Cómo edificar con éxito una familia en que hay hijastros
EL DÍA de su boda, Félix se convirtió instantáneamente en padre. Su esposa tenía una hija de siete años de edad de un matrimonio anterior. Más tarde aquel mismo día, mientras caminaba a solas con su hijastra, Félix se alarmó de oírla decir ciertas palabras groseras y corrigió bondadosamente a la niña. Quedó atónito ante la amarga réplica de ella: “¡Mire, usted no es mi padre!”. Como cristiano, Félix quería edificar una familia que glorificara a Aquel ‘a quien toda familia debe su nombre’. No obstante, ahora había vislumbrado las intensas emociones con que tendría que tratar su familia recién formada. (Efesios 3:15.)
Aunque en el pasado las familias en que había hijastros se formaban principalmente debido a que los que se volvían a casar habían enviudado, el aumento vertiginoso en el índice de divorcios durante estos “últimos días” ha resultado en que hoy día haya una cantidad sin precedente de familias de ese tipo (2 Timoteo 3:1-5). ¿Por qué? Porque aproximadamente 80 por 100 de las personas divorciadas —muchas de las cuales tienen hijos— vuelven a casarse. Además, personas que tienen hijos que han nacido fuera del matrimonio contraen nupcias. De acuerdo con la Fundación de Familias con Hijastros, para 1990 habrá más personas en los Estados Unidos que formen parte de un segundo matrimonio que las que estén casadas por primera vez... ¡lo cual convertiría a las familias en que hay hijastros en uno de los tipos de familia más corrientes! Pero la familia con hijastros tiene problemas singulares.
Una situación diferente
Mientras que a menudo se señala a la falta de madurez por parte de uno de los dos cónyuges como la principal fuente de dificultad entre los que se casan por primera vez, en el caso de los que vuelven a casarse se considera que la fuente principal es la crianza de los hijos. Para el nuevo padre (o la nueva madre) es una tarea enorme ganarse el amor y el respeto de hijos a quienes no está unido por ningún vínculo natural, y quienes tal vez consideren al nuevo padre (o a la nueva madre) como un intruso. El padre o la madre natural tiene que aprender a mostrar amor a su nuevo cónyuge sin apartarse de sus propios hijos. Y cuando llega a formarse una familia en que hay hermanastros de diferente sexo en el hogar, o cuando el esposo llega a tener una hijastra, surge otra posibilidad que puede causar tensión: el peligro de inmoralidad sexual. Se informa que en 25 por 100 de las familias en que hay hijastros se practican relaciones sexuales inmorales entre los miembros de la familia. (1 Corintios 6:9, 10.)
También, los hijastros frecuentemente luchan con una gama de emociones... rechazo, celos, resentimiento y conflicto de lealtades. El trauma que produce un divorcio o la muerte de uno de los padres hace aun más difícil este ajuste adicional. Es lamentable, pero los registros muestran que de cada diez familias en que hay hijastros, más de cuatro terminan en divorcio dentro de los primeros cinco años del matrimonio. Sin embargo, es posible edificar con éxito una familia de ese tipo. ¿Cómo?
La base para tratar con los problemas
“A menos que Jehová mismo edifique la casa, de nada vale que sus edificadores hayan trabajado duro en ella.” (Salmo 127:1.) El permitir que Jehová sea quien ‘edifique’ una familia en que hay hijastros significa que la persona dirige sus esfuerzos para recibir la bendición de él al poner en primer lugar Sus mandatos, principios y consejo. “Lo único diferente en nuestro caso —admitió Félix— fue el poner la Palabra de Jehová por encima de los sentimientos de los miembros de la familia. Evitaba decir a mi hijastra lo que yo opinaba; pero cuando yo utilizaba la Biblia se establecía un terreno común donde dos opiniones diferentes podían converger.” Él usó la Biblia para “rectificar las cosas” y como norma familiar (2 Timoteo 3:16). Cuando los hijos ven que hasta los padres obedecen “el consejo de Jehová”, perciben que los principios estables de él, y no meramente los caprichos de un padrastro o una madrastra, gobiernan el hogar. (Proverbios 19:21; 20:7.)
Cierta pareja en que cada cónyuge tenía, al casarse, tres hijos de un matrimonio anterior tuvo éxito en formar su nueva familia porque “los hijos realmente se esforzaron por poner en práctica lo que dice la Biblia”. Al llegar a ser adulto, uno de estos hijos escribió: “Cuando se unen dos familias, la cuestión de mayor importancia fácilmente podría llegar a ser una de índole social más bien que espiritual si se concentran sencillamente en llevarse bien unos con otros más bien que en servir a Jehová como familia”. Muchas familias cristianas en que hay hijastros, y que han tenido éxito, concuerdan en que la clave es: esforzarse por tener una buena relación con Dios al resolverse a seguir Su Palabra.
