Han respondido a la ‘llamada macedonia’ en el Japón
PARA la mayoría de las personas el verano generalmente significa viajes de vacaciones y entretenimiento al aire libre. No obstante, muchos testigos de Jehová han tenido el gozo incomparable de dedicar los meses de verano a una actividad singular... visitar a la gente que vive en zonas remotas y aisladas para llevarles las buenas nuevas del Reino de Dios.
Por varios años ya, la sucursal de la Sociedad Watch Tower del Japón se ha concentrado en llegar a los cuatro millones de habitantes de las zonas aisladas del país. A principios del año pasado, se hizo la siguiente invitación a todas las congregaciones de los testigos de Jehová: “Pasa a Macedonia y ayúdanos” (Hechos 16:9). Acompañemos a algunos de los que aceptaron esta invitación y experimentemos con ellos sus gozos y los desafíos a los que tuvieron que encararse.
Por qué respondieron
Obviamente, el amor a Dios y a su prójimo fue el motivo principal. Pero es interesante notar por qué algunos de ellos decidieron responder a la llamada.
Una pareja que solicitó servir por un mes en una aldea en las montañas dijo esto: “Somos de mediana edad. No tenemos problemas serios ni problemas de salud. Nuestros dos hijos han crecido firmes en la fe y sirven de trabajadores de tiempo completo... uno de precursor y el otro en la sucursal de la Sociedad. Queremos demostrar nuestro agradecimiento a Jehová por las muchas bendiciones que hemos recibido. Además, queremos salir, nosotros dos solos, y experimentar la ayuda y las bendiciones de Jehová lejos de las comodidades que tenemos”.
El padre de una familia de cuatro miembros, de la prefectura de Saitama, dijo: “Podía ver que mis hijos estaban llegando a la adolescencia y se encaraban a muchos problemas en la escuela. Tenían que pasar cada vez más tiempo alejados de nosotros, y puesto que estoy ocupado en mi negocio, estoy limitado en cuanto al tiempo que puedo dedicarles. Quería pasar más tiempo con ellos y hacer algo que los animara en la verdad y les inculcara el espíritu de precursor”. Hizo arreglos en su empleo para efectuar su trabajo de agosto en septiembre, a fin de que él y su familia pudieran pasar juntos todo un mes en un territorio que no estaba asignado a ninguna congregación.
Una Testigo soltera dijo lo siguiente con relación a sus esfuerzos: “Pensé que ésta sería una buena manera de acercarme a Jehová y mostrar completa confianza en que él me suministraría las cosas necesarias de la vida”. Algunos Testigos jóvenes pensaron de la misma manera. Dos jóvenes que acababan de salir de la escuela solicitaron servir por tres meses en una zona aislada. Opinaban que el vivir por sí mismas, contando solamente con la ayuda de Jehová, les ayudaría a prepararse para servir de tiempo completo en cualquier lugar.
¿Solo respondieron familias individuales o personas solteras? ¡De ningún modo! También hubo muchas congregaciones que solicitaron. Un superintendente de uno de estos grupos declaró: “Creemos que será un modo excelente de fortalecer los vínculos de amor y compañerismo de la congregación, y de dar a los jóvenes y a los más nuevos la oportunidad de ver la importancia de la obra de predicar”. De los 114 publicadores, más de 80 tomaron parte, en un momento u otro, en el servicio que la congregación rindió durante seis semanas en territorio aislado.
Se encaran a los desafíos
Desde el mismísimo principio, ‘el pasar a Macedonia’ para predicar ha presentado sus desafíos. El primer desafío siempre es: “¿Dónde nos alojaremos?”. La manera como se ha resuelto este problema prueba claramente la veracidad de la amonestación de Jesús: “Sigan, pues, buscando primero el reino y Su justicia, y todas estas otras cosas les serán añadidas”. (Mateo 6:33.)
Dos Testigos de Tokio fueron asignadas a trabajar en una aldea remota en las montañas. Fueron a buscar de antemano un lugar adecuado donde alojarse, pero no tuvieron éxito. Decidieron dejar el asunto en manos de Jehová y de todas maneras fueron a su asignación. Al final del primer día de predicación, todavía no habían hallado alojamiento permanente. ¿Qué harían?
“En el segundo día de servicio —dijo una de ellas—, descubrí un local vacío, que había servido de restaurante. El propietario era un hombre de edad avanzada que mostró una actitud muy favorable. Cuando le preguntamos si podía alquilarnos el lugar, él nos lo ofreció por solo 10.000 yenes [$45 E.U.A.] por los tres meses que habíamos planeado servir en la aldea. Así conseguimos un lugar tanto para vivir como para celebrar las reuniones. La hija del hombre y el esposo de ésta aceptaron un juego de libros. Más tarde, aquel mismo día, conocimos al hijo del propietario y a su esposa. Ellos también tomaron literatura y aceptaron estudiar la Biblia con nosotras. Pero cuando supieron que estábamos alojadas en el restaurante de su padre, se sorprendieron. Hasta aquel entonces el padre había mostrado una actitud muy hostil hacia todas las religiones. Ciertamente vimos la mano de Jehová en el asunto.”
A menudo, el prejuicio, la desconfianza y las tradiciones profundamente arraigadas pueden presentar desafíos especiales, pero Jehová puede abrir el camino. Ésa fue la experiencia de la pareja de mediana edad que mencionamos anteriormente. Cuando llegaron al lugar, la propietaria del alojamiento los recibió con una actitud de desconfianza, y vigilaba todo movimiento que hacían. Aquello les dio una idea de la reacción que podían esperar en el territorio y de lo que tendrían que hacer para vencer este obstáculo y llegar a la gente.
