La primera mentira... ¿quién la dijo?
EN UNA ciudad al sur de África, dos hombres cruzaron una intersección en automóvil. Las luces de los semáforos estaban verdes, pero un oficial de tráfico los detuvo y les preguntó: “¿Por qué cruzaron mientras las luces estaban rojas?” Ambos hombres negaron haberlo hecho. Pero el oficial dijo: “¿Están diciendo ustedes que no puedo ver?” Y comenzó a escribir la multa. El conductor contestó tranquilamente: “Hay Alguien allá arriba que sabe lo que usted está haciendo.” El oficial vaciló ... y se marchó.
Sí, el policía había dicho una mentira. ¿Es eso sorprendente? Difícilmente. El mentir está arraigado profundamente en la sociedad humana. Como se ha dicho a menudo: “Repita una mentira bastantes veces y la gente la creerá.” Muchos políticos parecen estar de acuerdo con eso, y, en la mente de muchas personas, la política está estrechamente relacionada con el mentir.
La gente dice mentiras por toda clase de razones. Un cristiano sincero que había estado sin trabajo por algún tiempo solicitó empleo en una empresa comercial. Pero el director le advirtió: “¡Para vender mis productos usted tiene que poder mentir mejor que el hombre que viene después!” El cristiano rehusó el empleo.
Hasta personas religiosas, si no se mantienen fieles a normas piadosas, recurren a la mentira. ¿Recuerda usted la reacción de los líderes religiosos judíos cuando oyeron que el ejecutado Jesús de Nazaret había sido resucitado? Sobornaron a los soldados que vigilaban la tumba de Jesús para que dijeran: “Sus discípulos vinieron de noche y lo hurtaron mientras nosotros dormíamos.”—Mateo 28:12-15.
Sin embargo, parece que el mentir no es algo natural para los seres humanos. El Dr. Lewis Thomas escribió: “Según lo entiendo yo, el ser humano no puede decir una mentira, ni siquiera una pequeña, sin activar un tipo de alarma de humo en alguna parte profunda de algún lóbulo oscuro del cerebro, lo cual resulta en la descarga repentina de impulsos nerviosos, o una efusión súbita de cierta clase de neurohormonas ... El mentir, pues, causa tensión, incluso cuando lo hacemos para conseguir protección, o alivio, evadir responsabilidades, o por lucro.” (Discover, diciembre de 1980) Estas reacciones físicas son las que accionan el detector de mentiras.
Puesto que el mentir causa tanta tensión, ¿cómo comenzó esto?
¿Quién dijo la primera mentira?
Jesucristo identificó al primer mentiroso y mostró que no fue un ser humano. Dijo: “Cuando [Satanás] habla la mentira, habla según su propia disposición, porque él es mentiroso y el padre de la mentira.” (Juan 8:44) Así que el primer mentiroso fue Satanás el Diablo. ¿Cuándo comenzó a decir mentiras? La Biblia dice que fue poco después del comienzo de la historia de la raza humana.
El suceso se registra en el libro bíblico de Génesis, y la mentira fue asunto de vida o muerte para la humanidad. Dios le indicó al primer hombre, Adán, que la prolongación de su vida dependía de la obediencia. Dio a Adán una ley fácil de guardar y le dijo que si no obedecía aquella ley ‘positivamente moriría.’ Pero Satanás mintió con premeditación y dijo: “Positivamente no morirán.” Esa fue la primera de miles de millones de mentiras que se han oído en el planeta Tierra.—Génesis 2:17; 3:4.
Hoy muchas personas no creen en ese registro bíblico. Pero Jesús, el hombre más veraz que haya vivido en la Tierra, confirmó que el registro de Génesis no es un mito, sino historia real. (Mateo 19:4, 5) Por supuesto, todavía estamos sufriendo las consecuencias de aquella mentira. Resultó en desastre para la raza humana.