Se necesita discernimiento
Poco después que su madre se casó de nuevo, Marla, de 12 años de edad, se hizo rebelde y hasta se fue de la casa varias veces. Sus padres, como es debido, exigían que ella fuera obediente, pero pasaban por alto la raíz emocional del problema. “Mi mamá y yo teníamos una relación tan íntima —explicó Marla— que éramos como hermanas. Hasta dormíamos en la misma cama. Pero cuando mi padrastro llegó a vivir con nosotras, perdí aquella intimidad. Tuve prontamente la impresión de que estaba de más allí.” Sí; suele suceder que el padrastro o la madrastra no se dé cuenta de que él o ella aparentemente ha suplantado el afecto del padre o la madre legítimos para con el hijastro o la hijastra, y que pase por alto el trastorno emocional que ello causa. ¿Qué hace falta?
“Con discernimiento —dice Proverbios 24:3— [la familia] resultará firmemente establecida.” El discernimiento ve más allá de las acciones o las palabras para notar qué las motiva. Por ejemplo, tal vez el hijastro (o la hijastra) parezca frío o reservado. Pero ¿a qué se debe? ¿No será debido a conflictos de lealtades que envuelven al padre o la madre que ya no está en casa? La investigadora Elizabeth Einstein, quien es madrastra, escribió en su libro The Stepfamily: “Nunca se puede reemplazar a los padres biológicos... nunca. Hasta un padre (o una madre) que haya muerto, o uno que haya abandonado a sus hijos, sigue ocupando un lugar importante en la vida de éstos. Como aprendí muy recientemente: el secreto de ser padrastro o madrastra consiste en no lisonjear ni exigir”. Ella dice: “Ésa es la ruta más apropiada para llegar al corazón de los hijastros”. Al discernir esto, el padrastro cristiano o la madrastra cristiana no espera “amor instantáneo” ni se siente rechazado personalmente si no lo recibe. Pero esto no es fácil.
“Soy inmune al rechazo, excepto cuando me rechaza la hija de mi esposo —se lamentó cierta madrastra—. Si Amy me rechaza, un día soleado se vuelve sombrío, un corazón rebosante se vacía.” Agregó: “Amy me importa. Me importa tener éxito como madrastra”. Es comprensible que tal tipo de rechazo lastime a uno. No obstante, la Biblia aconseja: “No te des prisa en tu espíritu a sentirte ofendido, porque el ofenderse es lo que descansa en el seno de los estúpidos” (Eclesiastés 7:9). Si uno es demasiado sensible —que se ofende fácilmente— y alimenta resentimiento “en el seno”, esto probablemente resulte en palabras y acciones irreflexivas.
Pero ¿cómo se pone en práctica el discernimiento? Cuando la hijastra de Félix estalló en ira, él recordó que ella había tenido una relación especialmente estrecha con su difunto padre. “Tienes razón, no soy tu padre, pero quisiera ser tu amigo, como también tu hermano espiritual”, fue su perspicaz respuesta. Por eso, sea “sabio de corazón”... ¡pero a la misma vez cultive aguante! (Proverbios 16:21; 14:1.)
La falta de familiaridad en una familia en que hay hijastros resulta a menudo en lo que la Biblia llama “presunción”, es decir, “conducta obstinada” o ‘el hacer reclamaciones que son totalmente injustificadas e insistir en éstas inflexiblemente’, como lo expresa cierto diccionario hebreo. Dicha conducta egoísta provoca una lucha (Proverbios 13:10). “Aunque se me hizo muy difícil hacerlo, procuré dejar de pensar tan solo en mis propias emociones —confesó una hijastra—. Cuando hice esto, pude ver los sentimientos de otros y mostrar empatía. Una todavía tiene sentimientos, pero desarrolla sentimientos que abarcan a otra persona.”
Para desarrollar el compañerismo en una familia en que haya hijastros, ¡tiene que haber comunicación entre los miembros! Proverbios 13:10 añade: “Con los que consultan juntos hay sabiduría”. El tener con regularidad consideraciones como familia —el ‘consultar juntos’— puede resolver problemas y producir unidad familiar. Sin embargo, los padres tienen que estar unidos en la misma forma de pensar durante tales consideraciones. Con el tiempo, el persistir en tener ese tipo de consideraciones generalmente produce buenos resultados. Note las otras sugerencias útiles que se ofrecen en la página 25. (1 Pedro 3:8.)
