o las aguas, representan a “pueblos y muchedumbres y naciones y lenguas.” (Rev. 17:15) También leemos: “Los inicuos son como el mar que está siendo agitado, cuando no puede calmarse, cuyas aguas siguen arrojando alga marina y fango.” (Isa. 57:20) En cuanto a la bestia que salió de ese “mar,” el libro bíblico de Daniel suministra información útil para hacer positiva la identificación. Allí encontramos una descripción de cuatro bestias... un león, un oso, un leopardo y una criatura que es de apariencia terrible. A estas cuatro se les identifica como reyes o reinos. El león representa a Babilonia; el oso a Medopersia, y el leopardo a Grecia. (Dan. 7:2-7, 17, 18) Para cuando el apóstol Juan escribió el libro de Revelación, las potencias mundiales de Babilonia, Medopersia y Grecia habían caído, así como también habían caído las grandes potencias de Egipto y Asiria antes de ellas. En armonía con ello, la “bestia salvaje” tiene que representar al gran sistema político que ha gobernado sobre la humanidad por medio de sus siete cabezas sucesivas, comenzando con la potencia mundial de Egipto.
Algo que sucedió durante la vida terrestre de Jesucristo demuestra que Satanás de veras ha sido el que ha estado detrás de las potencias gobernantes bestiales. La Biblia informa: “El Diablo lo llevó [a Jesús] consigo a una montaña excepcionalmente alta, y le mostró todos los reinos del mundo y su gloria, y le dijo: ‘Todas estas cosas te las daré si caes y me rindes un acto de adoración.’”(Mat. 4:8, 9) Porque controla “los reinos del mundo,” el adversario pudo ofrecérselos a Jesucristo. El Hijo de Dios no negó que el Diablo podría darle estos reinos. De hecho, Jesús dijo más tarde a sus discípulos: “Hay un juicio de este mundo; ahora el gobernante de este mundo será echado fuera.”—Juan 12:31.
El libro de Revelación revela que se ejercerían presiones en los habitantes de la Tierra con el objeto de hacerlos adoradores de la “bestia salvaje” controlada por el Diablo. Se nos informa que a toda persona se le pondría bajo compulsión... “a los pequeños y a los grandes, y a los ricos y a los pobres, y a los libres y a los esclavos, que se les dé a éstos una marca en su mano derecha o sobre su frente, y que nadie pueda comprar o vender salvo la persona que tenga la marca, el nombre de la bestia salvaje o el número de su nombre.”—Rev. 13:16, 17.
La “marca” de la bestia identificaría al que la tuviera como perteneciente a aquella “bestia salvaje,” como quien le estuviera dando todo su apoyo. El Ellicott’s Bible Commentary hace notar que la marca ‘seguramente significa la aquiescencia a los principios de esta potencia mundial tiránica.’
Ahora la cuestión es: ¿Podría un cristiano verdadero dar su consentimiento pleno a la “bestia salvaje”? No, si desea permanecer leal a Jehová Dios y al Señor Jesucristo. Revelación 13:8 declara que el ‘nombre de ninguno de los adoradores de la bestia salvaje está escrito en el rollo de la vida del Cordero.’
LOS CRISTIANOS PRIMITIVOS PERMANECIERON FIRMES
La conducta de los cristianos primitivos para con la sexta cabeza de la “bestia salvaje,” Roma, muestra que ellos creían firmemente esto. Por supuesto, aquellos cristianos no eran irrespetuosos para con las autoridades gobernantes. Reconocían que el Imperio Romano existía debido a permiso de Dios. Además, los que se hallaban en autoridad gobernante tenían algún grado de la conciencia dada por Dios y, por lo tanto, suministraban servicios provechosos para todos, incluso los cristianos. Entre tales servicios se hallaba el mantenimiento de un sistema legal, la construcción y el mantenimiento de caminos, protección contra criminales y chusmas ilegales, y cosas semejantes. Por lo tanto, con buena conciencia los cristianos pagaban impuestos y tributo. Nunca se levantaron en revuelta contra la autoridad seglar.—Compare con Romanos 13:1-7.
Hasta los que renunciaban al cristianismo, al verse ante la amenaza de muerte, reconocían que se les había enseñado a llevar vidas ejemplares. En una carta al emperador Trajano, Plinio escribió:
“Otros, mencionados por un delator, al principio confesaron que eran cristianos, y luego lo negaron, declarando que aunque habían sido cristianos, habían renunciado a esta profesión, algunos hacía tres años, otros más tiempo aún, y algunos hasta hacía veinte años. Todos éstos adoraron la imagen de usted y las estatuas de los dioses, y al mismo tiempo execraron a Cristo. Y éste fue el relato que me dieron de la naturaleza de la religión que habían profesado en otro tiempo, fuera que mereciera el nombre de delito o error; a saber, que estaban acostumbrados en un día fijo a reunirse . . . obligándose como con un juramento solemne a no cometer ninguna clase de iniquidad; a no ser culpables tampoco de hurto, robo ni adulterio; a nunca quebrantar una promesa, ni a retener un depósito cuando se les pidiera.”
