El tener éxito depende de la fidelidad a Dios
EL LIBRO de Segundo de Crónicas comienza con el reinado de Salomón, entonces describe los reinados de los reyes de Judá, con solamente referencias incidentales al reino de 10 tribus de Israel, y concluye con la destrucción de Jerusalén y el hecho de que ésta quedó desolada hasta que el rey Ciro emitió el decreto en el cual se autorizó la reedificación del templo de Jehová allí. Repetidamente el relato aclara que cuando los gobernantes, así como el pueblo, ponían su confianza en Jehová Dios, tenían éxito en sus empresas. Pero la infidelidad de ellos les hacía perder la bendición y protección divina.
Salomón, después de establecerse firmemente en el trono, fue junto con los comandantes, jefes principales, jueces y cabezas paternales de la nación al tabernáculo que se hallaba en Gabaón para ofrecer sacrificio. Así, el joven rey pidió la bendición de Jehová sobre su gobernación. Durante la noche, el Altísimo se reveló a Salomón y le dio la oportunidad de pedir lo que deseara. Humildemente, el rey pidió la sabiduría y conocimiento que necesitaba para juzgar a sus súbditos. Por haber hecho tan noble solicitud, a Salomón se le aseguró que, además de sabiduría, recibiría “riquezas y posesiones materiales y honra” mayores que las que habían tenido David y Saúl y, de hecho, mayores que las que tendrían gobernantes futuros. (2 Cró. 1:1-12) Esto ciertamente se cumplió, porque el relato nos dice: “El rey llegó a hacer la plata y el oro en Jerusalén como las piedras.”—1:15.
Uno de los mayores logros de la gobernación de Salomón fue la construcción del templo de Jehová sobre el monte Moría. La mayor parte de la información que hay en los capítulos dos hasta siete inclusive es acerca de las preparaciones que Salomón hizo para la edificación, la construcción del edificio y sus enseres y la inauguración del templo.
Nuevamente por medio de una visión nocturna, Salomón recibió la respuesta de Jehová a la oración que hizo en la inauguración del templo. Esta respuesta reveló que el éxito continuo de su gobernación dependía de que Israel se adhiriera fielmente a la ley divina. Por otra parte, la infidelidad de Israel significaría desastre nacional. Hasta el glorioso templo llegaría a ser simples montones de ruina.—7:11-22.
Los capítulos ocho y nueve completan el registro acerca del reinado de Salomón. Se nos informa que él edificó y reconstruyó ciudades, utilizó a los cananeos sobrevivientes en trabajo forzado e hizo arreglos para los servicios relacionados con el templo, y se nos habla de sus operaciones marítimas, la notable visita de la reina de Sabá, la riqueza de Salomón, su muerte y el hecho de que le sucedió como rey su hijo Roboam.
UN REINO DIVIDIDO
Roboam, prefiriendo la voz de aduladores jóvenes e inexpertos al consejo sólido de hombres de más edad, avisó a los representantes de la nación que impondría al pueblo un yugo más pesado que el que le había impuesto su padre. Puesto que el pueblo ya había experimentado suficiente opresión después que Salomón se hubo apartado de la ley de Jehová durante la parte posterior de su reinado, 10 tribus se rebelaron, y así se cumplió la palabra de Jehová por medio de Ahías.—10:1-19.
Roboam reunió un ejército y trató de poner de nuevo bajo su control a las tribus rebeldes. Pero, por orden de la palabra de Jehová por medio del profeta Semaya, abandonó este plan. Las tribus rebeldes formaron un reino independiente bajo Jeroboán, quien instituyó la adoración de becerros. Como resultado de esto, los levitas fieles que habitaban en ciudades bajo el dominio de Jeroboán partieron hacia Judá y Jerusalén.—11:1-17.
Debido a que Roboam, junto con sus súbditos, también se apartó de la ley divina, Jehová retiró su protección. Sisac (Sosenk I) invadió la región de Judá y fue capturando ciudad fortificada tras ciudad fortificada. Sin embargo, Roboam y los príncipes, al oír la declaración formal divina de que se les abandonaría en manos de Sisac debido a su infidelidad, se humillaron, y Jehová no permitió que el gobernante egipcio arruinara a Jerusalén. No obstante, los egipcios se llevaron los tesoros de la ciudad.—12:1-12.