Si los cónyuges “consultan juntos”, aun la posibilidad de que se cometa un mal con relación a lo sexual puede ser tratada de manera sabia. Hay padres que antes de volverse a casar han hablado francamente con sus hijos y han considerado asuntos como el modo en que deben vestir o comportarse las muchachas en presencia del padrastro o de los hermanastros. A medida que los hijos van creciendo, a menudo será necesario seguir considerando estos asuntos, y los padres deben ser quienes tomen la iniciativa al respecto, pues los hijos pudieran vacilar debido a un sentimiento de vergüenza.
Cuando se requiere disciplina
No cabe duda de que el asunto más delicado al edificar una familia en que hay hijastros es la manera como se administra la disciplina. Puesto que “la tontedad está atada con el corazón del muchacho” —incluso con el del hijastro o de la hijastra— es vital que la disciplina sea consecuente (Proverbios 22:15; 13:1). Cierta cristiana halló que su hijastra había llevado una vida sin restricciones. “Tuve mucho cuidado en apoyar el principio de jefatura —informó Pat, cuya hijastra con el tiempo llegó a ser una de sus mejores amigas—. Siempre estuve dispuesta a explicarle el porqué, a hablar con ella y considerar los asuntos, pero yo no transigía al respecto si a ella no le gustaba. Siempre me mantuve muy firme con relación a los arreglos de Jehová.”
“Básicamente, la disciplina da buenos resultados —declaran los doctores Emily y John Visher, consejeros en asuntos relacionados con familias en que hay hijastros— solo si a la persona que recibe la disciplina le importan las reacciones de la persona que la administra y la relación que tiene con ésta.” Hasta que se desarrolle dicho vínculo, hay quienes dejan que sea el padre legítimo (o la madre legítima) quien primordialmente administre la disciplina. Claro, el padrastro sigue siendo cabeza del hogar, pero después de comunicar claramente a su esposa las razones para la disciplina, quizás deje que sea ella la que de hecho la administre. De acuerdo con las Escrituras, tanto el padre como la madre pueden establecer ‘leyes’ disciplinarias (Proverbios 1:8; 6:20; 31:1). Puesto que cada familia en que hay hijastros es diferente de las demás, no hay reglas rígidas en cuanto a cómo disciplinar a los hijos. Sin embargo, el padrastro (o la madrastra) debería ‘corregir conforme a lo que es recto’, sin reaccionar de manera extrema ni exasperar al niño por esperar que éste haga demasiados cambios en muy poco tiempo (Isaías 28:26-29; Colosenses 3:21). En cambio, los hijastros deben aceptar la disciplina. En tiempos bíblicos, Ester obedeció con aprecio a su cuidador o padre adoptivo, Mardoqueo, quien la crió después que los padres de ella habían muerto. La disciplina de él la ayudó a llegar a ser una mujer excelente. (Ester 2:7, 15, 20.)
A veces un cónyuge, al favorecer a su propio hijo o hija y no hacer cumplir la disciplina del padrastro o la madrastra, socava dicha disciplina. Cierta cristiana, madre de tres hijos, que volvió a casarse explicó: “Una se siente como si estuviera apretujada entre dos personas a quienes ama muchísimo”. Nunca olvide que su relación con su cónyuge es de primera importancia. Aunque puede que a veces sea doloroso, procure evitar que el afecto natural interfiera con dicha relación. Abrahán impidió prudentemente que todo otro miembro de la casa estropeara su relación con su esposa Sara o dificultara que se llevara a cabo la voluntad divina. (Génesis 16:1-6; 21:8-14.)
Aunque quizás uno no sienta para con un hijastro lo mismo que siente para con un hijo propio, a ambos se les debe tratar de manera justa. Un principio básico al tomar decisiones es: “Sé imparcial” (1 Timoteo 5:21, La Biblia al Día). Es fácil disculpar las faltas del propio hijo de uno y exagerar las del hijastro. Es mejor que el esposo y la esposa consideren en privado cualesquiera desacuerdos respecto a la disciplina, lleguen a una conclusión y entonces presenten un frente unido a los hijos. Después de haberse criado en una familia feliz en que ambos padres tenían hijos de matrimonios anteriores, Alesia, que ahora tiene 19 años de edad, recuerda: “Un factor importante era que mis padres eran consecuentes al administrar la disciplina. Sabíamos que, sin importar de quién éramos hijo o hija, se nos disciplinaría por nuestra mala conducta. Las normas o expectativas de ellos siempre eran las mismas”.
