Carta de agradecimiento
“Por cinco largos años mi esposa y mi hijo fueron testigos de Jehová, sin que yo consintiera totalmente en ello. Ahora me doy cuenta de que les causé gran penalidad y les impuse una carga por mis acciones y por no creer en Jehová. Solo Dios sabe lo que tuvieron que aguantar durante ese tiempo. Lo único que puedo esperar es que él sea un Dios muy, muy dispuesto a perdonar.
“Aunque yo era católico no práctico, y pecaba cada día de mi vida, todavía me creía mejor que los testigos de Jehová, a los cuales consideraba fanáticos. No me daba cuenta de que a Jesucristo también lo llamaron fanático en su día. El mismo nombre de Jehová me repugnaba.
“Sin embargo, después de muchísimas penalidades al mudarme de Missouri a California, sentí que en mi vida faltaba algo. Era como si estuviera perdido en medio de este mundo confuso, y no sabía cómo dar un nuevo comienzo a mi vida de manera positiva. Por consiguiente, empecé a orar al Dios Todopoderoso y a pedirle guía, dirección y una manera de eliminar el vacío que sentía dentro de mí. Inmediatamente alguien tocó a la puerta del apartamiento. Al contestar, descubrí que era una señora, una testigo de Jehová.
“Lo normal hubiera sido que yo me hubiera apartado y hubiera cerrado la puerta cortésmente, pero en esta ocasión, debido al hecho de que acababa de orar por guía, sentí un impulso diferente. Hablamos por unos 40 minutos, después de lo cual ella me invitó a asistir a las reuniones que se celebraban en el salón. Hasta tomó tiempo para dibujar un mapa con direcciones en cuanto a como llegar allí. Yo jamás había conocido a algún católico que dedicara tanto tiempo y mostrara que le importaban los intereses espirituales de su prójimo. El que esta persona se interesara tanto en mi salvación me afectó extrañamente.
“Así que ahora estoy asistiendo al Salón del Reino con mi esposa Cristina y con mi hijo Felipe. También estoy estudiando la Biblia con regularidad. Solo espero que no haya hallado a Jehová demasiado tarde para adquirir vida eterna.”