Se priva a los católicos de la esperanza del reino de mil años
¡CIELO o infierno! ¡Qué alternativa! No obstante, éstas son las dos perspectivas que se colocan ante millones de católicos, protestantes, judíos y musulmanes. Para los católicos, también hay el purgatorio en camino al cielo. Pero hasta este temor y esta esperanza son tan vagos que muchos creyentes sinceros dudan que sean válidos.
No es sorprendente que Jacques Duquesne, escritor sobre asuntos religiosos, pudiera registrar las siguientes conversaciones que tuvo con dos católicos practicantes: (Con un hombre) “¿Cree usted en el infierno? —¡De ninguna manera, no señor! . . . —¿Y en el cielo? —No veo más razón para creer en él que en el infierno.” (Con una mujer) “Según opina usted, ¿qué nos sucede al morir? —¿Al morir? Pues, hace años que he dejado de creer que suceda algo. —¿Qué quiere decir con eso? —Que no hay nada que sobreviva. Claro, todo el mundo puede ver que el cuerpo está muerto. Pues, lo mismo sucede con el alma. No sé. Realmente no sé . . . —Pero, ¿usted sigue creyendo firmemente en Dios? —Sí, definitivamente. —¿Qué la impulsa a creer? —Quiero tener esperanza.”—Dios para el hombre de hoy (francés).
Está claro que la Iglesia Católica no ha dado a sus miembros una esperanza que engendre una creencia firme. De hecho, las dudas y hasta la incredulidad son algunos de los malos frutos que ahora están segando todas las religiones tradicionales de la cristiandad. En muchos países predominantemente católicos la vaga y nebulosa esperanza de la “gloria celestial” ha resultado insuficiente para impedir que millones de personas pierdan la fe y se vuelvan al comunismo para satisfacer su deseo natural y legítimo de tener una buena vida en la Tierra. A cambio de la esperanza incierta de “felicidad eterna” en el cielo, parece que muchas personas están dispuestas a contentarse con “setenta años” de vida feliz en la Tierra. Y hasta esa esperanza está resultando ilusoria.
DESPRECIO AL “MILENARISMO”
Muchos hoy han llegado a ser “cristianos” tibios, que se interesan más en la vida de ahora en la Tierra que en el cumplimiento de la esperanza cristiana. Una razón por la cual sucede esto es que las iglesias de la cristiandad han tergiversado esa esperanza. Hablan con desprecio de los cristianos sinceros que fijan su esperanza en el milenio o reinado de 1.000 años de Cristo. Por ejemplo, el muy altamente respetado y voluminoso diccionario francés Dictionnaire de Théologie Catholique define el “milenarismo” como sigue: “Creencia falsa que profesaron los que estuvieron esperando un reinado temporal del Mesías, cuya duración algunos de ellos consideraban que sería de mil años. . . . Desde el quinto siglo, ya no se ha hablado del milenarismo, o lo han hecho muy rara vez unas cuantas sectas chifladas.”
No obstante, aunque habla desdeñosamente de los que creen en el reinado de 1.000 años del Mesías, esta autorizada obra católica confiesa que sí se habló del milenarismo antes del siglo quinto. En otras palabras, se perdió de vista la esperanza del milenio durante el siglo quinto. ¿Por qué? ¿Confirma la historia lo que la Biblia misma revela, a saber, que los cristianos primitivos creían en el reinado de 1.000 años de Cristo? Si así es, ¿cómo se privó a millones de católicos y protestantes de la esperanza del milenio? En respuesta a estas preguntas, veamos lo que revelan obras de consulta y libros de historia dignos de confianza.
EL TESTIMONIO DE LOS “PADRES DE LA IGLESIA”
Obras de consulta católicas reconocen que muchos de los primeros “padres de la iglesia” creían en el reinado de 1.000 años de Cristo, o milenio, y enseñaban acerca de éste. The Catholic Encyclopedia declara: “Posteriormente entre los católicos, el obispo Papías de Hierápolis, discípulo de San Juan [el apóstol], se presento como defensor del ‘milenarismo.’ Afirmó haber recibido su doctrina de contemporáneos de los Apóstoles, y según la narración de Ireneo otros ‘Presbíteros’ [ancianos], que habían visto y oído al discípulo Juan, aprendieron de él la creencia en el milenarismo como parte de la doctrina del Señor. . . .
“La mayoría de los comentadores han hallado ideas milenaristas en la Epístola de San Bernabé [a principios del siglo segundo] . . . Bajo la influencia de los compañeros de San Policarpo, San Ireneo de Lyon, originario de Asia Menor, adoptó las ideas milenaristas, las cuales consideró y defendió en la obra que escribió en contra de los gnósticos . . . En su diálogo con Trifón (cap. 80-81), San Justino de Roma, el mártir, utiliza la doctrina de un milenio en oposición a los judíos . . . Un testigo que favoreció el seguir creyendo en el milenarismo en la provincia de Asia fue San Melito, obispo de Sardes durante el siglo segundo. . . .