Tenga paciencia... toma tiempo
“Mejor es el fin de un asunto posteriormente que su principio. Mejor es el que es paciente que el que es altivo de espíritu” (Eclesiastés 7:8). Aunque muchos tal vez se den por vencidos durante las difíciles etapas iniciales, los que perseveran hallan que generalmente la familia empieza a resolver sus problemas. “Los investigadores dicen que toma de cuatro a siete años para que una familia con hijastros se estabilice y llegue a pensar en términos de ‘nosotros’”, declaró Elizabeth Einstein, autoridad en este tema. Puede que el poner en práctica los principios bíblicos acorte este período de ajuste; no obstante, ¡es imprescindible ser ‘paciente de espíritu’!
El hombre (o la mujer) arrogante o “presumido” que quizás crea que él (o ella) sabe exactamente cómo debería funcionar la familia, y que espera cambios inmediatos, “provoca peleas”. No se cambian rápidamente diferentes patrones de vida familiar y firmes opiniones que han sido reforzados por hábitos que se han tenido por años. Es prudente no ‘fiarse de sus sesos’ ni de impulsos inmediatos, sino confiar modestamente en la dirección y la ayuda de Jehová. (Proverbios 28:25, 26, The New English Bible; Herder.)
Los galardones del éxito
El conocimiento, las habilidades y la experiencia de los que forman parte de una familia con hijastros pueden enriquecerse gracias a la combinación de diferentes antecedentes familiares. Cierta madre cristiana dijo respecto a su hijastra: “Valerie añadió una dimensión a nuestra familia. Tenía otra manera de considerar los asuntos, que a veces ensanchaba nuestro punto de vista”. Una cosa es sentirse unido a un hijo que es de uno biológicamente, pero el crear intimidad cuando no existe afecto natural —cuando aquel hijo (o hija) quizás haya dirigido vituperios contra uno— es algo que muchos padrastros y madrastras felices describen como “un don especial”.
Aunque los problemas sean enormes, el resolverlos alegra el corazón. En dicho crisol se pueden forjar importantes cualidades espirituales, como la paciencia, la comprensión, la empatía y la abnegación. “Aprendí a tratar con las situaciones hasta el grado que me era posible y a dejar lo demás en manos de Jehová —reflexionó Louise después de haber criado a tres hijastros—. Aquella fue una lección muy importante. Me ayudó a ser una mejor persona en sentido espiritual. Una se da cuenta de que, si está sirviendo a Jehová, no está llevando ninguna carga a solas.”
El galardón de ver a la familia de uno dar gloria a Dios hace que valga la pena el esfuerzo. Cuando el rey David le dijo a su hijo cómo construir un templo para alabar a Jehová, también le dio lo que puede considerarse la mismísima clave para edificar con éxito una familia en que hay hijastros. Dijo: ‘Que Jehová resulte estar contigo, [...] que Jehová te dé discreción y entendimiento, [...] y guarda la ley de Jehová tu Dios. En ese caso tendrás buen éxito’. (1 Crónicas 22:11-13.)
[Ilustración en la página 23]
Los padres que consultan juntos frecuentemente evitan problemas relacionados con los hijastros
[Recuadro en la página 25]
PARA QUE HAYA COMUNICACIÓN ENTRE LOS MIEMBROS DE LA FAMILIA
1) Deben hallar un momento y un lugar apropiado para que cada uno pueda hablar con regularidad acerca de lo que siente.
2) Todos deberían procurar hablar desde el corazón y expresar cualquier resentimiento o dolor emocional. Muestre claramente que los sentimientos de cada miembro importan. (Job 33:3.)
3) Procuren presentar las declaraciones como expresiones de sentimientos más bien que como acusaciones. Por ejemplo: “Cuando llegué a casa me sentí herida y enojada al ver que nadie había lavado los platos”, en vez de decir: “Nadie en esta casa se preocupa por nada. Todos ustedes son unos verdaderos egoístas e irresponsables”. (Colosenses 4:6.)
4) Sean bondadosos entre sí y esfuércense por desplegar empatía en lo relacionado con los sentimientos de cada uno. (Efesios 4:31, 32.)
5) Ofrezcan soluciones prácticas y razonables, a la vez que consideran cualesquiera principios bíblicos pertinentes.
6) Concluya la consideración con comentarios positivos y animadores que contribuyan al desarrollo del afecto familiar y que den a cada miembro un sentimiento de dignidad. (Efesios 4:29.)