Calamidades y desastres... Amós suministra entendimiento
MIENTRAS los obreros removían los cadáveres de personas que habían muerto en una iglesia de Balvano, Italia, que fue demolida por un terremoto, el sacerdote Salvatore Pagliocchi se lamentaba: “¿Cómo puedo explicar a esta gente que Dios decidió llevarse a sus amados durante una misa?”—El Daily Post de Liverpool, 25 de noviembre de 1980.
¿Se ha dado usted cuenta de que con frecuencia la gente piensa que Dios es responsable de las calamidades y desastres de hoy día? Pero la Biblia revela que hoy día el Dios de amor no está causando deliberadamente las muchas inundaciones, los incendios forestales, los terremotos y otras calamidades semejantes. (1 Juan 4:8) Estas cosas suelen ser efectos imprevistos causados por fuerzas naturales de la Tierra. Pero el hombre tiene que aceptar parte de la responsabilidad, ya que construye pueblos en llanuras que se inundan o en laderas de montañas ubicadas en áreas propensas a terremotos.
Sin embargo, en la Biblia se predijo que para nuestra época acontecerían calamidades, incluso terremotos que ocasionarían muchas muertes. Aunque Dios mismo no está causando estas cosas, previó la llegada de éstas. El librito bíblico de Amós nos ayuda a ver que Dios puede prever los desastres venideros, y nos ofrece advertencias oportunas que debemos considerar.
Amós era un hebreo que vivía en Tecoa, un pueblo pequeño a unos 16 kilómetros al sur de Jerusalén. Tal vez haya parecido el hombre menos apropiado para ser profeta y para pronunciar un mensaje de juicio. ¿Por qué?
Algunos hombres podían alegar que sus padres habían sido profetas o que se habían asociado con una sociedad conocida como “los hijos de los profetas.” (2 Rey. 2:3; 4:1) Pero no Amós. Cuando un sacerdote influyente del reino norteño lo desafió, Amós contestó así:
“Yo no era profeta, ni era hijo de profeta; sino que era guarda de ganado y arrancador de higos de sicómoros. Y Jehová procedió a tomarme de seguir tras el rebaño, y Jehová pasó a decirme: ‘Ve, profetiza a mi pueblo Israel.’”—Amós 7:14, 15.
Así que Amós no era un propietario acaudalado de rebaños o campos. Era simplemente un trabajador que cuidaba ovejas en las dehesas de Judea y que por temporadas trabajaba punzando higos de calidad inferior para endulzarlos. Sin embargo, aunque el ambiente previo de Amós no era impresionante, su mensaje, pronunciado bajo la guía del espíritu de Dios, ciertamente lo era.
Él profetizó en algún tiempo entre los años 829 y 803 a. de la E.C., durante el período en que Jeroboán II gobernaba el reino norteño de Israel y Uzías era rey de Judá al sur. Amós dijo que la visión tuvo lugar “dos años antes del terremoto.” (Amós 1:1) El historiador Josefo dice que hubo un terremoto cuando, impíamente, Uzías intentó ofrecer incienso en el Santo del templo de Jehová. Pero parece que el terremoto al que Amós alude ocurrió algún tiempo antes durante el reinado de Uzías, y fue tan severo que Zacarías también lo menciona.—2 Cró. 26:16-27:1; Zac. 14:5.
Amós llegó a ser profeta en un tiempo en que todo parecía hallarse estable y marchando bien. En el sur, Uzías había obtenido victorias militares con el apoyo de Jehová. También, parecía que había seguridad para el reino norteño. Jeroboán había restaurado las fronteras de Israel hasta la extensión territorial anterior, y la maquinaria de guerra de los asirios, que había afectado a Siria, todavía no parecía presentarle amenaza a Israel.—2 Rey. 14:23-28.
LA CORRUPCIÓN SE ATRAE CALAMIDAD
No obstante, no todo era tan agradable y prometedor como parecía. Israel estaba por experimentar calamidad, particularmente a manos de los asirios. Jehová Dios escogió a Amós y lo envió de un lugar desértico de Judea al reino norteño de Israel, para que proclamara allí un mensaje de juicio.
Al leer el breve libro de Amós uno se puede dar cuenta de algunas de las condiciones de Israel que hicieron que Jehová enviara a Amós. La situación existente se podría resumir de esta manera: Prosperidad y disolución.
La prosperidad externa de muchos israelitas, caracterizada por una vida despreocupada, los ponía en camino al juicio. Los ricos vivían en un derroche de lujos. Tenían casas de verano y casas de invierno, algunas construidas de piedra labrada de gran valor. Los descubrimientos arqueológicos han confirmado el informe de Amós en el sentido de que los ricos adornaban sus lechos con incrustaciones o decoraciones de marfil. Bebían vino selecto, no en tazas, sino en tazones, y con indulgencia se saciaban de los mejores aceites y alimentos.—Amós 3:12, 15; 5:11; 6:4, 6.
¿Cómo habían obtenido y mantenido su riqueza estos israelitas acaudalados? Mediante injusticia, opresión y prácticas malas. Defraudaban egoístamente a los pobres vendiéndoles una medida pequeña de grano (para colmo, grano de calidad inferior o de desecho) y usaban balanzas engañosas. No vacilaban en vender como esclavos a los pobres por deudas pequeñas, y no devolvían a los pobres las vestiduras que ellos, los ricos, les habían tomado en prenda y que los pobres tanto necesitaban.—Amós 2:6, 8; 8:4-6.