Verdaderamente, el Imperio Romano no tenía nada que temer de aquellas personas observantes de la ley. Sin embargo, el simplemente profesar ser cristiano se castigaba entonces con la muerte. Contestando la carta de Plinio en cuanto a encargarse de casos que tenían que ver con los cristianos, el Emperador Trajano escribió:
“Los delatores no han de andar a la caza de estas personas; pero si se les acusa y halla culpables, que se les ejecute; sin embargo con esta restricción: que si algunas renuncian a la profesión del cristianismo, y suministran prueba de ello por medio de ofrecer súplica a nuestros dioses, sin importar lo sospechosa que haya sido su conducta en el pasado, se les perdone al arrepentirse.”
Sí, un solo ademán pequeño podía diferenciar entre continuar con vida y ser ejecutado. En muchos casos los cristianos pudieran haber salvado su vida con poner una pizca de incienso sobre un altar que estuviera ante la imagen del emperador gobernante. Sin embargo, los cristianos verdaderos no transigían. No se sometían a los deseos de la sexta cabeza de la “bestia salvaje.”
Para muchas personas de la actualidad la posición que adoptaban los cristianos verdaderos no tendría sentido. Leemos en el libro The Beginnings of the Christian Religion:
“El acto de la adoración del emperador consistía en rociar unos granos de incienso o unas gotas de vino sobre un altar que estaba ante una imagen del emperador. Quizás al estar tan alejados de la situación no vemos en el acto nada diferente de . . . alzar la mano en saludo a la bandera o al distinguido gobernante de algún estado, una expresión de cortesía, respeto y patriotismo. Es posible que muchas personas del primer siglo pensaran exactamente de esa manera en cuanto a ello, pero los cristianos no. Ellos consideraban todo aquel asunto como un asunto de adoración religiosa, reconocer al emperador como deidad y por lo tanto ser desleales a Dios y a Cristo, y rehusaban hacer aquello.”
Pero ¿por qué no mostraba respeto a la conciencia de los cristianos la sexta cabeza de la “bestia salvaje”? No tenía nada que temer de ellos. Ellos obedecían el mandato de su Señor: “Paguen de vuelta a César las cosas de César, pero a Dios las cosas de Dios.” (Mat. 22:21) Sin embargo, la sexta cabeza de la “bestia salvaje” no estaba satisfecha con recibir lo que legítimamente le pertenecía. Aquella sexta cabeza deseaba también lo que le pertenecía a Dios. El libro ya mencionado sigue diciendo:
“Porque [los cristianos] rehusaban, se les consideraba desleales en sentido político. El motivo por el cual se perseguía a los cristianos era precisamente que se les consideraba enemigos del Estado porque se negaban a participar en la adoración del emperador. Era tal adoración la que ayudaba a enlazar en unidad verdadera los extensamente divergentes elementos que componían el imperio romano.”
Note que, en resumidas cuentas, el punto en cuestión era lealtad política al Estado... una lealtad que ponía al Estado antes de Dios y hacía del Estado la autoridad suprema. La sexta cabeza de la “bestia salvaje” no objetaba a lo que profesaran en sentido religioso sus súbditos mientras veneraran a César. Pero se negaba a tolerar el que alguien diera devoción exclusiva al Creador del cielo y de la Tierra. Por consiguiente, aquella sexta cabeza se apoderaba de la posición de un dios y demandaba que se le reconociera así. Los cristianos verdaderos sencillamente no podían convenir con aquella presunción. Se consideraban responsables a una autoridad superior a la del Estado, a saber, a la de Dios y Cristo.