LA AYUDA DE JEHOVÁ A ABÍAS Y ASA
Después de la muerte de Roboam, su hijo Abías empezó a reinar. Entonces estalló guerra entre Jeroboán y Abías. En cierta ocasión Jeroboán usó una emboscada y puso a los guerreros del reino de Judá en una posición extremadamente peligrosa. Pero, porque ellos clamaron a Jehová por ayuda, el Altísimo les otorgó la victoria.—12:16-13:20.
De manera similar, el sucesor de Abías, Asa, cuando se vio ante una fuerza militar de aproximadamente un millón de guerreros etíopes y libios bajo Zera, acudió a Jehová en busca de ayuda, Oró: “Oh Jehová, en cuanto a ayudar, contigo no importa si hay muchos o los de ningún poder. Ayúdanos, oh Jehová nuestro Dios, porque de veras nos apoyamos en ti, y en tu nombre hemos venido contra esta muchedumbre. Oh Jehová, tú eres nuestro Dios. No permitas que el hombre mortal retenga fuerza contra ti.” Jehová de nuevo dio el triunfo a su pueblo.—14:9-15; 16:8.
Procediendo de manera digna de encomio, Asa puso en práctica las palabras del profeta de Jehová, Oded, y tomó acción decisiva para destruir los lugares donde se adoraba a los ídolos. Sin embargo, a pesar de haber experimentado la ayuda divina, Asa posteriormente entró en una alianza con el rey sirio Benhadad para evitar que el rey Baasa, un rey israelita, peleara contra él. Cuando Hanani lo censuró por esta acción que manifestó falta de fe, Asa se ofendió. Puso a Hanani en la casa de los cepos y también empezó a oprimir a otros súbditos. Esto hizo que Jehová retuviera del rey su bendición. Herido con una dolencia semejante a la gota en los pies, Asa no acudió a Jehová por ayuda, sino que buscó la ayuda de sanadores.—15:1-16:13.
UN REGISTRO EXCELENTE MANCHADO POR UNA MALA ALIANZA
Josafat el hijo de Asa se distinguió como buen rey, y por lo tanto, tuvo la ayuda y protección de Jehová. Se esforzó por limpiar de idolatría el país, hizo arreglos para que al pueblo se le enseñara la ley de Jehová y mejoró el sistema judicial. Porque confió en Jehová, tuvo una magnífica salvación cuando las fuerzas enemigas combinadas de Amón, Moab y monte Seir se destruyeron unas a otras. Sin embargo, imprudentemente Josafat formó una alianza de matrimonio con el rey israelita idólatra Acab. Atalía, la hija de Acab y su reina Jezabel, una adoradora de Baal, llegó a ser la esposa de Joram, el hijo de Josafat. Debido a estas cosas Josafat se vio envuelto en una desastrosa empresa militar arriesgada con el rey Acab. Al regresar a Jerusalén, Josafat recibió como saludo esta censura: “¿Es a los inicuos que se ha de dar ayuda, y es para los que odian a Jehová que debes tener amor?” Sin embargo, más tarde Josafat falló de nuevo a este respecto cuando se hizo socio del sucesor de Acab, el rey Ocozías, en una empresa de construir barcos. En cumplimiento de una profecía, los barcos fueron destrozados.—17:1-20:37.
Bajo la influencia de su esposa Atalía, el siguiente rey de Judá, Joram, siguió el mal proceder de la casa de Acab. Para fortalecer su posición de rey, asesinó a todos sus hermanos y a algunos príncipes. Su gobernación, que no tuvo la bendición de Jehová, resultó en fracaso. Lo plagaron rebeliones de los edomitas y de la ciudad de Libna. En los dos años finales de su vida lo hirió un mal de los intestinos.—21:1-20.
Al subir al trono Ocozías, el hijo más joven de Joram, la mala gobernación continuó, porque él también estuvo bajo la influencia de Atalía. Mientras visitaba al rey israelita Joram, que había sido herido, Ocozías se halló en el camino de la acción punitiva que Jehú estaba tomando contra la casa de Acab y fue muerto. Cuando eso sucedió, Atalía, después de asesinar a la prole real, usurpó el trono. Sin embargo, la esposa del sacerdote Joiada había escondido a Joás el hijo de Ocozías. Más tarde, Joiada hizo que Joás fuera proclamado rey y ordenó la ejecución de Atalía.
Con la guía de Joiada, Joás gobernó bien e hizo arreglos para que el templo fuera renovado. Pero Joás se apartó de la adoración verdadera después de la muerte de Joiada, y hasta ordenó que Zacarías, hijo de Joiada, fuera muerto a pedradas porque éste lo censuró debido a su falta de fe. Jehová entonces permitió que los sirios administraran una derrota humillante al reino de Judá. Joás enfermó y finalmente fue asesinado por sus propios siervos.—22:1-24:27.