“. . . Tertuliano, protagonista del montanismo, expone la doctrina . . . según la cual al final del tiempo el gran reino de la promesa, la nueva Jerusalén, se establecería y duraría por espacio de mil años. Todos estos autores milenaristas se apoyan en varios pasajes de los libros proféticos del Antiguo Testamento, en unos cuantos pasajes de las epístolas de San Pablo y en el Apocalipsis [Revelación] de San Juan.”—Bastardillas nuestras.
¿QUIÉNES SON REALMENTE “APOSTÓLICOS”?
Uno de los principales argumentos que presenta la Iglesia Católica Romana para apoyar su superioridad con relación a las iglesias protestantes, y también con relación a los testigos de Jehová, es la afirmación de que ella es la única guardiana de la tradición cristiana tal como ésta se ha transmitido desde el tiempo de los apóstoles. La publicación A Catholic Dictionary dice lo siguiente: “La Iglesia Romana es apostólica, porque su doctrina se compone de la fe que fue revelada una vez a los Apóstoles, la cual fe ella guarda y explica, sin añadirle ni quitarle nada.”—Bastardillas nuestras.
Sin embargo, la Iglesia Católica misma reconoce que los hombres que según The Catholic Encyclopedia enseñaron acerca de la esperanza del milenio están entre los primeros “padres de la Iglesia.” En cuanto a dos de ellos (Policarpo y Papías), se dice que habían visto y oído al apóstol Juan y habían conocido a discípulos que conocían a Cristo mismo y a otros apóstoles. Todos los demás a quienes se cita son “padres” o “doctores” del siglo segundo o de principios del tercero, y todos creían en el reinado de 1.000 años de Cristo.
El muy autoritativo Dictionnaire de Théologie Catholique hasta dice que los contemporáneos de Papías, que eran más “inteligentes” y “astutos” que él, “creían como él en el reinado de mil años y consideraban que esta creencia era uno de los dogmas esenciales de la fe cristiana.” Esta misma obra de consulta católica dice acerca de Justino el Mártir que aunque él sabía que algunos de sus contemporáneos no tenían el mismo parecer que él sobre el milenio, con relación a este asunto él se consideraba el “guardián de la doctrina a mayor grado ortodoxa.” Con referencia a Ireneo, el diccionario declara: “Para él, el milenarismo es parte de las enseñanzas tradicionales. . . . Parece que San Ireneo creía que no se podía dar una explicación correcta de las Escrituras sin el milenarismo.”—Tomo X, columnas 1761, 1762 (Bastardillas nuestras).
Entonces, ¿quiénes están más apegados a la verdadera enseñanza y tradición apostólica? ¿la Iglesia Católica Romana, que despectivamente llama ‘secta chiflada’ a los que todavía creen en el reinado de 1.000 años de Cristo, o los testigos de Jehová, que abrigan la esperanza del milenio? ¿Cómo fue eliminada del dogma católico esta esperanza?
LA APOSTASÍA TERGIVERSA LA ESPERANZA CRISTIANA
En el artículo anterior hemos visto que, como resultado de la apostasía que ocurrió en los siglos inmediatamente precedentes a la era común, los judíos reemplazaron su esperanza de la resurrección con la creencia pagana de la inmortalidad inherente del alma y transformaron en esperanza política la esperanza mesiánica que originalmente habían tenido. De manera similar, la apostasía que se predijo que ocurriría entre los cristianos (Hech. 20:29, 30; 2 Tes. 2:3; 1 Juan 2:18, 19) tuvo como resultado la tergiversación de la esperanza del milenio.
El erudito judío Hugh J. Schonfield declara: “Los cristianos no se desviaron de la esperanza del reino terrestre de Dios sino hasta el siglo segundo.” “A pesar de que se les rogó que mostraran constancia, lealtad y perseverancia, muchos otros cristianos se desilusionaron y abandonaron la Iglesia o siguieron a los maestros cuyas interpretaciones de la naturaleza del cristianismo estaban menos orientadas hacia la Tierra.”
Con relación a esta tendencia a ‘desviarse’ de la esperanza de un paraíso restaurado sobre la Tierra mediante el reino o gobierno mesiánico, The New International Dictionary of New Testament Theology declara (Tomo 2, bajo “Paradise”): “Más adelante en el transcurso de la historia eclesiástica llegaron a incorporarse en el concepto del paraíso muchos temas, cuadros e ideas que no provenían de la Biblia. . . . Las especulaciones de la iglesia con relación al paraíso y los conceptos de la religiosidad popular están ligados también al hecho de que la doctrina de la inmortalidad del alma llegó a reemplazar a la escatología del NT [Nuevo Testamento] y su esperanza de la resurrección de los muertos y de una nueva creación (Rev. 21 s.), de modo que el alma es sometida a juicio después de la muerte y alcanza el paraíso ahora considerado como parte del otro mundo.”—Bastardillas nuestras.
Así, a medida que fue infiltrándose la doctrina griega de la inmortalidad del alma los cristianos apóstatas transfirieron el paraíso de la Tierra al cielo y abandonaron la esperanza milenaria que originalmente habían tenido. The Encyclopœdia Britannica (1977) confirma esto, pues admite: “La influencia del pensamiento griego en la teología cristiana socavó el punto de vista milenarista del mundo.”