LA ADORACIÓN DE LA “BESTIA SALVAJE” HOY DÍA
En tiempos modernos, el cuerpo cristiano, conocido mundialmente como testigos de Jehová, ha sufrido de la “bestia salvaje” las mismas cosas que sufrieron los cristianos del primer siglo. Considere, por ejemplo, el país africano de Malawi. Allí se ha exigido que todos los ciudadanos se hagan miembros del único partido político que existe, el “Partido del Congreso de Malawi.” Una tarjeta para los miembros del partido que cuesta unos veinticinco centavos (moneda de EE. UU.) identifica al portador como persona ‘que consiente en los principios del partido político gobernante,’ y especialmente está en conformidad con el presidente vitalicio, Dr. H. Kamuzu Banda. ¿Cómo ha de considerar el pueblo de Malawi la compra de una “Tarjeta del Partido”? Una circular oficial expedida el 27 de agosto de 1975 dice: “Esta es la manera en que nosotros, el pueblo de este país, podemos mostrar aprecio a nuestro Líder Vitalicio, el Ngwazi [el Dr. Banda] por desarrollar este país de Malawi.” En armonía con ello, el negarse a comprar una “Tarjeta del Partido” se considera como falta de aprecio...un acto de deslealtad al presidente vitalicio, el Dr. Banda. El hecho de que la persona que rehúse comprar una “Tarjeta del Partido” sea un ciudadano observante de la ley que verdaderamente ame a sus compatriotas no se toma en consideración. A los ojos del gobierno de Malawi, el individuo es un criminal, que no merece ninguna protección legal.
Como resultado de esto, hombres y mujeres que, por causa de su conciencia, rehusaron comprar “Tarjetas del Partido” han sufrido terrible persecución. A muchos les han quemado sus casas y les han quitado sus bienes. Se les ha golpeado con severidad, con frecuencia hasta quedar inconscientes. Se han perpetrado contra ellos ultrajes sumamente alarmantes y desagradables, incluso violaciones sexuales. A algunos se les ha dado muerte. Millares han sido apiñados en campos de concentración. A las madres les han quitado sus infantes y más tarde algunos de éstos han muerto por falta de atención adecuada.
Probablemente haya muchas personas que digan que ciertamente sería mejor el simplemente comprar la “Tarjeta del Partido” y así evitarse dificultades. Los testigos cristianos de Jehová, por supuesto, no esperan que toda la gente entienda la posición que ellos adoptan, ni se interesan en imponer sus objeciones por conciencia a otros. A ese respecto, todo lo que desean es que se les permita llevar vidas de limpieza moral, poder demostrar, por palabras y por hechos, interés profundo en sus congéneres, y tener la libertad de dar devoción exclusiva a Dios.
Como testigos de Jehová evalúan su relación con Dios y con Cristo por encima de todo lo demás. Si fuesen a identificarse como en la posición de dar apoyo indisputable a un arreglo político, fuera cual fuera, estarían obrando de manera contraria a la enseñanza de la Biblia en el sentido de que todos los sistemas gubernamentales humanos existen por tolerancia de Dios hasta cuando él opte por reemplazarlos por su reino en las manos de Jesucristo. (Dan. 2:44; 7:13, 14) Los testigos de Jehová han prometido dar su homenaje incondicional de fidelidad exclusivamente a Dios y a Cristo. Todo acto por ellos que indicara otra cosa, por lo tanto, sería un acto de deslealtad. Tal acto sería quitar de Dios y de Cristo lo que a ellos les corresponde legítimamente y por eso sería adorar la “bestia salvaje.”
Además, las provisiones para la vida no provienen del estado político, sino de Dios. El apóstol cristiano Pablo dijo a los hombres de Listra: “En las generaciones pasadas [Dios] permitió a todas las naciones seguir adelante en sus caminos, aunque, verdaderamente, no se dejó a sí mismo sin testimonio por cuanto hizo bien, dándoles lluvias desde el cielo y épocas fructíferas, llenando sus corazones por completo de alimento y de alegría.”—Hech. 14:16, 17.
Por consiguiente, en todo caso en el cual se haga que el disfrutar de las provisiones de Dios dependa únicamente de expresiones prescritas de homenaje a la autoridad gubernamental (como, por ejemplo, el ser miembro obligado del partido político gobernante), el Estado, al representarse falsamente como la fuente de todas las cosas buenas, hace de sí mismo un dios. Los que apoyan la norma del Estado tocante a esto, ya sea voluntariamente o bajo compulsión, se hacen adoradores de la “bestia salvaje.” Consienten en el desprecio de la bestia salvaje al Dios verdadero y en todas las brutalidades que ésta comete contra los que le dan a Él devoción exclusiva.
Por lo tanto, la respuesta en cuanto a por qué los cristianos verdaderos no pueden adorar y no van a adorar a la “bestia salvaje” es sencilla. La bestia salvaje no tiene derecho a tal adoración. Sin importar lo insignificante que parezca el acto que se exija, el que el cristiano participara en tal adoración significaría ser desleal a Dios y Cristo. Los cristianos verdaderos, en cambio, mostrarán devoción inquebrantable al Dador de la vida y al reino de su Hijo.