“Decidimos que dedicaríamos primero todo un día a limpiar la casa y poner todo en orden —dijo el esposo—. Abrimos todas las puertas corredizas de la casa para que los vecinos vieran todo lo que estaba pasando. Podían ver las Biblias y la literatura bíblica que teníamos sobre la mesa. Podían ver cómo arreglábamos todo. Podían ver cómo vivíamos. En efecto, estábamos diciéndoles: ‘Pasen adelante si gustan. Visítennos. No tenemos nada que esconder. Confiamos en ustedes’.
”Mientras íbamos predicando, nos presentábamos como personas que veníamos de la ciudad y decíamos a la gente que queríamos aprender las costumbres campesinas. Teníamos por norma saludar a todo el mundo, incluso a los granjeros que trabajaban en los sembrados. Hacíamos las compras en la cooperativa local de agricultores. Todo esto contribuyó a que la gente viera que nos interesábamos sinceramente en ellos, no solamente en ‘vender libros’. Vieron que éramos personas normales y corrientes como lo eran ellos, y se mostraron amigables. Después de un tiempo, ni siquiera teníamos que presentarnos. Con bastante frecuencia nos saludaban en la puerta con comentarios tales como: ‘Hace calor afuera. ¿Por qué no entran y se toman una bebida refrescante?’, o: ‘Acabamos de preparar la comida. Por favor, coman con nosotros’. Al esforzarnos de esta manera, la gente de la aldea abrió su mente y corazón al mensaje bíblico.”
En los casos en que toda la congregación participó en esta actividad, los desafíos se multiplicaron. En armonía con el consejo implícito de Jesús de ‘calcular los gastos’, se tuvieron que hacer muchos planes por adelantado con relación a alojamiento, limpieza, transportación, servicio del campo, y así por el estilo (Lucas 14:28). Una congregación informó: “Aunque habíamos planeado servir desde fines de julio hasta la primera semana de septiembre, fuimos a buscar alojamiento en mayo. Fuimos al ayuntamiento y dimos a conocer lo que necesitábamos. Explicamos que éramos grupos de familias y personas jóvenes que estábamos interesados en enseñar la Biblia en la zona. Los funcionarios fueron muy serviciales y nos sugirieron varias posibilidades.
”Cuando finalmente hallamos alojamiento adecuado, enviamos a un grupo de personas una semana antes para que limpiara el lugar. Se prepararon mapas del territorio, se hicieron carteles que anunciaban nuestras reuniones y se imprimieron hojas sueltas. Puesto que se nos había dado permiso para usar el nuevo centro recreativo para nuestras reuniones, pudimos dar buena publicidad y dejar una impresión excelente.
”Puesto que había tantos jóvenes entre nosotros, comprendíamos que no era bueno trabajar únicamente, sin tener ninguna clase de diversión. Así que todos los días, después que terminábamos de predicar o en el día de la semana que escogíamos para descansar, cuando todos habían terminado su tarea asignada, nos íbamos de excursión, de paseo en bote o de pesca, y tanto el hermoso paisaje como el aire puro de la montaña nos refrescaban”.
¿Valió la pena?
La familia de cuatro miembros, de la prefectura de Saitama, dio esta respuesta: “Durante el mes que pasamos en el territorio distribuimos 920 revistas y 240 libros, hubo 13 personas interesadas en el mensaje que asistían a las reuniones públicas que celebrábamos, y comenzamos 4 estudios bíblicos que se siguieron conduciendo después que partimos del lugar. Estos resultados por sí solos hicieron que valiera la pena el esfuerzo, pero hubo otros beneficios. Nuestros hijos aprendieron sobre el gozo que se experimenta en el ministerio y han desarrollado un verdadero espíritu de precursor. Como familia, llegamos a estar más unidos a medida que compartíamos las tareas domésticas y las experiencias que habíamos tenido en el ministerio del campo. Estamos haciendo planes definitivos para volver el próximo año”.
La pareja de mediana edad que se esforzó mucho por ser amigable con la gente informó lo siguiente: “Después de abarcar todo el territorio, dedicábamos las tardes a hacer revisitas. Trabamos amistad con los vecinos del lugar, y algunos de ellos hasta derramaron lágrimas cuando nos fuimos de la zona. Nos aceptaron tanto a nosotros como a las buenas nuevas, y guardamos gratos recuerdos. A menos que uno mismo lo experimente, no puede saber lo maravilloso que es. Nos damos cuenta de que podemos hacer cualquier cosa con la ayuda de Jehová”.
Una Testigo que ha estado activa en la obra por más de 20 años informó: “Mi compañera, de 82 años de edad, y yo nunca nos habíamos sentido tan allegadas a Jehová como ahora, después de haber servido tan solo dos semanas en territorio aislado. Nuestros corazones rebosan de felicidad”.
Un privilegio singular
Los que han respondido a la ‘llamada macedonia’ en el Japón comprenden lo que significan las siguientes palabras de Jesús: “La mies es mucha, mas los obreros son pocos. Por lo tanto, rueguen al Amo de la mies que envíe obreros a su siega”. (Mateo 9:37, 38.)
Las experiencias gozosas de los que respondieron a la llamada prueban que ‘el Amo’, Jehová Dios, está contestando esa oración. Tanto personas jóvenes como mayores consideran que el participar en la siega es un privilegio singular (Éxodo 23:16). ¿Está usted haciendo todo cuanto puede en esta magnífica obra?
[Fotografía en la página 30]
En el Japón, los proclamadores del Reino comparten gozosamente las buenas nuevas con otras personas