EL NEOPLATONISMO REEMPLAZA A LA ESPERANZA DEL MILENIO
La esperanza del milenio fue, por lo tanto, víctima de la apostasía. Sus enemigos recurrieron a cuanto pudieron para combatirla. Al enumerar los adversarios del milenarismo, el Dictionnaire de Théologie Catholique dice en cuanto al sacerdote romano Cayo (quien vivió a fines del siglo segundo y a principios del tercero) que “para vencer al milenarismo él negó rotundamente la autenticidad del Apocalipsis [Revelación] y del Evangelio de San Juan.” Esta misma autoritativa fuente de consulta católica también revela que “San” Dionisio, obispo de Alejandría en el siglo tercero, escribió un tratado en contra del milenarismo y “a fin de que los adeptos de esta opinión no pudieran apoyarse en el Apocalipsis de San Juan como base para su creencia, no vaciló en negar la autenticidad de este libro.”
Además, este diccionario católico de 15 tomos nos informa que en el siglo tercero Orígenes, “padre de la Iglesia,” condenó a los que creían en las bendiciones terrestres del milenio porque “interpretaban las Escrituras a la manera de los judíos.” ¿Qué otra razón tenía Orígenes para oponerse al milenarismo? The Catholic Encyclopedia nos informa: “Ya que el neoplatonismo era la base de sus doctrinas . . ., él [Orígenes] no podía hacerse partidario de los milenaristas.” Creyendo, como Platón, en la inmortalidad inherente del alma, Orígenes se vio obligado a transferir las bendiciones terrestres del reinado mesiánico de 1.000 años a la esfera espiritual.
AGUSTÍN DECIDE QUE “NO HABRÁ MILENIO”
Pero indudablemente el hombre que dio el golpe de gracia a la esperanza del milenio entre los católicos y aun entre los protestantes fue “San” Agustín, a quien The Encyclopœdia Britannica describe como “el más grande pensador de la antigüedad cristiana” y “el crisol en el cual la religión del Nuevo Testamento se fundió por completo con la tradición platónica de la filosofía griega.” Agustín atacó enérgicamente la esperanza original de que el paraíso hubiera de ser restaurado a la Tierra durante el reinado de 1.000 años de Cristo. The Catholic Encyclopedia dice: “San Agustín finalmente adoptó la convicción de que no habrá milenio. . . . el gran Doctor . . . nos da una explicación alegórica del capítulo 20 de Apocalipsis. Según nos dice él, la primera resurrección que se menciona en este capítulo se refiere al renacimiento espiritual en el bautismo; el sábado de mil años que viene después de los seis mil años de la historia es toda la vida eterna . . . Sucesivamente los teólogos de Occidente abrazaron esta explicación del ilustre Doctor, y el milenarismo tal como había existido anteriormente ya no recibió apoyo.”
Así se ha privado, no solo a los católicos, sino también a los protestantes, de la esperanza bíblica del milenio que se abrigaba al principio. La Macropaedia de la Britannica de 1977 revela: “El milenarismo alegórico de Agustín se convirtió en la doctrina oficial de la iglesia, y el apocalipticismo [la expectativa de la destrucción final del mal y el triunfo del bien] desapareció de vista. . . . Los reformadores protestantes que siguieron las tradiciones luteranas, calvinistas y anglicanas no fueron apocalipticistas, sino que se adhirieron firmemente a las ideas de Agustín.”
Teólogos católicos y protestantes aplican erróneamente a toda persona justa la esperanza celestial que la Biblia ofrece a un número limitado de cristianos a quienes se llama para que reinen con Cristo como reyes, sacerdotes y jueces. (Rev. 20:4-6; Luc. 22:28-30) Estos teólogos ofrecen a sus “fieles” una esperanza vaga de “felicidad eterna” en el cielo. El propósito de Dios de que su voluntad “sea hecha . . . como en el cielo, así también en la tierra” no tiene lugar alguno en las expectativas de ellos. (Mat. 6:10, Versión Valera) No obstante, la Biblia ofrece la maravillosa esperanza de vida eterna, no solo en el cielo para unos cuantos escogidos, sino también en la Tierra para un sinnúmero de otras personas. Esta esperanza de dos aspectos, estrechamente relacionada con el reinado de 1.000 años de Cristo, o milenio, se considera en mayor detalle en los dos artículos siguientes.
“Y vi tronos, y hubo quienes se sentaron sobre ellos, y se les dio poder para juzgar. . . . Y llegaron a vivir y gobernaron como reyes con el Cristo por mil años.”—Rev. 20:4.
[Ilustración en la página 10]
Tertuliano creía que el reino prometido sería establecido y duraría 1.000 años
[Ilustración en la página 11]
Orígenes creyó, como Platón, en el alma inmortal, y negó que hubiera de haber un reino de 1.000 años sobre la Tierra
[Ilustración en la página 12]
Agustín combinó la filosofía griega con las enseñanzas bíblicas y sostuvo que no habrá milenio