Tal corrupción era simplemente parte del desacato de ellos al camino de Dios. Había mucho más. En menosprecio y falta de respeto a Jehová, tanto padre como hijo tenían relaciones sexuales con la misma mujer. El que los nazareos se abstuvieran de beber vino tenía que haber sido una censura al modo de vivir sensual y lujoso de los ricos; así que éstos procuraban hacer que los nazareos violaran su integridad. Por eso, el Dios puro odiaba la hipocresía que había en el diezmar, los sacrificios y las asambleas solemnes de los ricos.—Amós 2:7, 11, 12; 4:4, 5; 5:21.
Como respuesta a la decadencia moral y religiosa de Israel, Dios envió a Amós con un mensaje de calamidad inminente. Pero Amós también tuvo palabras de consuelo y esperanza.
EL MENSAJE CALAMITOSO DE AMÓS
El libro empieza con juicios contra las naciones circundantes. Damasco (Siria), Gaza (Filistea), Tiro, Edom, Amón y Moab han maltratado al pueblo de Dios, utilizando métodos que en algunas ocasiones violaban la conciencia humana normal. La vista por anticipado del juicio venidero incluye a Judá. ¿Con qué fin? Si todas estas naciones circundantes se enfrentan a juicio, ¿cómo puede esperar escapar Israel, cuya culpa es agravada por el hecho de que pasa por alto los actos de Jehová en muestra de afecto o cariño a ella?—Amós 1:1-2:16.
Cada efecto tiene su causa, y Jehová es la causa del profetizar de Amós; Amós se atemorizaría de no profetizar. (Amós 3:1-8) Aunque Amós no menciona a Asiria, asegura a los israelitas que un adversario vendrá en contra de su nación amadora de placeres. (Amós 3:9-15) Israel no hizo caso de las censuras anteriores. Así que Amós advierte: “Prepárate para encontrarte con tu Dios.” Sí, ellos tenían que contraponerse a sus errores y cambiar. Si no lo hacían, el Creador les enviaría calamidad.—Amós 4:1-13.
Pero los israelitas no quieren prestar atención a las súplicas bondadosas de Amós de que “busquen a Jehová, y sigan viviendo.” No están dispuestos a ‘odiar lo que es malo, y amar lo que es bueno.’ Así que el espantoso “día de Jehová” es seguro. Por medio de Amós, Dios predice que irán al exilio. Esto se hizo realidad; más tarde los asirios invadieron el país y se llevaron cautivos a los israelitas. (2 Rey. 17:1-6) Israel pasó por alto la censura de Amós y por eso tuvo que experimentar la destrucción cabal que él predijo.—Amós 5:1-6:14.
Utilizando una serie de declaraciones descriptivas, Amós muestra que el fin de Israel está cerca. La desolación pudiera parecerse a la destrucción que produce un enjambre de langostas, o a la que es causada por un incendio que consume hasta el agua. Amós intercede en aquellas dos ocasiones. Pero la siguiente visión es definitiva. Al igual que un constructor utiliza una plomada para determinar si la pared está derecha, del mismo modo Dios determina que Israel ya no es recto, sino que merece desolación. Amasías, sacerdote de la adoración de becerros, acusa a Amós de traición y le ordena volver a Judá. Pero Amós se mantiene firme, hasta predice juicio contra Amasías y su familia.—Amós 7:1-17.
Al final de la temporada se recogen los frutos; de manera similar, el fin de Israel está cerca. Jehová jura por sí mismo que le pedirá cuentas. Cuando llegue el tiempo para la ejecución de ese juicio, los israelitas buscarán algún mensaje del Dios celestial, pero será muy tarde. Ninguno escapará mediante esconderse, ni siquiera en las cuevas del monte Carmelo.—Amós 8:1-9:7.
Dios sacudirá la tierra como si Israel no fuera una nación dedicada a él. ¡Pero no se ha perdido la esperanza! Aunque los pecadores que dicen: “La calamidad no se acercará” han de llegar a su fin, sin embargo algunos de la descendencia de Jacob han de ser protegidos de la destrucción. Y en efecto, se les protegió. En 537 a. de la E.C. regresaron del cautiverio personas de Israel y de Judá.—Amós 9:8-10, 13-15.
Para mayor consuelo, Amós profetiza que se reconstruirá la “cabaña de David.” En 49 E.C., el discípulo Santiago citó esta parte de la profecía de Amós. Para aquel tiempo ya había un rey en perspectiva ungido que venía de la línea de David, Jesucristo. El recogimiento de los discípulos cristianos, tanto judíos como gentiles, para que llegaran a ser gobernantes asociados con Jesucristo fue un maravilloso cumplimiento de las palabras que se encuentran en Amós 9:11, 12.—Hech. 15:13-18.
CALAMIDADES EN NUESTRO TIEMPO
Del mismo modo que Amós pudo predecir lo que le sucedería a Israel, Jesús también pudo predecir desenvolvimientos internacionales de nuestro tiempo. Aunque ni el Dios amoroso ni su Hijo provocan tales calamidades, las guerras, las escaseces de alimento y los terremotos que han ocurrido desde la I Guerra Mundial son cumplimiento de la profecía de Jesús acerca de la “conclusión del sistema de cosas.” (Mat. 24:3-12) De hecho, después del desastre que ocurrió cerca de Nápoles, Italia, en noviembre de 1980, Robert I. Tilling, jefe de la Oficina de Agrimensura, Geoquímica y Geofísica de los EE. UU., dijo: “Se ha sugerido que por todo el mundo van en aumento tanto los volcanes como los terremotos.”
Ciertamente hay buena razón para prestar atención a la advertencia de Jesús de que nos mantengamos alerta y no estemos ocupados en un vivir lujoso, como lo estuvieron los israelitas del día de Amós. La evidencia prueba que el “fin” del inicuo sistema de cosas actual se aproxima. Por eso, ‘manténgase alerta.’—Mat. 24:14, 36-44; Amós 5:14.