DESDE LA GOBERNACIÓN DE AMASÍAS HASTA LA DESOLACIÓN DE JUDÁ
Amasías el hijo de Joás empezó bien, pero después se hizo infiel. Tras de muchos años de coexistencia pacífica, los dos reinos israelitas se envolvieron en guerra, y las fuerzas de Amasías fueron derrotadas. Se formó una conspiración contra Amasías desde el tiempo en que dejó de seguir la ley de Dios. Obligado a huir a Laquis, murió allí a manos de unos conspiradores.—25:1-28.
Uzías, el siguiente rey de Judá, gobernó bien y fue favorecido con muchas victorias sobre los enemigos del reino de Judá. Pero posteriormente desplegó arrogancia y se tomó la libertad de invadir el templo y ofrecer incienso como si fuera sacerdote. Por esta acción presuntuosa fue herido de lepra. Su hijo Jotán empezó a gobernar entonces. Puesto que Jotán siguió la ley de Jehová, prosperó, y ganó la victoria sobre los amonitas.—26:1-27:9.
Sin embargo, Acaz el sucesor de Jotán llegó a ser un idólatra notorio, y hasta llegó al punto de dar muerte en sacrificio a su(s) propio(s) hijo(s). Como resultado de esto, Jehová retuvo su bendición de Acaz y sus súbditos idólatras. El reino de Judá experimentó invasiones de los edomitas, los filisteos, los israelitas y los sirios. Acaz, temiendo perder su posición de rey, solicitó ayuda militar a los asirios. Pero esta acción imprudente no trajo alivio, sino solamente opresión por extranjeros.—28:1-27.
Ezequías, el hijo de Acaz, hizo esfuerzos resueltos por remover de su dominio la idolatría y se rebeló contra los asirios. Aunque el rey asirio Senaquerib invadió la tierra de Judá, no pudo apoderarse de Jerusalén. Ezequías fue recompensado por poner su confianza en Jehová, porque en una sola noche un ángel destruyó la flor y nata de la fuerza militar asiria.—29:1-32:22.
Manasés, el hijo de Ezequías, hizo revivir la idolatría y se hizo culpable de vergonzosa opresión. Sin embargo, cuando fue llevado cautivo a Babilonia, volvió a sus cabales y se arrepintió. Jehová Dios tuvo misericordia de él, y esto abrió el camino para que Manasés regresara a Jerusalén. El rey entonces instituyó reformas religiosas, pero el pueblo había llegado a estar demasiado envuelto con la idolatría para que los esfuerzos de Manasés pudieran efectuar un cambio verdadero. Hasta su propio hijo, Amón, al ascender al trono, volvió a la idolatría. Pereció a manos de unos conspiradores.—33:1-25.
El último buen rey de Judá, Josías, inició una campaña arrolladora contra la idolatría. Pero era demasiado tarde para que el pueblo pudiera arrepentirse sinceramente. Además, Judá tenía mucha culpa por derramamiento de sangre. (2 Rey. 24:3, 4) Lamentablemente, Josías mismo murió en un intento por rechazar a las fuerzas egipcias en Megido cuando los egipcios iban a pelear con los caldeos en Carquemis. Los últimos cuatro reyes... Joacaz, Joaquim, Joaquín y Sedequías, resultaron malos gobernantes. Jehová abandonó totalmente el reino de Judá y permitió que los babilonios bajo el rey Nabucodonosor redujeran a ruinas a Jerusalén y su magnífico templo. Muchos de los sobrevivientes fueron llevados al exilio. Finalmente, en cumplimiento de la palabra de Jehová por medio de su profeta Jeremías, Ciro emitió un decreto que abrió el camino para que los desterrados regresaran a su desolado país de origen.—2 Cró. 34:1-36:23.
¡Cuán vigorosamente demuestra este registro histórico el hecho de que, aparte de por desplegar fidelidad a Jehová Dios, no puede haber verdadero éxito! Como dijo el profeta Hanani al rebelde rey Asa, los actos insensatos que muestran falta de fe en Dios conducen solo al desastre, mientras que, “en cuanto a Jehová, sus ojos están discurriendo por toda la tierra para mostrar su fuerza a favor de aquellos cuyo corazón es completo para con él.”—2 Cró. 16:9.